Nunca como hasta ahora las elecciones presidenciales norteamericanas se habían seguido con tanto interés dentro y fuera de Estados Unidos. Más allá de las implicaciones geopolíticas que a nivel global se derivan de cualquier elección presidencial estadounidense, estas primarias que culminarán con el voto de noviembre de 2008 y con la confirmación de un nuevo presidente en enero de 2009 resultan, a todas luces, extraordinarias. Entre las varias razones que pueden aducirse para ello, una de ellas radica en el turbio tiempo histórico en que Occidente vive sumido. El nuevo siglo veintiuno trajo bajo el brazo el 11-S, episodio que bifurcó un antes y un después en la política exterior norteamericana y que colocó desde entonces el tema del terrorismo y la seguridad nacional e internacional en el centro mismo de las venideras presidenciales norteamericanas. Hoy entendemos ya, como bien supo documentar Martín Alonso en esclarecedor libro, que aquel 11-S puso de manifiesto cuánto había cambiado nuestro mundo mientras Europa y Estados Unidos miraban para otro lado. En esta nueva historia marcada por el terrorismo yihadista, no sólo Estados Unidos, sino también toda Europa y Occidente empiezan a tomar conciencia de la importancia de estas próximas elecciones presidenciales norteamericanas. Otra de las razones para el interés suscitado por estas elecciones radica en que por vez primera, por ejemplo, dos representantes de las llamadas minorías étnicas (Barack H. Obama) o de género (Hillary R. Clinton) podrían ocupar la Casa Blanca en uno de los partidos políticos; en el otro, el ya nominado candidato presidencial (John S. McCain) sería también por vez primera –y de ser elegido- el presidente con mayor edad en la historia de Estados Unidos. Más allá de lo extraordinario de estas circunstancias, otra razón para explicar el interés mundial suscitado por estas elecciones se debe a la ejemplar representatividad que otorga a la ciudadanía el proceso electoral norteamericano. Para el europeo común, el proceso electoral parece complicado y aun complejo pero, bien mirado, muestra cómo el ciudadano se convierte en el verdadero sujeto político y su participación es clave para legitimar un proceso que no se limita sólo a poner el voto presidencial el primer martes de noviembre cada cuatro años. Una mirada al proceso electoral norteamericano prueba que, contrariamente a lo que ocurre en la mayoría de países del mundo –incluidos los que se llaman democráticos-, la democracia norteamericana funciona sobre la base de la representatividad, las listas abiertas y una serie de pruebas que exigen tiempo, esfuerzo y compromiso con la ciudadanía para quienes quieren optar de veras a la presidencia. Afortunadamente, el rápido crecimiento de las nuevas tecnologías y el nacimiento de la blogosfera ha permitido que el interesado se mantenga activo y alerta sobre el día a día que depara el actual proceso electoral norteamericano, sin duda el más interesante y extraordinario de los últimos tiempos. Estas elecciones norteamericanas de 2008 pasarán a la historia por haber tenido un seguimiento tan abierto como participativo, no sólo entre la ciudadanía votante norteamericana, sino bajo el impulso informativo y el interés por conocer cómo funciona el proceso electoral. En estas páginas, que confirman cuanto apuntamos, explicaremos de forma general dicho proceso y valoraremos a las figuras políticas que siguen en campaña y su visión sobre diferentes temas.

EL PROCESO ELECTORAL

En el proceso electoral norteamericano, los comicios internos permiten a los partidos políticos la presentación de sus candidatos con vistas a las presidenciales que se celebran el primer martes del mes de noviembre cada cuatro años. Nelson Polsby y Aaron Wildavsky han ido reeditando y mejorando un buen libro, que es ya hoy un clásico al respecto de las elecciones norteamericanas. El lector interesado encontrará en él puntual noticia del proceso electoral para las presidenciales norteamericanas. Los ciudadanos que quieren participar en el proceso de las primarias deben estar registrados para poder votar en esos procesos estatales y que anteceden siempre a las convenciones nacionales de los dos partidos mayoritarios, el Partido Demócrata y el Partido Republicano. A día de hoy, el Partido Demócrata cuenta con setenta y dos millones de personas registradas y más del cuarenta por ciento del electorado. Su base se compone de una mezcla de clase trabajadora (la mayoría) y de un sector progresista (compuesto por elites intelectuales ligadas a la academia universitaria). Por su parte, el Partido Republicano nació para luchar contra la esclavitud y se forjó fundamentalmente gracias a Abraham Lincoln, su primer presidente. Con cincuenta y cinco millones de ciudadanos registrados y con un tercio del electorado, el Partido Republicano agrupa una alianza de votantes de talante más conservador en materia social, fiscal y de seguridad nacional. El lector español entenderá la cercanía de ese conservadurismo norteamericano con el liberalismo clásico, según prueba también la mayor ligazón existente entre los libertarios norteamericanos y los conservadores, en mucha mayor medida que con el intervencionismo y el Gran Gobierno que propone el Partido Demócrata. Claro está que existen otros partidos minoritarios en Estados Unidos que también optan a las elecciones: el Partido Libertario, el Partido Verde, el Partido Constitucional y el Partido Independiente.

