Política Exterior

Veinte años de "Política Exterior". La transformación de España

Política Exterior nº 115, Enero / Febrero 2007

Lectores, suscriptores, empresas. Gracias a su apoyo vive hoy, 20 años después, la revista que tiene en sus manos, querido lector. Ésta no es una obviedad, sino un hecho sumamente complicado, compuesto de muchas decisiones: de contenido, economía, de calidad, interés del lector medio, de búsqueda de asuntos tratados, de fiabilidad, serenidad, perspectiva. Se trata, además, de hacer un cierto juego limpio. Algunos sociólogos hablan de millares de circunstancias y decisiones entrecruzadas. Pero el hecho es que estamos hoy aquí, con 20 años cumplidos y no pocos deseos de seguir.

¿Qué hemos hecho? Informar, estudiar, discutir, analizar, debatir, investigar. Algo que la prensa –nos referimos, claro, a la prensa digna de este nombre, que algunos llaman enfáticamente gran prensa– ha nacido para hacer. Nació hace 200 años más o menos y su vida ha coincidido con un enorme avance de la humanidad. Allí donde ha habido prensa, periódicos o revistas , especializadas o no –la nuestra no lo es– ha habido más avance, material e inmaterial. Perdonen por recordar cosas sabidas.

Política Exterior ha sobrevivido y progresado gracias a cuatro apoyos: lectores, en número superior al esperado; suscriptores, cuya fidelidad nos admira; consejeros, en un consejo de administración que apenas ha variado a lo largo de estos 20 años; y empresas. Las empresas han apoyado a Politica Exterior, desde la primera de las españolas, en el sector de la telecomunicación, hasta las grandes sociedades de energía, banca, automoción, seguros o grandes almacenes, pasando por gigantes mundiales, desde General Electric hasta DaimlerChrysler. También ha contado, en ocasiones enormemente, el peso de colaboradores de calidad; no por sus nombres solemnes, sino por lo que representa de apoyo a nuestra cabecera la presencia de ciertas firmas. Les damos las gracias sin disimular, perdón, una cierta emoción.

Independencia, calidad. Son palabras que, de puro manidas, abusadas, falseadas, apenas tienen hoy significado. Y, sin embargo, nuestro esfuerzo se ha volcado ahí, en lograr que estos términos pudieran recuperar su significado. Lo hemos hecho de verdad y eso lo saben nuestros lectores, suscriptores, anunciantes y consejeros. Ante esos cuatro grupos, no es necesario explicar con detalle esta doble aspiración. Los cuatro saben hoy que empezamos a ganar otra prueba, la prueba del tiempo. Eso está bién, da un cierto confort.

En 1987, afirmábamos una aspiración, una exigencia. Utilizábamos un lenguaje más vehemente, menos desengañado, menos usado por la vida. Añadíamos: calidad significa también imparcialidad. Pero ser parciales, decíamos, no significa ser neutrales. En ello nos reafirmamos hoy. No somos, evidentemente, neutrales: tomamos partido en cada número. No queremos ser solemnes. Tratamos de mantener una cierta modestia. Pero estamos en esta profesión para defender la veracidad, primer valor de un periodista del siglo XVIII, también del siglo XXI.

En esta materia, esencia del periodismo, reconocemos que la tecnología ha aportado pocos cambios. Aunque la facilidad de escribir y divulgar es hoy de tal naturaleza que el debate se ha multiplicado por cien, por mil, casi hasta el infinito. La penetración del mensaje, explicaba Toynbee, es también un argumento a favor de la veracidad. La verdad es un valor. Si ese valor se predica en 100 hojas de periódico primitivo tiene un valor. Si se predica electrónicamente, la intensidad del mensaje no cambia solo el grado sino su naturaleza. El valor multiplicado de la verdad transforma la verdad: la flecha se convierte en un poderoso brulote. Posiblemente algo así ha comenzado a pensar el todavía presidente de la Federación Rusa o el presidente de Estados Unidos, ambos cogidos en dos guerras de elección, dos invasiones que deberían haber sido objeto de negociación.

