Política Exterior

España busca análisis y debate internacional

por Cristina Manzano y Áurea Moltó

Política Exterior nº 141, Mayo / Junio 2011

Los españoles apenas han iniciado el camino para participar activamente en el debate global. Las revueltas árabes son, sin embargo, un ejemplo de la legitimidad de la voz exterior del país. La crisis económica no impide utilizar mejor recursos internacionales que ya existen.

Desde que prendió la chispa de las revueltas en el mundo árabe, los medios españoles andan a la caza de expertos. La información internacional ha cobrado de repente un relieve que el apabullante foco en lo nacional y en lo local le ha escatimado tradicionalmente. Los responsables mediáticos buscan quien explique las raíces, narre los acontecimientos o trate de predecir sus consecuencias, y las audiencias se han mostrado ávidas por conocer más y comprender mejor. Solo en febrero, cuando todavía no se había producido la catástrofe en Japón, el espacio dedicado a las cuestiones internacionales más que triplicaba el que había tenido en enero, según un informe de la consultora Acceso.

La buena noticia es que buscaban expertos... y los han encontrado. Un buen número de académicos, corresponsales e investigadores de think tanks y otros centros especializados han compartido con lectores, oyentes y espectadores sus amplios conocimientos en la materia. Porque, además, precisamente en Oriente Próximo y el norte de África, España cuenta con una larga y profunda trayectoria que abarca los más diversos campos del saber, desde la lengua, la historia y la cultura, hasta las relaciones políticas, exteriores, religiosas, económicas o empresariales.

La importancia de lo internacional, no obstante, trasciende el momento informativo. La crisis en la zona euro, la intervención en Libia o el debate sobre la energía nuclear son ejemplos del grado de exposición al mundo de un país como España. Por ello, es el momento de asumir el papel que nos corresponde en los foros internacionales donde se elaboran y discuten ideas y políticas. El primer paso debe darse dentro, consolidando la red de expertos y organizaciones que desde hace años se dedican al análisis de la política exterior y los asuntos internacionales. Es preciso un mayor compromiso, público y privado. Cualquier país con proyección global necesita esta red, que no solo contribuye a la construcción de una política exterior verdaderamente de Estado, sino que también proporciona mayor visibilidad internacional.

Una voz propia en el exterior

El interés por lo que pasaba fuera de nuestras fronteras ha sido uno de los motores de la transformación de España, y se ha extendido tanto en la política como en la sociedad. En las dos últimas décadas ha ido surgiendo lo que podría denominarse una "comunidad de política internacional" que integra a la universidad, centros de investigación, organizaciones no gubernamentales, medios de comunicación y empresas. La actividad de todos ellos se ve de alguna manera afectada por la política exterior y, más en general, por los asuntos internacionales. Esta comunidad de análisis ha ido incorporando las nuevas cuestiones de un escenario internacional crecientemente complejo. En consecuencia, su trabajo ha evolucionado desde los temas relacionados con las instituciones europeas o la integración en la Alianza Atlántica a otros más transversales, globales, como la cooperación al desarrollo, la expansión del español en el mundo o las cuestiones de género, entre otros. En esta progresión, España se ha dotado de una voz propia para participar activamente en el debate político mundial.

Es cierto que los cambios en el sistema internacional, donde compiten nuevos y emergentes actores con valiosas variables de poder -población, recursos energéticos y medioambientales, reservas de divisas, tecnología- reducen de forma significativa el terreno de juego para España. La crisis económica además está teniendo un enorme impacto en todos los ámbitos, al limitar los recursos -incluidos los de liderazgo- necesarios para actuar en el exterior. Sin embargo, el escenario actual presenta nuevas y atrayentes oportunidades.

Hay que tener en cuenta que nuestro perfil internacional se ha construido en gran medida sobre una serie de logros, reivindicables en la actualidad y que constituyen notables activos para la participación global. Pese a que algunos son de sobra conocidos, no deben considerarse amortizados.

