Melómano

Daniel del Pino: humildad y pureza en las manos

por Alejo Palau

Melómano nº 161, Febrero 2011

 

En una céntrica cafetería madrileña, Daniel del Pino nos recibe con una infusión. Llega con una maleta tras semanas de una gira que continuará en unos días. Nacido en Beirut, está prácticamente instalado en Basilea y es adorado en los escenarios norteamericanos. Discípulo de Achúcarro y profesor en Musikene, participa con tres orquestas españolas distintas en esta temporada 2010/2011, todo un logro. Amigo y compañero de Malikian, es un afamado intérprete de Chopin y ha viajado por el mundo presentando los Conciertos para piano acompañado por un cuarteto de cuerda. Entre vuelo y vuelo nos hace un hueco para desvelarnos proyectos, opiniones y su lado más humano.

Antes de nada me muero de curiosidad por saber por qué nació en Beirut y cómo le surge, en Marruecos, el interés por el piano.

Bien, mi padre es periodista y estaba ahí de corresponsal. Tras un tiempo en Madrid nos trasladamos a Rabat, donde con diez años empecé con el piano. En casa siempre sonaba música clásica, pero no me interesó especialmente tocar el piano. Fue al ver un teclado electrónico de un amigo que hacía ritmitos cuando dije que quería uno. Tiempo después lo asocié con lo que oía en casa.

¿Cómo era el panorama musical marroquí?

Prácticamente ninguno. Tuve la suerte de dar clase con una profesora germano-marroquí recién graduada en el Conservatorio de París. Ella tendría 22 o 23 años y ahí empecé.

Años después viaja a Estados Unidos donde estudia en Yale y en Dallas. ¿Qué diferencia notó entre el sistema americano y el europeo?

Bueno ya entre Yale y Dallas las cosas eran distintas. En Yale llevé bastante mal la carga académica que exigía el master. Apenas tenía tiempo de estudiar piano, que al fin y al cabo era para lo que había ido. Mi master era en Piano Performance y las asignaturas eran bastante difíciles, así como el nivel del profesorado, que era altísimo.

Dallas fue diferente. Fui a hacer un programa llamado Artist Certificate que no lleva casi ninguna carga académica, todo es tocar. Ahí fui más feliz porque tenía más tiempo para estudiar lo que quisiese y tocar con gente.

En cuanto a su carrera concertística, tocó en nuestro país el pasado mes de octubre junto a la ROSS. También tiene previstas actuaciones en febrero con la Orquesta de Murcia y después, en junio, con la de Córdoba. Tocar con tres grandes orquestas nacionales en una misma temporada es algo insólito e inusual.

Además, como pequeña curiosidad, en Murcia no tocaré con el director titular, pero lo haré en Polonia la semana siguiente. Y sí, no suele ocurrir muy a menudo y la verdad es que estoy encantado de que haya sido así.

¿Qué pasa, que el producto nacional no vende?

En España existe una cosa muy curiosa que no ocurre tanto en otros países, y es que generalmente la gente mira a los músicos propios como pensando que tienen menos valor que los de fuera. Otras muchas veces tocas con una orquesta una vez y ya parece que no te pueden volver a invitar hasta que pasan diez años. Con la Sinfónica de Sevilla toqué en el 94 y han tenido que pasar dieciséis años.

Paradójicamente en Estados Unidos le sucede lo contrario, sin ir más lejos con el Festival de Newport.

Sí, Estados Unidos es otra historia totalmente distinta. De hecho, hago más mi carrera allí que en España. En Newport llevo ya diez años consecutivos yendo. Y en esta última gira de Chopin, de los once conciertos programados, solo dos o tres sitios eran nuevos. Reciben con gusto cualquier tipo de proyecto aunque sea de alguien que no conocen. Sin embargo, aquí es muy difícil a no ser que vayas precedido de una presentación.

¿Se siente mejor acogido por el público americano?

Sí, desde luego. En España la gente necesita oír nombres que han oído muchas veces, tanto en intérpretes como en compositores. En ocasiones he intentado poner, con orquesta, algún concierto de Sharvenka y me ha sido imposible. Quieren Grieg, Beethoven, Chopin, Rachmaninov y Tchaikovski. Aunque tampoco voy a mentir, hay sociedades más pequeñas a las que vuelvo anualmente, me siento bien acogido y son sitios en los que me encanta tocar y siento que el público está ahí siempre.

¿Está España a un buen nivel musical?

En cuanto a intérpretes estamos muy bien. En viento hemos tenido siempre un nivel muy bueno con la escuela de Valencia. En piano España también ha tenido un buen nivel y es la cuerda la que siempre ha estado un poco más floja pero creo que las últimas generaciones lo están cambiando, ya que encontramos mucha cuerda española en las orquestas europeas. Lo que veo que falta es tradición, es decir, el músico aficionado que va a un concierto y sabe de música. A los conciertos que doy todos los años en Suiza vienen empresarios, ingenieros, médicos, fontaneros y en las familias de todos ellos alguien toca algún instrumento.

Sin embargo, sí ha habido figuras importantes en nuestra historia como Victoria, Cererols, los hermanos Nebra, Martín y Soler o, más modernos, Granados, Albéniz o Mompou.

Bueno, es que, sobre todo los últimos, desarrollaron su carrera en Francia. Lo que ocurre es que la música nunca ha ido acompañada de un movimiento popular. La música clásica ha sido siempre algo muy elitista y relacionado con la aristocracia. Y en España se sigue viendo como algo a lo que solo se puede ir si uno entiende y tiene dinero. Creo que lo bonito sería que fuese accesible para todo el mundo.