El sistema electoral previo a la elección presidencial de noviembre es un interesante proceso y constituye el primer paso para confirmar la representatividad que encierra la democracia norteamericana. Las primarias son elecciones abiertas organizadas por cada estado y localidad en los lugares donde no se celebran los llamados “caucus”, que serían unas primarias cerradas –a modo de asambleas de ciudadanos votantes en varios distritos-. A diferencia de los “caucus” (o “caucuses”), en los que el electorado se reduce a miembros de cada uno de los partidos, las primarias abiertas se llevan a cabo mediante votación directa en todo el estado. Así se determina el número de delegados que tendrá cada uno de los aspirantes por parte de cada estado y de cara a las candidaturas de Demócratas y Republicanos en las mencionadas convenciones nacionales. En estas elecciones de 2008, todos los estados celebrarán primarias abiertas excepto Alaska, Colorado, Hawai, Idaho, Iowa, Kansas, Maine, Minnesota, Nevada, Nuevo México, Dakota del Norte y Wyoming, que operarán vía “caucus”. En algunos estados, el ganador se lleva todos los delegados; en otros, se reparten proporcionalmente. En dichas convenciones nacionales que suelen celebrarse ya en el verano, la mayoría de las primarias estatales son vinculantes, o sea que los resultados obligan a todos o a algunos de los delegados a votar por un candidato en concreto durante la convención nacional del partido. Con todo, y en el espíritu abierto y representativo de la democracia norteamericana, esa votación no es vinculante en algunos estados, de manera que los delegados son elegidos para la convención estatal y sólo ahí hacen pública su decisión. En el caso del Partido Demócrata, la convención nacional tendrá lugar en Denver (Colorado) del 25 al 28 de agosto de 2008 ; los Republicanos tendrán su convención en St. Paul (Minnesota), del 1 al 4 de septiembre de este mismo año.

Desde una perspectiva histórica, Estados Unidos fue el primer país que estableció este tipo de primarias constituyendo así el modelo más avanzado, participativo y representativo que a día de hoy se conoce en el mundo. Nadie obliga al ciudadano a votar en esos comicios primarios, pero nadie impide tampoco al sujeto político, o sea al ciudadano, involucrarse hasta donde quiera en dicho proceso y apoyar la selección del candidato del partido con quien se sienta más identificado. Los niveles de actuación ciudadana cambian entre los estados si bien en todos los casos se hace necesaria una fórmula que se encamine a evitar el elitismo propio de las democracias y el proceso de selección de los partidos de sus candidatos. Resulta difícilmente creíble –como suele leerse- que al ciudadano medio se le den pocas opciones y esto lo corrobora el gran número de aspirantes en estas primarias de 2008. Por supuesto, hace falta dinero, pero éste llega del compromiso que el ciudadano tenga con su propia campaña y la voluntad de éste de establecer una sana red de contactos dentro de cada partido y de involucrarse en la política. En este sentido, un libro como el de Lawrence Grey muestra el camino para empezar a ganar una elección local y avanzar en el proceso. La gama de nombres y opciones permite que el votante tenga algo que decir, si así lo desea, en la designación del candidato presidencial de su partido favorito. Para ello, en la mayoría de los casos, basta registrarse gratuitamente en un partido para poder empezar a tener voz y voto. Bien mirado, la participación de cada ciudadano es importante desde el mismo proceso de las primarias pues a la hora de votar ya en la elección general, los candidatos acaban reduciéndose ya a los elegidos a la presidencia por los delegados y “superdelegados” de cada partido. Estas prácticas electorales contrastan con la democracia a medias que se ha ido perpetuando en Europa e Hispanoamérica, donde son muy pocos los ciudadanos que, sin ser militantes activos –y aun siéndolo-, intervienen de verdad en un proceso similar.