En un repaso de estos activos, cabe empezar por el conocido sentimiento europeísta de la sociedad española. Según datos de 2010 de Eurobarómetro, España está por encima de la media en cuanto a los beneficios percibidos por su pertenencia a la UE (60 por cien de los españoles, frente al 53 de media en la UE). Asimismo, el 71 por cien de los españoles está a favor de la creación de una política exterior común, frente a un 62 por cien de media en la Unión (56 por cien en el caso de Francia).

El sentimiento europeísta y el apoyo a la acción exterior de la UE son activos a la hora de promover y liderar posiciones en la Unión. Así se ha visto en la operación militar en Libia, mayoritariamente defendida por los españoles, y sobre todo por los expertos en política internacional, que reclamaron desde el principio una postura más clara y decidida de la UE en apoyo a la protesta ciudadana en el mundo árabe.

El recorrido democrático de España, su transición y la reforma política, siguen proporcionando una interlocución autorizada con países que concentran gran parte de nuestros intereses políticos, económicos y de seguridad. La experiencia democratizadora fue en los años noventa un eje fundamental de conexión con Latinoamérica. En la actualidad, diversos elementos de la transición española recuperan su valor en las relaciones con los países árabes. Como señalaba José Ignacio Torreblanca en El País, en el Movimiento 20 de Febrero marroquí a favor de las reformas, "algunos se inspiran en el modelo español: un rey que reina pero no gobierna y que ha renunciado voluntariamente a sus poderes para dar paso a una monarquía auténticamente constitucional". Los puntos de contacto que proporciona esta experiencia son múltiples, y no solo en el mundo árabe, también en otros países en proceso de transición o consolidación democrática. En este ámbito, además, la interlocución no es solo política, sino que incluye diversos sectores de la sociedad civil, como los centros de pensamiento y análisis y los medios de comunicación.

Relacionado con lo anterior está la reforma y modernización de las fuerzas armadas españolas y su internacionalización. Según un estudio del Centro de Investi­gaciones Sociológicas de 2009, los españoles valoran positivamente la labor del ejército (un 51,2 por cien tiene buena opinión y un 8,8 muy buena) y creen que su actuación ha contribuido al prestigio internacional del país (el 42,3 cree que bastante y el 10,8, mucho). Por otra parte, el 84,6 está de acuerdo en que España participe en misiones internacionales. Precisamente este tipo de misiones ha sido fundamental tanto en la modernización de las fuerzas armadas como en el respaldo ciudadano a la institución.

España ha pasado de 64 soldados desplegados en misiones internacionales y bases en el extranjero en 1990 a 2.512 soldados en 2010, según el Military Ballance del Instituto Internacional de Estudios Estratégicos. Aunque para algunos el esfuerzo podría ser aún mayor, la evolución ha sido más que notable. De este modo, a la experiencia reformadora del ejército español, se añade la disposición de la sociedad y la capacidad demostrada para formar parte de operaciones que cuenten con el mandato de las Naciones Unidas, dos valiosos recursos para la política exterior.

Otro de los ámbitos en los que España es reconocida internacionalmente es en la lucha contra el terrorismo, específicamente a través del papel desempeñado por la policía, la guardia civil, los servicios de inteligencia y el sistema judicial. Al margen de las opiniones que han suscitado en el exterior algunas decisiones de política antiterrorista, el sistema de lucha contra el terrorismo español goza en conjunto de una alta valoración, dentro y fuera del escenario europeo. El problema del terrorismo, nacional y transnacional, también ha dado lugar a la creación de un área de investigación y análisis con expertos mundiales como Fernando Reinares, quien asegura que "el tratamiento que se da en España a las víctimas del terrorismo y a sus familiares es una referencia para el conjunto de la comunidad internacional". El conocimiento y la experiencia del fenómeno terrorista son hoy fundamentales en la relación de España con países de todos los continentes.

