Ecologista

Tablas de Daimiel, último aviso

Ecologista nº 63, Invierno 2009

Una vez más, tras décadas de sobreexplotación agrícola consentida por todas las Administraciones en el acuífero 23, el Parque Nacional de las Tablas de Daimiel ve arder las turberas a lo largo del cauce del Guadiana. Avergüenza un Parque Nacional que debía ser ejemplo de zona húmeda natural convertido en un paisaje desértico con apenas 5 hectáreas encharcadas. Un lugar donde el principal aporte de agua es la de bombeos como los que en otro tiempo lo desecaron. Y que para retener a duras penas ese gota a gota necesita de presas que lo convierten en un simple embalse.

Las Tablas de Daimiel hace tiempo que perdieron los valores ecológicos que las hicieron merecedoras de ser declaradas Parque Nacional, y ahora son el objeto de sendos expedientes por parte de la Unesco y de la Unión Europea, que por fin se hacen eco de las denuncias y quejas de los grupos ecologistas. Parece también que tanto el Parlamento como la Fiscalía están dispuestos a tomar cartas en el asunto.

En esta circunstancia el Gobierno ha aprobado por trámite de emergencia las obras que permitirán el envío de agua desde el río Tajo, a través de la llamada "tubería manchega", a las Tablas de Daimiel. Ha decidido extraer 20 Hm3 de agua de un río enfermo para hacerla llegar a un acuífero hace tiempo moribundo y sin signos de mejora.

De nuevo, se exprime forma irresponsable e innecesaria la cuenca del Tajo, cuyos embalses de cabecera apenas están al 16% de capacidad y cuyo principal río, sangrado reiteradamente por el Tajo-Segura, sufre una degradación ecológica brutal.

Pero ante la vergüenza de tener un Parque Nacional así, escandaliza mucho más saber que quienes son los culpables de esta situación se lucraron provocándola, se volvieron a lucrar con un Plan de Compensación de Rentas con el que prometieron cambiar y, si nadie lo remedia, volverán a lucrarse con el Plan Especial del Alto Guadiana. Todo ello promovido y jaleado desde una Administración central y autonómica cómplices del que seguramente será uno de los delitos ambientales colectivos más grande de la historia de España y uno de los mayores fraudes a las arcas de la UE y, sobre todo, del Estado.

Resulta también estremecedor, casi repulsivo, que la tubería manchega, una vez ha visto la luz al socaire de la especulación urbanística de Ciudad Real, vaya a aparecer ahora como salvadora de las Tablas. Precisamente la misma infraestructura que el Patronato del Parque Nacional rechazó en 1989 por considerarla contraproducente para el futuro de las Tablas de Daimiel. Bien se sabía que la disponibilidad de agua de otra cuenca era la excusa perfecta para no cambiar nada. Para que los causantes de la catástrofe se situaran en la postura cómoda de esperar que la solución llegara desde fuera.

Así, todos nos preguntamos si seguir trasvasando agua del Tajo es una decisión acertada. La lógica y los hechos dicen otra cosa. Dicen que a lo mejor no se puede mandar agua del río Tajo porque está seco. Dicen que el Parque necesita más de los 20 Hm3 pedidos y que de éstos sólo llegarán con suerte el 80%. Dicen que nada garantiza que se tome por costumbre usar agua trasvasada para salvar las Tablas y nos olvidemos del ecosistema natural que fue. Y dicen, y lo hacen con rotundidad, que lo razonable y lo justo es que el Parque Nacional se salve con agua del Guadiana.

El Ministerio ya ha dicho que va a verter a las Tablas 6 Hm3 utilizando sólo los sondeos de su titularidad en el propio Parque. No parece tan difícil, por tanto, que si se usa el agua del acuífero a través de los pozos cercanos, posibilidad que ampara la Ley de Aguas, se puedan alcanzan y superar los volúmenes que se demandan del Tajo.

Salvar las Tablas con agua del Guadiana se puede y se debe hacer, pero para ello hace falta una cosa, políticos con la dignidad y valentía suficiente para hacer cumplir las leyes de una vez. Por desgracia, parece que de eso no se dispone ni en Madrid, ni en Castilla-La Mancha. Si las cosas no cambian ya, las Tablas de Daimiel dejarán de ser parque nacional y el Plan Especial del Alto Guadiana quedará como el último y fallido intento de salvarlas.

 

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