ADE-Teatro

La cultura y sus circunstancias

por Juan Antonio Hormigón

ADE-Teatro nº 141, Julio-Septiembre 2012

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Hay cuestiones sustantivas para el ciudadano como son la educación y la sanidad. Ambas configuran su existencia y le proporcionan formación y seguridad. Otras como la cultura, son constitutivas de la condición de ciudadano. Sirve para preservar su memoria, su identidad, su capacidad analítica y crítica, su conciencia cívica y propician la búsqueda de placer profundamente humanizador. La ciencia y la investigación por su parte contribuyen al desarrollo que mejorará directa o indirectamente la vida de los ciudadanos.

Todas ellas son bienes sociales cuya conversión en mercancía no hace sino desnaturalizar su sentido y su valor. Y en ello se debe cifrar siempre la defensa de la cultura y no caer en la trampa de los mercaderes que sólo la contemplan como una mercancía que se puede traficar, vender, o especular e incluso alardean de ello.

Nuestra opinión nada quita para que podamos considerar lo que los recursos culturales representan en relación al PIB del país. En 2010 era el 4 por ciento, aunque en 2011 descendió al 3,6, debido sin duda a la pérdida de inversiones. Nuestros países próximos ofrecen cifras algo diferentes. En Reino Unido supone el 9,6, en Francia el 7,5, en Alemania el 6,5 y en Italia el 5,9. Lo que entendemos aquí por "productos culturales" tienen una condición muy variada, y junto a los de clara filiación cultural hay otros que no pasan de mercancías a las que se incluye en este apartado más por su origen que por su condición.

Por eso, insisto, no debe ser sino la circunstancia y nunca la razón matriz del valor de la cultura. No confundir por cultura aquellas manifestaciones que solo emanan espectacularismo vano e insustancial, superficialidad enajenante o son una máscara que oculta simplemente productos que vender disfrazados a su conveniencia. En tanto que bien social, como la educación, la sanidad o la ciencia, su reducción a simple mercancía sirve de coartada a quienes pretenden condenarla a la barbarie del mercado, cuando su razón de ser emana de su valor intrínseco para la condición del ciudadano.

Cuando invocamos la inversión en educación, sanidad, ciencia y cultura por parte de los poderes públicos, no reclamamos una limosna o un acto de beneficencia, sino un derecho. Si algunas gentes en el terreno cultural no lo entienden así, es porque no creen que lo que hacen tenga que ver con la cultura, o porque están aterrados y piensan que siendo buenecitos tendrán su limosna. Pero no es menos cierto que hablo tan sólo de quienes con responsabilidad y eficiencia son sujetos de acción cultural, no de esa harka de petulantes presuntuosos que se consideran genios y carecen de la más mínima solvencia, profundidad y conocimientos.

 

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¿Qué podemos decir de los recortes en educación, sanidad y ciencia, sino que nos hemos pronunciado repetidamente en contra? Pero debemos recordar que se han producido también en cultura y de esto no suele hablarse. Es la consecuencia directa de que exista un estado de opinión promovido por individuos interesados, de que la cultura es una mercancía y su ejercicio un negocio. Hace tiempo que insistimos en que el concepto de subvención que se viene utilizando como arma arrojadiza, sea sustituido por el de colaboración o inversión que es mucho más preciso.

¿Qué es lo sustantivo y constitutivo de una sociedad y qué lo accesorio, suntuario o banal? ¿Necesitamos comprar armas? Sin embargo el gobierno anterior firmó un contrato por treinta mil millones a pagar durante años, según declaración del actual Presidente del gobierno en el Congreso de los diputados.

¿Para qué necesitamos comprar armas los españoles si no es para alimentar a quienes las fabrican? ¿De quién tenemos que defendernos con artilugios sofisticados como los misiles cuya compra se ha gestionado o se ha realizado? Ya sé que también las venden fabricantes españoles, ¿pero es ése un negocio mínimamente ético? También sé que hay personas que piensan que lo de la ética es una idiotez y que lo importante es el negocio. Supongo que es justo decir que así nos va.

Hay muchas cosas que recortar antes que la educación, la sanidad, la cultura, la ciencia, la investigación, los sueldos básicos y las pensiones. Ha habido despilfarro en muchos terrenos, todos lo sabemos, pero no han sido en estos. Y por otra parte, ajustar no es recortar sino poder hacer lo mismo con un coste menor.

Una gran parte del teatro que se hace a lo largo y ancho de España, sufre las consecuencias de este tsunami cercenador. Nuestros colegas se sienten golpeados, tanto porque la cooperación se volatiliza como por la acumulación de impagos por representaciones realizadas. El mosaico de opiniones que a continuación sigue, es demostrativo de lo que sucede.

 

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