Entre las acciones que más han contribuido a la progresiva mejora de la posición y la imagen internacional de España se encuentra la política de cooperación al desarrollo. De país receptor de Ayuda Oficial al Desarrollo (AOD) en 1980, España se ha convertido en tres décadas en uno de los mayores donantes mundiales: el octavo en 2009, con 5.279 millones de euros. La crisis ha obligado a una reducción de 800 millones (300 millones en 2010 y 500 en 2011) que aleja a España del objetivo del 0,7 por cien para 2012. Pese al recorte, los dividendos del compromiso con el desarrollo son múltiples, "sobre todo a largo plazo si se consigue sostener el proceso de madurez de la política de cooperación al desarrollo", señala Kattya Cascante, experta de la Fundación Alternativas. Para Cascante, la participación de España en los últimos años en foros de alto nivel, e incluso la presencia en el G-20, se debe en gran medida a la proyección de la política de cooperación.

Por otra parte, el trabajo sobre el terreno de los agentes españoles tanto públicos como no gubernamentales ha creado redes con la sociedad civil y las administraciones de los países donde se actúa, fundamentalmente en América Latina y África. Es lógico por ello que la cooperación al desarrollo haya concentrado un volumen considerable del trabajo de los expertos españoles en cuestiones internacionales.

Un asunto que recorre transversalmente la práctica totalidad de la agenda global -desde la seguridad hasta la lucha contra el hambre- es el papel de la mujer. Su transformación es uno de los grandes logros de la sociedad española y supone una fortaleza en diversos ámbitos de la acción exterior, incluyendo la participación en organismos multilaterales y en plataformas civiles de distintos países. Pese al trabajo aún pendiente para garantizar la igualdad y apoderar a las mujeres, España ha dado pasos decididos en los últimos años, como la aprobación de la Ley de Igualdad (2007) y la inclusión de la perspectiva de género en múltiples niveles, de forma específica en la política de cooperación al desarrollo. También los estudios de género se han multiplicado en la universidad española, atrayendo a estudiantes de América Latina, África y los países árabes.

Otra de las cuestiones de la globalización en las que España tiene voz propia es la inmigración. También aquí ha surgido un campo de estudio de gran proyección ante la relevancia adquirida por los asuntos inmigratorios en la política exterior española, en concreto en la relación bilateral con algunos de nuestros principales socios. España ha dejado de ser un país homogéneo. Según la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico, la población inmigrante en España suponía en 2008 el 12,3 por cien, superando a tradicionales receptores de inmigración como Francia (10 por cien) Alemania (8,2) y Reino Unido (6,8). Pese al descenso en la entrada de inmigrantes en los últimos tres años a causa de la crisis, España -al igual que la UE- seguirá siendo un país de inmigración debido al envejecimiento de la población. Por otra parte, su posición geográfica le hace especialmente vulnerable a los flujos irregulares desde el norte de África. España está por tanto en condiciones de impulsar o dirigir cualquier esfuerzo encaminado a formular una política inmigratoria común en la UE.

Un descubrimiento de las últimas décadas ha sido la capacidad de proyección a través de la lengua y la cultura. Esta política es una de las más estratégicamente diseñadas y desarrolladas a través del Instituto Cervantes. La promoción del español seguirá siendo un eje de la acción exterior por tres razones fundamentales: es la lengua de mayor crecimiento en Internet, la lengua de 50,5 millones de hispanos en Estados Unidos y segunda lengua obligatoria para 50 millones de escolares en Brasil. Según el columnista del New York Times Nicholas Kristof, "la lengua esencial para los estadounidenses y que tendrá más aplicaciones en su vida diaria es el español". Kristof titulaba su artículo "Primero hay que aprender español. Después estudie chino". Pero es que también en China hay un creciente interés por la lengua y la cultura españolas. Este auge del español tiene enormes implicaciones para la industria editorial, musical, cinematográfica, el sector educativo y los medios de comunicación.

