Revista Cidob d\'Afers Internacionals

Generaciones globales en la sociedad del riesgo mundial

por Ulrich Beck

Revista Cidob d\'Afers Internacionals nº 82-83, Septiembre 2008

RESUMEN

¿Existe algo llamado generaciones globales ? ¿Necesitamos adoptar una perspectiva cosmopolita para entender la dinámica generacional? Fue Karl Mannheim el primero en llamar la atención sobre el papel de las generaciones en el cambio histórico y quien destacó la importancia de los acontecimientos históricos traumáticos en la creación de una conciencia generacional. Una visión cosmopolita significa unas ciencias sociales y unas humanidades que han abandonado el “nacionalismo metodológico” y que se toman en serio la globalidad y la vida social (humana) en el planeta Tierra. La ciencia social cosmopolita se distingue de una ciencia universalista por el hecho de que no parte de algo supuestamente general, sino de la variabilidad global, la interconexión global y la intercomunicación global. La sociología cosmopolita no trata a las generaciones globales como una única generación universal con unos símbolos comunes y una conciencia única. Más bien conceptualiza y analiza una multiplicidad de generaciones globales que aparecen como un conjunto de futuros entrelazados. Las relaciones entre estos futuros ya no han de verse en términos de una radiación de la estrella polar desde este segmento del globo que es el Atlántico Norte, sino como algo que implica una amplia gama de posibles interacciones de modernidades.

Palabras clave: Cosmopolitismo, sociedad de riesgo, sociología, generaciones, migraciones, tradición, modernidad

¿Existe algo que podamos considerar como generaciones globales ? ¿Qué quiere decir generación global ? ¿Existe una generación global concientemente activa? ¿Podemos seguir entendiendo, tal y como hemos venido haciendo hasta ahora, el concepto de generación en un marco de referencia nacional? ¿O necesitamos más bien una mirada cosmopolita para entender las dinámicas generacionales, las cuales exacerban las tensiones intergeneracionales en las naciones así como las afinidades y conflictos intrageneracionales entre naciones? Esta conferencia 1 es un riesgo. Evidentemente, sobre todo para mí. No tengo datos por ahora ni existe una teoría consistente al respecto. Sólo hay “sugerencias y refutaciones” (por citar a Karl Raimund Popper). Pero así comienzan las cosas. Mi intención es provocar una reflexión que es, obviamente, necesaria (y que quizás ya se esté haciendo): es más, ustedes, que son estudiantes e investigadores de diferentes países, son uno de los principales ejemplos de academia cosmopolita de una generación global. Ustedes tienen el conocimiento personal de contextos nacionales y tradicionales diferentes y están, a la vez, experimentando y estableciendo nuevas formas de vida y redes transnacionales. ¿Es esto verdad o es una ficción? ¿Esto forma parte de su auto-identidad y de sus ambiciones futuras, de manera tanto privada como políticamente? Por supuesto, no soy yo, sino ustedes, quienes tienen que responder a esas preguntas.

Karl Mannheim fue el primero que llamó la atención sobre el papel de las generaciones en el cambio histórico, diferenciándolas de las clases sociales. Para responder a la pregunta “¿qué es lo que hace a una generación?”, Mannheim llegó a una idea que es muy importante para nuestra discusión de hoy: hizo hincapié no sólo en el papel de la comunicación, sino también en la importancia de los acontecimientos históricos traumáticos a la hora de crear una conciencia generacional. Actualmente existe, por supuesto, una generación Internet , que comparte información e ideas a través de fronteras y que tiene un impacto global. ¿Y el acontecimiento histórico traumático? Existe una generación del 11-S (Edmunds y Turner, 2005). Esta generación será consciente de los efectos negativos del terrorismo en las oportunidades de la vida (en lo referente a los viajes, a la seguridad urbana, al empleo en el ámbito global, a las libertades civiles, a las identidades religiosas y nacionales y a la marginalización o empoderamiento del mundo postcolonial). Por lo tanto, es diferente de la generación 1989 (la “generación caída-del-muro-de-Berlín”) que experimentó el mundo después de la Guerra Fría como un espacio abierto. Pero al mismo tiempo, el concepto y la imagen de una generación 11-S es muy ambivalente. Este acontecimiento cosmopolita traumático (el 11-S) fue celebrado por los adversarios del imperialismo occidental . Evidentemente, debe hacerse una distinción entre la “consciencia” ( awareness ) generacional y la conciencia ( consciousness ) generacional”. Es decir, todos somos conscientes del 11-S, pero la conciencia producida puede ser diferente −algunos se convierten en más cosmopolitas y otros en más anticosmopolitas.

