Melómano

Jennifer Larmore. Una gran artista

por Diego Manuel García

Melómano nº 151, Marzo 2010

Allá por marzo de de 2002, en el Palau de la Música de Valencia, pude escuchar por primera vez en directo a la mezzo Jennifer Larmore, nacida en Atlanta, la sureña capital confederada en la guerra civil norteamericana. Cantaba el personaje de Sesto de la mozartiana La Clemenza di Tito, junto a la gran soprano rumana Julia Varady -en una de sus últimas apariciones en escena- como Vitelia. Si hasta entonces mis únicas referencias de Larmore habían sido discográficas, ya en directo pude comprobar sus magníficas cualidades vocales y dramáticas, a pesar de ser una función en versión de concierto que, sin embargo, permitía a los cantantes moverse sobre el escenario con intencionalidad dramática.

Otro de los repertorios cultivados con asiduidad por la mezzo norteamericana es el barroco. También tuve ocasión de escuchar una de sus máximas creaciones de este repertorio: el Giulio Cesare de Händel en el Teatro Real de Madrid, en el otoño de 2005.

Sin embargo, en los últimos tiempos ha hecho su aparición una nueva Jennifer Larmore, a quien pude escuchar en el pasado Festival de Santander, con el conjunto OPUSFIVE, donde la cantante actuaba con cinco instrumentistas de cuerda, exhibiendo una presencia tremendamente estilizada, que se une a su rostro de gran belleza y a un instrumento vocal de gran extensión: desde  graves rotundos y muy bien emitidos a unos agudos de squilante y perfecta colocación, que se extienden al Do5 , pasando por un ancho centro de casi soprano <<falcon>> . La versatilidad de esta gran artista se pone de manifiesto al abordar, con inequívoca brillantez, variopintos y dispares repertorios: barroco, mozartiano, verdiano, francés, del Siglo XX en toda su extensión, lieder y canciones románticas. Desde el comienzo de su carrera ha grabado más de setenta discos para sellos como TELDEC, RCA, HARMONÍA MUNDI, DEUSTCHE GRAMMOPHON, ARABESQUE, BAYER y otros, convirtiéndose en la mezzo con más grabaciones de toda la historia.

Esta entrevista se realizó coincidiendo con las funciones de  Lulú de Alban Berg, que se representaron en el Teatro Real de Madrid el pasado otoño, donde Larmore interpretaba el personaje de la Condesa de Geschwitz, en la versión de esta ópera en tres actos, que su autor no pudo concluir y cuyo Acto III fue terminado por Friedrich Cerha. Esta versión definitiva en tres actos otorga a este personaje mucha mayor relevancia que en la versión en dos actos.

Jennifer Larmore es una cantante de gran simpatía y cordialidad. Y, una mujer cercana y sencilla, alejada de cualquier tipo de divismo. Conversar con ella resultó sumamente agradable, contando con la colaboración idiomática -en inglés- de mi hijo Francisco Jesús.

¿Cómo ha transcurrido su carrera en los últimos ocho años desde aquella Clemenza di Tito que cantó en el Palau de la Música de Valencia?

 ¡Oh! ya han transcurrido ocho años ¡como pasa el tiempo! desde aquella función en versión de concierto de La Clemenza di Tito, donde interpretaba el papel  de Sesto (una de mis mejores creaciones mozartianas, por la que siento un especial cariño ya que supuso mi debut en Europa, concretamente en Niza, allá por 1986). Concretamente, en esta Clemenza que canté en el Palau de la Música de Valencia tuve la fortuna de compartir reparto con -posiblemente- la mejor Vitelia de los últimos cincuenta años: la gran Julia Varady. Hasta entonces mi carrera había sido fantástica, tanto en los escenarios como en los estudios de grabación, con papeles de Händel, Mozart, Rossini y del repertorio francés. Sin embargo, en estos momentos estoy comenzando como una segunda carrera, haciendo roles de soprano dramática, ya que la extensión de mi voz me lo permite. Siempre he sido una mezzosoprano por el color de mi voz, y lo seguiré siendo, pero estoy en condiciones de ensanchar mi repertorio con algunos papeles de soprano dramática.

¿Qué ha significado su debut en el papel de la Condesa de Geschwitz, en Lulu de Alban Berg, hace unos meses en el londinense Covent Garden y que ha vuelto a interpretar en el Teatro Real de Madrid?

