Melómano

El sombrero de tres picos, de Manuel de Falla

por Martín Llade

Melómano nº 89, julio-agosto 2004

El sombrero de tres picos , que recientemente se pudo ver en el Festival de Granada, se representará con la misma producción el 18 de agosto en el Festival de Peralada, el 21 en el Festival de Santander y el 23 y 24 en la Quincena Musical de San Sebastián. Manuel de Falla

“–¡Frasquita!...–murmuró al fin el delegado del Rey, con acento desfallecido, mientras que su marchito rostro, cubierto de sudor, destacándose sobre su joroba, expresaba una inmensa angustia–. ¡Frasquita!. ..

–¡Me llamo!–contestó la hija de los Pirineos–. ¿Y qué?”

Alarcón, El sombrero de tres picos

Los Ballets Rusos visitan Madrid

Diaghilev, en compañía del bailarín Nijinski y StravinskiEl verano de 1916, uno de los años más negros del siglo XX, tuvo lugar un hecho capital para la historia de la música española: la visita de los Ballets Rusos de Diaghilev a Madrid. Allí el genial empresario ruso pudo disfrutar de un poco de paz en medio de la sangría europea, y de paso reencontrarse con su viejo conocido de París, ahora convertido en músico célebre, Manuel de Falla. Diaghilev aprovechó este encuentro para proponerle realizar un ballet con una de sus partituras. Falla le habló entonces de un viejo proyecto sobre la pequeña novela El sombrero de tres picos , de Pedro Antonio de Alarcón (1833-1891), escrita en 1874, que llevaba acariciando desde hacía más de una década y de la que ya existía una adaptación operística de Hugo Wolf, Der corregidor .

Diaghilev lo consideró una idea estupenda y decidió esperar a que el ballet estuviese terminado para incluirla dentro de sus giras. Pero impacientado, insistió en que también cabía la posibilidad de llevar a escena las Noches en los jardines de España . La sensualidad que la partitura le sugería le hizo imaginar una fiesta nocturna con los patios de la Alhambra como escenario principal, donde bravíos gitanos cortejaban a muchachas rebosantes de pasión. Falla, que era un católico devoto y se mantuvo toda su vida célibe, alejado de esas cuestiones, se negó horrorizado. No había compuesto su obra para convertirla en un espectáculo vulgar e impropio de quien había puesto en escena La consagración de la primavera . Ante este argumento, Diaghilev quedó convencido de que debía esperar a que El corregidor y la molinera , cuyo libreto firmaba Gregorio Martínez Sierra, estuviese terminado.

Una molinera astuta y un corregidor rijoso

Antonio el balirarín en el papel del molinero Aunque hoy en día olvidado casi por completo, Pedro Antonio de Alarcón alcanzó gran celebridad gracias a su estilo ágil e incisivo, que le hizo ser traducido a numerosas lenguas, con títulos como el presente y El niño de la bola y El capitán Veneno . Liberal en un principio, con el tiempo el escritor se volvió un conservador a ultranza, si bien es de esta época de la que datan sus obras más conocidas. El sombrero de tres picos no es, por tanto, una soflama contra un sistema que daba lugar a tipos tan repelentes como el corregidor Zúñiga, sino una crítica de los abusos que ponían en peligro la credibilidad del propio sistema y eran susceptibles de encender la chispa que acabase con su existencia. Así, la moraleja final es que las cosas vuelven a su sitio, como siempre ha debido ser, quedando la tentativa revolucionaria del molinero en una simple rabieta pasajera.

El tío Lucas es un molinero cuarentón, “más feo que picio”, casado con la bellísima Frasquita, mucho más joven que él. El libidinoso corregidor Don Eugenio de Zúñiga y Ponce de León ansía los favores de Frasquita, que ésta se niega a concederle. El corregidor no se arredra e idea una estratagema para alejar al tío Lucas del molino, pero una vez allí, la astuta muchacha lo hace caer al canal de agua y Zúñiga se ve obligado a despojarse de sus ropas y a guardar cama. Cuando el molinero regresa y descubre que el corregidor está en su lecho y desnudo, piensa que ha sido burlado y le arrebata sus ropas con el objeto de vengarse, seduciendo a la mujer de éste. Cuando se enteran, Frasquita y el corregidor se lanzan a impedir lo que ya parece inevitable. Tras muchos enredos, el corregidor decide enmendar su actitud, a fin de lograr el perdón de su esposa y el tío Lucas y su pícara molinera pueden retirarse a vivir en paz.