Deberíamos distinguir también entre el cambio climático y la generación del calentamiento global . Este segmento generacional global no es pasivo, sino activo y político. No es necesario afirmar que, para evitar que Londres, Nueva York o Tokio desaparezcan por el aumento del nivel del mar, debe inventarse la política global. No existe una manera británica de salvar Londres, o una manera estadounidense de salvar Nueva York o una manera japonesa de salvar Tokio. Solo un nuevo realismo cosmopolita , una consciencia de la necesidad de cooperación entre los estados podría convertirse en el recurso que permita hacer frente a los retos producidos por el cambio climático.

Finalmente, del mismo modo que se crea una conciencia generacional global frente a la conciencia generacional nacional, existe también la generación princesa Diana ; los puntos de referencia incluyen, en este caso, la emergencia de marcas globales de consumo (como Mc Donalds, Nike o Madonna). Las generaciones de consumidores globalizadas comprenden diferentes segmentos; no sólo aquellas que compran y viven con esas marcas e imágenes, sino también aquellas que son incapaces de comprar y vivir con esos símbolos, pero que arriesgan sus vidas para convertirse en emigrantes hacia los paraísos de consumo del mundo occidental o de Dubai.

Para desarrollar mi argumento, tengo diez tesis:

TESIS NÚMERO UNO

Es necesaria una sociología cosmopolita para comprender las situaciones, los impactos, las divisiones, las contradicciones y los deseos de las generaciones globales

Una sociología cosmopolita significa una sociología que se desprende del nacionalismo metodológico y que toma en serio el globalismo y la vida social (humana) del planeta Tierra. Una sociología cosmopolita se diferencia de una sociología universalista en que no parte de algo supuestamente general, sino de la variabilidad, de la interconectividad y de la intercomunicación globales. La sociología cosmopolita significa considerar las generaciones globales no como una única generación universal, con símbolos comunes y una única conciencia, sino más bien, conceptualizar y analizar una multiplicidad de generaciones globales que aparecen como un conjunto de futuros entrelazados. Las relaciones entre estos futuros ya no pueden ser consideradas en términos de una radiación de la estrella polar desde el segmento noratlántico del globo, sino como algo que implica un amplio abanico de posibles interacciones entre modernidades.

La sociología cosmopolita implica un distanciamiento tanto de la auto-centralidad provincial del Estado-nación como de la mirada exótica del colonizador sobre el colonizado (y a la inversa). Ya no existe ningún punto (central) legítimo desde el cual mirar el resto del mundo y comunicarse con él. Dicho de otro modo, una sociología o ciencia social cosmopolita es algo mucho más exigente y tiene mayores consecuencias que un mero interés en la globalización , en el capital móvil y en los retos a la soberanía del Estado-nación. Significa una fractura decisiva con la perspectiva eurocéntrica de los clásicos sociológicos y de gran parte de la sociología convencional actual. Una sociología cosmopolita implica un cambio fundamental en la imaginación y en la investigación, alejándose del marco de referencia nacional noratlántico hacia un mundo social cosmopolita sin ningún puesto de observación nacional privilegiado y ningún tiempo absoluto (o cronología). Las implicaciones potenciales de la globalidad para la teoría e investigación sociológicas son tan revolucionarias como la teoría de la relatividad de Einstein para la física newtoniana.

TESIS NÚMERO DOS

Hay códigos culturales específicos que podrían dar lugar a generaciones globales

Si uno investiga sobre el código cultural de las generaciones globales, el siguiente hecho toma el centro del escenario: por primera vez en la historia, las generaciones emergentes de todos los países, naciones, grupos étnicos, religiones, están viviendo en un presente común . Cada nación se ha convertido en el vecino inmediato de la otra y las crisis que ocurren en un lugar del mundo se comunican a toda la población del planeta a una velocidad extraordinaria. Pero este presente común propiamente dicho no está basado en un pasado común ni garantiza en absoluto un futuro común. Para que esta nueva experiencia generacional de vecindad universal comporte consecuencias que vayan más allá de un enorme crecimiento del odio mutuo y de un enervamiento recíproco más o menos general, debe empezar un proceso gigantesco de escucha, de mutua comprensión y progresiva auto-explicación.

A esta condición de presente común se le añade la “cultura de la inmediatez” (John Tomlinson). Pero, ¿qué es la inmediatez? Se puede tomar en el sentido de proximidad cultural, de un creciente sentido de conectividad con otros y, quizás, en el sentido de obligación. Lo que conecta todas estas características es una percepción de disolución general de la mediación , de algún elemento que intervenga, un término medio. Lo que en el pasado ha separado el ahora del más tarde, el aquí del más allá, el deseo de su satisfacción, se está desvaneciendo. La retórica contemporánea en relación con el terrorismo es dramática en su inmediatez y rotunda cuando se contextualiza. Lucha por llamar la atención en los espacios políticos que sólo los medios de comunicación proporcionan. Lucha por una respuesta en la audiencia global. El propio terrorismo depende de lo que se ha venido a llamar “el oxígeno de la publicidad inmediata” (Roger Silverstone).

