En 1928 se produjo el primer viaje a Buenos Aires de uno de los grandes poetas del 27: Gerardo Diego. El santanderino venía madurando el proyecto al menos desde un año antes, pero no se anuncia su partida hasta que ya ha llegado, en el número del 15 de agosto de 1928 de La Gaceta Literaria, cuando se da cuenta del almuerzo de despedida que le han ofrecido sus amigos Pedro Salinas, Dámaso Alonso, Melchor Fernández Almagro, Jorge Guillén, Juan Chabás, etc. En ese texto, se explica que:
Gerardo Diego ha ido a Buenos Aires en calidad de turista, si cabe en un poeta ir de simple turista. Lleva, sobre todo, la curiosidad de conocer el ambiente literario de aquel país y ponerse en contacto con sus escritores.
Acaso -si tiene ocasión- dé unas cuantas conferencias sobre literatura española.
En realidad, los auténticos motivos de su viaje respondían, tanto o más que al afán de conocer, a una visión practica de la vida que Diego siempre supo compaginar con la perspectiva lírica. Años más tarde su biógrafo Antonio Gallego Morell desvelaría que:
Gerardo realiza el viaje con la ilusión de conseguir diversas colaboraciones, seducido por los ingresos que logran Ortega y Pérez de Ayala, entre otros, con sus artículos en distintos diarios sudamericanos, intentando, sin éxito, en este viaje, conseguir la colaboración en La Prensa, donde entonces ya escribían Azorín y el propio Pérez de Ayala (Gallego Morell, 1956: 51).
El balance que hará el propio poeta del viaje fue bastante negativo, pues una enfermedad le había hecho sentirse mal, impidiéndole desarrollar todo el programa previsto. En una carta a su amigo José María de Cossío, escrita nada más regresar a España, se muestra muy desencantado:
Porque he estado enfermo. Por eso he tenido que retrasar mi vuelta. Afortunadamente voy bien. Estoy a régimen alimenticio hasta que se me arregle el estómago. Pero allí me dio la lata. Tuve que guardar cama en B. Aires y en Montevideo y me estropeó planes de viaje y conferencias. Económicamente, mi expedición ha sido casi un fracaso. Salgo après. Gracias a que no me costó el pasaje. En eso he tenido muy mala suerte; ya te contaré. Literalmente, he hecho algunas amistades y he granjeado -creo- buenas estimaciones. He conocido a muy poca gente, porque he vivido muy retirado (Gerardo Diego / José María de Cossío, 1996: 177).
Sin duda las expectativas de Gerardo Diego no se habían cumplido. Pero el viaje no fue ni mucho menos un fracaso. Gracias a él el mundo cultural argentino -y específicamente el complejo ámbito de los poetas de la vanguardia bonaerense- conocieron en el momento oportuno y de primera mano, por uno de sus principales protagonistas, el panorama de la nueva poesía española, la que acabará siendo conocida como Generación de 1927, pues Diego dio dos conferencias en la Facultad de Filosofía Letras de singular interés sobre el asunto.
Por Gallego Morell sabemos que salió el 1 de julio de Barcelona y que coincidió en la travesía con la expedición del equipo del Fútbol Club Barcelona, a cuyo capitán, Samitier, conocía a través de Cossío. Se ve que las giras veraniegas de los equipos no son fenómeno reciente:
Hice el viaje de ida con el Barcelona F. C. Me aburrí bastante porque se pasaban la vida jugando al póker, 7 y media, chamelo, etc. cantidades inabordables para mi pobreza y mi inocencia en esos juegos [...] Allí fui invitado por ellos al hotel a comer y a ver un partido de argentinos donde representé bastante bien el papel de delegado catalán. Después asistí a casi todos sus partidos en B. Aires (Gerardo Diego / José María de Cossío, 1996: 177).
Pero no conocemos la fecha exacta de su llegada. El día 2 de agosto la anuncia la revista Criterio, con evidente retraso, pues esa misma noche recibe una colectiva bienvenida en forma de banquete ofrecido por el grupo de la revista Pulso, como luego veremos.
La impresión que deja la lectura de la última frase citada de su carta a Cossío: «He conocido a muy poca gente, porque he vivido muy retirado», no se corresponde con la que se obtiene de la lectura de la prensa bonaerense de aquellos días. Seguramente, a raíz de la enfermedad, de la que no se repondría totalmente hasta que no fue operado de apendicitis en mayo de 1929, Diego tendría que limitar sus actividades y sus relaciones sociales, y fue esa la sensación que predominó a su vuelta, pero al menos en las primeras semanas tuvo numerosos contactos y agasajos de los poetas argentinos. Veinte años después, con motivo de una visita a Madrid de Leopoldo Marechal, recordaría Gerardo Diego (1948) su amistad en Buenos Aires: «Fue en la gran metrópoli uno de nuestros guías y amigos más adictos y benévolos. Con él, con Jorge Luis Borges, con Paco Luis Bernárdez y con Ricardo E. Molinari corrimos muchas leguas de calle Rivadavia y de Avenida de Mayo».