Con todo este material como fuente de inspiración, Falla tuvo listo un primer borrador de la partitura, que Diaghilev le permitió estrenar en forma de pantomima en Madrid, a la espera de que la guerra terminase.

Esta primera versión fue titulada El corregidor y la molinera y vio la luz en el Teatro Eslava el 7 de abril de 1917, bajo la batuta de Joaquín Turina. Si bien la recepción del público fue muy calurosa, las críticas señalaron como principal defecto el exceso de números descriptivos que no llevaban a ninguna parte y convertían en farragoso un material a priori atractivo. Gracias a este primer tanteo, Diaghilev pudo calibrar la reacción del público y decidió suprimir algunas danzas y escenas que interrumpían la acción, pidiendo a Falla la composición de otras piezas que hicieron que el ballet ganase mucho. Una sabrosa anécdota acompaña a la composición de la jota aragonesa con la que se cierra la obra: sabedor de que Falla debía escribir este número, su amigo el pintor Ignacio Zuloaga, autor del famoso retrato del músico que en su día ilustró los billetes de cien pesetas, le invitó a acompañarle al pueblo natal de Goya, Fuendetodos, donde debía inaugurar una escuela. El gaditano aceptó y se llevó consigo a su amiga, la cantante Aga Lahowska. Como agradecimiento a Fuendetodos por su hospitalidad, Falla pidió a Lahowska que cantase la jota de sus Siete canciones populares españolas . Para su sorpresa, los lugareños no supieron identificar aquello como una jota y el compositor se quedó un tanto desconcertado. Pero aquella misma noche acabó por comprender lo que estaba buscando en los festejos populares celebrados en el pueblo, y de las jotas cantadas por los jóvenes por las calles extrajo la inspiración necesaria para poner punto final satisfactoriamente a la suya.

Estreno infeliz

Picasso Apenas terminada la guerra, Diaghilev reunió a los más grandes talentos disponibles para el estreno del ballet y así, confió la dirección orquestal a Ernest Ansermet. Leonid Massine elaboró la coreografía, en la que Tamara Karsavina, Lev Woizikowski y Stanislas Idzikowski interpretarían al trío protagonista. Por si fuera poco, Diaghilev contrató a Pablo Picasso para diseñar los figurines y los decorados. Entusiasmado, el malagueño realizó muchos más diseños de los que se le pedían, pero todos fueron incorporados por lo bien que quedaban en escena. Un paisaje andaluz constituyó el decorado del primer acto y un mantón gitano con flores, a modo de noche estrellada, el segundo.

Cuando se estaban ultimando los detalles del estreno, que finalmente tendría lugar en Londres, el 22 de julio de 1919, el artista tuvo que regresar a Madrid apresuradamente. Su padre, José María de Falla, que vivía en una difícil situación sólo aliviada por los ingresos del hijo, había fallecido repentinamente. El golpe fue tan terrible para la madre, María Jesús Matheu, que apenas le sobrevivió un mes. Y así, apenas unas horas antes del estreno del ballet, Falla recibió un telegrama en Londres, informándole de su repentina gravedad. El compositor decidió volver inmediatamente para poder verla siquiera por última vez, siendo despedido en la estación por Los Ballets Rusos al completo.

Tras un duro viaje lleno de complicaciones, Falla pudo conseguir un periódico poco antes de llegar a Madrid. Al leerlo se enteró de la muerte de su madre. Poco le importaba ya el rotundo éxito de su ballet en Londres, reseñado en aquellas mismas páginas.

La obra

Tras el estreno, Falla escribió dos suites para orquesta, suprimiendo escenas descriptivas y varios momentos con intervención vocal femenina. Desde entonces, la versión original permaneció olvidada, hasta que fue grabada en 1961 por Ernest Ansermet, director de la premiere mundial, con Teresa Berganza. El comentario que se ofrece a continuación está basado en dicha versión, que poco a poco va recuperándose en disco y en algunos auditorios, con imaginativas puestas en escena.

