Ecologista

Editorial: Diez años claves

Ecologista nº 54, Otoño 2007

El Consejo de Ministros aprobó, el 20 de julio, la Estrategia Española de Cambio Climático y Energía Limpia. Al tiempo, el presidente Zapatero repetía su “firme compromiso” para la lucha contra el cambio climático e insistía en presentar esta lucha como una oportunidad de nuevas y mejores opciones de desarrollo antes que como una traba al mismo. A pesar de ello, se evidencia una duplicidad de discursos de los ministerios de su Gobierno. Frente a un Ministerio de Medio Ambiente, que en la estrategia contra el cambio climático señalaba un ahorro neto de consumo de energía del 1% en promedio para los próximos años, se pronunciaba con mucha rotundidad el Ministerio de Industria, presentando sus planes de futuro hasta 2016 con crecimiento del consumo de combustibles fósiles y de energía total. Para mayor preocupación, cuando se les pedía aclaraciones sobre la evidente esquizofrenia gubernamental, el Ministerio de Medio Ambiente no fue capaz de aguantar el pulso y se desdecía del compromiso que había defendido hasta ese momento.

Pulsos políticos al margen, los resultados del Gobierno en lo relativo a consumo de energía y emisiones de gases de invernadero se parecen mucho a una botella que unos quieren ver semillena y otros semivacía. Para los primeros se ha revertido la tendencia de los últimos 10 años al inc reme nto de la intensidad energética. Así lo probarían los datos de 2006, al compaginar un crecimiento del PIB de un 4% con la reducción del consumo de energía primaria en más del 1%, al tiempo que han ganado peso porcentual las tecnologías con menores emisiones específicas. No resultaría ajeno a esta evolución el inc reme nto de la dotación de fondos para políticas de ahorro y eficiencia que se han multiplicado por más de 8 desde el gobierno anterior –alcanzando los 250 millones de euros entre aportaciones de la tarifa eléctrica y de los presupuestos del Estado y de las CC AA–. Junto a ello, una política de precios energéticos que ha conllevado aumentos mayores de tarifas para los sectores más consumidores (revirtiendo la tendencia anterior), sectores que responden a las mismas con inc reme ntos de eficiencia. Además de acciones simbólicas en la administración (y en ciertas empresas) como la reducción del aire acondicionado que inducen comportamientos similares en la ciudadanía. Y, finalmente, el discurso de la Ministra de Medio Ambiente, cuajado de los grandes principios ecologistas, al que con cierta frecuencia se suma el mismo Zapatero, que contribuye a legitimar y operativizar las ideas ecologistas.

Para la perspectiva “semivacía” es evidente que sólo un año (con una climatología bastante favorable, además) es poco tiempo para hacer pronósticos de tendencia. Y que tienen más peso en lo ocurrido la persistencia desde 2002 de precios energéticos internacionales altos que los publicitados pero tímidos programas de ahorro. Por no hablar de las políticas abiertamente contrarias a la contención de emisiones como el desarrollo del PEIT, o el generoso reparto de permisos (que no derechos) de emisión a sectores industriales que presentan cifras récord de beneficios, o la utilización masiva y descontrolada de mecanismos de flexibilidad en países empobrecidos. O de la abismal distancia entre los principios repetidos y las políticas concretas de desaladoras, embalses irracionales, declaraciones de impacto que son declaraciones de guerra al medio ambiente... El inventario de dudas, vacilaciones y demoras sería muy largo de enunciar.

Para el ecologismo social la situación actual es mucho más abierta y motivadora que la anterior. Hoy se contempla, siquiera sea tímidamente, la posibilidad de reducir en el futuro el consumo de energía, mientras hace sólo unos años la misma idea chocaba con un muro de incomprensión infranqueable. Por ello, sin renunciar nunca a un cambio radical del modelo social que permita llenar de contenido real y sustancial términos como sostenibilidad, pueden y deben ahora conseguirse avances importantes en el corto plazo que permitan contener el cambio climático dentro de lo tolerable. Debemos repetir, con los mejores y más prestigiosos expertos en el clima, que lo que ocurra en los próximos 10 años es definitivo. Y la receta para empujar a la sociedad en la dirección que creemos indispensable es emplear tan extensamente como podamos la movilización social. Una herramienta no por conocida y empleada, menos eficaz.

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