El mismo Diego dejó constancia en su obra de su relación con los poetas de la revista católica Criterio, que había adelantado su llegada como la de «uno de los poetas católicos de vanguardia más exquisitos de la actual literatura española: Gerardo Diego, autor de Manual de espumas y de Versos humanos» (núm. 15, 14 junio 1928: 468), prestó mucha atención a su presencia en Buenos Aires y organizó alguna de sus actividades. Esta revista, publicada por la Editorial Surgo y dirigida por Atilio Dell'Oro Maíni, reseñó sus conferencias pronunciadas en la Facultad de Filosofía y Letras en la segunda quincena de agosto, publicó sus poemas «La asunción de la rosa» (núm. 26, 30 agosto 1928: 270), «El delfín y la lágrima» (núm. 35, 1 noviembre 1928: 140) de Hasta siempre; y meses más tarde, ya Diego en España, las «Estaciones XII y XIII» de su Viacrucis (núm. 56, 28 marzo 1929: 396), además de su conferencia «Actualidad poética de Fray Luis», pronunciada en Montevideo (núms. 44, 45, 46 y 47, 3 al 24 enero 1929), y de su ensayo «La crisis del horacianismo» (núms. 74 y 75, 1 y 8 de agosto 1929).
Dentro de la programación del Convivio de los Cursos de Cultura Católica, entidad ligada a Criterio, pronunció Diego su conferencia- recital «Confesiones de aprendizaje» el día 4 de septiembre, acto que fue presentado por Atilio Dell'Oro Maíni y por Francisco Luis Bernárdez. Por cierto que en ese ciclo había participado el 12 de junio anterior María Teresa León, por entonces de viaje en Argentina como Sra. de Sebastián Alfaro, con una conferencia-recital sobre la poesía popular española, que una Circular informativa y bibliográfica de los Cursos de Cultura Católica resumía así en octubre de 1928: «recitación de romances religiosos, fronterizos, carolingios, villancicos, etc. De las formas cultas de esa poesía el recital comprendió el romance de La Colmeneruela de Don Luis de Góngora; las Coplas del Alma de San Juan de la Cruz, maravillosamente recitadas; y el romance de los niños de la Mariana Pineda de García Lorca» (p. 55).
La vinculación, en fin, entre Gerardo Diego y este grupo de escritores e intelectuales católicos tuvo su plasmación pública en el banquete que le ofrecieron el 19 de septiembre, miércoles, en el Salón Español del Hotel Jousten los redactores y colaboradores de la revista, encabezados por su director. La convocatoria de este homenaje fue suscrita por un nutrido grupo de figuras de la vida literaria, entre los que merece la pena destacar los nombres de sus amigos Bernárdez, Jorge Luis Borges, Ricardo E. Molinari y el de Baldomero Fernández Moreno, el poeta argentino oriundo de la provincia santanderina, a quien Diego conoció en este viaje, y a quien dedicó poema, estudio y homenaje muchos años después. Gerardo Diego conservó como recuerdo de aquella noche un menú firmado por algunos asistentes. Gracias a él sabemos que la cena, que tuvo un precio de 10 pesos el cubierto, constó de «Hors d'oeuvres Jousten/ Crème d'argenteuile/ Cazuela de merluza à l'española [sic]/Vol au vent à la Toulouse/ Pechuga de Pavo à la broche/ ensalada mixta/ Omelette surprise/ Café», con vinos Barón de Río Negro, blanco y tinto, y «likores [sic]».
En el número de la revista aparecido un día después se recoge una breve noticia del banquete: «Púsose de relieve en esta ocasión la intensa y cordial simpatía que el poeta español ha suscitado entre nosotros» (Criterio, núm. 20, 20 septiembre 1928: 358). Y en el siguiente se publica una amplia reseña del acto, por la que sabemos que el homenaje fue ofrecido a los postres por Tomás de Lara, el responsable de la sección de crítica, que habló también el director Atilio Dell'Oro y que leyeron poemas Rafael Jijena Sánchez, Osvaldo Horacio Dondo, Miguel Ángel Etcheverrigaray, además del propio Gerardo Diego, que contestó a todos con un poema en pareados alejandrinos escrito para la ocasión («Buenos Aires, estribo para el que va con prisa, / la mirada obstinada, la voluntad decisa...»), que con el título «A mis amigos de Criterio» incluyó luego en la sección «Epístolas y retratos» de su libro Hasta siempre (1949). La publicación posterior del poema y su inclusión en su Poesía completa (Gerardo Diego, 1989: 596-597) hizo conocida en España su relación con ese grupo y el homenaje, pero no fue éste el único banquete que le ofrecieron los poetas argentinos, ni ése el único poema con que él lo agradeció.
