ADE-Teatro

I want my money back!

por Manuel F. Vieites

ADE-Teatro nº 123, Noviembre / Diciembre 2008

Eso es lo que diría cualquier liberal con principios ante los últimos acontecimientos que se desarrollan en el escenario financiero mundial, en especial en los Estados Unidos de América, donde el sacrosanto ideal de la no intervención parece haberse dejado a un lado para mejor defender los intereses de unos pocos. Hay que insistir en lo de “unos pocos”, porque es de lo que se trata, de salvar las inversiones de los de siempre, de aquellos que juegan en el mercado como juegan al billar. Pero mientras las economías de diseño desfallecen, el Euribor, que tanto afecta a las hipotecas reales de los ciudadanos reales, aumenta considerablemente. Por todos lados se pide suspender por un tiempo la economía de mercado, justo cuando las aguas bajan revueltas, y causa un cierto estupor ver como quienes tiempo atrás clamaban contra las economías subvencionadas y las políticas de fomento de determinados servicios públicos ahora reclaman la ayuda del Estado para que éste salde sus deudas. Nada dicen o hacen, no obstante, para limitar esas subidas de Euribor o del precio del dinero, medidas que sí beneficiarían a tantos ciudadanos y ciudadanas de a pie. Y es que con el Euribor y con los tipos de interés ganan ellos, y sus empresas.

Desde mucho atrás hemos oído la cantinela de los males de una economía subvencionada, y en la línea de tiro se situaban desde la educación pública a la sanidad pública. Se pedía la liberalización de servicios y que las arcas del Estado los dejasen de financiar: si Usted quiere un servicio médico, págueselo, bramaban tertulianos y corifeos. Y todo eso lo decían personas que en su día no tuvieron el más mínimo empacho en aplaudir hechos tan peregrinos como que el Estado saldase deudas de los clubes de fútbol o recalificase terrenos por todas partes con el objetivo de facilitar que las arcas de los dichos clubes pudiesen hacer caja para que el espectáculo continuase. Se acerca una segunda amnistía fiscal para saldar nuevas deudas multimillonarias de los mismos, y seguramente los mismos tertulianos que protestan con saña contra la enseñanza pública callarán ante el segundo capítulo de uno de los mayores despropósitos en la historia de la hacienda pública. A un club de fútbol se le permiten deudas inimaginables y a un sufrido trabajador se le embarga con el vencimiento de cuatro letras.

Hablo de la enseñanza y de la sanidad públicas por no hablar del teatro, porque igualmente se han oídos voces que clamaban contra las ayudas concedidas al teatro o al cine, ayudas que según los buitres vocingleros de siempre no tienen otra finalidad que mantener la caterva de vagos, rojos y maleantes. Esas voces piden ahora que se suspenda la economía de mercado, aunque no falta quien estando supuestamente en desacuerdo admite el desafuero en aras del bien de todos. Es curioso comprobar la falsedad de algunos pronunciamientos porque en su actuación, en la puesta en escena de sus opiniones, se delatan. Están tan a favor como aparentan estar en contra, y más de uno parece que se ha dejado parte de su capital en Lehman Brothers, o eso decían, con no poca presunción, tiempo atrás. Lo bueno que tiene escuchar la radio, y sus tertulias, es que las noticias se acumulan en la memoria, y brotan al más mínimo estímulo. Otros callan, como el chico Brown, el Schwartz español, o un tal Varguitas…, lo que no deja de ser sintomático.

Algún tertuliano que siempre bramaba su fe liberal ahora pone voz melosa diciendo que la intervención es para salvar la economía, los puestos de trabajo…, como si las ayudas al cine o al teatro no fuesen para hacer películas, espectáculos y crear, en consecuencia, no tanto puestos de trabajo cuanto intervalos breves de empleo y sueldo en medio de tanta precariedad. Pero la credibilidad liberal cae por los suelos cuando una persona como Hans-Gert Poettering, Presidente del Parlamento Europeo, y militante democristiano, declara que “no se pueden dar 700.000 millones a los bancos y olvidarse del hambre”. En efecto, el dinero se da a los bancos, incluso para pagar las indemnizaciones millonarias de sus directivos ahora despedidos. Y con esto de la crisis, y de la operación rescate, nuevos capitales se mueven para rentabilizar caídas y bajadas, quiebras y reflotaciones, y algún directivo indemnizado por el descalabro que él mismo ha provocado, no dudará en acudir a un mercado debilitado para invertir la indemnización y aumentarla de forma exponencial, cuando la ayuda estatal insufle aire nuevo a las burbujas. Son Pirañas Financieras, sin más. Ahí tenemos al ínclito Warren Buffet anunciando compras a precio de saldo sabiendo que las subidas no tardarán en llegar, y, con todo, al magnate se le presenta como un patriota, cuando lo que hace no es más que remedar la operación llevada a cabo por los Rockefeller, el Senior y el Junior, en 1929, con el célebre crack. Lo mismo hacía el gran George [Schwartz] Soros, que hoy presume de filántropo después de haber amasado una fortuna con todo tipo de argucias financieras, argucias que en muchas ocasiones se asientan en la explotación y la apropiación de la fuerza de trabajo de los más débiles. Pues ocurre que en el contrato millonario de un deportista admirado, que calza unas zapatillas de moda, también cuentan las miles de horas de trabajo de miles de niños y niñas que en países subdesarrollados contribuyen con sueldos miserables a aumentar el margen de beneficios de la marca que nosotros también lucimos como si tal cosa. Por mucho que miremos para otro lado, insensibles al sufrimiento y a la explotación, la dialéctica del beneficio sigue presente: para que uno tenga mucho, mucho más, muchísimo…, otros tienen que tener poco, poquísimo, nada…. Esa es, ha sido y será la dinámica del capitalismo, que las políticas socialdemócratas han intentado corregir y compensar.

Ahora que todos ellos ven sus cuentas de beneficio en retroceso o en peligro, deciden renunciar a sus principios y reclamar la intervención del Estado para salvar sus negocios, con la excusa del bien común. Al final siguen aplicando el viejo patrón hipócrita que han usado durante tantos años. Y es que a lo largo de más de doscientos han utilizado la mentira para aumentar su beneficio personal, tal vez acogidos a la idea perversa de que los que triunfan en la vida terrenal son los elegidos del Señor. En eso se basa el puritanismo y el integrismo de los creacionistas de uno y otro signo, de una y otra confesión. Los que triunfan están tocados por la Gracia de Dios…, con lo que el Cielo está lleno de hipócritas, de mentirosos y pillastres de guante blanco. Cabría pensar en el incremento del precio del petróleo, y en los beneficios que ese incremento ha supuesto para los que se dedican al trasiego de crudo. Los Bush, por ejemplo, con su retórica compasiva y redencionista.

Al final, los sólidos principios en que se asentaba el credo liberal se evaporan con la misma rapidez con que peligra una cuenta corriente en un mercado incontrolado. ¿Pedirán perdón por todos los insultos, mentiras y patrañas, ahora que reclaman ayuda al Estado… ¡ para salvar su patrimonio!?

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