La ventaja de una lengua común y en ascenso ha sido una de las claves en el surgimiento de multinacionales españolas en sectores como el energético, telecomunicaciones, banca o infraestructuras. Las empresas españolas se han hecho grandes en América Latina, donde entraron como segundo mercado natural gracias a los procesos de privatización de la década de los noventa. Hoy se han implantado en Europa, el norte de África, EE UU y Asia. Precisamente la creación de estas multinacionales ha supuesto un cambio significativo en la posición internacional de España, añadiendo complejidad a la elaboración y ejecución de la política exterior. No es extraño por ello que en el seno de las multinacionales hayan surgido servicios de estudios o departamentos de análisis internacional sectorial. Llama la atención, no obstante, su bajo perfil público -incluso el compromiso- a la hora de promover, dentro y fuera, mayor visibilidad a la comunidad española de análisis internacional, a través de debates abiertos, cátedras específicas en la Universidad, programas de investigación, fellowships en instituciones de prestigio, etcétera, sobre todo teniendo en cuenta los recursos destinados a sus fundaciones. El carácter global que las multinacionales proporcionan a España debe corresponderse con una mayor participación en foros de todo tipo.

Por último, hay una especie de estribillo cuando se habla de la acción exterior española: "nuestras áreas prioritarias son Europa, el Mediterráneo y América Latina". Y así es: concentran la mayoría de los intereses políticos y económicos, de ellas procede la inmigración, existen valores compartidos y hemos adquirido un altísimo grado de relación y conocimiento. Hoy son escenarios de transformación: Europa por la incertidumbre sobre el futuro de la UE, el Mediterráneo por el movimiento ciudadano que pide democracia y América Latina, pese a su diversidad, se presenta como la región con mayor crecimiento de clases medias, con sus demandas de participación política y económica.

Profesionales de lo internacional

El aumento del papel internacional de España se ha visto acompañado del nacimiento, evolución y consolidación de un cuerpo de organizaciones, instituciones y profesionales necesarios en cualquier país que mira más allá de sus fronteras. Son actividades que abarcan aspectos tan diversos como el análisis y la reflexión, la formación o la difusión.

Un ejemplo significativo es la educación superior: hasta el curso 2009-10, y a diferencia de otros países de nuestro entorno, no había en España una licenciatura -ahora grado- en Relaciones Internacionales. Quien quería orientar su carrera hacia el exterior, debía optar por la especialización dentro de otras disciplinas como Ciencias Políticas, Económicas, Derecho o Periodismo, o cursar después algún máster -cuya oferta se inició antes-. Hoy ya hay diversas universidades que ofrecen grados en Relaciones Internacionales y la oferta de cursos de posgrado incluye más de 100 opciones -contando únicamente los de carácter oficial- en centros de todo el país.

Otro ejemplo son las publicaciones especializadas. Más allá de las puramente académicas o de las que abordan solo un ámbito geográfico o temático, el panorama editorial se ha visto nutrido principalmente por tres títulos: Política Exterior, con casi 25 años de trayectoria, un esfuerzo pionero por difundir en español las principales ideas del pensamiento internacional; Vanguardia Dossier, que trimestralmente hace un repaso monográfico a los asuntos mundiales más relevantes; y Foreign Policy Edición española, que con un tono más accesible, controvertido en ocasiones, buscaba trasladar al lector en español el espíritu de su contraparte estadounidense, y con la que la crisis -económica y publicitaria- terminó hace unos meses para dejar paso a su versión digital, www.fp-es.org.

Están, por último, los think tanks o laboratorios de ideas, instituciones que han visto aumentar su papel en todo el mundo a lo largo de las últimas dos décadas. La creciente complejidad que la globalización ha incorporado a asuntos como las relaciones internacionales, la política económica, la gobernanza mundial, el desarrollo o el medio ambiente, entre otros, ha hecho más necesaria que nunca su función de servir de enlace entre el análisis y la política, entre la reflexión académica y la práctica.