Se puede aplicar la idea básica de la sociología de Mannheim sobre la generación de una forma modificada: es el código simbólico de unos acontecimientos cosmopolitas traumáticos lo que constituye el nuevo espacio de la experiencia de generaciones globales en la sociedad del riesgo mundial. Así, las generaciones globales son también generaciones del riesgo global . De hecho, lo que es global no es necesariamente la catástrofe, sino la anticipación de la catástrofe. En eso consiste el riesgo. Los riesgos nos traen a casa una condición del mundo que no existe (todavía). La cuestión clave a la que se enfrentan las generaciones globales es la siguiente: ¿cómo se produce esta anticipación, esta presencia de futuras catástrofes y, en este sentido, cómo se evitan? ¿De qué maneras un riesgo global adquiere el adjetivo real , esto es, cómo domina en tanto que anticipación la mente de la gente y de las instituciones a través de las fronteras de las naciones, regiones, religiones, partidos políticos, ricos y pobres? Y ¿por qué la anticipación de la catástrofe es una estimulación a la reinvención de la política? El avance sigiloso de la catástrofe climática o, de una manera más precisa, su anticipación, se ha convertido efectivamente en una experiencia constitutiva de la generación global, incluso una experiencia generacional postutópica pero también activadora políticamente.

A continuacion presentaré tres constelaciones transnacionales (interdependientes) de las generaciones globales: la constelación transnacional de igualdad y migración, la generación 11-S del terrorismo y la generación occidental insegura.

TESIS NÚMERO TRES

Las expectativas de igualdad y los sueños de migración constituyen una sección importante de las generaciones globales

Hasta ahora la percepción de la desigualdad social ha sido a menudo curiosamente estrecha, limitada por el marco de referencia del nacionalismo metodológico. Es decir, la desigualdad social sólo se ha considerado como un problema a nivel interno, dentro del Estado-nación y de la sociedad nacional. Hasta el punto que la pobreza, el hambre, la opresión que tienen lugar en algún sitio fuera , más allá de las fronteras de la propia nación, no se han convertido en un escándalo público. Es cierto, las fotografías de niños muriéndose de hambre en África aparecen una y otra vez en los medios de comunicación y, a corto plazo, han generado una protesta, pero ha sido esencialmente un reflejo humanitario que prácticamente no ha implicado presión de legitimación política y que apenas ha podido ser traducido en una acción constante. Y una actitud básica similar también ha prevalecido en la sociología académica. Ahí el tópico de las desigualdades globales apenas ha sido registrado, y mucho menos investigado, porque ha residido fuera de los límites del Estado-nación y por lo tanto, fuera del ángulo de visión profesional.

Al menos ha sido así hasta ahora. Sin embargo, con el cambio generacional, se está produciendo un giro y la legitimación del Estado-nación de la desigualdad global está comenzando a desmoronarse. Esto podría explicarse debido a la cada vez más profunda y aguda división entre los que tienen y los que no tienen a escala global. Sin embargo, resulta significativo que esté avanzando un movimiento hacia una mayor igualdad , al menos en términos de normas. El estímulo para ello se puede encontrar a diferentes niveles. Su efecto combinado es que los principios y expectativas de igualdad se están extendiendo por todo el mundo.

– El discurso poscolonial de la igualdad : En la era de la ley colonial, la inferioridad de los Otros/ los “nativos”/ los “salvajes” aparecía más o menos como algo naturalmente dado. Esta clase de presupuestos quedó deslegitimada con el discurso postcolonial.

– El dualismo de derechos humanos y de derechos civiles del Estado-nación se ha colapsado: Una garantía de derechos humanos ha sido prescrita normativamente a más niveles aún –por ejemplo, en la Declaración Universal de Derechos Humanos de las Naciones Unidas, en los Tratados de la Unión Europea y en las constituciones de muchos estados-nación. Estas garantías hacen cada vez más difícil distinguir entre ciudadanos y no ciudadanos, nacionales y no nacionales, y por lo tanto es también más difícil garantizar ciertos derechos sólo a algunos y no a otros.

– Difusión de estilos de vida transnacionales : Como ha señalado frecuentemente la reciente investigación sobre migraciones, hoy en día hay cada vez más grupos humanos cuyos miembros no viven sólo en un país o en otro, sino en dos, o quizás incluso en más al mismo tiempo. Estas personas tienen una función puente. Construyendo redes, organizaciones e instituciones transnacionales, visitando regularmente a sus parientes en el país de origen, crean numerosos vínculos entre este país y la sociedad de acogida y, simultáneamente, contribuyen a la exportación del estilo de vida, las normas y las exigencias occidentales.