Como no hay sistema político perfecto (ni siquiera la democracia norteamericana), a veces este formato de las primarias resulta tan complejo como el sistema electoral: elección indirecta de delegados que se pronuncian por un aspirante u otro y, de ser elegidos, lo apoyarán durante las convenciones estatales de su respectivo partido. A eso se añade la cuestión hoy tan candente (sobre todo en el Partido Demócrata) del dilema entre “delegados” y “superdelegados” (los viejos militantes o figuras de primera fila en la política nacional pueden ser designados “superdelegados”, sin obligación con ningún aspirante). Históricamente, los delegados eran elegidos en “caucuses”, o sea en asambleas en las que participaba sólo una pequeña cantidad de dirigentes locales y legisladores. Sin embargo, la voluntad de atraer más votos conforme se ampliaba el sufragio supuso la creación de las primarias abiertas donde se logró identificar más al partido con el ciudadano. El primer ejercicio de primaria como tal se dio en 1910 en el estado de Oregón y la práctica se fue ampliando a otros estados durante el siglo XX. Un hecho importante, además, fue el de los votantes “independientes”, que suponían siempre un atractivo para cada partido político a la hora de buscarlos y lograr más votos de su parte. Esta expansión en el número de estados celebrando sus primarias es notable si pensamos que hace sólo cuarenta años, por ejemplo, el Partido Demócrata celebró diecisiete primarias, en tanto que en 1992 realizó hasta treinta y siete. En el caso del Partido Republicano ocurrió algo parecido pues ya para ese mismo año de 1992, tres cuartas partes de sus delegados fueron elegidos a través de primarias. Sólo así entendemos la importancia y el interés que el público general ha venido cobrando respecto a las primarias durante los últimos años. Un día clave como el ya conocido “supermartes” fue implantado en 1984, cuando varios estados acordaron celebrar el mismo día sus primarias. En estas primarias de 2008, ese “supermartes” fue esperado con ansiedad pues hasta veinticuatro estados eligieron entre los candidatos, lo que supuso un vuelco electoral en el caso de los Republicanos, con la salida de un aspirante importante como Mitt Romney y el asentamiento de John McCain de cara a ser finalmente nominado como candidato en la Convención Nacional Republicana del verano de 2008. Es en esas convenciones, por tanto, cuando los delegados elegidos durante las primarias escogen formalmente a los candidatos en las convenciones nacionales de ambos partidos, que este 2008 se realizarán a fines de agosto (Partido Demócrata) y comienzos de septiembre (Partido Republicano). El candidato ganador de cada partido escoge entonces a su compañero de fórmula, que en muchos casos es uno de sus rivales derrotados. Desde ahí al día de la elección general en noviembre se librará la segunda etapa de la campaña, con varios debates entre los candidatos oficiales nominados por cada partido. El 4 de noviembre se sabrá cuál de ellos recibirá una mayoría de votos (al menos 270) por parte del Colegio Electoral –que tiene en cuenta los votos electorales que otorga cada uno de los estados- y se convertirá en el nuevo Presidente de los Estados Unidos, el número cuarenta y cuatro de la historia. Aunque no suele ocurrir, la ley electoral dispone que si ningún candidato obtuviera una mayoría de votos del Colegio Electoral, el Presidente sería entonces elegido por la Cámara de Representantes, que votaría por Estados, y a cada Estado le correspondería un voto.

LO EXTRAORDINARIO DE LOS CANDIDATOS Y DE LAS ELECCIONES DE 2008

En la política estadounidense es común que el aspirante a ocupar la Casa Blanca sea el propio presidente o su vicepresidente. Sin embargo, en estas elecciones por primera vez desde 1928 la carrera presidencial se encuentra más abierta que nunca ya que ni el actual presidente ni el actual vicepresidente del país se presenta a una elección. Constitucionalmente, el presidente –en este caso, George W. Bush- no puede aspirar a un tercer período, y su vicepresidente –Dick Cheney- optó por no presentarse a la presidencia y declaró su intención de abandonar la política activa. Las elecciones que se celebrarán el 4 de noviembre de 2008 resultan, en este sentido, fuera de lo ordinario y hasta novedosas pues dejan el campo libre a varias candidaturas e intereses. Prueba de ello es que en el lado Demócrata, todavía no sabemos con certeza quién será el candidato nominado. Cuando hace menos de un año todos daban como segura nominada a Hillary Clinton, apareció la figura de Barack Obama que logró hacerse con un gran apoyo popular y sumar increíbles cantidades de dinero incluso a través de pequeñas donaciones por internet. Se trata de diversos modos de movilizar el voto en estrategias diseccionadas en libros como el de Donald P. Green y Alan S. Berger. Los expertos predicen que será la primera elección que supere los 1.000 millones de dólares norteamericanos. Cuando escribimos estas líneas, tres son todavía los candidatos en liza: un Republicano que obtendrá casi con toda seguridad la nominación: John McCain; y dos Demócratas que todavía están en plena batalla electoral: Hillary Clinton y Barack Obama. Cada uno a su modo, han llevado adelante campañas que se han saldado con el triunfo en su partido –caso de McCain- o con la llegada casi al final de otros dos –caso de Clinton y Obama-. No entraremos aquí, porque saldría del objetivo de estas páginas, a detallar esas estrategias pero justo es decir que en las elecciones presidenciales hay ya una amplia documentación empírica para analizar los diversos modos de lanzar las estrategias para cada campaña, según muestra la amplia bibliografía dedicada al tema en la historia electoral norteamericana y particulramente libros como el de James A. Thurber y Candice J. Nelson.

