Papeles de Relaciones Ecosociales y Cambio Global

Introducción

por Santiago Álvarez Cantalapiedra

Papeles de Relaciones Ecosociales y Cambio Global nº 106, Verano 2009

La dinámica de los asentamientos urbanos constituye una de las manifestaciones más claras del cambio global. No sólo porque la población urbana mundial haya superado por primera vez a la rural, sino sobre todo porque, en un plazo histórico relativamente breve, se ha sustituido aceleradamente una organización basada en un número limitado de grandes ciudades y centenares de miles de pequeños pueblos, por una estructura metropolitana donde el crecimiento descontrolado da lugar a un mar de urbanidad con islotes rurales en continuo retroceso. Se disuelven así las fronteras entre la ciudad y el campo y se rompen los límites de la dimensión que puede llegar a adquirir una aglomeración.

A lo largo del siglo XX, la población mundial se ha multiplicado casi por cuatro, pero en el mismo período la población urbana se ha multiplicado por doce. Por tanto, el proceso urbanizador no responde únicamente al crecimiento exponencial de la población del planeta. Y no se vislumbra un cambio de tendencia: cada año de las próximas décadas, unos 60 millones de personas se añadirán a los que ya viven en las ciudades, mayoritariamente en los asentamientos urbanos pobres de los países del Sur. De los más 3.300 millones de habitantes urbanos actuales, más de 1.000 millones malviven en barriadas marginales donde carecen de los servicios más básicos. Es así que este proceso, aunque global, presenta características diferenciadas según las latitudes. En el Norte, el crecimiento de las ciudades es más espacial que demográfico, acompañado de una fuerte reestructuración funcional interna (terciarización de las actividades y definición como plazas financieras, centros de decisión y espectaculares escenarios de consumo). En las ciudades del Sur, con un crecimiento impulsado predominantemente por factores demográficos y migratorios, la vinculación económica de la población se efectúa mayoritariamente por la vía de la economía informal, por lo que la condición social del nuevo poblador viene marcada en gran medida por la exclusión en un contexto urbano hipertrofiado y con graves problemas de desigualdad y gobernabilidad. En todos los casos, la evolución general se asienta en una reorganización de un capitalismo que busca convertir a las llamadas "ciudades globales" (muchas de ellas en el Sur) en plataformas organizativas y nodos principales de una red de interconexiones que se desarrollan a escala planetaria.

Las transformaciones recientes en los procesos de urbanización han avivado el debate sobre el modelo de ciudad. La intensidad del debate se concentra con frecuencia en los rasgos de extensión y compacidad de la ciudad, con una traducción inmediata en el plano sociológico sobre las condiciones urbanas que permitan garantizar la cohesión y la diversidad social. Normalmente estas polémicas conducen a la oposición de dos arquetipos de ciudad: la ciudad compacta y la ciudad extensa. El primero se corresponde con la ciudad tradicional europea; el segundo, fuertemente implantado en EE.UU, caracteriza una ciudad sin confines, difusa, reptante o con sinónimos parecidos para expresar lo que se conoce con la expresión inglesa de urban sprawl.

Con todo, la ciudad es algo más que un tejido espacial. No existe ciudad sin ciudadanos, sin vida comunitaria. La ciudad presenta una doble dimensión interactuando: la ciudad como urbs y la ciudad como civitas. Esta concepción dialéctica desde la que la modernidad ha definido la ciudad evoca la unión de un territorio físico (urbs) y de una comunidad de ciudadanos que la habitan (civitas). De ahí que junto a la atención que merecen aquellos modelos que provocan una dispersión, fragmentación y segregación crecientes de lo urbano a costa de un debilitamiento de la comunidad, haya que tomar también en consideración las dimensiones políticas, culturales y simbólicas de las experiencias metropolitanas.

De no ser así será difícil comprender cómo se transforma la ciudad en sus formas y contenidos. La vida de consumo, por ejemplo, reclama que la ciudad se convierta en un gigantesco escaparate, de ahí la obsesión por erigir, a golpe de proyectos arquitectónicos firmados por arquitectos de renombre y de macroeventos internacionales, una nueva "ciudad-espectáculo" acorde con su propia "imagen de marca" (city marketing). A través de la creación de grandes complejos y edificios singulares la ciudad recrea los nuevos espacios simbólicos del poder (las torres corporativas, las ciudades de las empresas, los complejos financieros, los centros comerciales...), primando -frente a las necesidades de sus moradores- la seguridad y -frente al genuino espacio público- el espacio privatizado. El nuevo espacio urbano mercantilizado, securitizado y privatizado se impone como modelo hegemónico; el miedo, la creciente preocupación por la seguridad (la videovigilancia, los omnipresentes agentes de seguridad privados, las nuevas ordenanzas municipales que recortan libertades y capacidad de expresión...) produce una regresión del espacio público y una inhibición de la participación, terminando por marcar el paisaje de la ciudad con tipologías urbanas más propias del apartheid que de una realidad social cohesionada.

Pero junto a estas tendencias las ciudades son también espacios de experimentación y ensayo de alternativas a través de las prácticas de las organizaciones sociales, vecinales y de los gobiernos locales, que despliegan estrategias innovadoras de lucha contra la pobreza, la degradación ambiental y a favor de la participación. Por eso, al hablar de la ciudad, no basta con señalar las tendencias urbanizadoras y las críticas al modelo metropolitano; hay que resaltar también su papel como locus, o lugar de especial interés, en la expresión y comprensión de las necesidades humanas y su aplicación como derechos.

Con esta intención ofrecemos en este número de Papeles un conjunto de trabajos que nos ponen sobre la pista de los principales debates que hoy surgen en torno a la ciudad. La sección Panorama, con su repaso a la actualidad, pone la atención en la estrategia antiterrorista de Pakistán en la franja fronteriza con Afganistán y en la necesidad de reforzar los argumentos ante la nueva ofensiva pronuclear que se avecina con la presumible buena intención de encarar los problemas relacionados con la crisis energética y el cambio climático. En Periscopio, además de hacernos eco de las principales ideas del Manifiesto por Madrid realizado desde el Observatorio Metropolitano, reflejamos la preocupación por las limitaciones que se han introducido recientemente para la aplicación por parte de la justicia española del principio de jurisdicción universal en la persecución internacional de crímenes de lesa humanidad. Como es habitual, el número se cierra con una selección de recensiones sobre algunos libros de lectura recomendable.

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