Hace años cuando eran tiempos de la barbarie perpetrada en Irak, gritamos a voz en cuello: "No a la guerra". Hoy, cuando asistimos a otra acción que quiere presentarse como violencia justiciera y necesaria, gritamos de nuevo: "No a la guerra".
Es evidente que las circunstancias de antaño y de ahora son distintas. Lo de entonces fue un acto de piratería a gran escala, con desprecio de las leyes internacionales, fruto de mentiras hoy descubiertas y demostradas, y amparado tan sólo en la fuerza y la rapacidad insaciable de quienes promovieron la invasión y de quienes movían los hilos de las decisiones desde su abstracto Olimpo de señores del mundo.
Lo que ahora sucede presenta como aval un acuerdo favorable del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas, en el que algunos países, no obstante, se abstuvieron y otros, como Alemania, se colocaron al margen de la decisión. España pudo hacer lo mismo pero no fue así.
Una vez más hay que decir que entre lo decidido y lo actuado media un mundo: el que nos lleva de la prevención al ataque. La resolución hablaba de establecer una zona de exclusión aérea que impidiera los ataques de la aviación gubernamental para preservar la vida de los civiles. La realidad sin embargo ha sido muy diferente. Se han producido bombardeos y lanzamiento de misiles contra objetivos diversos y con frecuencia alejados de los frentes. Se han atacado fuerzas de tierra, incluso ha habido ocasión, como se acostumbra, de que haya habido muertos civiles, daños colaterales en la jerga bélica: ¿Qué harían esas pobres gentes colocándose donde no debían con la exclusión de por medio? Tampoco han faltado las víctimas por el fuego amigo, sigue la jerga: vamos, que se han llevado por delante a los que se suponía iban a proteger.
¿Pero quiénes son los suyos? ¿Quiénes son los que tienen su centro de operaciones en Bengasi? Nadie logra darnos razón consistente pero seguro que alguien lo sabe bien. Nada de lo sucedido aunque parezca lo contrario, ha sido fruto espontáneo y casual.
Pero la denominada coalición internacional ya ha hecho su elección. Se han constituido en apoyo firme de los rebeldes de Bengasi. Dieron un paso y ahora deben mantenerlo aunque se acumulen errores y situaciones que serían sarcásticas si no dejaran un rosario de cadáveres a su paso. Ya hablan de enviar fuerzas terrestres. Siempre hacen lo mismo.
En esta ocasión el plan ha sido diseñado con orden, aunque resulta demasiado evidente. Las revueltas surgieron por doquier en los países árabes pero la de Libia se atendió con particular cuidado y toma de postura. Ahora barrunto que sucederá lo mismo en Siria. ¿Recuerdan que eran los que estuvieron a punto de ser invadidos tras la masacre de Irak? Hace unos días en una tertulia televisiva, un periodista se preguntaba por qué habían hecho la campaña de Libia cuando en otros lugares los acontecimientos eran similares o más graves. Otro contertulio con gesto sorprendido respondió: "La verdad, no sé por qué lo hemos hecho". ¿Era tontería o estupidez? Elijan ustedes pero sobre todo no se crean lo que escuchan porque todo está calculado para darnos la imagen que se desea en función de los intereses de los amos del mundo, y crudamente alejada de la objetividad de lo que sucede.
Esto es sólo una breve reflexión sobre un asunto mucho más complejo. Un comentario que nos sirva para decir nuevamente, con la misma contundencia de siempre: NO A LA GUERRA DEPREDADORA.