Revista Cidob d\'Afers Internacionals

La inmigración y el nuevo pluralismo religioso. Una comparación Unión Europea/ Estados Unidos

por José Casanova

Revista Cidob d\'Afers Internacionals nº 77, Mayo / Junio 2007

RESUMEN

El texto compara el encaje de los procesos migratorios y la emergencia del pluralismo religioso en la Unión Europea y Estados Unidos. La tesis principal del autor es que los contextos sociales de recepción de esta nueva inmigración se encuentran marcados por la manera en que ambas sociedades definen la presencia de lo religioso en su espacio público. No obstante, el encaje diferenciado de unos colectivos inmigrantes de acuerdo a su adscripción religiosa, sugiere que unas y otras sociedades reaccionan de manera diferente frente a unos u otros colectivos. Así, respecto al caso del islam, las sociedades europeas construyen la imagen del “otro religioso” percibiendo su encaje social como problemático. En Estados Unidos, la incorporación del islam adopta otros parámetros a partir del momento en que se reconoce que la adscripción religiosa es un elemento válido para su encaje social.

Palabras clave: Unión Europea, Estados Unidos, religión, inmigración, cultura

Durante las últimas cuatro décadas, la sociedad estadounidense y la europea occidental se han convertido en las principales destinatarias de los nuevos flujos migratorios globales. En el caso de los Estados Unidos, la nueva ley de inmigración de 1965 anuló las draconianas leyes antiinmigración de la década de los años veinte y llevó a la reanudación de una larga tradición inmigratoria. Sin embargo, a diferencia de los inmigrantes del siglo XIX, que venían principalmente de Europa, los nuevos inmigrantes procedían fundamentalmente de las dos Américas y de Asia, así como, de un modo creciente, de todas las regiones del mundo. En el caso de la Europa Occidental, la nueva inmigración ha significado una inversión radical de una larga historia de emigración europea al resto del mundo [ 1 ] .

Durante toda la era moderna, las sociedades europeas fueron la principal región del mundo proveedora de inmigrantes. Durante la etapa colonial, colonos y colonizadores, sirvientes contratados, personas condenadas a trabajos forzados, misioneros y empresarios, todos ellos europeos, se establecieron en todos los rincones del globo. En el período de la industrialización, entre 1800 y 1920, se estima que aproximadamente 85 millones de europeos emigraron al Nuevo Mundo y al Hemisferio Sur, un 60% de ellos a los Estados Unidos. Durante las últimas décadas, sin embargo, los flujos migratorios se han invertido, y las sociedades de Europa Occidental se han convertido más bien en centros de inmigración internacional.

Este proceso empezó en la década de 1950, con los programas para “trabajadores extranjeros invitados” cuyo objetivo era atraer mano de obra inmigrante de los países menos desarrollados del sur de Europa (Italia, España, Portugal, Yugoslavia, Grecia y Turquía). La descolonización llevó a muchos antiguos súbditos coloniales, desde el norte y el oeste de África, desde el sur y el sudeste de Asia y desde el Caribe, a las antiguas metrópolis coloniales (Francia, Reino Unido, Países Bajos). Los problemas económicos, las hambrunas, la violencia política, las guerras y las bandas de contrabandistas internacionales añadieron refugiados, buscadores de asilo político y migrantes ilegales desde las regiones menos privilegiadas, mucho después de que el boom económico posterior a la Segunda Guerra Mundial hubiese llegado a su final en la década de los setenta, y llevaron consigo igualmente el fin de los programas regulados de migración de trabajadores. La caída del comunismo en 1989 abrió las puertas a nuevos inmigrantes procedentes de la Europa Oriental y de la antigua Unión Soviética. Por otro lado, la mayor parte de los primeros “trabajadores extranjeros invitados” procedentes de los países vecinos más pobres, o bien regresaron a su lugar de origen o bien se integraron provechosamente en los países de acogida. Pero las políticas de repatriación voluntaria de inmigrantes no europeos han demostrado ser menos exitosas, dado que los “trabajadores invitados” no sólo se quedaron más tiempo del previsto, sino que muchos de ellos se instalaron permanentemente allí una vez pudieron traer a los suyos y reunificar a sus familias. En 2004, España e Italia, que solamente tres décadas antes habían sido países que exportaban inmigrantes, recibieron el mayor número de inmigrantes legales de Europa, aproximadamente unos 500.000 y 400.000, respectivamente, mientras que los países tradicionalmente receptores de inmigrantes, como Alemania, Francia y Reino Unido, pudieron reducir drásticamente su inmigración legal a unas 100.000 entradas o menos.

Aunque la proporción de inmigrantes extranjeros en muchos países europeos (Reino Unido, Francia, Países Bajos, o Alemania Occidental antes de la reunificación), con aproximadamente un 10%, es similar a la proporción de hijos de extranjeros nacidos en los Estados Unidos hoy, la mayoría de países europeos todavía tienen dificultades para verse a sí mismos como sociedades de inmigración permanentes, o para ver a los nacidos fuera, e incluso a los nativos de segunda y tercera generación, como nacionales, independientemente de su estatus legal. Los Estados Unidos, por contraste, tienden a verse a sí mismos como el paradigma de la sociedad inmigrante, y la distinción entre ciudadano nativo, inmigrante naturalizado, inmigrante extranjero, y extranjero indocumentado, si bien legalmente está muy clara, no resulta automáticamente evidente en las situaciones sociales ordinarias, ni relevante en la mayoría de contextos sociales [ 2 ] .