Los tres candidatos que ahora mismo están en liza para hacerse con la presidencia resultan también extraordinarios en cuanto a su idiosincrasia personal. John Sidney McCain es un famoso senador de Arizona que compitió contra George W. Bush para la nominación republicana en 2000 y que, aunque disimuladas, ha tenido relaciones complejas desde entonces con el presidente y con la base conservadora de su partido. En noviembre de 2006 dio sus primeros pasos para declarar sus aspiraciones presidenciales en 2008 y lanzó oficialmente su candidatura en abril de 2007. McCain es una de las figuras de más alto perfil en Washington y es conocido por ser una especie de “independiente” o “disidente” (apodado así como maverick”) a la hora de tomar decisiones. Ahí están sus posiciones a la hora de tratar temas como la base de Guantánamo, o leyes auspiciadas y firmadas por él junto a los Demócratas, como la polémica reforma de financiación de campañas electorales. McCain no contaba para muchos hace tan sólo unos meses, pero su apoyo a la escalada militar en Irak y su experiencia militar lo acabó llevando a la primera línea, al triunfo en estados importantes y a la ya hoy casi segura nominación por parte de los Republicanos. A pesar de que McCain dice ser un conservador, sus constantes diferencias con la Administración Bush lo han hecho más popular entre los Demócratas que entre la misma base conservadora de la derecha norteamericana.

En cualquier caso, su gran baza fue y sigue siendo su defensa inalterable de ganar en Irak y revisar las primeras estrategias, posición arriesgada hace unos meses pero que hoy le está favoreciendo a la vista de los documentados avances en Irak y la labor del general David Petraeus sobre el terreno. McCain sufrió algunos varapalos en cuanto a apoyos al inicio de su campaña y se vio obligado a recomponer su operación de recaudación de fondos tras obtener muy malos resultados hasta el verano de 2007. El grito de “Mac is Back” (McCain vuelve), lanzado por su campaña tras los primeros triunfos en New Hampshire y Carolina del Sur significó el regreso de McCain a primera fila y la capacidad para dar la vuelta a una campaña que parecía muerta en el verano de 2007. El atractivo electoral de McCain se apoya en sus claros antecedentes de ser un auténtico héroe de guerra. En 1967 participó como piloto de la Armada en la Guerra de Vietnam. Su avión fue derribado y él fue apresado. Hijo de un conocido militar, cuando se le quiso liberar, McCain rehusó a ser liberado antes que otros prisioneros de guerra, lo que le valió cinco años de cárcel en Vietnam, dos de los cuales estuvo confinado en solitario. Su odisea personal la ha relatado el propio McCain en unas memorias personales de interesante lectura que hablan mucho de la validez de McCain como próximo líder de un país que libra una importante guerra contra el terrorismo.

