El Ciervo

La India contada por un ermitaño

por Swami Shubhananda

El Ciervo nº 654-655, septiembre-octubre 2005

Angelo Benedetti es un jesuita español que en 1948 se fue a la India como misionero. Desde entonces vive allí y se llama también Swami Shubhananda (apellido que significa bendita alegría). El obispo de Rajkot, que sabía que Benedetti quería convertirse en ermitaño, le invitó a hacerlo en su diócesis en los años 70. El provincial se lo comunicó a Swami Shubhananda, que contestó: ‘Sí, estupendo'. Tras unos años de ermitaño, se dio cuenta de la mala educación que recibían los niños en aquel lugar. Y decidió fundar una escuela ejemplar, que hoy acoge a 750 jóvenes.

En su última visita a España, Joan Uriach, amigo de Angelo Benedetti desde la infancia y amigo de El Ciervo , creyó que podría resultarnos interesante una charla con este ermitaño. Y sí que lo fue. A continuación la publicamos. Las preguntas –en cursiva– son del equipo de El Ciervo .

–¿Qué fue lo primero que hizo al llegar a la India en 1948 como misionero?

–Aprender la cultura y las lenguas. Yo, como ya sabía inglés, quise aprender el gujaratí y me enviaron al Gujarat. Entre 1949 y 1950 aprendí el gujaratí en un año. El segundo año lo pasé en una estación misionera, para aprender un poco también los cantos indios, los himnos. Iba también por los pueblos enseñando gujaratí a los niños; después de un año de aprender la lengua, enseñarla es un muy buen ejercicio, la aprendes mejor. Porque no es fácil conocer la India sin vivir allí. Es lo que pasa con muchos: que van a la India, escriben un libro y lo publican. Es una tontería esto. No lo puedes comprender. Hay que ser muy prudente cuando afirmas algo, y tener pruebas. Yo hablo de lo que he visto y de mi experiencia.

–¿Los misioneros respetan lo indio?

–Esto es lo que nos dicen. Hay que aceptar todo lo bueno de otras religiones, y diálogo.

–¿Quién lo dice?

–Pues la Iglesia.

–¿La Iglesia?

–Sí, sí, la Iglesia, comenzando por el Papa y el Vaticano II, que dijo que todo lo bueno de otras religiones procede de Dios, así que se puede apreciar y asimilar. Y en el hinduismo y el budismo encontramos muchas cosas buenas.

–Pero la Iglesia también pone pegas, por ejemplo con Balasuriya.

–Hay que ver por qué las pone. A veces claro que la Iglesia puede exagerar, pero hay que ver cada caso. Porque está el caso del padre Dupuis, que primero no lo entendieron bien, pero que luego con diálogo se arregló todo. El general de los jesuitas siempre estuvo a favor del padre Dupuis. El padre Dupuis se ocupó de lo importantes que son las otras religiones en el plan de la redención del mundo. Es muy interesante y no hay muchos libros en este sentido. Al ser una materia nueva hay que ir con cuidado, pero el padre Dupuis lo hizo estupendamente bien y no se le condenó. Sólo se le pidió que aclarara algunas palabras que parecían confusas. Lo peor fue que el padre Dupuis sufrió mucho, esto es verdad.

–¿Ha cambiado mucho la Iglesia desde que dijera que fuera de ella no hay salvación?

–Esto es algo que se ha procurado interpretar de distintas maneras. Es interesante ver cómo ha evolucionado en la historia. Recuerdo que había un rey moro en Mauritania a finales de la Edad Media, a quien el Papa le dijo que musulmanes y cristianos adoraban al mismo Dios. Esto era un paso muy grande. Y muy bueno. Porque es verdad, hay un solo Dios, y con los judíos, todos adoramos al mismo Dios. El nombre cambia, pero es el mismo Dios. Hay que abrirse a este diálogo, y eso es lo que he procurado estudiar mucho: la búsqueda de Dios en el hinduismo. También he estudiado el budismo, que habla más bien de un método de librarse del sufrimiento; no habla tanto de Dios directamente y se pregunta más bien cuál es la causa del sufrimiento.

