No hay duda de que las cosas no van bien para el medio ambiente. Pero también es cierto que hay una mayor conciencia en la sociedad de esta situación, lo que no deja de tener importancia si asumimos que de manera previa a cualquier modificación de comportamiento hace falta un cambio en la forma de percibir la realidad. El ecologismo ha tenido un papel central en el aumento de esta conciencia sobre los problemas ambientales que se ha producido en las últimas décadas, así como en la ardua tarea de ir creando tejido social para facilitar el cambio necesario hacia una sociedad más justa y ambientalmente sostenible. Y las publicaciones que recogen el pensamiento ecologista son una pieza central en esta contribución.
Haciendo un poco de historia, hace casi treinta años, en 1977, surgió la primera revista ecologista con distribución comercial en el Estado español, Alfalfa, una interesante experiencia que apenas se mantuvo un año. Poco después vio la luz El Ecologista , en noviembre de 1979, surgida a partir de 34 colectivos y organizaciones ecologistas, junto a muchos miembros individuales. Aglutinaba, en definitiva, a la mayor parte del movimiento ecologista de la época. Pero esta publicación tampoco duró más allá de 11 números.
Años después, en 1993, en un entorno de publicaciones sobre medio ambiente mucho más diverso, aparece Gaia, la revista de la Coordinadora de Organizaciones de Defensa Ambiental, CODA. Gaia se convierte, en 1998 y tras la creación de Ecologistas en Acción -a partir de la unión de 300 grupos de todo el Estado- en la revista de esta confederación. Pero Ecologistas en Acción enseguida cambia de cabecera y recupera la de El Ecologista en el verano de 1999.
Desde entonces hasta hoy El Ecologista ha venido publicándose con regularidad y, en buena medida, reflejando el trabajo y los pensamientos de las personas y organizaciones que componen Ecologistas en Acción o su entorno próximo, convirtiéndose en la publicación más representativa del ecologismo social.
Es ésta una corriente del ecologismo que sostiene que el impacto que la actividad humana ejerce sobre la naturaleza es fruto de los mismos principios que sustentan la dominación del hombre por el hombre; que tanto como luchamos por salvar la biosfera, así debemos de tratar de eliminar la dominación, ya sea en cuestiones de raza, género, identidad sexual o explotación de clase. Y que la causa más inmediata de la crisis ecológica actual es el conjunto de relaciones económicas y sociales que conocemos como capitalismo.
Tal y como está el panorama editorial, con una cada vez mayor concentración de publicaciones en pocas manos, y normalmente ligadas a poderosos grupos económicos, la independencia de El Ecologista se hace aún más relevante. Y es que, si algo caracteriza a este proyecto editorial que con tanta ilusión apoyamos muchas personas y colectivos es que sólo nos mueve un fin: conseguir un medio ambiente más saludable en un mundo más justo. Y esto marca diferencias notorias con muchas publicaciones, muy atentas a cuestiones de rentabilidad o de defensa de intereses no siempre explicitados.
Es claro que en El Ecologista nos podemos equivocar, pero los análisis son honestos y rigurosos. A la vez, el hecho de que todas las contribuciones y aportaciones para realizar la revista sean voluntarias y desinteresadas económicamente da una tremenda credibilidad a lo que se produce.