Las generaciones globales están viviendo en una cultura global de comparación. El principio de inconmesurabilidad entre los que tienen y los que no tienen a escala global se está diluyendo. Es ciertamente por ello por lo que las normas y expectativas de igualdad y justicia se han extendido crecientemente alrededor del mundo, con consecuencias de largo alcance. La desigualdad entre el Primer Mundo y la mayoría ya no es aceptada como destino, sino que se pone en cuestión de manera enfática, aunque sea únicamente por parte de unos, por parte de aquellos que están fuera . Son los otros, los excluidos, los habitantes de tierras y continentes lejanos los que están comenzando a rebelarse contra la legitimación de la desigualdad social que se ha dado por sentado hasta ahora, y lo hacen a través de esperanzas y sueños de migración que están convirtiendo en acción.

Entendida en este sentido, la generación global activa no es, definitivamente, la occidental, sino la generación no occidental , la que se subleva contra la desigualdad atravesando l as fronteras de los estados-nación, planteando una reivindicación por la igualdad. “Yo quiero estar en ” es la consigna de esta generación mundial ante las puertas de las sociedades occidentales mientras hace sonar vigorosamente las rejas.

TESIS NÚMERO CUATRO

Ocuparse del terrorismo se ha convertido en el espacio experimental de la generación 11-S

Lo que es históricamente nuevo, lo que caracteriza la experiencia generacional en el comienzo del siglo XXI, ya fue resumido por Friedrich Nietzsche hace 150 años con la frase “edad de la comparación”: Todas las regiones del mundo, así como todas las creaciones y símbolos culturales –desde los más primitivos a los más modernos – coexisten en un igual y único presente y, desvinculados de su contexto temporal y espacial, están en su mayoría disponibles (o incluso apropiados) por fundamentalistas o individuos.

Un buen ejemplo de ello es la cantidad de sitios de Internet religiosos. Aquí hay un inmenso bazar de caminos para dar sentido al mundo, a través de las cuales los individuos vagan y recogen aquello que les apetece. Sumado a esta explosión de religión virtual, un flujo creciente de publicaciones sobre temas religiosos, por no hablar de las películas y las televi siones, está contribuyendo a un cambio drástico en el paisaje de las religiones institucionalizadas –aunque a muchos todo esto les parezca arbitrario y superficial. “De cada tres adolescentes franceses de familias católicas, dos no han asistido nunca a una misa general ni a un servicio para niños. Sin embargo, han visto sin duda alguna películas como Little Buddha, Siete años en el Tíbet o Único Testigo . A través de estas películas han entrado en contacto con el mundo de otras religiones, o con temas sacados del movimiento new age y de la ecología espiritual. Es posible que se enfrenten por primera vez a los Evangelios a través de la música popular. Por lo tanto, habrán descubierto, incluso de una manera muy anecdótica y poco fidedigna, la existencia de varios mundos culturales, religiosos y espirituales, que permanecían ampliamente desconocidos para sus abuelos” (Hervieu-Léjer, 2006: 6).

La pérdida de tradición y ubicación geográfica es un proceso muy ambivalente para las viejas religiones mundiales. La globalización representa para las religiones del mundo no sólo una gran oportunidad para liberarse de los vínculos territoriales de las culturas étnicas, de las sociedades nacionales y del Estado-nación; también una oportunidad para redescubrir y revivir sus dimensiones, redes y concepciones transnacionales de comunidad y mutualidad transnacionales. Pero, al mismo tiempo, las reivindicaciones exclusivas de verdad y autoridad de las religiones también están siendo cuestionadas y su dislocación disuelve los aparentes vínculos “naturales” entre los pasados vividos y sufridos, pueblos y territorios, que en el pasado constituyeron la unidad de la civilización y de las religiones mundiales (y que Samuel Huntington considera erróneamente en términos esencialistas y que será así para siempre).

Pueden distinguirse al menos dos formas religiosas de apropiación de la modernidad: la anti -moderna y la pos -moderna. El fundamentalismo antimoderno tiene un origen moderno. Se renueva gracias a la superposición del posmodernismo y del poscolonialismo y su refuerzo y empoderamiento recíproco. La era del poscolonialismo empieza allá donde las culturas, sociedades y religiones colonizadas intentan liberase de la influencia del imperialismo occidental. Sin embargo, intelectualmente, esta autoliberación tiene éxito, porque las antiguas colonias se apropian del rechazo posmoderno (de las grandes narrativas) de la modernidad occidental. El posmodernismo como autocrítica de la modernidad occidental hace posible y empodera, al menos intelectualmente, al poscolonialismo. La puerta que aquí se abre, sin embargo, puede oscilar en direcciones opuestas: hacia una antimodernidad fundamentalista, por un lado, o hacia una variedad religiosa posmoderna, por el otro.