Hillary Rodham Clinton ejerce en la actualidad como senadora por Nueva York, pero pasará a la historia como la ex primera dama que compite por vez primera a la presidencia. Tras pasar el año noventa junto a Bill Clinton en la Casa Blanca, Hillary tiene una historia detrás bastante controvertida en cuanto a la aceptación popular. Se le percibe por unos como la solución y vuelta a los cómodos años noventa. Por otros se la ve como una figura polarizadora que ahondará más todavía la actual división política en Washington. Cuando anunció su candidatura vía internet, afirmó su voluntad de presentarse para ganar apoyada en su experiencia de muchos años: como abogada, como esposa de un ex presidente, y como senadora de uno de los estados más importantes del mapa político norteamericano -Nueva York-. La Clinton es consciente de que la aspereza con que se presentó ante el público en el pasado –basta recordar su obsesión en la primera mitad de los noventa por aprobar una radical reforma del sistema de salud debe tornarse en mayor suavidad –según muestra su tono más tibio y aun la flexibilización de posturas en cuanto a varios temas, incluido el de la sanidad-. Al igual que McCain, la Clinton juega con la ventaja del reconocimiento popular de su nombre, lo que hace de ella una candidata importante que hasta hace apenas unos meses se juzgaba como “inevitable”. Sus datos de recaudación superaron entonces a los de McCain y en el primer trimestre de 2007 alcanzó cantidades desorbitadas de dinero para la campaña. Más allá de la propia autobiografía de Hillary Clinton, editada en español, la bibliografía en torno a Hillary es la más amplia de los tres candidatos, con libros bastante dispares pero que muestran siempre razones por las que al menos uno de cada tres estadounidenses jamás votaría por ella. Barack Hussein Obama es el tercer candidato en liza, también Demócrata como Hillary Clinton. Senador de raza negra por Illinois, su nombre saltó a la fama durante la Convención Nacional Demócrata de 2004 en la que se nominó a John F. Kerry. Empezó oficialmente su campaña en febrero de 2007 empleando el argumento de pedir el fin de la guerra en Irak, y asegurando que las tropas estadounidenses debían regresar en marzo de 2008. Obama fue uno de los pocos senadores que votaron en contra de la Guerra de Irak, tema que el senador lanza siempre que puede contra su contrincante en el partido –Clinton- y su oponente Republicano –McCain- . Una gran parte de medios de comunicación han venido viviendo una luna de miel con este candidato y lo han considerado como el fenómeno político que acapara la atención de Estados Unidos. Una conocida presentadora negra como Oprah Winfrey –seguida en su programa por millones de personas- lo convenció para que anunciara su candidatura en su popular programa televisivo. Casi salido de la nada, Obama ha roto los esquemas de la campaña de Clinton recaudando en total más que la senadora neoyorquina. A la vez, se trata de un político que –de salir elegido- habrá estado apenas cinco años en el Senado. Su campaña ha generado una gran masa de seguidores sobre la idea del cambio y por ser también el primer candidato negro con opciones reales de alcanzar la Casa Blanca. En tanto que sus seguidores lo definen como una persona inteligente y prudente, otra parte del público –sobre todo los Republicanos- juzgan que su candidatura es más un producto artificial falto de experiencia real y con inmensas lagunas tanto en política interior como exterior. De madre blanca nacida en Kansas y de padre negro nacido en Kenia, Obama está jugando esa doble carta de blanco-negro, negro-blanco que está muy de moda entre las filas de la progresía norteamericana. El acierto de Obama ha consistido en lanzar una campaña con brillantes discursos al hilo de su idea de la “audacia de la esperanza” con la que da título a su libro, editado también en español. Como nota aparte, obsérvese lo sintomático que resulta que los libros de los dos aspirantes Demócratas se hayan traducido al español –incluido el de un político novato y casi desconocido como Obama-, y no así el del candidato Republicano, con varias décadas de experiencia en el senado. Las razones para ello en el mundo editorial y de las comunicaciones en español requerirían de otro artículo aparte donde no sería difícil mostrar el desigual trato que se le da a los candidatos de uno u otro partido.

Finalmente, hay otra razón para considerar estas elecciones como extraordinarias: el hecho ya apuntado al inicio de la notabilísima atención mundial que estas elecciones –incluidas las primarias- han suscitado. Tanto en los medios de comunicación como en la blogosfera, no faltan informaciones puntuales de lo que se está desarrollando en estas elecciones en Estados Unidos. De igual modo, algunos partidos políticos a nivel mundial empiezan a observar con buenos ojos la viabilidad de realizar un proceso electoral similar en el seno de cada agrupación política a fin de evitar el unilateralismo en las decisiones o la forma un tanto oligárquica –cuando no personal- de elegir a los candidatos. En todo caso, el ejemplo norteamericano muestra lo deseable que resulta que dicho proceso pase por la ciudadanía y que sean los votantes afiliados o registrados en el partido quienes puedan decidir y no sólo algunas personas o los compromisarios.

