En los últimos meses los biocombustibles han pasado a formar parte de las agendas internacionales en el ámbito energético y en el ámbito agrario. Las propuestas políticas lanzadas desde todas las partes del planeta se suceden a un ritmo extraordinario: EE UU y Europa se han estado posicionado —una vez más— como grandes consumidores energéticos, en este caso de biocombustibles. Este consumo requerirá un importante aumento de la producción interna y de la importación masiva de materias primas. Algunos dirigentes de países como Brasil, Argentina o Indonesia, a su vez, se proponen como dinamizadores del nuevo impulso en la producción y la exportación. En prácticamente todos los países del mundo se están elaborando planes de actuación, algunos basados en la producción para autoconsumo, otros orientados prioritariamente a la exportación (ver por ejemplo en esta revista la reflexión de Marcel Achkar y Ana Domínguez sobre la planificación para Uruguay), unos planes que sin duda alguna para algunos países constituirá una revolución respecto a la situación actual en el ámbito energético y rural.
Bajo el concepto de biocombustibles se incorporan numerosas tecnologías de conversión energética, y una gran variedad de materias primas. Las tecnologías usadas para la conversión energética van desde la mezcla con los combustibles de origen fósil (la versión más usual) a la combustión directa sin mezcla (ver por ejemplo el artículo de Niels Ansø y Jacob Bugge), pasando por el biogás que en ocasiones también se incorpora dentro de los biocombustibles. Las materias primas utilizadas van desde las plantaciones agrícolas específicas, a la utilización de biomasa forestal o de restos agrícolas, pasando por el reciclado de los aceites usados. Si a esta diversidad le incorporamos que el sector bioenergético es un sector con un contenido tecnológico en importante evolución (ver por ejemplo el artículo de Mercedes Ballesteros sobre los biocarburantes de segunda generación), y que en esta temática los impactos asociados a una variación en la escala de la demanda y la producción no son despreciables, pero sí difíciles de analizar, no es de extrañar que sea una temática llena de matices.
Desgraciadamente en la discusión pública en muchas ocasiones la sobresimplificación se impone. Así los biocombustibles, que habían sido impulsados en las décadas anteriores en buena parte por el movimiento ecologista, como parte de una propuesta más ecológica a la matriz energética actual, y en un marco de reducción del consumo energético y de la dependencia de los combustibles de origen fósil, pasan, en un contexto internacional condicionado por el alto precio de los combustibles fósiles y las políticas de seguridad en el suministro energético, a ser un objetivo preferente por parte de los dirigentes políticos, de la gran agroindustria y de las grandes empresas energéticas.
A partir de este momento sólo se exponen exageradamente argumentos positivos por parte de los gobiernos y de la agroindustria y negativos (por parte de las organizaciones ecologistas) de los biocombustibles y se utilizan para poner en un segundo plano la imprescindible necesidad de una reducción en el consumo energético. Se publicitan como fundamentales para la solución a la problemática del cambio climático y como la solución a la dependencia de las energías fósiles, se anuncia que van a suponer más riqueza y bienestar para el entorno rural, disminuirán la dependencia energética con los países petroleros al permitir diversificar los suministradores energéticos, etc. En el análisis se obvian o se minusvaloran los análisis sobre los límites de estas tecnologías, su impacto ambiental o el impacto sobre la producción de alimentos generado por un cambio en la escala de su consumo, etc.
La tozudez de las realidades constatables no ha tardado en demostrar que, al igual que las demás fuentes energéticas, tampoco los biocombustibles están exentos de problemas. En las secciones regionales de la revista hemos tratado de analizar mediante casos concretos de todo el mundo la diversidad de situaciones y retos existentes, tratando de no imponer una visión unidimensional sino dando la oportunidad a diversos actores con opiniones variadas a expresarse.
Tres de los cuatro artículos de la sección en profundidad, escritos por Jorge Riechmann, Ladislao Martínez López y Daniela Russi, tratan de analizar globalmente pros y contras de los biocombustibles. El cuarto de los artículos, escrito por Elisabeth Bravo, trata de comprender cómo el impulso de los biocombustibles en América Latina corresponde también a diferentes orientaciones geopolíticas que utilizan el vector energético como elemento de poder.