–¿Conoce la obra de Raimon Panikkar?

–Por supuesto. Tiene un libro muy interesante, El Cristo desconocido del hinduismo, que está muy bien. Dice que todo lo bueno en el hinduismo viene de Jesús también, aunque el hindú no se dé cuenta que es Jesús quien lo inspira. En el Evangelio de san Juan se dice que el Verbo de Dios es la luz que inspira a todo hombre que viene a este mundo. Está muy claro con san Juan: todo lo bueno, toda la luz, procede de Dios.

La Iglesia india

–¿Tiene reconocimiento la Iglesia católica en la India?

–Sí, claro que sí, no faltaba más. Los obispos están reconocidos. Sobre todo en el sur, en el Estado de Kerala, donde una cuarta parte son cristianos. En otras partes son menos, un dos o tres por ciento. En Kerala hay más porque allí fue Santo Tomás hace 2.000 años a predicar el Evangelio por primera vez. Y fueron varios los que se convirtieron. Pero la Iglesia no se desarrolló mucho en aquel tiempo y los cristianos quedaron como una especie de casta. No se esparció mucho más. Pero hoy en la India somos casi 4.000 jesuitas.

–¿Nativos?

–Casi todos, excepto los pocos extranjeros que ya tenemos canas. La mayoría son hindúes, pero también los hay que vienen de las tribus aborígenes, porque en la India tenemos tribus como en África o América. Son un poco animistas, pero muy majos.

–¿Desde la India se tiene la sensación de que el Vaticano queda muy lejos?

–No, no, hay mucho respeto por la autoridad. Al arzobispo de Bombay se le tiene mucho respeto. Luego entre los teólogos hay más variedad.

–El arzobispo de Bombay era uno de los papables.

–Para mí, no. No era abierto, era muy cerrado, demasiado conservador.

–¿Más conservador que Ratzinger?

–Por supuesto, sin comparación. Nos conocemos. No está muy a favor de la inculturación. Algunos de los teólogos estaban en contra de él y le dijeron unas cuantas palabras y procuró amoldarse. No era papable; Ratzinger es mucho más abierto. A Ratzinger es bueno leerlo y sacar tus propias conclusiones. Y no ser negativo. Porque a veces al comienzo nos hacemos negativos, pero tendríamos que juzgar sin prejuicios.

–Desde que es Papa estamos a la espera, pero antes como prefecto de la Doctrina de la Fe, puso la doctrina por encima de muchos cristianos.

–El Espíritu Santo sopla, sobre todo cuando uno es Papa. Claro, hace diferencias. Ahora tiene una responsabilidad mucho mayor. Lo piensa mucho más. Es un hecho que el Papa anterior le consultaba mucho a él, esto es verdad, pero no quiero juzgar porque no le he estudiado. Yo me callo sobre esto.

–Es prudente.

–Es que no hay que juzgar. Jesús nos dijo: “No juzguéis ni condenéis”.

Qué es el hinduismo

–¿Los hindúes se convierten al catolicismo?

–El hinduismo es más bien una estructura social. No hay unos dogmas que debas creer como hindú. Tu papá es hindú y tu eres hindú porque eres hijo de tu papá. Así que como hindú puedes aceptar todo lo bueno de otras religiones sin dejar de ser hindú. Voy a dar el ejemplo de un bramán de Calcuta que se convirtió al catolicismo. Es muy interesante. Estudió a santo Tomás de Aquino, que es nuestro gran teólogo. Era un hombre muy listo, que dice que la conversión de la India se dará cuando haya inculturación, cuando aceptemos las costumbres y el modo de vivir de los indios. Él, cuando se convirtió, decía que era un hindú católico. ¿Qué significa esto? Él dice que es hindú porque sus padres lo eran, es algo social: yo soy hijo de mi padre, que era bramán y por tanto soy bramán. Esto no lo puedo cambiar porque es natural, por nacimiento. En cambio, por renacimiento, pertenece a una fe que es universal, la católica. Esto es interesante porque da un poco de luz. Así uno que acepta a Jesús –como Gandhi–, no se deja bautizar, porque dice que él sigue siendo hindú aunque ahora acepte la doctrina de Jesús. Por ejemplo, el Sermón de la Montaña ayudó a Gandhi y le inspiró en su movimiento de no violencia para la independencia de la India. Los cristianos apenas lo han usado, con sus guerras, más bien han sido violentos. Entre los cristianos, muchos mártires de los primeros siglos también escogieron este camino de la no violencia, pero hoy, en el mundo moderno de la política, casi no tenemos ejemplos de esto. ¿Qué otro país procuró ser independiente, con un líder como Gandhi, con métodos no violentos? Porque él, si encontraba algo injusto que hacía el gobierno, pues ayunaba. Él mismo ayunaba. Esto no lo tenemos aquí en España.