TEMAS CLAVE PARA LAS ELECCIONES DE 2008

Como es natural en el desarrollo político de una nación, cada elección lleva consigo unos temas que resultan ser más importantes que otros dadas las particulares circunstancias del momento. Además de los temas recurrentes sobre economía y política interior y exterior, estas elecciones tienen la cuestión del terrorismo sobre la mesa, con el espinoso tema de Irak e Irán, así como las disposiciones en torno al tema de la inmigración, la sanidad, la educación. Vale la pena conocer la posición de los tres aspirantes a la Casa Blanca para observar las diferencias. En torno al tema de Irak, por ejemplo, McCain ha sido consistente con este asunto. Votó a favor de entrar en ese país desde el primer momento para quitar de ahí a Sadam Hussein y generar un país estable y democrático. McCain fue el primer crítico de la estrategia inicial de Bush y pidió un aumento de tropas que ha dado ya resultados positivos. En este sentido, la coherencia de McCain se apoya en su permanente visión de que las fuerzas estadounidenses deben permanecer allí hasta que Irak pueda defenderse a sí mismo. McCain se opone a la retirada de tropas que piden los Demócratas al considerar que dicha acción desencadenaría un genocidio en la región. Por su parte, Hillary Clinton ha sido la menos consistente sobre el tema de Irak: votó a favor de la entrada en Irak en 2003 pero luego ha asegurado algo demagógicamente que hubiera actuado de forma diferente de saber lo que sabe ahora. Con la presión de su partido, la Clinton se opuso al aumento de tropas en 2007 y abogó por una retirada gradual de los soldados norteamericanos de Irak. En el otro lado del espectro –diametralmente opuesto a McCain- aparece Obama, quien se opuso desde el inicio a la Guerra de Irak y que ha venido reiterando que no existe una solución militar para el conflicto. Como la Clinton, apoya el retiro paulatino de tropas y aboga por una convención de Naciones Unidas para alcanzar lo que él llama la reconciliación en Irak. Ligada directamente al asunto de Irak aparece la cuestión iraní y la actuación y amenazas nucleares de su líder Mahmoud Ahmadineyad. McCain no quiere ceder ante la constante provocación de Irán y no descarta una solución militar en caso de que sea necesaria para evitar la creación de un Irán nuclear. Aun así, apuesta por reunir una liga de democracias para aumentar las sanciones económicas contra Irán. En el otro lado aparece la Clinton, quien se opone a la acción militar y se escuda en el Congreso aun en caso de urgencia. También la Clinton prefiere la vía diplomática y las sanciones antes del uso de la fuerza. Clinton, sin embargo, resulta más realista que Obama en este particular al mostrarse opuesta a conversar con líderes iraníes sin que éstos hagan las concesiones necesarias para iniciar un diálogo diplomático. En el otro extremo aparece Obama, quien ha expresado su disposición a reunirse con cualquier líder del mundo, incluidos los líderes iraníes, y sin ninguna condición previa. En su retórico discurso de llevar adelante una diplomacia personal agresiva, Obama juzga que los líderes del mundo –y particularmente los iraníes- cambiarían de actitud si recibieran algún incentivo. Los temas de Irak e Irán lindan, por tanto, con la cuestión de la seguridad nacional y en este particular la percepción actual de las encuestas presenta a un McCain como el aspirante más preparado para ser el comandante en jefe de las fuerzas armadas norteamericanas. Con todo, tampoco McCain ha sido capaz de articular un discurso convincente para muchos votantes en su partido al tratar sobre la cuestión de las mal llamadas “torturas” de los prisioneros en Guantánamo. Aun así, sus posiciones en materia de seguridad son más sólidas que las de Clinton u Obama, quienes no han dejado de criticar la “Ley Patriota” ( Patriot Act ), si bien han votado después para renovarla. La percepción que al respecto de la seguridad nacional da Obama es la más floja de todas, producto de lo que el electorado percibe como posiciones de un político inexperto todavía en este terreno.

