Está ya a punto la Ley del Libro, la Lectura y las Bibliotecas. Viene a sustituir la antigua y dispersa normativa, preconstitucional, adaptándola a la nueva organización del Estado, acordando los distintos ámbitos de autonomía con un marco de colaboración entre las administraciones autonómicas en esta materia.
El presidente de Gobierno, José Luis Rodríguez Zapatero, afirmó en la inauguración del VI Congreso Iberoamericano de Editores, que tuvo lugar en Madrid el pasado mes de octubre, que la Nueva Ley del Libro, la Lectura y las Bibliotecas, con una dotación de 431 millones de euros hasta el año 2014, «pretende llevar el libro donde más se necesita y acercarlo a aquellos que pueden utilizarlo como un elemento de integración social y cívica», solicitando de los Gobiernos que se comprometan a acabar con la lacra de la desigualdad en el acceso a la educación y a la cultura. Y recalcó también la necesidad de seguir favoreciendo la promoción del libro y la lectura, aunque «las cifras son favorables».
Esta ley ha pasado ya por su discusión y aprobación por el Consejo de Ministros y, al escribir este editorial, está pendiente del proceso parlamentario habitual hasta su aprobación por las Cortes Generales. Su presentación a los medios de comunicación por la ministra de Cultura, Carmen Calvo, con ocasión del Liber 2006, había generado ya una gran expectativa entre editores, escritores, libreros, distribuidores, enseñantes, bibliotecarios y demás agentes activamente implicados en este viejo y aplazado asunto. Recordó que desde el año 2004 la dotación de bibliotecas había pasado de 129.000 euros a 9 millones; y afirmó que el objetivo central de la nueva Ley es «consolidar la lectura en los niños de 3 a 11 años».
Es de interés destacar algunos puntos de la Ley del Libro. En primer lugar sus objetivos generales. El primero y más importante es «el impulso a la lectura», para el que se compromete a las administraciones públicas y al conjunto de la sociedad. El segundo es la defensa de la diversidad cultural y del papel central de las librerías; y, finalmente, el objetivo de modernizar la propia definición del libro para adecuarla a la realidad tecnológica actual.
Para evaluar los resultados reales de esta nueva dinámica que la Ley pretende impulsar, crea el Observatorio de la Lectura y del Libro, cuya finalidad práctica será la de emitir informes e impulsar estudios, asesoramiento y propuestas de actuación; además de analizar y evaluar permanentemente la situación del libro, la lectura y las bibliotecas.
La filosofía general de la Ley se basa en hacer de la lectura la herramienta básica para el aprendizaje continuo en la sociedad de la información ; la Ley dedica gran atención a la promoción de la lectura, para aumentar el número de lectores a través de los planes de fomento, que son pautados normativamente por primera vez. Las bibliotecas y la cooperación bibliotecaria se convierten en el punto neurálgico de para la extensión cuantitativa y cualitativa del hábito lector.
Para finalizar, un apunte específico a la literatura infantil y juvenil: se regula una dotación presupuestaria especial para la «la población infantil y juvenil y aquellos sectores más desfavorecidos socialmente».
Esta nueva Ley del Libro se ha hecho esperar, pero ya está aquí. Durante sus largos años de gestación se han multiplicado los planes de fomento, las iniciativas —institucionales y privadas— a favor del libro y la lectura y, aunque lentamente, parece que los índices de lectura progresan adecuadamente. Falta todavía información y coordinación entre los distintos agentes que trabajan en este ámbito en todo el estado. Pero esta Ley del Libro, la Lectura y las Bibliotecas, que ha sido acogida con aceptación general, abre para todos un tiempo de expectativas nuevas y de cauto optimismo. Es una buena noticia para cerrar el año.