Éste es el punto al que quiero llegar: los argumentos modernos por una antimodernidad religiosa pueden ser construidos desde la combinación del poscolonialismo y del posmodernismo; esto es, por un retorno a lo “puro”, a los fundamentos y fundamentalismos precoloniales, premodernos de las verdades y prácticas religiosas. Esta reacción es, por lo tanto, simultáneamente moderna y antimoderna, en el sentido de que la modernidad occidental es rechazada con la ayuda del posmodernismo occidental, va acompañada por una insistencia en que hay una única narrativa religiosa verdadera, un único trayecto religioso verdadero de conducta personal así como de organización de la sociedad y de la política (sin importar quién lo define y lo sanciona como obligatorio, de qué manera y para quién). Aparece aquí una sección específica de la generación global, una sección fundamentalista: un híbrido de moderno-antimoderno, poscolonialidad y religiosidad fundamental individualizada, que da lugar a un terrorismo religiosamente motivado. Esto no procede en absoluto de un renacimiento de la tradición. Mejor dicho, sus requisitos son a la vez la transnacionalización y la individualización y, por lo tanto, surge de la fusión de los extremos: premodernismo y antimodernismo.

Aunque este fundamentalismo apela a la tradición es, en cierto sentido, anti-tradicional . Está definido más o menos por el rechazo a la tradición establecida, ya que difunde un regreso a la pureza del primer comienzo, aquél que no está mancillado por la historia. Esto es así porque reduce precisamente el mundo a una simple dicotomía entre la fe y la falta de ella, entre lo prohibido y lo permitido, que es lo puede haber proporcionado la base para una Internacional Islámica del terror: un “BigMac de islam”, el cual extingue las tradiciones vividas, acaba con todas las diferencias y ambivalencias, niega todo carácter local, incluyendo el propio, y se proclama como universalmente válido. Cualquiera que busque los orígenes del 11-S en el Corán o en la Edad Media está trivializando el asunto, está mirando en la dirección equivocada. El terrorismo islámico también está, por lo tanto, moldeado por los códigos culturales de las generaciones globales: el terreno común del presente y la divergencia de pasados y futuros, la “cultura de la inmediatez”, así como la “cultura de la comparación”.

TESIS NÚMERO CINCO

Unidos a través del declive: el capitalismo flexible constituye generacione s inseguras en el contexto del estado del bienestar occidental

La flexibilidad es una de las palabras clave del capitalismo global y, por lo tanto, también de las generaciones globales. “El hombre flexible” (Richard Sennett) significa generaciones flexibles. Sin embargo, los regímenes de cambio del capitalismo, tal y como demuestra Sennett, limitan esta flexibilidad. Y, por lo tanto, la retórica de la flexibilidad laboral y de la adaptabilidad pueden ser entendidas de hecho como un conjunto de instrucciones –crecientemente adoptadas por los gobiernos modernos– para abandonar los derechos duramente ganados no sólo de la vida económica, sino también de la cultura. Es extraño que la resistencia a esta tendencia hacia la inseguridad en el empleo sea tan débil.

Esta transformación estructural del mundo del trabajo con sus drásticas consecuencias en las biografías individuales está confirmada por muchos estudios. De acuerdo con Angela McRobbie (2005), es especialmente pronunciada en las diversas ramas de la industria cultural. Los puestos de trabajo permanentes han sido eliminados y en este contexto está tomando forma un mundo extraño, donde los sueños ambiciosos se traducen en contratos de trabajo pobremente pagados. En las artes gráficas y en el diseño, en los museos, en los medios de comunicación, en estas y en otras áreas similares, hombres y mujeres jóvenes se congregan –después de haber completado cursos de formación largos y exigentes– para aplicar sus habilidades e imaginación. Por el privilegio de que se les permita trabajar en el campo que han seleccionado, estos jóvenes no plantean preguntas sobre horarios ni les preocupan las pensiones. Ha crecido además un mundo de empresas de una sola persona creativa, el cual conlleva una autoexplotación altamente motivada.

El mundo del trabajo en su totalidad está afectado por la transformación, pero golpea en los jóvenes trabajadores de manera especialmente dura. “Los niños británicos: cada vez más pobres, con mayor riesgo y más inseguros” –éste es el titular de The Guardian del 14 de febrero de 2007. En Francia el término précarieté se ha convertido en un término común, refiriéndose también a la nueva inseguridad; y en la primavera pasada, en protesta contra la précarité , miles de jóvenes tomaron las calles, llamaron a la huelga y pusieron al gobierno bajo presión.