En el ámbito social y ambiental, el tema del cambio climático ha llegado a estas elecciones como si se tratara de una suerte de religión de la progresía. Impulsado el tema por Al Gore en su campaña de 2000 y por los esfuerzos de John F. Kerry en 2004, la cuestión del cambio climático supuestamente provocado por los seres humanos está teniendo más importancia de lo que debiera. McCain es posiblemente el político del Partido Republicano que más “políticamente correcto” está siendo sobre este tema, no probado científicamente. McCain sostiene que el cambio climático es real y devastador y juzga que Estados Unidos debería sumarse a otras naciones del mundo para reducir las emisiones de gases contaminantes. En el laberinto científico que está aún por probarse –más allá de la propaganda de verdades inconvenientes a lo Gore-, afortunadamente McCain se niega a firmar cualquier protocolo si no incluye la firma de los países más contaminantes como India y China. En el lado Demócrata, por supuesto, los dos candidatos siguen el libreto de la progresía al respecto. La Clinton está de acuerdo con limitar las emisiones contaminantes de Estados Unidos como parte de un acuerdo ligado a lo hecho en Kioto. Usando fondos sacados de la subida de impuestos a los contribuyentes, la Clinton quiere más dinero para investigar en energías renovables a fin de alcanzar una verdadera independencia energética. Obama exige para 2050 la reducción de un 80% en las emisiones de gases contaminantes de Estados Unidos y propone liderar los esfuerzos a nivel global para combatir el cambio climático. Como la Clinton, Obama echa mano del dinero del contribuyente mediante la subida de impuestos a fin de invertir unos 150.000 millones de dólares en energías no contaminantes para la próxima década. Directamente relacionado con el tema medioambiental aparece el de la sanidad. McCain no cree en una salud pública controlada totalmente por el gobierno, pero sí acepta la necesidad de apoyar ciertos servicios médicos para los veteranos militares. En su ya conocida voluntad de alcanzar acuerdos bipartidistas, McCain aspira a alcanzar una reforma a largo plazo del sistema de salud. En el otro lado aparecen la Clinton y Obama con la voluntad de otorgar al gobierno el control de la salud de la ciudadanía. La Clinton defiende la cobertura para todos a través de un seguro médico obligatorio (y subrayamos la palabra) subsidiado para los grupos pobres de la población. Su propuesta retoca y modera algo su fracasado proyecto de reforma sanitaria de los noventa que buscaba brindar atención médica a todos los ciudadanos a costa de amplias subidas de impuestos al resto de los ciudadanos. Obama no anda muy lejos y está a favor de una cobertura universal garantizando desde el inicio el seguro infantil y exigiendo a las aseguradoras la imposibilidad de negar cobertura a un individuo argumentando condiciones de salud previas. Desde Europa, las posiciones de Obama o la Clinton pueden verse como lógicas a la hora de proteger al ciudadano.

En la cultura norteamericana de raíz conservadora, es el individuo quien debe tomar la iniciativa para encargarse de su propia salud, sin esperar que lo haga el gobierno a costa del dinero de otros contribuyentes.

En el ámbito laboral, uno de los temas más delicados de esta campaña es el de la inmigración. El Congreso de los Estados Unidos sufrió el pasado verano un varapalo por parte de la ciudadanía en su intento de ofrecer una amnistía a los inmigrantes ilegales. McCain fue entonces, junto al Demócrata Ted Kennedy, quien firmó ese proyecto de ley que jamás pasó la cámara del Senado. McCain ha reconocido haber aprendido la lección y darse cuenta de que el pueblo norteamericano quiere primero establecer mayores controles de seguridad en la frontera. Consciente de su error de que a los trabajadores indocumentados que ya están en Estados Unidos se les debe facilitar la obtención de la ciudadanía, McCain afronta respecto a este tema un reto importante. La Clinton, deseosa de obtener el voto hispano –tan importante para estas eleccionesaprueba una reforma migratoria completa, incluyendo una amnistía –que ya fracasó con Ronald Reagan en 1986- y ofreciendo controles más estrictos en las fronteras, así como multas para las compañías que emplean a trabajadores sin documentos. En el libreto de la Clinton, como en el de Obama, se insiste en buscar medidas para legalizar a los más de doce millones de inmigrantes ilegales que se dice están ya en Estados Unidos. En esta misma línea, Obama desea un mayor control en la frontera del sur con México y multas más fuertes para los negocios que dan trabajo a indocumentados. Como la Clinton –y como en su día McCain- juzga que dar a los inmigrantes ilegales la posibilidad de obtener la ciudadanía no es una amnistía si pagan una multa. La cuestión resulta delicada y en este particular hay que afirmar que ninguno de los dos partidos políticos, ni tampoco ninguno de los presidentes pasados desde los años ochenta han sido capaces de dar respuesta legislativa real a un tema de necesaria solución.

Como en cada elección, otro tema recurrente es el del derecho a la vida y el debate en torno al aborto. En esto, las diferencias entre Republicanos y Demócratas son claras. McCain afirma que se debe derogar la decisión de la Corte Suprema de 1973 que legalizó el aborto. Su voluntad es nominar y confirmar nuevos jueces que sean estrictamente constitucionalistas y que, por tanto, no estarían a favor de esa decisión que viola el derecho a la vida de un inocente. McCain busca también promover un aumento de las adopciones en Estados Unidos. En el lado contrario está Hillary Clinton, quien se olvida del derecho a la vida y lo sustituye por el derecho de la mujer a elegir, que dibuja como un derecho constitucional fundamental detrimento del derecho del inocente a nacer. Consciente de que debe atraer también a grupos moderados, la Clinton pone énfasis en la educación para evitar embarazos no deseados. Sabedor de lo delicado del asunto, Obama no ha hablado demasiado sobre este tema pero expresó ya su posición a favor del aborto al plantear algo retóricamente que las mujeres deberían tener derecho a decidir junto con sus médicos, familias y religiosos. El tema del aborto es uno de los que más ha dividido a la opinión pública y a los dos partidos políticos norteamericanos. La cuestión de la nominación de jueces al Tribunal Supremo, en manos del futuro inquilino de la Casa Blanca, resultará clave para los próximos años y definirá en buena medida aspectos como el del aborto.