Para mí fue verdaderamente fantástico mi debut el pasado junio en el papel de la Condesa de Geschwitz de Lulu de Alban Berg. Sin duda una de las más importantes e innovadoras óperas en el repertorio del Siglo XX. Además, me cabe la satisfacción de haberlo hecho en un gran teatro como el Covent Garden, con la producción de Christof Loy y la magnífica dirección musical de Antonio Pappano. Esta misma producción es la que se ha representado en el Teatro Real de Madrid, con la dirección escénica del propio Christof Loy y la musical de Eliahu Inbal, otro gran especialista de esta ópera. Loy ha creado un papel escénico muy específico para mí, conformando una experiencia totalmente novedosa en mi carrera.

Lulu  es una ópera inacabada, ya que su autor Alban Berg murió antes de poder concluirla ¿Qué significado tiene en el repertorio del Siglo XX?

Bueno, la historia de esta ópera es suficientemente conocida. Alban Berg muere en 1935 relativamente joven con solo cincuenta años, siendo sus últimas obras auténticos hitos musicales. Su Concierto para violín (a la memoria de un ángel) y Lulu que no puede concluir y cuyo estreno tuvo lugar en el Stadtheater de Zürich en junio de 1937, en una versión en dos actos con añadidos del tercero orquestados por Berg. La mujer del músico, Helene Berg, siempre se opuso a que la ópera fuera concluida por otro compositor, a pesar de que le faltaban pocos compases y Berg había dejado numerosas indicaciones de orquestación. Cuando falleció en 1976, se descubrió que el compositor y musicólogo Friedrich Cerha, había estado trabajando en secreto entre 1962 y 1974 en la terminación de la partitura por encargo de Universal Edition. Finalmente en 1979, cuarenta y cuatro años después de la muerte de Alban Berg, tuvo lugar en París el estreno de la versión definitiva en tres actos dirigida por Pierre Boulez.

La primera vez que escuché Lulu me pareció auténticamente horripilante y desagradable, siendo incapaz de aguantar más de cinco minutos. Poco a poco fui retomándola, y a base de escucharla en muchas ocasiones, aprendí a amarla y a comprender que se trataba de una obra tremendamente innovadora, dentro de la gran tradición musical alemana, con esa música dodecafónica. Ya el propio Berg, diez años antes en 1925, daba un sustancial paso hacia adelante con el estreno de su otra ópera Wozzeck, con bastantes apuntes tremendamente innovadores a través de sus magníficos interludios orquestales, pero donde se podían constatar influencias de Gustav Mahler e incluso, por momentos de Igor Stravinsky.

Hablándo de Wozzeck, esta ópera se programó en el Liceu de Barcelona en enero 2006, en una controvertida -como siempre- producción de Calixto Bieto que, a mí personalmente, me pareció bastante interesante y que un año después se representó en el Teatro Real de Madrid. Pues bien, al terminar la función liceista, un espectador gritó ¡que música más fea! Imagínese cuál habría sido su manifestación si la ópera representada hubiera sido Lulu...

Ciertamente estas óperas pueden ser recibidas con bastante incomprensión por un público acostumbrado a otros repertorios mucho más asequibles. Es importante que los teatros programen también óperas como Wozzeck y Lulu, junto a otros importantes títulos del repertorio del siglo XX. Probablemente, para escucharlas se requiere una cierta preparación previa e incluso unas claves musicológicas para que, posiblemente, los espectadores pudieran disfrutar mucho más escuchando estas óperas, cuyas elaboradas y atrevidas músicas pueden resultar, al escucharlas por primera vez, de mucha más dificultosa audición y compresión. Ya le he comentado mi repulsión inicial por la música y la vocalidad de una ópera como Lulu.

Le he citado antes el nombre de Calixto Bieto, cuyas producciones siempre producen grandes dosis de polémica. Usted ha manifestado en diferentes ocasiones que son los directores de escena los que mandan en la actualidad...