Introducción

El sombrero de tres picos comienza de forma vibrante, al son de los timbales, acompañando a una fanfarria de trompas y trompetas, que es bruscamente interrumpida por el repiqueteo de las castañuelas. En la versión completa la orquesta se detiene entonces y entra un coro masculino que bate palmas mientras entona un brioso “Eh, eh, eh”. Una voz de mujer, que suele ser grato escuchar en segundo plano en las grabaciones, subrayando así la evocación matinal de la alegre fanfarria, canta una canción popular acorde al argumento que va a desarrollarse en breve: “Paxarico, paxarico, cierra con tranco la puerta, y aunque el diablo esté dormido, a lo mejor se despierta”. El coro secunda con palmas y exclamaciones y la orquesta vuelve a repetir íntegra la fanfarria inicial.

Parte I

La tarde

Página inicialmente de tintes impresionistas, que recuerda vagamente al comienzo de Noches en los jardines de España , nos presenta el molino del tío Lucas, cuando la tarde cae sobre el campo andaluz y aparecen por primera vez los personajes, tras una agotadora jornada de trabajo, felices por el amor que se profesan. Cada uno de los personajes está descrito por un tema, que se repetirá con sus respectivas variaciones a lo largo de la partitura. El molinero es representado a través del vivaracho tema de la canción murciana El paño moruno , de las 7 canciones populares españolas , mientras que Frasquita es descrita con un tema brioso y pasional, lleno de encanto, pero en el que aguijonean ocasionalmente los celos que sentirá al enterarse de que su marido ha ido a vengarse del corregidor en la persona de su esposa. Algo que advertirá el oyente, y que supone un gran salto respecto a El amor brujo , es el enriquecimiento del colorido orquestal y su vivacidad, hasta alcanzar sonoridades puramente stravinskianas. Más aún, apenas apagado el fuego de la tarde, las escenas de jugueteos entre marido y mujer, remitirán muy directamente, aunque conservando su propia dosis de originalidad e ingenio, a algunos momentos de Petruchka, aunque con la evidente distancia entre el folklore ruso y español.

Danza de la molinera

Si bien lo andaluz predomina en la obra, Falla recogió muestras del cancionero popular español en general para introducirlas, convenientemente diseminadas, como pequeños guiños a su propia cultura, que fue el gran amor de su vida. Pese a ello, los críticos advierten en este ballet un espíritu más universal y accesible que en El amor brujo , concebido más estrictamente para la sensibilidad ibérica. Acompañado del retumbar de los timbales, la molinera inicia su poderosa danza, que es un enérgico fandango, a ritmo moderado, en la que la madera atempera con sus ensoñaciones el vigor de la percusión y el metal. La danza se interrumpe bruscamente al hacer su entrada un solo de fagot, a través del cual se representa al corregidor. Eugenio de Zúñiga hace su entrada acompañado de una especie de elegante minueto, pasado por el tamiz neoclásico, que nos remite a la época en que transcurre la acción.

Danza de las uvas, el corregidor y final de la Parte I

El metal en sordina esboza de forma ridícula una canción popular, en la que es personificado Garduña, el esbirro del corregidor. Ante la llegada de la malintencionada autoridad, Frasquita se esconde en el molino, retirándose mientras baila su sensual fandango. El tío Lucas sigue en sus quehaceres, como si no se hubiera percatado de la presencia del corregidor. Cuando éste se hace notar, le ofrece, de forma burlesca un racimo de uvas. La orquesta en pizzicatto, acompasa grácilmente el desgranar del racimo, en el que pueden intuirse las pícaras intenciones del viejo. Tras estos prolegómenos, el corregidor descubre a la molinera e inicia su cortejo, pero acaba por caerse estrepitosamente al suelo. Falla entrelaza los temas de todos los personajes de forma maravillosa y burlesca. El tío Lucas, que sigue fingiendo que no se entera de nada, acude a ayudar a la autoridad a levantarse del suelo, pero Zúñiga se retira, refunfuñando. Felices por haberse librado de momento de él, los cónyuges bailan el fandango de la molinera, en un tempo más rápido que antes.

