Ínsula

Austral: un caleidoscopio de sueños y tentaciones

por Juan Miguel Sánchez Vigil

Ínsula nº 749, Mayo 2009

Cuando desperté, los australes seguían allí

Austral es el ejemplo del libro de bolsillo, definido por Escarpit como un fenómeno global cuyos elementos no pueden disociarse: «un tipo nuevo de aventura editorial cuya primera manifestación se remonta a 1935, fecha de aparición de la colección Penguin en Inglaterra ». Efectivamente, esta colección fue uno de los modelos a seguir; su precio equilibrado, formato conveniente y contenidos de interés, fueron los ingredientes para abrir un mercado hasta entonces impensable.

Decir Austral es decir universo, globalización, paradigma editorial y compendio de conocimientos. De Rafael Olarra tomamos las palabras que Jorge Luis Borges dejó para la posteridad: «La vida de cada cual está jalonada de música, de amistades, de amores, de ciudades, de episodios gratos e ingratos, y, singularmente, de libros. Debo, en mi caso, tantas revelaciones a tantos hombres que escribieron y a tantos que imprimieron y divulgaron. No ensayaré una lista de lo mucho que compromete mi gratitud a las miles de páginas que la colección Austral trajo a mis manos; sé que en las listas lo único que se advierte son las omisiones. He aquí, pues, un testimonio breve de mi ya antiguo e incesante y, sin duda, futuro agradecimiento».

Leo en Ínsula («Colliure, 1959») las palabras de Luis García Montero ante la tumba de Antonio Machado: «Los cementerios están acostumbrados a ser el mar en el que desembocan las vidas particulares». Camino del mar los ríos a veces se revuelven, y en el caos los hombres huyen, escapan, se esconden en sus silencios y en sus miedos, olvidan. Las aguas buscan los cauces naturales para recuperar el rumbo y sortean los obstáculos, las dificultades. Así lo expresaba la máxima de la intransigencia: per aspera ad astra. Sin embargo, se omitía la consecuencia, porque las estrellas también brillan sobre los cementerios, como brillan ahora sobre la tumba del poeta.

La dificultad fue la que obligó a inventar esta colección cuyo nombre se mantiene vivo, un proyecto surgido de la competencia desleal y de los problemas económicos de la editorial Espasa-Calpe durante la Guerra Civil. Pero además de la coyuntura puntual, aprovechada con gran visión por su creador, Austral nació cuando las llamas quemaron la cultura en los altares y en las trincheras.

En septiembre de 1937, al tiempo que Espasa-Calpe publicaba en Madrid La Guerra de Machado («Pienso en España, vendida toda, de río a río, de monte a monte, de mar a mar»), Gonzalo Losada presentó en Buenos Aires la colección con más fuerza de la historia del libro español. Las causas del origen de Austral fueron dos: abrir una vía de negocio que paliara la falta de ingresos y combatir la piratería que soportaba el sector del libro en América. Losada, con un excelente equipo de colaboradores, liderado por Guillermo de Torre, puso a disposición del gran público títulos de todas las materias y géneros: literatura, ciencia, historia, arte, viajes, política y pensamiento. Su acierto estuvo en la combinación de varios factores, pero fundamentalmente tres: diseño atractivo, formato reducido y precio asequible.

Casi quince lustros después de su creación, con algunas variaciones en el diseño pero sin perder la identidad, los dos millares de títulos de Austral, escritos por más de mil autores, se hallan repartidos por las librerías y bibliotecas de todo el mundo. La colección abrió la época de oro de la industria editorial argentina y reactivó su economía, en una etapa en la que el éxodo de los editores e intelectuales españoles impulsó el negocio del libro en todos los países americanos, especialmente en México y Argentina.

Más allá del aspecto empresarial, su importancia fue, y es, facilitar el acceso al conocimiento y a la lectura a todas las clases sociales, de ahí que escritores, profesionales y lectores refrenden las palabras de Miguel Delibes: «Tradición, prestigio de los autores, diversidad de géneros y noble presentación». Las características que el gran escritor castellano atribuye a la colección coinciden con las esenciales de los libros de bolsillo y con los propósitos de su creador.

Sobre el catálogo, el dedo índice sigue la estela de la negrita y se detiene a golpe de sobresaltos en los autores consagrados, en los títulos releídos y en aquellos que siempre quisimos leer. Por sus contenidos, por la sobriedad del diseño, por esa apariencia humilde que atrae la mirada de quien observa las estanterías, la colección es parte y todo.

Me permito ahora un apunte personal. En los viejos talleres que la editorial Espasa-Calpe tuvo en la calle de Ríos Rosas abrí por primera vez un libro de sobrecubierta azul donde se contaba la historia de un ruiseñor y una rosa. Quedé tan maravillado por aquel cuento, que me entregué a la lectura de todos los libros azules que cayeron en mis manos. Después descubrí los rojos y me sucedió lo mismo, también los negros, los violetas, los amarillos, grises, naranjas y verdes... hasta que cierto día me di cuenta de que me habían atrapado los colores.

Así es Austral: un caleidoscopio de sueños y tentaciones.

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