La crisis sanitaria provocada por el coronavirus ha sacudido al mundo. La pandemia ha evidenciado la ruptura del equilibrio entre el medio ambiente y los seres que habitan el planeta. En este tiempo, casi todo se ha parado y hemos podido reflexionar. Han fallecido muchas personas y la crisis sanitaria ha dejado al descubierto nuestra vulnerabilidad y nuestra interdependencia. La covid-19 ha puesto sobre la mesa lo que las organizaciones ambientales venimos denunciando, lo insostenible de un sistema basado en la explotación sin límite de los recursos naturales y la destrucción de los ecosistemas.
Esta crisis sanitaria muestra las múltiples crisis que sufrimos: la pérdida irreparable de biodiversidad, el cambio climático y el excesivo consumo de materias primas y energía, entre otros. También la crisis social, la precariedad laboral, las desigualdades, las migraciones, feminicidios, racismo... Al mismo tiempo, la pandemia nos ha permitido valorar los servicios públicos, sobre todo la sanidad pública. También a las personas que mantienen los cuidados en los núcleos familiares, casi siempre mujeres.
Por eso, la vuelta tras el encierro de la pandemia debería ser a otra normalidad. Donde las políticas neoliberales que se vienen aplicando sean abandonadas. Porque es necesario proteger la biodiversidad, para que siga siendo nuestro escudo frente a los nuevos virus y escenarios parecidos que están por venir, como advierte la Organización Mundial de la Salud. Por ello, debemos seguir denunciando la crisis climática, con la pérdida de ecosistemas que nos aboca a tomar medidas para que esta situación no se repita. Y ahora que se está tramitando el proyecto de Ley de Cambio Climático y Transición Energética debemos exigir mayores compromisos para conseguir limitar globalmente la subida de las temperaturas por debajo de los 1,5 ºC, como defiende la comunidad científica. La transición ecológica no puede esperar. Los informes recientes indican que las temperaturas siguen subiendo. Por ejemplo, los datos de este mes de mayo indican que ha sido el más cálido desde 1965, con una temperatura media de 19,3 ºC, unos 2,7 ºC por encima de la media en la serie estudiada.
Por otra parte, no podemos seguir respirando un aire que mata a miles de personas cada año. La covid-19 ha afectado más, precisamente, a las personas que residen en las zonas más contaminadas. En este sentido, la crisis sanitaria ha permitido comprobar que, si rebajamos de forma drástica el uso del coche, el aire que respiramos se vuelve mucho más limpio. Y esto sirve también para la aviación y los cruceros; no es posible seguir alimentando un sistema de viajes sin control y baratos con una huella de carbono inaceptable.
La bicicleta debe mantener el protagonismo que ha adquirido de forma espontánea en las grandes urbes en este tiempo de confinamiento. Los beneficios de la movilidad en bici han sido reconocidos en varios países y sus gobiernos ya han prometido más calles peatonales, abiertas a la bicicleta. Además se debe multiplicar el servicio público de transportes para poder viajar sin riesgo al contagio. Tenemos que ir a un modelo de transporte que facilite los desplazamientos a pie y en bicicleta y priorizar el transporte público colectivo.
Urge poner en marcha todo lo que hemos aprendido durante la covid-19. En lo referente a nuestro sistema alimentario, las grandes superficies han sacado rédito del cierre de mercados de cercanía y las dificultades para la venta directa. Necesitamos una salida que apoye a la pequeña producción, las redes locales y la agroecología. Es el momento de modelos de producción, transformación, distribución, comercialización y consumo agroalimentarios ecológicamente viables y justos.
Por todo esto, la salida del coronavirus debe hacerse sin perder de vista a las personas; debe ser una salida social y ambiental justa. Poner los cuidados en el centro, y no asignados a la esfera privada y a las mujeres. Se debe rescatar de la crisis a las personas, no a multinacionales y empresas que privatizan, explotan y contaminan. Es necesaria una transición con justicia social y ambiental.