Otro asunto clave es el económico y el de los impuestos. Mientras los Demócratas juzgan necesaria la subida de impuestos –y emplean siempre la estrategia de hablar de pobres contra ricos-, los Republicanos en su mayoría apuntan a la necesidad de reducir la imposición fiscal al ciudadano para permitir que éste tenga el dinero en su bolsillo y haga con él lo que mejor juzgue para su vida y la de su familia. Es por ello que McCain promete reducir los impuestos para las familias de clase media y mantener los recortes impositivos de George W. Bush que tan buenos resultados económicos han dado en dos turnos presidenciales marcados por la catástrofe económica que supuso el 11-S. Donde acierta McCain es en su propuesta de reducir el gasto del gobierno y acabar con el dinero de intereses especiales que abultan las agendas económicas gubernamentales y que favorecen a ciertos políticos. Al igual que Bush, McCain quiere reformar la seguridad social que se encamina a un estado de bancarrota si no se actúa con rapidez. Por su parte, la Clinton y Obama no pueden disimular la necesaria subida de impuestos que llevará consigo cualquiera de sus políticas y programas sociales. La Clinton mantiene que el aumento de la desigualdad salarial está perjudicando a la clase media. Para ello, propone reducir los beneficios impositivos a las grandes compañías y se opone ahora –a diferencia de su esposo- a los tratados de libre comercio o a acuerdos de comercio internacional. En línea parecida, Obama dice querer ayudar a las familias de clase media a costa de una drástica subida de impuestos a las clases medias-altas y las clases altas.

FINAL

Estados Unidos se encuentra ante unas elecciones extraordinarias por varias de las razones arriba señaladas. A la hora de redactar este artículo, el Partido Demócrata se halla enzarzado en una ajustada contienda en sus primarias, con disputados votos de delegados y “superdelegados” para la nominación de su candidato, asunto que no tendrá fácil salida si juzgamos la clara división de sus votantes entre los dos aspirantes a la candidatura Demócrata. Los ataques que uno y otro aspirante Demócrata se están lanzando –bien por vía de manidas cuestiones de raza o de género, o bien por declaraciones o asuntos que van saltando a la prensa- están favoreciendo al candidato Republicano. En otros varios medios de comunicación y opinión hemos dejado expuestas nuestras ideas personales del desarrollo de estas elecciones y de sus candidatos. Pero más allá de la opinión personal, parece claro que según avanza este proceso electoral, John McCain está logrando con acierto aunar el voto Republicano y convencer al sector más crítico de los conservadores de que su candidatura puede resultar ganadora el próximo noviembre. La inevitabilidad de Hillary Clinton no es ya una realidad y el discurso de Barack Obama parece tambalearse según avanzan los meses y conforme vemos en la sombra la utilización interesada en su campaña del tema racial. Contra lo que se ha escrito, el desenlace de estas elecciones de 2008 radicará en buena medida en la figura escogida por los candidatos para su vicepresidencia. McCain haría bien optando por un vicepresidente como Mitt Romney, quien sería una figura clave para cubrir la cuestión económica que tanto importa ahora mismo a los votantes norteamericanos. En el lado Demócrata, ese “soñado” ticket que incluía juntos a Obama y a Clinton resulta ahora mismo bastante improbable, y aunque lo fuera sería algo volátil que sólo el tiempo podrá confirmar. En cualquier caso, y sea cual sea el desarrollo final de estas elecciones, la lección de democracia representativa y participativa que ofrece el proceso electoral norteamericano resulta ejemplar y debería animar a los europeos a tomar lo positivo de él.

OBRAS CITADAS

Alonso, Martín .

Doce de septiembre. La guerra civil occidental . Madrid: Gota a Gota, 2006.

Clinton, Hillary R.

Historia viva (Living History) . New York: Fireside Spanish Edition, 2004.

Green, Donald P. & Alan S. Berger .

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Grey, Lawrence.

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Obama, Barack.

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Polsby, Nelson W & Wildavsky, Aaron.

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