El momento que estamos viviendo es de una excepcionalidad extrema. Una época desconocida y nueva ha levantado el telón ante la estupefacción del respetable. Una pandemia que nos retrotrae a épocas oscuras y remotas. Una situación que escapa de nuestro ámbito domestico, local o nacional. Y que se ha extendido como un apocalipsis por el mundo.
Circunstancias tan extremas han obligado a los gobiernos a decretar alertas sanitarias, cuarentenas interminables, aislamientos radicales, distanciamientos sociales... El número de contagiados y de muertos es una cifra que nos golpea día tras día. Los muertos están ahí, los hospitales saturados, los servicios médicos sobrepasados, los recursos sanitarios agotados...
Pero nuestros políticos han sacado pecho. Como si no fuera necesario remar juntos para abordar una crisis sanitaria y otra económica que enseña sus dientes devoradores. Da igual. Se han dado a la gresca por competir con titulares de grueso calibre. Cada uno a lo suyo. A seguir arrojándose excrementos. La culpa la tiene el contrario. El otro, siempre el otro. Es la hora de los malos comediantes. De los que chillan más fuerte. De los que gritan sin sentido ni verdad. De los que arrojan gasolina para encender a la masa. ¡Cuán gritan esos malditos! Vocerío tabernario. La gran farsa. Una mala farsa, mal escrita, mal dirigida y mal interpretada. El patio de butacas se divide. ¡Dios!
Y las calles de las ciudades se han quedado desiertas. Los turistas han huido. Los negocios cerrados. Y los teatros... Los teatros. Ay.
El teatro es un arte en vivo que se produce ante el espectador. Han sido de los primeros afectados. Los aislamientos, las distancias entre el público no casan con las butacas, con las medidas humanas de los aforos. Camino de esa vuelta a la normalidad los teatros serán los últimos en arrancar. Tardarán en volver a tomar la velocidad de crucero. Las reducciones de espectadores son losas que solo soportarán los teatros públicos. Teatro a pérdidas. Teatros diezmados. Si antes no se descubre una santa vacuna ¿cuándo volverán los teatros a su normalidad?
Desde la ADE hemos seguido trabajando. Con las dificultades propias de estos momentos, pero hemos continuado al pie del cañón. No se ha desatendido en ningún momento las obligaciones que conlleva la asociación. Es necesario en estos precisos momentos estar muy atentos para defender nuestros derechos, y exigir soluciones para los asociados y los problemas tan complejos que les acarrea esta pandemia.
Por supuesto, la ADE está presente y representada en los debates y encuentros que se están produciendo en las más altas instituciones, aportando ideas a los planes de salvaguarda y reconstrucción de las AAEE y de la cultura.
La ADE es una institución consolidada que en toda su trayectoria ha contribuido con pensamiento, ideas, propiciado el diálogo y abierto movimientos desde todos sus foros: revista, libros, encuentros, congresos... Hemos de seguir en este momento crucial cooperando y colaborando para dar lo mejor de nosotros mismos.
El teatro, las artes escénicas... la cultura está en un momento gravísimo. Esta crisis va a pegarnos otra bofetada, quizá peor, de aquella que hace diez años nos dejó muy tocados. Las crisis se encadenan la cultura se resquebraja. Algunos exigen dinero para cubrir las pérdidas y volver al camino. Más de lo anterior.
Otros creemos que tenemos la posibilidad de repensar. Es la oportunidad no solo de recuperar teatros, públicos, producciones... También de buscar nuevos modelos, y superar fórmulas que los años ya han dejado anquilosadas.
¿Se puede reformular nuestro teatro? Tanto desde la creación como desde la producción, distribución, empresas, artistas, teatros... Ser ambiciosos. En los teatros nacionales. En las autonomías. Las empresas públicas. Los circuitos. Las compañías residentes. La creación... Reforma sustancial de las AAEE.
El dinero que se inyecte, promesas las hay, sólo solucionará el momento. ¿Para volver a donde estábamos? Nos hallamos en una situación que nos permite abrir otras perspectivas. ¿Seremos capaces? Tampoco hay que empezar desde cero. Acumulamos la experiencia de los últimos cuarenta años. Incluso hay modelos teatrales en los países europeos de nuestro entorno que nos podrían servir como referencia.
No pensemos en un mañana anclado en el ayer a la hora de nuestras reivindicaciones. El ayer lo aniquiló la pandemia, el mañana es un nuevo futuro que nos toca inventar y construir en todos.
Y para construir entre todos ese futuro necesitamos una ADE fuerte y reforzada, es el momento de potenciarla como un marco de referencia más necesario que nunca. No dejemos pasar la oportunidad.