La constatación de que existen problemáticas asociadas a los biocombustibles ha llevado a que numerosos movimientos, organizaciones de campesinos y campesinas, agricultores familiares, pescadores tradicionales, pueblos indígenas, pueblos sin tierra, trabajadores rurales, migrantes, pastores, comunidades forestales, mujeres, niños, juventud, consumidores, movimientos ecologistas, y urbanos reunidos en el Foro para la Soberanía Alimentaria de Nyeleni hicieran un llamamiento a utilizar el término agrocombustible y no biocombustible. El llamamiento ha recibido numerosos apoyos en diversos ámbitos sociales e institucionales entre los que destaca el realizado por Vía Campesina o el relativo al derecho a la alimentación de las Naciones Unidas, realizado por Jean Ziegler.
Se trata de evidenciar que si se produce una extensión masiva de los biocombustibles ésta va a requerir importantes reformas en el sector agrario de muchos países, que deberán reorientar una parte de su producción a la producción energética, y que los impactos generados (ambientales y sociales) deben de ser considerados en su integridad —incorporando para ello en el análisis y la toma de decisiones a los actores que pueden ser directamente afectados: pequeños y medianos agricultores, y población del ámbito rural. Se argumenta también que el uso «bio» es injustificado y constituye una estrategia para ignorar los aspectos problemáticos de la extensión de este vector agrícola y energético. Desde la editorial de la revista apoyamos esta visión y consideramos que en el contexto político actual el uso del concepto de agrocombustible es preferible, no obstante hemos dejado a los autores utilizar el concepto que ellos prefieran con la finalidad de reflejar la diversidad de opiniones que es parte de la situación actual.
En cuanto a novedades en la estructura de la revista a partir de este número incorporamos una nueva sección llamada «Referentes». Estará dedicada a glosar la figura de pensadores y activistas destacados en el ámbito de la ecología política. Iniciamos este apartado con las aportaciones de Joaquín Valdivielso y Florent Marcellesi sobre la figura de André Gorz, uno de los precursores en la teorización de la Ecología Política.
Os invitamos a enviarnos sugerencias sobre otras personas que puedan aparecer en este nuevo apartado. Para hacerlo es suficiente con enviar un correo electrónico al secretariado de la revista.
Finalmente queremos anunciaros que próximamente iniciaremos la publicación de Ecología Política Digital . En esta publicación (únicamente disponible en formato digital) incorporaremos artículos que por falta de espacio no hayan podido ser publicados en la edición impresa, pero que consideramos que igualmente deben estar a disposición de nuestros lectores. Los artículos de Ecología Política Digital serán totalmente referenciables y podrán descargarse gratuitamente desde la web de la revista ( www.ecologiapolitica.info ).
El próximo número de Ecología Política, que se publicará en junio de 2008, tratará sobre decrecimiento sostenible . En él trataremos de reflexionar sobre si es el discurso del decrecimiento una alternativa política al actual imperante del crecimiento económico. Se entiende que el decrecimiento sería en los países ricos, y que debe ser socialmente sostenible. ¿Qué implicaciones tendría? ¿Aumentaría el desempleo? ¿Quedarían muchas deudas por pagar, al decrecer la economía? ¿Qué entendemos por decrecimiento? ¿Es posible hablar de decrecimiento del PIB cuando criticamos el PIB?, ¿Dbería verse el decrecimiento en términos físicos más que económicos? ¿Qué indicadores deberíamos usar? ¿Cuáles deben ser los ejes de trabajo principales? Desde ahora mismo esperamos vuestras aportaciones. Para cualquier duda sobre el plazo para enviar los artículos o las condiciones de envío podéis visitar la web de la revista www.ecologiapolitica.info y/o contactar con Marta Jofra, responsable del secretariado de la revista a través del correo electrónico secretariado@ecologiapolitica.info.