El alcance regional de esta transformación estructural está confirmado por un amplio estudio comparativo con el sintomático título de “Globalización, incertidumbre y juventud en la sociedad” (Blossfeld et al ., 2006). Se incluyen a mujeres y hombres jóvenes de 12 países de la OCDE, desde Hungría a Canadá, de Alemania a México, clasificados por edad, educación y/o trayectoria de formación y cualificaciones. Los resultados empíricos se presentan en cálculos detallados y numerosas tablas confirman la tendencia general: la inseguridad está creciendo en todas partes. Más allá de ello, se pueden discernir tres diferenciaciones más precisas:

– En primer lugar, la generación más joven es realmente la que está más afectada. “La juventud que tiene menos experiencia en el mercado laboral, y que todavía no está amparada por los mercados de trabajo internos, está mucho más expuesta a las fuerzas de la globalización, hecho que la convierte en los perdedores ”. (Blossfeld et al., 2005: 423)

– En segundo lugar, esta situación afecta a todos los jóvenes, pero no a todos por igual. Son aquéllos que están situados en el lugar más bajo de la jerarquía social y laboral quienes están expuestos a los mayores riesgos: “los trabajadores manuales, poco o nada cualificados, eran los más afectados por los cambios recientes (…) Los jóvenes de las clases ocupacionales más bajas muestran mayor riesgo de ser empleados con contratos temporales, de convertirse o de permanecer como desempleados, quedando atrapados en posiciones de inseguridad o sin beneficios a nivel de pensiones”. (Blossfeld et al. 2005: 426)

– En tercer y último lugar, las variaciones entre los perfiles de los países eran evidentes, según el resultado de las diferentes regulaciones del estado del bienestar y las normas socioculturales. “En Italia y España, los jóvenes con menores niveles de educación tenían en realidad más probabilidades de encontrar un primer trabajo. En estos sistemas de empleo los jóvenes con más formación necesitan obtener un empleo de calidad acorde a su formación al entrar en el mercado laboral. Si obtienen un trabajo por debajo de su nivel de cualificación, les resultará mucho más difícil volver atrás. Esto está en fuerte contraste con el circuito de sustituciones que llevan a cabo los jóvenes en sistemas de empleo abiertos, en donde los empleos de más bajo nivel comparativamente marcan menos sus carreras a largo plazo”. (Blossfeld et al. 2005: 426)

Estos y otros hallazgos similares pueden arrojar dos conclusiones: Primero, que la inseguridad creciente, que se está convirtiendo en la experiencia básica de las generaciones más jóvenes, no es un fenómeno local, regional o nacional. Más bien, esta inseguridad se está convirtiendo en una experiencia clave y común, que trasciende fronteras y que podemos resumir en las palabras unidos en el declive . Pero es que además, se produce una simultaneidad paradójica, explosiva, y que debe ser descubierta aquí. En el Primer Mundo, y especialmente para la gente más joven, los riesgos y las inseguridades de vida están creciendo. Mientras tanto, sin embargo, los países que lo constituyen permanecen como el destino soñado por muchos de los jóvenes de las regiones pobres del globo. Consecuentemente, los miedos existenciales de los primeros están yendo al encuentro de las esperanzas de futuro de los segundos. Por un lado, una generación menos (que, medida por décadas previas, tiene que aceptar pérdidas materiales); por el otro, una generación más (que, motivada por las imágenes de un Occidente opulento, quiere una parte de esa riqueza); y ambos, y aquí está el punto crucial, son parte de las generaciones globales . Lo que ya se está haciendo visible en la actualidad, en términos generales, surgirá quizás de manera más acentuada en el futuro: una nueva lucha global por la redistribución. Un bando a la defensiva, intentando mantener los remanentes de la riqueza con leyes y barreras fronterizas y otro que se propone cargar contra estas mismas fronteras con todas sus fuerzas, conducidos por la esperanza de una vida mejor. El resultado es una interacción plenamente conflictiva: una fracción de las generaciones globales frente a la otra.

TESIS NÚMERO SEIS

El surgimiento de generaciones globales , ¿es realmente un fenómeno nuevo? Alguien con conocimiento de la historia considerará el énfasis en lo nuevo con un grado de escepticismo, quizás incluso sugerirá continuidades históricas

¿No se caracterizaba ya la dinámica política de finales del siglo XIX y principios del XX esencialmente por un nuevo internacionalismo de generaciones políticas? ¿Acaso no existían ya la Internacional Socialista y una variedad de movimientos pacifistas que tomaron como demanda central el logro mundial de principios universalistas? ¿No era ya la resistencia al fascismo alemán, la que contribuyó más que cualquier otra cosa a la formación de una política de generación Europa ? Y, por supuesto, ¿acaso no es la generación de 1968 el ejemplo clave de una generación global, ya que sus actividades políticas ignoraron las fronteras nacionales y dieron un ímpetu significativo al pensamiento cosmopolita? Entonces, ¿acaso no es cierto que la globalización no puede ser entendida completamente sin el impacto de esta activa primera generación global?