El mundo marcha peor cuando algunos responsables tratan de engañar a sus electores, cosa que ocurre ahora, desde Argelia a Rusia, desde Cuba a EE UU. Pero ocurre ahora menos que 1935, por ejemplo. No descalificamos a los magrebíes ni a los rusos, nos limitamos a decir que están gobernados por líderes que mienten a sus electores, y lo hacen sabiendo que mienten. En ocasiones, la mentira es de efecto salutífero, una vacuna para el mañana.

El informe Baker-Hamilton, sobre la situación en Irak, afirma en sus primeras páginas: “Los proyectos políticos son difíciles de llevar a cabo cuando se selecciona sistemáticamente la información de modo que se minimicen las discrepancias sobre los objetivos”. Algunos gobiernos, el de Rusia con Vladimir Putin o el EE UU con George W. Bush, han manipulado la realidad: han mentido (queremos decir, se miente cuando se sabe que se miente). Es más difícil que lo vuelvan a hacer si desde distintos ángulos, distintas publicaciones delatan la mentira. No hablamos en términos morales sino en planos estrictamente prácticos. No es posible la vida en democracia sin unas bases de respeto a la realidad, a la veracidad.

Los dos presidentes mencionados se han valido del miedo de sus electores: han explotado el miedo de las gentes en su intento de controlar, al menos durante un tiempo, la voluntad popular. “El miedo, escribe Tzvetan Todorov, es un consejero miserable: hemos de tener miedo de aquéllos que viven en el miedo”. Eso es lo que había sostenido, 70 años antes, Franklin Roosevelt. El enemigo de cada ciudadano individual es el miedo. “En los países totalitarios –volvemos a Todorov– la verdad es sistemáticamente sacrificada en la barahunda de la victoria. Pero en un Estado democrático, la verdad tiene algo de sagrado. En la veracidad descansan las bases de la democracia”. Quizá no se debieran poner ejemplos, recurrir a citar personas, pero resulta indispensable si se quiere llegar a un a cierta claridad, de fidelidad al lector: vivimos en el día, debemos referirnos a lo que vemos, oímos u olemos hoy, en el invierno de 2007.

Colaboradores. Esta revista no es una revista de artículos. Pedimos a nuestros colaboradores que investiguen, analicen, escriban y opinen. Lib reme nte. Aunque siempre de acuerdo con un guion, con la pauta que la revista trata de establecer. “Necesitamos abordar este problema”, decimos a cada autor, antes de que se ponga a la tarea. Así hemos hecho mas de un centenar de números de Política Exterior .

Este mismo número 115 es ejemplo de ese sistema de trabajo. Once ministros de Asuntos Exteriores, responsables de la política española en el mundo desde 1975, explican cómo han enfocado los problemas en estas tres décadas. Pero éste no es un número extraordinario. No es de calidad extraordinaria. Es un número especial, pero es un número más. Hay, como en otros, grandes firmas, Hubert Védrine, Somali Mam, Rodrigo Rato, Michelle Bachelet, Javier Solana, Fatema Mernissi… Pero ésta es también nuestra función: poner al alcance del lector los problemas del mundo en el que España vive, ir reme diablemente vinculada ya, sin aislamiento posible.

Desde 1987 hasta hoy –pero enormemente más, mucho más de 20, 40 años– España ha progresado exponencialmente. La España de 1967 es irreconocible hoy. Para una buena parte del país, el aletargamiento ha terminado. La España que sestea parece una España de siglos atrás. Volveremos sobre este asunto capital, y sobre el impacto en un ámbito estratégico, en el que lamentablemente España va mal: el ámbito de la investigación, del avance tecnológico y de las patentes españolas registradas cada año. Éste es un punto crucial de nuestra preocupación y a él dedicaremos otros trabajos, además de los que hoy incluimos en este número, debido a un gran autor británico, Chris Patten, y al investigador español Juan Carlos Izpisúa.

