Los mapas no solo representan el mundo, lo recrean y transforman nuestro entendimiento del mismo y de los lugares que representan.
En 1854 John Snow presentó el primer mapa de epidemiología popular de la historia, un mapa que cambió la forma en que se entendía el mundo. Antes del mapa de cólera de Snow se pensaba que esta enfermedad se contagiaba por vía aérea. En un esfuerzo para probar que no era así, Snow mapeó el brote de cólera en el distrito de Soho de Londres. A través de una representación visual de las muertes y de las fuentes de agua, se hizo evidente que los casos se agrupaban en torno a una bomba de agua de la calle Broad (actualmente Broadwick). Éste es el primero de muchos ejemplos de mapeo para estudios epidemiológicos y como herramienta de activismo.
Avanzamos 150 años para llegar al norte de la Amazonía peruana. Un territorio afectado desde finales de la década de 1960 por la industria petrolera. Recientemente, una iniciativa científica ciudadana aprovecha nuevas tecnologías de almacenamiento en la nube y herramientas de geo-referenciación (GPS) para implementar un monitoreo participativo de derrames de petróleo para y por las comunidades indígenas. El proyecto ha logrado que los derrames sean difundidos por medios de difusión nacionales e internacionales forzando a las empresas petroleras a responder y hacerse responsables por sus infraestructuras deficientes y su poca reacción.
Pero, al mismo tiempo, estas nuevas herramientas de geo-activismo plantean algunas cuestiones difíciles. Como señala Martí Orta, los Sistemas de Información Geográfica (SIG) también pueden volverse una herramienta de «asimilación epistemológica», una nueva forma de asimilar las culturas indígenas a la sociedad occidental. Además, los SIG son altamente técnicos y costosos, especialmente para las comunidades indígenas, que no siempre tienen internet y ordenadores, ni siquiera electricidad. Esto implica que aun cuando son participativos, estos procesos son generalmente impulsados y controlados por personas externas.
La cuestión de si los mapas, las tecnologías de análisis espacial, los conocimientos cartográficos pueden ser utilizados para empoderar la resistencia recorre este número de Ecología Política. Más ampliamente examinamos cómo nuevas tecnologías para recopilary sistematizar información están permitiendo innovadoras formas y articulaciones entre activismo e investigación. Vemos, por ejemplo, como redes de activistas como OCMAL (Observatorio de Conflictos Mineros de América Latina) visibilizan conflictos mediante inventarios y mapas. Los artículos presentados abordan cuestiones relacionadas con el acceso a la información, cómo la información es recopilada y representada, por quién, para quién y cómo los mapas son usados para crear el espacio y delimitar lugar y territorio.
Este número de Ecología Política se organiza en 7 secciones. La primera sección introduce conceptos clave de los proyectos europeos EJOLT y ENGOV y del proyecto español «Metabolismo Social y Conflictos Ambientales», todos ellos desarrollados entre 2011 y 2015 en el ICTA de la Universidad Autónoma de Barcelona y otras organizaciones activistas o académicas. La segunda sección, aborda ejemplos prácticos del uso de mapas para el activismo, lo que podemos denominar «maptivismo». Estas experiencias de mapeo permiten construir historias vinculadas a lugares, visualizar datos y elaborar argumentos. Vemos que las cartografías son usadas para desafiar el poder, reclamar el territorio y repensar los lugares, construyendo relaciones y dando significado a los lugares. También se ilustra cómo estos procesos se llevan a cabo utilizando desde tecnologías muy sencillas (lápiz y papel) hasta otras más sofisticadas (drones).
En la sección sobre maptivismo, Joan Martínez Alier explica a través de una entrevista el proyecto EJOLT (www.ejolt.org) y su atlas global de conflictos de justicia ambiental (www.ejatlas.org). Raul Sánchez y Alfons Pérez enfatizan la importancia de internet para el despegue de nuevas formas de activismo. Julia Risler y Pablo Ares del grupo iconoclasistas nos proponen el mapeo como herramienta de lucha y exponen cómo, a través de talleres de mapeo colectivo, se nutre el desarrollo de idearios colectivos sobre el presente y el futuro. Una entrevista a Séverin Ménard examina plataformas como Open Street Maps. Consciente del poder de los mapas que representan nuestro entorno, argumenta que no podemos dejar esto en manos de los googles y apples del mundo. Otros ejemplos prácticos de maptivismo son incluidos, como la utilización de drones descrita por Rafael Fernández-Font que permite visibilizar las diferentes actividades en torno del reciclaje de e-waste en Ghana o los mapas desarrollados por colectivos en la Barceloneta en su defensa de este barrio de Barcelona. Emma Alari nos presenta mapas fruto de esta lucha.
