ADE-Teatro

Desolación: Exordio otoñal

por Juan Antonio Hormigón

ADE-Teatro nº 127, Septiembre / Octubre 2009

Un escritor dijo muchos años aquello que repetimos en ocasiones: "Son malos tiempos para la lírica". ¿Los hay buenos? Pero aquel escritor se refería al ascenso rampante del fascismo y a las persecuciones y calamidades que representaba. La situación no es la misma, puede que porque el color de las camisas ya no sea negro, pardo o azul mahón, y se prefieran los trajes de marcas decorativas, también los de señora, al uniformismo de batalla.

No puedo dejar de pensar en ello cuando medito sobre los avatares de la cultura. Hay casos en que se da un tipo de persecución administrativa que pretende controlarla en términos absolutos. Para los desmemoriados recordaré que tras la rebelión militar de 1936, el general Saliquet que acabó con la legalidad democrática en Valladolid, emitió un Bando poco después con la lista de libros que quedaban prohibidos. Sólo a manera de ejemplo señalo que en la misma figuraban todas las obras de Pérez Galdós o de Juan Ramón Jiménez. ¡Y se decían los salvadores de España!

Pero es bien sabido que existen otras formas de  agresión a la cultura, aquellas propias de un sistema económico que pretende reducirla a mercancía que se compra y se vende sin más. Este imperativo es mucho más sutil y no sólo define la consideración que una comunidad confiere a los dones culturales, sino que establece el sentido real de la gobernación democrática. Ya sé que esto es lo mismo que pedir peras al olmo en un país como el nuestro tan construido sobre apariencias y tan renuente a las convicciones veraces, pero al menos que no se diga en el futuro que nadie lo recordó en este presente.

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Se prevén tiempos oscuros para la cultura, aún más. Los recortes presupuestarios que se anuncian van a repercutir de forma particularmente negativa en el segmento cultural, y me atrevo a añadir que de modo más preciso en el teatro. No hay que olvidar que España tiene uno de los presupuestos más bajos de Europa en este capítulo. Es tanto el desprecio gubernamental de cualquier apariencia que se ha mostrado respecto a la cultura como tal, tanta la ignorancia o deliberada ocultación de cómo funciona en la Europa comunitaria, que nadie alude con responsabilidad a lo que representa y supone, incluso en el campo económico. Detrás siempre late la consideración de oropel, mercancía o lustre turístico.

La crisis profunda de un sistema basado en un dinero ficticio y una ambición y voracidad obsesa de unos cuantos, ha traído esta catástrofe. Es sorprendente los esfuerzos mediáticos de quienes están comprometidos con los depredadores y cobran por ello, para difuminar a los verdaderos responsables y que parezca que son los asalariados los causantes del problema, o todos aquellos que justamente plantean la introducción de transformaciones y mecanismos de control de tanta desvergüenza depredadora. Pero el caso es que las consecuencias, el paro sobre todo, adquiere un volumen que cualquiera puede deducir como riesgo que desemboque en un conflicto social. Ahora vemos que se aró en el agua, se edificaron castillos en el aire, y aquellos "listos" y "príncipes de la fortuna", eran simplemente unos delincuentes. Los gobernantes miraban a otro lado y eran sensibles a sus cantos de sirena.

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¿Qué culpa tenemos los ciudadanos? Quizá que no supimos votar a quien era más adecuado. ¿Pero había alguien que tuviera potencialmente dicha condición? Parece que el sistema aquí y ahora determina que quienes más formación tienen en las diferentes parcelas de la acción del Estado, deben quedar lejos de las tareas de la gobernación. Son las lacras de la derrota de la Ilustración: ¿Recuerdan mi editorial precedente?

Todos los días nos encontramos con propuestas o decisiones de los unos que cortan el aire, y nos hunden en un escepticismo abrumador. Todos los días oímos insensateces y barbaridades de los otros, emitiendo afirmaciones lapidarias respecto a cuestiones que son falsas y fáciles de comprobar: leer no parece un don frecuentado por unos y otros y los de más allá. Obviamente el horizonte ofrece signos de una desolación absoluta, que también supone un signo relevante de quebrantamiento social. Quizás no les importe porque se ve menos, pero asfixia nuestro ser como nación, que no es poco.

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Me parece ridículo tener que escuchar a Rajoy equiparando el saludo romano del fascismo con el puño cerrado de socialistas y comunistas. Es ignorancia, ¡qué le vamos a hacer! Se ha olvidado de que la Unión Soviética fue un componente sustantivo de los Aliados, junto a Estados Unidos y Gran Bretaña, cuando hubo que derrotar en una guerra terrible a los regímenes fascistas, excepción hecha del franquismo, que así nos va.

Encuentro ejemplar el discurso de Obama a las dos Cámaras legislativas estadounidenses, en defensa de su proyecto de seguridad social pública. Estuvo pleno de convicción, de razones, de informaciones y de sentido común. Sacó pecho ante la harka conservadora, blancos del partido republicano, que le exhibieron en carteles comparándolo a Hitler por pretender que la cobertura médica llegara a todos. Muy lejos aún, en cualquier caso, de lo que existe en Europa y que ni unos ni otros se atreverán a modificar. Las convicciones deben servir para encarar los problemas con solvencia e igualmente con decisión.

Este exordio otoñal no tiene ya ni tintes de ironía, sólo desolado escepticismo y también mucha rabia contenida ante lo que nos espera.

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