Proliferación. No nos referimos a problema alguno relacionado con el TNP. Hablamos de la riqueza con que han surgido en Europa, también en el suroeste de Europa, en España, las entidades de estudio y difusión del pensamiento global en estos 20 años. Cuando Política Exterior sacaba a los quiscos su número 1 perduraba en España la desgana, la apatía. Seguíamos desentendiéndonos de Europa, América, el mundo…

A pesar del aldabonazo que representaron los meses de Areilza en el ministerio de Asuntos Exteriores, apenas desaparecida la dictadura, en los primeros meses de la monarquía (1975-76); a pesar del buen trabajo de Oreja y Pérez-Llorca; a pesar del empujón en el orden exterior tras la llegada al poder de Felipe González, en 1982, la mayoría de la sociedad española permanecía anclada en su autarquía mental, heredada del ordenado, austero y duro canovismo. Una España pesimista y débil, temerosa, con razón, de que ninguno de los grandes –entonces Reino Unido, Francia, Alemania– le ayudara, salvo para utilizarla. Estrategia de máxima prudencia. Más de 100 años después, España se ha alejado de ese mal panorama.

Tenemos peligros ante nosotros. Repetimos: investigación científica, patentes, tecnologías (también, migraciones, energía o, como decía un amigo israelí, “unas gotas de terrorismo”). Pero el país ha dado la vuelta: su potencia cultural y económica hacen hoy de él uno de los 20 Estados atrayentes del mundo para la inversion financiera o la inversión cultural, no solo para el turismo.

¿Ejemplos? Cuando Política Exterior empezó, estaba perfectamente sola en el mercado. Hoy existen en España dos decenas de instituciones, grandes y pequeñas, dedicadas a estudiar no solo los mercados mundiales sino el mundo, con sus riesgos estratégicos, sus evoluciones institucionales, cambios sociológicos, mezcla y choque de culturas… Se ha creado el Instituto Europeo del Mediterráneo, en Barcelona, desarrollado en una gran etapa por Andreu Claret. Se ha creado el Incipe, por la generosidad y el trabajo de José Lladó. Se ha fundado Fride, por el esfuerzo de Diego Hidalgo. También en Barcelona crece el Cidob, consolidado por Narcís Serra, Josep Ribera, Carmen Claudín… Varios institutos se han puesto en marcha en la Universidad del País Vasco, de Navarra, Madrid, Valencia, Sevilla, Granada, Santiago…

Dos revistas compiten con la nuestra, aunque las dos sean ediciones de grandes revistas americanas: Foreign Affairs en Español, editada en Mexico, y Foreign Policy, cuya edición en castellano se distribuye desde Madrid. El ministerio de Asuntos Exterioresa ha echado a andar primero la Casa de América, luego Casa Asia, la Casa Árabe y la Casa África.

Hay sobre todo un órgano, dependiente del Estado y del sector privado (cuatro ministerios y 12 empresas) responsable de coordinar esos esfuerzos, el Instituto Elcano, fundado hace seis años en Madrid. Pasemos por alto los años en que quiso ser utilizado desde el poder, a raíz de la invasión de Irak y subsiguiente guerra civil en ese país… Lo cierto es que hoy, en su nueva etapa, Elcano se ha convertido en un buen coordinador de la investigación y difusión de las actividades españolas en los distintos frentes exteriores. Lo han logrado en buena medida dos competentes y rectos organizadores, Gustavo Suárez Pertierra, presidente, y Gil Carlos Rodríguez Iglesias, director. Ambos con una historia a sus espaldas que no echarán a rodar, es seguro, en esta etapa. Creemos que a la animación de estos grupos, nacidos después de nuestra aparición, no ha sido del todo ajena la revista Política Exterior .

Si tenemos salud y suerte para seguir empujando durante otros 20 años, será buena señal. D.V.

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