Según el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD), los think tanks "son el puente entre el conocimiento y el poder". Aunque muchos siguen confundiendo su actividad con la de los lobbies, su objetivo es generar investigación de calidad sobre los diferentes tipos de políticas públicas que permitan a los políticos y a la opinión pública en general tomar decisiones informadas. En palabras de Daniel Innerarity, "hace falta movilizar comunidades de intérpretes capaces de darles un contexto, un sentido y una valoración crítica. Separar lo esencial de lo anecdótico; analizar y situar en una perspectiva adecuada los datos exige mediadores que dispongan de tiempo y competencias cognitivas". Este tipo de instituciones se encuentran además en la base de una sociedad civil madura, capaz de articularse y de buscar referencias como contrapunto a los poderes establecidos. A su vez, una sociedad civil robusta fortalece la existencia de los think tanks, creando un círculo virtuoso de consolidación.

En España, ha sido en los últimos 10 años cuando se ha reforzado su presencia y su peso en el debate público, si bien en términos meramente numéricos hay todavía una gran brecha en relación con otros países de nuestro entorno. Según el Índice de James McGann de think tanks globales, el principal ejercicio para identificar y medir la influencia de este tipo de centros, España ocupa, con 55 instituciones, la 17ª posición por número de think tanks. Aunque las simples cifras no signifiquen todo, las diferencias son abismales. Estados Unidos, (con 1.816), China (425) e India (292) acaparan los tres primeros puestos. ¿Habrá tal vez una relación entre estas cifras y la ambición global? En cuanto a nuestros más cercanos referentes, Reino Unido cuenta con 278; Alemania con 191; y Francia con 176. Incluso algunos de los recién llegados a la esfera internacional, como Suráfrica y Brasil tienen más institutos dedicados al pensamiento global (85 y 81, respectivamente) que España.

En cualquier caso, la tendencia es positiva y los existentes abarcan un amplio rango de temas. La creación del Real Instituto Elcano en 2001, con respaldo público y privado, respondía a la aspiración de contar con un gran think tanks de referencia que se ocupara de la política exterior española, sin olvidar el resto de asuntos de interés en el mundo. Junto a él, algunos están vinculados a un partido político y ofrecen reflexión desde determinadas posturas ideológicas, como FAES, la Fundación Ideas o la Fundación Alternativas. Otros lo hacen desde planteamientos independientes, como Fride (Fundación para las Relaciones Internacionales y el Diálogo Exterior) o el European Council on Foreign Relations (ECFR), más orientados ambos a las políticas europeas; Incipe (Instituto de Cuestiones Internacionales y Política Exterior), dedicado prioritariamente a asuntos de defensa y no proliferación; Cidob (Centro de Estudios y Documentación Internacionales de Barcelona), pionero en España, que nació en los años setenta con el afán de poner al alcance de los investigadores unos recursos de difícil acceso entonces en nuestro país y que ha ido ampliando significativamente su capacidad de análisis y proyección, o como el ICEI (Instituto Complutense de Estudios Internacionales), adscrito a la Universidad Complutense. Algunos, por último, se centran en cuestiones específicas, como el Iecah (Instituto de Estudios sobre Conflictos y Acción Humanitaria), o en determinadas regiones, como el IEMed (Instituto Europeo del Mediterráneo).

Simultáneamente, han surgido organizaciones más de acción que de reflexión, como el Centro de Toledo para la Paz, cuyo principal objetivo es la diplomacia de segunda vía y la mediación en conflictos; el Club de Madrid, una asociación que reúne a cerca de 70 expresidentes y exprimeros ministros de países democráticos de todo el mundo; o DARA, una agencia que aspira a mejorar la calidad y la eficacia de la ayuda humanitaria mediante herramientas como la evaluación y la investigación.