Estas preguntas están, por supuesto, justificadas. Ahora bien, ante ello se pueden mencionar ciertas características que claramente distinguen el movimiento del 68 de las generaciones globales del comienzo del siglo XXI. En la generación de 1968, esencialmente política, la adhesión se definía por la participación en las protestas. A principios del siglo XXI, sin embargo, son las traumáticas experiencias y acontecimientos de carácter cosmopolita los que se han hecho clave en el espacio de las expectativas de las generaciones emergentes. En resumen, en 1968 existía una acción colectiva, hoy existe una reacción individual. En 1968 las críticas se dirigían a la sociedad de consumo y a la industria cultural, las generaciones de hoy son, en cierto sentido, los hijos de las primeras. Ya no vinculan las promesas de la sociedad consumista global únicamente con las posibilidades que su propio país ofrece, sino que surge de ellos un ímpetu por tirar abajo las barreras que separan Occidente del resto. Estas generaciones globales son en el fondo a-políticas, porque se descomponen en diferentes secciones en una relación conflictiva las unas con las otras.

He esbozado tres constelaciones generacionales: la generación transnacional de la igualdad y de la migración, la generación 11-S del terrorismo global y la generación occidental insegura, unida en declive . Cada una de ellas refleja secciones específicas de la sociedad del riesgo mundial y sus correspondientes experiencias y posiciones contradictorias. Tienen un punto metodológico en común: ninguna entiende ya la generación únicamente dentro del marco de un Estado-nación y sus condiciones. Inician, por decirlo de la manera más ambiciosa, un giro y una perspectiva cosmopolitas en la sociología generacional. Para llevar más lejos esta aproximación, son necesarios al menos tres pasos.

TESIS NÚMERO SIETE

Lo que se necesita es una crítica al nacionalismo metodológico

Cualquier cosa que no tenga sus causas en el espacio interno del Estado-nación ni esté limitado a éste, tampoco puede ser descrita o explicada únicamente a partir del examen del Estado-nación. Esto significa, por ejemplo, que la investigación sociológica sobre la juventud y las generaciones, que sigue explicando la situación de la generación alemana emergente haciendo referencia fundamentalmente a la historia pre y posbélica alemana, al sistema escolar alemán, etc., es crecientemente anacrónica, si tenemos en cuenta la realidad social. Mientras que la Primera Modernidad fue construida sobre las condiciones fundamentales del Estado-nación, de la sociedad nacional como una unidad separada, la Alemania de hoy o cualquier otro país, o incluso Europa, ya no son sociedades amuralladas y encerradas en sí mismas. Cualquiera que no vea la multitud de interconexiones generadas por la producción y el consumo, Internet y la televisión, el turismo y la publicidad, carece de una clave muy importante para comprender las esperanzas y los sueños, los miedos y las decepciones, las acciones y reacciones de las generaciones globales . Es como si consultáramos únicamente un mapa de Baviera para averiguar cómo llegar a Singapur.

TESIS NÚMERO OCHO

En las generaciones globales, varias secciones transnacionales están interconectadas, formando generaciones de retales globalizadas, las piezas de mosaico que simplemente no logran encajar juntas para obtener un dibujo unificado

Ya de manera más intencionada, es justamente esta no -unidad la que permite la unidad en la diversidad de las constelaciones generacionales que surgen en el centro, en la periferia y a través de la oposición e interacción entre ellas. Es la mirada mono-nacional, mono-cultural, la que no logra reconocer que el activismo de las generaciones globales surge menos en el centro, que en las zonas periféricas, en las regiones a las cuales la sociedad del riesgo mundial ha condenado a la desesperanza. La protesta de la generación migración no se dirige tanto a las autoridades establecidas de sus propias sociedades de origen, sino más bien al orden internacional de desigualdad y a sus guardianes. El ataque contra la Europa fortaleza es capaz de adoptar como propio el derecho humano a la movilidad, que a los occidentales les gusta proclamar. Por supuesto, esto choca entonces con los miedos de la generación insegura europea, que está comenzando a protestar contra los contratos de trabajo temporales y la caída de los ingresos. Están movilizándose contra el Estado en base a sus propios intereses materiales.