Parte II

Danza de los vecinos

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Es la noche de San Juan y los vecinos acuden a cenar al molino del tío Lucas, donde el vino animará a todos, y al son de la dulce embriaguez que transmite la orquesta, uno de ellos baila una seguidilla. Página de gran placidez, no es sino el prólogo al momento apoteósico de la fiesta de San Juan, y eso a pesar de que éste no fue concebido, como veremos ahora, hasta poco antes del estreno.

Danza del molinero Probablemente este sea el número más conocido del ballet. Diaghilev se lo solicitó a Falla a última hora, deseoso de introducir algún número de fuerte sabor flamenco. El músico ideó entonces esta danza, que el tío Lucas baila a petición de Frasquita, y la escribió en tan sólo veinticuatro horas. De estilo pesante, e incluso brusco, a medida que va desarrollándose, la orquesta adquiere un aire agresivo, con intervenciones de la orquesta que suenan como aldabonazos. El final, de ritmo creciente y progresivo, evoca inequívocamente a todo el que lo escucha, el avance de un tren a toda máquina. Tras esta danza, prosigue la fiesta, aunque en las suites se haya prescindido de las escenas descriptivas. En ellas Falla introduce de forma paródica los primeros acordes de la Sinfonía Nº 5 de Beethoven, sugiriendo el estado achispado de los presentes en el festejo. Poco después, una canción, de nuevo en voz de mujer, que expresa el sentir de Frasquita, se recrea en la noche y recuerda cuando se casó con el tío Lucas. Es medianoche y la orquesta reproduce este momento imitando el sonido de un reloj, página maravillosa que tiene algo de raveliano. Los vecinos se han retirado a descansar y el solo de fagot nos presenta de nuevo al esperpéntico corregidor en escena, decidido a consumar sus lascivos propósitos.

Danza del corregidor Falla escribió para antes de este momento un número titulado Danza de los alguaciles , sobre un tema que su madre le cantaba de niño. Diaghilev, nada sentimental a ese respecto le obligó a quitarlo, aduciendo que interrumpía la acción, y le pidió que añadiese otro número, que finalmente fue esta Danza del corregidor . Sueñan las castañuelas y vuelve a sonar el minueto, que podría recordar vagamente al del acto segundo de Manon Lescaut de Puccini. La danza suave termina con el pianísimo, casi en súplica del fagot, que es la voz del propio corregidor implorando el amor de Frasquita. Ésta se le resiste y hay una contraposición de los temas de uno y otro, entre el fandango y la letanía del fagot, que va caldeando el ambiente. A partir de ahí se sucede el grueso de la acción, en el que se condensan las divertidas escenas finales de la novela, que el escrúpulo descriptivo de Falla, lleno de humor y picardía, permite seguir con relativa facilidad. Los intentos de seducción son todos abortados y finalmente el corregidor cae al canal de agua. Calado hasta los huesos, Frasquita lo mete en la cama. Se produce la confusión del molinero, al que Garduña ha mantenido ocupado hasta ese momento, que al encontrarlo acostado en su cama y desnudo, se cree burlado, queriendo vengarse seduciendo a su mujer. La acción se resuelve de una forma muy similar al argumento de Alarcón.

Danza final

Al final de la obra, humillado ante el pueblo entero, el corregidor es manteado por los vecinos, detalle irreverente que no figura en el original literario. La imagen sugiere una posible inspiración en el lienzo titulado El pelele , pintado por Goya. El despliegue del colorido orquestal de este número es impresionante, alcanzando Falla aquí la cumbre de su carrera en este aspecto. El desenlace, entretejido con todos los motivos anteriormente expuestos en el ballet, culmina con la triunfal jota, compuesta tras su visita a Fuendetodos. Finaliza así la partitura que convirtió al español Manuel de Falla en un músico universal, cuyo original y rico lenguaje, mezcla de ascetismo, vitalidad y entraña andaluza, daría aún al mundo varias obras maestras más.

Discografía:

-Teresa Berganza (mezzosoprano), L'Orchestre de la Suisse Romande, director Ernest Ansermet (+La Vida Breve/El Amor Brujo). DECCA

-Academy of Saint Martin-in-the-Fiels, director: Sir Neville Marriner. EMI

- Jill Gómez (soprano), Philarmonia Orchestra, , director: Yan Pascal Tortelier. (+Albéniz, Suite Iberia) Chandos

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