La tercera sección, geografías de la conflictividad, examina cómo ejercicios de mapeo contribuyen a entender los cambios ambientales y sociales, así como visibilizar los conflictos a escalas más amplias. Se presentan seis casos en los que desde diferentes aproximaciones, investigadores utilizan bases de datos y diversas formas de cartografía para analizar las relaciones que se tejen en el espacio y el tiempo. En unos casos, las investigadoras mapean y examinan de forma sistemática un tipo determinado de conflicto o estrategia de movilización, sus articulaciones y conexiones. Así, Mariana Walter y Leire Urkidi estudian el surgimiento y difusión de consultas comunitarias como estrategia para frenar proyectos mineros en América Latina, desde la pionera experiencia de Tambogrande en el año 2002 hasta el año 2012. A través de estas consultas, las comunidades están redibujando las escalas de toma de decisión en el control de sus territorios. Beatriz Rodríguez-Labajos y Begüm Özkaynak examinan 354 casos de conflictos mineros en América Latina provenientes del EJatlas combinando datos cualitativos y cuantitativos utilizando métodos de estadística descriptiva. Alfred Burballa Noria y Leah Temper reflexionan sobre la experiencia de la red europea GPII contra los Grandes Proyectos Inútiles e Impuestos, examinando las diferentes narrativas que impulsan estas infraestructuras como el aeropuerto de Nantes o el TAV de Turín a Lyon, y cómo está creciendo la movilización social contra ese derroche. Por otra parte, otras investigaciones presentadas analizan las causas, tendencias y principales características de los conflictos en un determinado país. Vahinala Raharinirina recopila y analiza 14 casos de conflictos ambientales glocales en Madagascar, examinando los procesos históricos y sociopolíticos en los que se enmarcan y los diversos actores que promueven y se oponen a las actividades en disputa. Mario Alejandro Pérez-Rincón presenta un amplio inventario de conflictos ambientales en Colombia, identificando las actividades y actores generadores de conflicto, y los mecanismos de resistencia desplegados por los afectados, en un ejercicio de ecología política estadística. Por último, Pablo Gilolmo Lobo realiza un análisis espacial del reparto actual de la tierra en la región de Otjozondjupa (Namibia), concluyendo que la diferencia racial como criterio de acceso a la tierra ha sido reciclada bajo un criterio de clase y productivista.
En la cuarta sección, postales del atlas de justicia ambiental, se presenta en forma de fichas breves tres ejemplos de procesos de mapeo sistemático de conflictos en el marco del EJatlas. Los conflictos en España fueron mapeados por Amaranta Herrero y los de Ecuador por Sara Latorre. La ficha elaborada por Lucía Argüelles, Leah Temper y Beatriz Rodríguez-Labajos presenta un análisis de conflictos de acaparamiento de tierras en África, reflexionando sobre su relación con el HANPP (Apropiación Humana de la Producción Primaria Neta) y las nuevas relaciones Sur-Sur.
En la sección sobre redes de resistencia nos desplazamos a Nueva York dónde nos sumamos a la manifestación contra la inacción del poder político ante el cambio climático. Kevin Buckland nos muestra Nueva York y el Rio Hudson a través de una travesía reivindicativa. Josep Maria Antentas reflexiona sobre diferentes experiencias de movilización en el contexto de la marcha sobre el cambio climático.
Por último, en la sección de referentes ambientales, en una revisión de Carolina Herrmann Coelho de Souza, se presentan elementos clave del pensamiento de Henri Lefebvre para entender la geografía crítica. Milson Betancourt revisa algunas claves de la escuela latinoamericana compuesta por intelectuales como Walter Mignolo o Arturo Escobar que abordan el giro descolonial y reflexionan sobre otras cartografías.
Hoy en día parece que todo el mundo está mapeando. Los artículos de este número de Ecología Política nos recuerdan que los imaginarios geográficos son lugares importantes de lucha socio-ambiental y nos muestran cómo pueden crear nuevas posibilidades geopolíticas. Sin embargo, en medio de esta manía por mapear, debemos ser conscientes de qué información se usa, cómo se usa, de quién la crea y quién tiene acceso, a quién le sirve, así como los potenciales logros y peligros de mapear lo no mapeado y visibilizar lo invisible. Finalmente, los mapas contienen solo una selección arbitraria de información y esconden más de lo que muestran. Pueden ser un vehículo para desafiar el poder solo si las prácticas y los conocimientos científicos que enmarcan su creación son también parte de un proceso transformador.