Ciertamente son los nuevos divos de la ópera. Ahora todo gravita alrededor de los aspectos visuales, relegando el canto a un segundo plano. Por esta razón se exige a los cantantes una presencia escénica de actor de Hollywood. Y, particularmente, las cantantes deben ser guapas y con buen tipo; y, mientras interpretan un aria que requiere toda su atención, deben  hacer todo tipo de piruetas escénicas. Sin embargo, y volviendo a Lulu, tengo que decirle hasta que punto resulta acertada la escenografía debida a Herbert Murauer, planteada enteramente en blanco y negro, con los magníficos efectos luminotécnicos de Reinhard Traub, que recuerdan la puesta en escena de la famosa película Lulu (La Caja de Pandora) de 1929, dirigida por el gran cineasta alemán Georg Wilhelm Pabst, con la inquietante y atractiva Louise Brooks en el papel de Lulu. Y, como no, la gran dirección escénica de Christof Loy, a quien debo mucho en la interpretación y desarrollo escénico de mi personaje la Condesa Geschwitz.

El pasado verano tuve ocasión de escucharla en el transcurso del Festival Internacional de Santander, con el Conjunto OpusFive, con quienes está actuando mucho en los últimos tiempos, dando recitales por todo el mundo.........

Mis actuaciones con OpusFive están resultando extraordinarias experiencias, mostrando unas aproximaciones al mundo lírico totalmente novedosas. El público ha estado acostumbrado tradicionalmente a los recitales de voz y piano. Aquí se plantea el tradicional cuarteto de cuerdas: dos violines, viola y violonchelo, ampliado a un contrabajo y a mi voz, perfectamente conexionada con los cinco instrumentos de cuerda, con la posibilidad de establecer unos intensos diálogos entre la voz y el violín solista, Sebastián Hamann, extraordinario instrumentista y un magnífico actuante que dota de gran teatralidad todas sus intervenciones. Los principales impulsores de OpusFive han sido el propio Hamann, junto a Davide Vittone al contrabajo, muy bien acompañados por la violinista Miriam Mueller, la violista Lisa Weiss y el cellista Cristo Kouzamov. Nuestros conciertos se insertan en una puesta en escena que nos permite actuar teatral e instrumentalmente, perfectamente conjuntados. Creo que esta manera de ofrecer espectáculos líricos resulta sumamente atractiva para el público.

Resulta curioso que una cantante norteamericana haya triunfado primeramente en Europa y después en EEUU.

Los norteamericanos parecen siempre fascinados por el mundo europeo y viceversa, los europeos por el mundo norteamericano. Parece importante para el público norteamericano y, en general para todas las personas involucradas en la gestión del mundo lírico, que un artista norteamericano presente como auténtica credencial el haber triunfado en Europa. Después de mi debut en Niza en 1986 tardé ocho años en presentarme en el Metropolitan neoyorkino. Y, por supuesto, se había creado una gran expectativa con mi debut en Met, cantando la Rosina del Barbero de Sevilla, hasta el punto que, cuando me encaminaba hacia el escenario en mi primera aparición, el público ya estaba aplaudiéndome.

¿Que significó para usted ganar el premio Richard Tucker?

Fue mi auténtica validación ante el público norteamericano. Algo así como "ya estás preparada". Tenga en cuenta que la concesión del galardón me supuso el debut en el Metropolitan.

Usted intervino en la ceremonia de clausura de los Juegos Olímpicos de Atlanta en 1996. ¿Qué le supuso cantar en su ciudad natal y en esta emblemática manifestación deportiva?

Sin duda, ha sido la experiencia más importante de toda mi vida. Imagínese, cantar en un evento de esa envergadura, ante ese inmenso público de todo el mundo, que abarrotaba el Estadio Olímpico; y, sobre todo, ante mis paisanos. Algo verdaderamente inolvidable.

¿Cuales son sus proyectos más inmediatos?

Proseguir mis actuaciones con OpusFive, y en el plano operístico cantar en el Teatro la Monnaie de Bruselas la Dulcinea del Don Quichotte de Jules Massenet, con dirección musical de Marc Minkowski. Y, en el Met neoyorkino, la reina Gertrude del Hamlet de Ambroise Thomas.

DESTACADOS:

-          "Estoy en condiciones de ensanchar mi repertorio con algunos papeles de soprano dramática"

-          "La primera vez que escuché Lulu me pareció auténticamente horripilante y desagradable"

-          "Ahora se exige a los cantantes una presencia escénica de actor de Hollywood"

-          "Los norteamericanos parecen siempre fascinados por el mundo europeo y viceversa"

Intérprete y traductor: Francisco Jesús García Hernández

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