EL RETO DE LA NU EVA DIVERSIDAD RELIGIOSA EN LA EUROPA SECULAR

Una de las consecuencias más significativas de la nueva inmigración ha sido el crecimiento espectacular en la diversidad religiosa a ambos lados del Atlántico. Pero, mientras en los Estados Unidos las nuevas religiones inmigrantes han contribuido a una mayor expansión del pluralismo religioso americano ya de por sí muy dinámico, en el caso de Europa las religiones inmigrantes presentan un gran desafío a los modelos locales de un pluralismo religioso limitado, y aun más importante, a las recientes tendencias europeas de secularización drástica. Es cierto que las sociedades europeas no solamente se distinguen de los Estados Unidos, sino también unas de las otras, por las diferentes formas con que tratan de acomodar y de regular las religiones inmigrantes, particularmente el islam. Las sociedades europeas tienen unas estructuras legales e institucionales notablemente diferentes, por lo que respecta a las asociaciones religiosas, políticas muy diversas de reconocimiento, de regulación y de ayuda estatal a los grupos religiosos, así como diversas normas relativas a cuándo y dónde pueden expresarse públicamente las creencias y las prácticas religiosas [ 3 ] .

En su trato con las religiones inmigrantes, los países europeos, al igual que los Estados Unidos, tienden a replicar su particular modelo de separación entre la Iglesia y el Estado, así como los modelos de regulación de sus propias minorías religiosas [ 4 ] . El modelo secularista y estatalista francés y la cultura política de la laïcité requieren la estricta privatización de la religión, eliminándola de todo foro público; al mismo tiempo, presionan a los grupos religiosos para que se organicen en una sola estructura centralizada de tipo eclesiástico que pueda regularse y que sirva de interlocutora con el Estado, siguiendo el modelo tradicional del concordato con la Iglesia católica. El Reino Unido, en cambio, al tiempo que mantiene la consolidada Iglesia de Inglaterra, se ha acomodado históricamente a un pluralismo religioso mucho mayor, y hoy permite más libertad a las asociaciones religiosas para tratar directamente con las autoridades locales y con los consejos escolares a fin de poder ejercer presiones para conseguir cambios en la educación religiosa, la dieta, etc., con escasa apelación directa al Gobierno central. Alemania, por su parte, siguiendo el modelo multi-establishment , ha tratado de organizar una institución islámica casi oficial, a veces en conjunción con los esfuerzos por parte del Estado turco para regular su diáspora; pero las divisiones internas entre inmigrantes turcos y la expresión pública, así como la movilización de identidades en conflicto (secular y musulmana, chiíta aleví y kurda) en el contexto democrático alemán, han dificultado todos los proyectos de institucionalización desde arriba. Los Países Bajos, siguiendo su modelo tradicional de pilarización segregacionalista, parecía dispuesta, hasta

NOTAS

  • [ 1 ]

    Hirschman, Charles; Kasinitz, Philip; De Wind, Josh (eds.) The Handbook of International Migration: The American experience . Nueva York: Russell Sage, 1999/ Moch, Leslie Page. Moving Europeans. Migration in Western Europe since 1650 , 2ª ed. Bloomington: Indiana University Press, 2003/ Cohen, Robin (ed.) The Cambridge Survey of World Migration . Cambridge: Cambridge University Press, 1995.

  • [ 2 ]

    Bauböck, Rainer. Immigration and the Boundaries of Citizenship . Wien: Institut für Höhere Studien, 1991/ Bauböck, Rainer (ed.) From Aliens to Citizens: Redefining the Status of Immigrants in Europe . Aldershot: Ashgate, 1994/ Bauböck, Rainer; Heller, Agnes; Zolberg, Aristide R. (eds.) The Challenges of Diversity: Integration and Pluralism in Societies of Immigration . Aldershot: Ashgate, 1996/ Bauböck, Rainer y Rundell, John (eds.) Blurred Boundaries: Migration, Ethnicity, Citizenship . Aldershot: Ashgate, 1998.

  • [ 3 ]

    Ferrari, S.y Bradney, A. (eds.) Islam and European Legal Systems . Aldershot: Ashgate, 2000.

  • [ 4 ]

    Madeley, John y Enyedi, Zsolt (eds.) Church and State in Contemporary Europe . Londres: Frank Cass, 2003; Jelen, Ted y Wilcox, Clyde (eds.) Religion and Politics in Comparative Perspective: The One, the Few and the Many . Nueva York: Cambridge University Press, 2002; Shadid, W.A.R. y Koningsveld, P.S. (eds.) Religious Freedom and the Position of Islam in Western Europe . Kampen: Kok Pharos, 1995.

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