Es menos sabido que, recién llegado, un amplio grupo de escritores bonaerenses le dio pública bienvenida en iniciativa encabezada por Pulso. Revista de Arte de Ahora, dirigida por el poeta peruano Alberto Hidalgo. La revista Pulso sacó sólo seis números, entre julio y diciembre de 1928. Por la nómina de colaboradores que enseguida se cita fue una de las más representativas de la polémica existencia de la vanguardia poética argentina. Diego conservaría también toda su vida un volante impreso con la convocatoria a la «comida de acogimiento» fechada el 30 de julio y firmada, entre otros, por Macedonio Fernández, Leopoldo Marechal, Raúl Scalabrini Ortiz, Alberto Hidalgo, Homero M. Guglielmini, Francisco Luis Bernárdez, Augusto Mario Delfino, Guillermo de Torre, Ricardo E. Molinari, Roberto Arlt, Raúl y Enrique González Tuñón, Alfonso Reyes, Eduardo González Lanuza, Nicolás Olivari, etc., lo más granado de la creación poética del momento en Buenos Aires. La cena se celebró el jueves 2 de agosto en el Restaurante Tegernsee a las 20,30 horas. Era el primer banquete organizado por la revista, cuyo número inicial acababa de aparecer en julio.
En las contratapas del segundo número de Pulso se ofrece una crónica del banquete, que pondera la abundante concurrencia, pues asistieron sesenta y cuatro comensales. La única ausencia notable, en convocatoria y acto fue la de Jorge Luis Borges, enemistado con el director de la revista, que es ninguneada con intención: «No se advirtió la ausencia de ninguna persona visible en el panorama de las letras argentinas modernas [...] La única persona decente que faltó fue Alfonso Reyes», quien se había excusado por tener una actividad oficial como embajador de México ante el ministro de Relaciones Exteriores. En el transcurso del acto intervinieron Leopoldo Marechal, Raúl Scalabrini Ortiz, Macedonio Fernández y Amado Villar, quien leyó unos versos contestando a otros de agradecimiento leídos por Gerardo Diego que reproduce la revista. El poema se titula «A los muchachos de Buenos Aires» y no sería después recogido en libro ni recopilado en las Poesías completas que preparó Diego al final de su vida, por lo que podemos afirmar que se trata de un poema desconocido del santanderino.
A los muchachos de Buenos Aires
Vedme aquí cordialmente en vuestra casa
bien preso entre los círculos de los abrazos nuevos
que por multiplicados y lentos y opresores
opresores se entiende dulcemente,
hasta el límite justo de la cadena holgada,
me parecen aquellos, los ya viejos, medidos,
que nos ciñen el pecho sin la cinta del sastre.
Vedme aquí respirando los mismos Aires Buenos
que me sabía de memoria,
que entraron y salieron por dentro de nosotros
a cumplir el destino marea de las cosas.
Yo miré el mapa y dije: Allá qué azul tan lindo
y qué luz de gris plata en ese río abierto,
esa herida sin límites que le sangra agua dulce.
Diez y seis singladuras, diez y seis banderitas
y por fin en el mástil más alto, en el que nace
súbito, gentilísimo, raíz de corazón,
el mismo azul y blanco del atlas de mis viajes,
vuestra bandera, amigos, cobijando mi sueño.
Qué bien, dolce, stacatto, el llamado del pecho
en un compás preciso, fidelísimo, límpido,
se me ha acordado al cuatro por cuatro de los tangos,
y es ya su pulso rítmico -tic-tic-tic-tic- y exacto
alumno infatigable de vuestros puros números.
Perdonadme si aún os digo melodías.
Pero el instinto es ritmo y está ya con vosotros.
Amigos, auscultadme y veréis que no miento.
Desconocemos las razones por las que su autor no volvió a publicar este bello poema casi totalmente alejandrino (sólo dos endecasílabos y un eneasílabo entre los veintisiete versos). Tal vez no haya que buscar motivos ocultos más allá de que, sencillamente, no conservó el original. Entre la colección de revistas del poeta, actualmente en la biblioteca de su Fundación en Santander, el segundo número de Pulso está incompleto. Falta la contracubierta, de manera que del poema sólo se conservan los cuatro primeros versos que se reproducen en el interior de la cubierta. He conseguido completar el texto gracias a la eficacia de mi colega y amiga la profesora Irma Emiliozzi, que halló un ejemplar íntegro de esta rara revista en una librería anticuaria de Buenos Aires. Se trata de un poema de circunstancias, como tantos otros sí recogidos después, en el que el poeta santanderino emplea la imagen del ritmo, musical y sanguíneo, para expresar el sentimiento de gratitud y de amistad. Pero no desmerece en absoluto de una producción poética sostenida a lo largo de más de sesenta años.
Bibliografía citada
DIEGO, G. (1948): «Saludo a Marechal», La Tarde, Madrid, 18 noviembre.
- (1949): Hasta siempre, Madrid, Ediciones Jura.
DIEGO, G., COSSÍO, J. M. de (1996): Epistolario. Nuevas claves de la Generación del 27, ed. de Rafael Gómez de Tudanca, Madrid, Universidad de Alcalá de Henares, Fondo de Cultura Económica.
- (1989): Obras completas. I. Poesía, ed. de Francisco Javier Díez de Revenga, Madrid, Aguilar.
GALLEGO MORELL, A. (1956): Vida y poesía de Gerardo Diego, Barcelona, Aedos.