–La inculturación se entiende más ahora que hace 50 años.

–Gracias a Dios. Porque antiguamente los españoles, portugueses e ingleses cuando llegaban a un territorio, destruían su cultura. El ejemplo más claro es el de los ingleses en Norteamérica. Porque en Latinoamérica aún hubo muchos que se mezclaron con los nativos, que son hoy mestizos. También había misioneros que defendían a los indios y que luego les dieron su religión pues la de ellos defendía el sacrificio humano.

–¿En qué creen los hindúes?

–Además de el Bhagavadgita, tenemos los Upanishads, que son relatos que se preguntan quién está detrás de estas fuerzas de la naturaleza. Al principio

creían que eran diferentes espíritus, como algunos pensaban que los ángeles organizaban el universo, pero no estamos seguros claro de todo esto, porque no se ve. Pero el hindú creía que había fuerza para el viento, el fuego. Luego llegaron a la conclusión de que esos espíritus son uno. Y es infinito. Y se llama creador, o braman. Y vive en cada uno de nosotros. Yo si pregunto a mis muchachos que están en el internado de la India: ¿dónde está Dios? Me dirán: “Aquí, dentro de nosotros”. Eso es muy bonito. De nuestros niños españoles, ¿cuántos contestarían así?

–Quién sabe.

–Los hindúes son muy religiosos. No hay ateos. Para ellos el ateísmo es algo inconcebible. Ven todo el universo, la maravilla de la creación, con tanta armonía en todo, en las plantas y animales. Si no fuera por eso ya habríamos muerto todos.

Las castas, en todas partes

–¿Cómo actúan con las castas?

–En los pueblos se casan en la misma casta, como en Europa los reyes se casaban con las familias reales de otros países. Así, la casta de los católicos no suele mezclarse con otras castas, excepto en grandes ciudades como Bombay.

–¿Cuántas castas hay?

–Muchísimas. ¡Dios sabrá cuántas castas hay! En cada Estado hay distintas castas. Son como diferentes pueblos que fueron invadiendo la India y se quedaron cerrados entre sí. Un ejemplo: los parsis zoroastrianos de Irán, que entonces era Persia. Cuando los musulmanes les invadieron, destruyeron todos sus templos. Los parsis se escaparon y fueron por la costa con barcos hasta el sur de Ahmedabad. El rey hindú les dijo que podían venir, que eran bienvenidos, que no había opresión; hay autonomía y cada cual puede practicar su religión (por aquí no tenemos mucha tradición de esto, ya desde la Edad Media). El rey les dio ciertos terrenos para que se asentasen y les dejó construir sus templos. Eso es maravilloso.

–Pero por ejemplo, ¿un paria puede llegar a ser sacerdote católico?

–Bueno, sí, los hay. Hasta un obispo tenemos.

–¿Qué es un paria?

–Un descastado. Es el que está debajo de todas las otras castas.

–¿Pero quién establece los niveles?

–La sociedad hindú.

–¿Por tradición?

–Poco a poco, a través de los siglos.

–¿Y hay casta uno, casta dos, casta tres?

–Está la de los bramanes que está por encima de todas. Antes de Jesucristo, cuando hubo la invasión de los arios, se establecieron al sur de Bombay, donde algunos tienen los ojos verdes o azules. Pero hay bramanes en todas las regiones; en el sur son más oscuros mientras que en nuestra región del Gujarat son un poco más claros.

–¿Y es capaz de ver a un indio y decir si es de una casta o de otra?