TESIS NÚMERO NUEVE

Una sociología sobre las generaciones y la juventud que pretenda hacer justicia, aunque sólo sea de manera aproximada, a la realidad vivida por las generaciones globales requiere un cosmopolitismo metodológico

Esta sociología debe ser capaz al menos de contestar a la pregunta clave: ¿Qué es lo que remplazará a la unidad de investigación conocida como “generación” que está elaborada conforme al marco del Estado-nación? En este texto, para empezar, he definido la imagen de varias constelaciones generacionales transnacionales para el concepto de “generación” fijado dentro del marco nacional. Al hacerlo, he esbozado de manera somera su relación recíproca pero tensa; la cuestión de cómo surgen las generaciones globales, apenas se ha tocado. Pero esto debería quedar ahora mucho más claro: la crítica al nacionalismo metodológico implica mucho más que un simple problema de datos empíricos, que son recogidos y analizados en su mayor parte dentro del marco del Estado-nación. Entrando más a fondo, se trata de cómo el concepto sociológico central de generación (como los conceptos de desigualdad social, Estado, familia, hogar, justicia, vecindad, etc.) puede ser liberado del horizonte mental de nacionalismo metodológico y abrirse a la transformación fundamental de la globalizada Segunda Modernidad.

TESIS NÚMERO DIEZ (es más bien una pregunta)

Como miembro de las generaciones globales, ¿cuál seria mi mayor esperanza y cuál mi mayor preocupación? Déjenme empezar con la esperanza y después pasaré a la preocupación

Mi mayor esperaza es que en la sociedad del riesgo mundial está escondido un nuevo momento cosmopolita que puede ser activado por las generaciones globales. Este momento cosmopolita es diferente al de la antigua stoa griega, el ius cosmopolitica de la Ilustración (Kant) o el “crimen contra la humanidad” (Hannah Arendt), de los cuales surgió la carta de los derechos humanos. La gran diferencia es que se trata de un cosmopolitismo forzado . El riesgo global derriba las fronteras nacionales y nos mezcla con ellas. El otro distante se está convirtiendo en el otro inclusivo. La vida cotidiana se está convirtiendo en cosmopolita: la gente tiene que dar sentido a su propia vida en intercambio con otros de todas las partes del globo. Este momento cosmopolita se está convirtiendo en un elemento clave de la experiencia generacional. Y, a partir de aquí, se puede dibujar y construir un sistema cosmopolita basado en el reconocimiento de la diversidad cultural y de la dignidad del otro. Hasta el momento, en la historia, el cosmopolitismo ha sido estigmatizado como idealismo, y el nacionalismo ha sido elogiado como realismo. Pero ahora es exactamente lo contrario: cosmopolitismo es realismo, porque proporciona la manera más positiva de tratar los problemas globales, que son irresolubles en el ámbito del Estado individual, pero gestionables a través de la cooperación. Con mi interpretación del cosmopolitismo las personas obtienen alas y raíces al mismo tiempo.

Mi mayor preocupación, mirando el mundo desde vuestro punto de vista, ya no es la indigencia metafísica de Beckett, ni la visión de la vigilancia de un Foucault, ni tampoco el despotismo de la racionalidad que alarmó a Max Weber. Como el viejo buen comunismo, ya no existe nada espectral sobre el viejo buen posmodernismo. Lo que me asusta, y quizás también a algunos de ustedes, parece, es que en el siglo XXI los principios fundamentales de la modernidad –como la libertad, la racionalidad, la democracia– se están convirtiendo en algo opcional, están siendo retados y tienen que ser renegociados. Por lo tanto, todo se ha puesto de arriba abajo: lo que para Weber, Adorno y Foucault era una visión de horror –la racionalidad vigilante perfecta del mundo administrado– es, para las generaciones del riesgo global, más bien una promesa. Estaría bien si la racionalidad vigilante mantuviera realmente las cosas bajo vigilancia; estaría bien si realmente sólo el consumo y el humanismo nos aterrorizaran; estaría bien si la posibilidad de colapso de nuestros sistemas pudiera restaurarse con reformas en el marco de los estados-nación y con “ofensivas de innovación tecnológica”; estaría bien si las fórmulas repetidas de más mercado, más tecnología, más crecimiento, más flexibilidad pudieran aliviar a los corazones intranquilos. Pero hay muchas más cosas en juego. Es la tentación y el horror del anti-modernismo; el miedo a que el tejido de nuestras dependencias materiales y obligaciones morales pueda rasgarse, y a que el sensible sistema operativo de la sociedad del riesgo mundial pueda colapsarse. Por supuesto, éstas son sólo mis impresiones. Como dijo Mahatma Gandhi: “sé el cambio que quieres que suceda”.

Nota

1. N. de Ed.: El autor redactó este texto a partir de una conferencia que impartió en la London School of Economics de Londres.

Referencias bibliográficas

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MC ROBBIE, Angela. The Uses of Cultural Studies: A Textbook . London: Sage, 2005.

BLOSSFELD, Hans Peter; MILLS, Melinda; KLIJZING, Erik; KURZ, Karin. Globalization, Uncertainty and Youth in Society. The Losers in a Globalizing World. Londres: Routledge, 2005.

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