Algo que todavía no se ha producido aquí es el flujo de profesionales entre el sector público y este tipo de instituciones, tan habitual en otros países. Barack Obama, por ejemplo, ha tenido como mentor en política exterior a Lee Hamilton, experimentado congresista con una amplia trayectoria en la arena internacional y que hoy está al frente del Woodrow Wilson International Center for Scholars. El equipo de transición de Obama estuvo liderado por John Podesta -que ya había trabajado bajo las órdenes de Bill Clinton-, presidente del Center for American Progress, de donde procede también Dan Restrepo, asesor para América Latina en el Consejo de Seguridad Nacional. Richard Haass, presidente desde 2003 del prestigioso Council on Foreign Relations, trabajó bajo las órdenes de los dos Bush, padre e hijo, intercalando en su carrera temporadas en otras instituciones como Brookings o el Carnegie Endowment for International Peace.

Uno de los principales desafíos de todos estos centros, en todo el mundo, es cómo ser sostenibles sin perder su independencia. En el caso español, la falta de tradición, una escasa cultura filantrópica y la apabullante realidad de la crisis económica han añadido fuertes elementos de tensión en el momento en que su actividad comenzaba a despegar. Los recortes en los presupuestos públicos, por un lado, y la falta de visión y compromiso del mundo corporativo -salvo algunas excepciones-, por otro, pueden poner en riesgo su futuro.

Además, España apenas ha iniciado el camino que le permita participar activamente en el debate global. Pocas son las firmas españolas que habitualmente se leen en los medios de influencia mundial, como Financial Times, The New York Times o The Wall Street Journal. Pocos españoles son entrevistados por los grandes rostros de las cadenas globales, como Fareed Zakaria en CNN, Riz Khan en Al Jazeera, o Stephen Sackur, de Hardtalk, en BBC News. Y aunque creciendo en presencia y abriéndose camino poco a poco, todavía no son muchas las voces que desde nuestro país se oyen en los debates académicos o intelectuales más trascendentes.

Volviendo al Índice de McGann, de los 75 think tanks nominados entre los más influyentes del mundo figuran tres españoles: FAES, Fride y el Real Instituto Elcano. Sin embargo, ninguno de ellos aparece en la lista de los 25 mejores del mundo y uno solo, que no estaba en la selección inicial, Cidob, lo ha hecho en el ranking de los 50 mejores entre los no norteamericanos. Por otra parte, todavía está pendiente que surja una institución no partidaria, plural, independiente, dedicada específicamente al análisis de la política exterior española y de las diversas opciones internacionales para el país.

El momento de España

El proceso está en marcha, pero todavía tiene mucho camino por recorrer. Es fundamental que las diferentes instancias, desde las administraciones públicas a la universidad, desde los partidos políticos al mundo empresarial, comprendan la labor que realiza la "comunidad de análisis internacional", la utilicen en la medida de sus necesidades y respalden su independencia con un mayor compromiso y mayores recursos. Esta comunidad produce un bien difícil de medir en rentabilidad directa, pero cuantificable en lucro indirecto. Porque un país moderno y avanzado, que aspira a seguir navegando en un entorno cada vez más globalizado, no puede no contar con una estructura que le permita emitir un pensamiento propio así como interpretar el que viene de fuera.

Y, una vez más, el ejemplo de lo que está ocurriendo en el mundo árabe es paradigmático. España cuenta con un buen número de expertos, teóricos y prácticos que, además de alimentar la necesidad de saber y comprender en nuestro país, deberían hacer oír su voz en el terreno europeo. En ese mismo sentido, el gobierno español tiene a su disposición la capacidad y la legitimidad para acompañar este proceso de transiciones desde una posición más destacada que muchos de nuestros colegas comunitarios. Lo que hace falta es que acompañe también la voluntad política. Es un momento que no se debería desperdiciar.

Cristina Manzano es directora de Foreign Policy Edición española (www.fp-es.org). Áurea Moltó es subdirectora de Política Exterior.

 

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