–De algunos, sí. O cuando llevas mucho tiempo en un sitio te es más fácil distinguir. También puedes saberlo por el apellido.

–¿Entre las castas se relacionan?

–Sí, sí, sólo hay separación para el matrimonio. Nosotros en el colegio tenemos de todas las castas –bramanes, guerreros, alfareros, herreros– y todos comen juntos.

–¿Hay castas que se llaman herreros?

–Pues igual que aquí había la calle o el gremio de los herreros.

–¿Y si eres hijo de un herrero tienes que casarte con una hija de otro herrero?

–Antiguamente sí, pero ahora poco a poco se va abriendo. Lo establecen los papás de los novios. Ellos lo deciden. Aunque en las ciudades cambia y hay matrimonios entre distintas religiones.

–Pero esto es algo puramente social.

–Sí, sí, naturalmente, dentro del hinduismo, claro. Los hindúes cuando se han hecho cristianos han conservado su casta. No es fácil dejarlo, sobre todo en los pueblos. Es algo muy arraigado, de muchos siglos.

–¿En el gobierno indio hay representantes de todas las castas?

–No, las castas no existen según la ley. Todos son iguales ante la ley. Si vas a juicio tienes los mismos derechos que cualquier otra persona. Hubo un caso de unos guerreros que habían cometido crímenes contra descastados cristianos de una región. Era un caso complicado, porque los guerreros querían imponerse. En seguida los misioneros de aquella región fueron al Supremo de Delhi y consiguieron la justicia: varios de los criminales guerreros fueron a la cárcel.

–¿Cómo están consideradas las mujeres?

–Como aquí hace 150 años. Nosotros procuramos persuadir a los papás para que envíen también a las niñas al colegio. Ellas van al colegio del pueblo, pero allí los maestros no enseñan muy bien. Prefieren enviar a los hijos que a las hijas, que cuando se casan se van con sus suegros.

–¿Hay corrupción en la India?

–La hay, claro. Pero ¿es que en España no hay?

–Seguramente.

–En India por supuesto que hay. Porque hay mucha pobreza. Y en los despachos también, si quieres que te hagan algo, hay que poner un poco de aceite, para que todo salga bien. Esto pasa en todos los países. Donde no tendría que pasar es en Europa.

Vida de ermitaño

–¿Qué elementos del hinduismo podríamos asimilar?

–Además de los cuatro puntos del yoga [ver cuadro “Qué es el yoga”], el ser ermitaño. Encontrarás en la India a la orilla de algunos ríos, unas cuevas donde viven algunos ermitaños hindúes que piden limosna y se dedican a una vida religiosa, de meditación. Tienen gratis una comida a las once y otra por la tarde para que así se puedan dedicar sólo a la parte religiosa. Es muy bonito esto.

–¿Lo paga el Estado?

–No, organizaciones que lo hacen. Así no tienes que preocuparte por cocinar. Y otra cosa. Según el hinduismo hay dos cualidades típicas del monje o ermitaño. La primera es estar satisfecho con lo que tienes, contra la avaricia. Y la segunda, estar siempre alegre. Por eso los monjes toman el nombre de ananda –yo también lo he tomado–, que significa alegría. Siempre estar alegre. En mi caso por ejemplo yo iba de pueblo en pueblo sin ningún dinero. La gente me daba lo que era necesario. Pasaba la noche en una de las casas que conocía un poco, donde te recibían muy bien, y a la mañana siguiente tomaba un desayuno, un poco de té e iba a otro pueblo.

–¿Y el ermitaño qué da a cambio?

–Les da la bendición. La presencia del ermitaño es una presencia de Dios entre el pueblo. Y lo hace a su modo: por medio de la oración, del diálogo; les habla también.

–¿Y daba igual que fuera usted católico?

–Ellos no lo miran, yo iba vestido como uno de ellos. Llegaron, claro, a saber que yo era católico, pero no le daban importancia. Y el colegio, si se ha comenzado, es gracias a que yo me mezclaba con todas las castas. Me aceptaban. O sea que yo no soy un misionero católico que iba allí a bautizar. Nuestro trabajo es más bien de diálogo.

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