Sí, pero hoy en día ya lo es.

Claro, pero las tradiciones tardan mucho en crearse. Por ejemplo, siempre me he preguntado por qué hay tal tradición de viento en Valencia, y hablando con amigos me decían que para ellos de niños ir a la banda era lo divertido, como el que se va a jugar al fútbol. Eso es lo que crea unos vínculos casi familiares, la tradición, y no que haya auditorios preciosos.

2010 ha sido un año de gran éxito en su carrera y ha coincidido con el bicentenario de Chopin, su compositor fetiche. ¿Cuál es su relación con el genio polaco?

Mi relación viene de antes de que tocase el piano. Los Estudios interpretados por Pollini era uno de mis discos favoritos y no faltaba en ningún viaje familiar en coche. Incluso fuimos a Valldemossa en una ocasión. Siempre ha estado presente en mi carrera, aparte de ser mi compositor predilecto.

¿El aniversario del nacimiento del compositor lo ha llevado a tocar más obras suyas?

Realmente no me he puesto a estudiar más obras de Chopin, sino que más gente se ha interesado en ellas. De hecho, durante 2010 he podido hacer más giras con el proyecto que inicié hace tres años de la interpretación de los Conciertos con un cuarteto de cuerda. Me ha permitido hacer giras por Escocia, Estados Unidos o España.

Resulta llamativo ver que en los últimos años han coincidido los aniversarios de Mozart, Händel, Haydn, Mahler, Schumann y Chopin.

Y ahora viene el Año Liszt.

Efectivamente. ¿Cómo debemos tomarnos todo esto? ¿Cómo un invento de las discografías para vender más discos o es que realmente se quiere homenajear la figura de estos compositores?

Si le soy sincero, nunca he entendido las celebraciones de los bicentenarios, centenarios y demás. Siempre me ha parecido un poco absurdo ya que, por ejemplo, Chopin no necesita de un cumpleaños o un aniversario para que se toque su música. Aunque, como he comentado, ha dado la casualidad que al ser el año de este compositor nos han llamado más por ese proyecto concreto, aunque estaba en marcha desde hacía años. Y ahora, con el Año Lizst, estoy deseando tocar obras de compositores relacionados con él, que por lo menos nos dé excusa para descubrir otras cosas.  Pero tampoco creo que sea culpa de las discográficas ya que están de capa caída y no es un muy buen momento para vender discos.

Su otro pianista referencial es sin duda Granados. Pasamos por Polonia y volvemos a España.

Sí, pero ambos pasando por Francia. Me encanta la música francesa y en ambos se nota ese paso por París. En Granados la influencia de Chopin está más que patente. En general, la música española siempre la he sentido muy cercana, en especial la de Granados por esa pequeña combinación de un Romanticismo más cercano al de Chopin, al igual que vemos en las obras tempranas de Albéniz.

Memorable es su grabación de las Goyescas de Granados, al igual que la de otro gran maestro, Joaquín Achúcarro, quien además fue su profesor. ¿Qué recuerdo suyo conserva?

Tengo miles de recuerdos y todos buenos. Para mí ha sido la mayor fuente de inspiración. De hecho fui a Dallas con la intención de estudiar con él un año y al final prácticamente tuvo que echarme después de tres, porque yo me hubiera quedado ahí. Su forma de ver la música y de vivirla es extraordinaria. Después de horas de viaje entre Londres y Dallas llegaba y se ponía a estudiar y a dar clase con la misma energía y entrega que si estuviera recién levantado. Tiene un concepto del sonido y de la música en general que me abrió todo.

Hablando de grandes figuras, usted huye del divismo. Si tuviésemos que hablar del divo del piano por excelencia posiblemente hablaríamos de Glenn Gould. ¿Qué le sugieren estas figuras cuya personalidad trasciende incluso más que su música?

Cuando el envoltorio es exagerado pero luego su música es extraordinaria, como en el caso de Gould, lo tolero bastante bien, me hace gracia.

¿Incluso cuando canta?

Incluso cuando canta (risas). Oír una grabación de Gould sin oírlo cantar sería un poco triste, le faltaría algo. Pero cuando, en muchos casos, solo viene ese lado exterior de marketing y la musicalidad no me atrae lo aborrezco. En general, intento prestar atención a lo que me gusta y solo me molestan esas extravagancias cuando afectan la forma de tocar y al sonido.

En varias ocasiones ha colaborado con el famoso violinista Ara Malikian, de quien podríamos decir que tiene dos facetas: una seria y otra en la que difunde los clásicos conocidos de una forma divertida. ¿Se arriesgaría a esto último?

Yo no lo haría, pero porque no soy ese personaje. No quedaría bien haciendo Pa-gag-nini aunque fuese gracioso, pero en otro sentido (risas). De lo que no nos damos cuenta es de que Ara está creando una gran afición e interés por la música clásica en el público joven. Dimos un concierto en Guadarrama el año pasado y el 40% de la sala eran niños. Niños que se lo pasaron fenomenal y disfrutaron como locos y estoy seguro de que no habrían ido a otro concierto que no fuera el de él. Aparte, quizás dentro de unos años, les digan a sus padres que les gusta el violín y que lo quieren estudiar. Eso es lo que crea afición musical en un país, no los conciertos serios. Hay que acercar la música y considero que la vía que ha elegido es fantástica, aparte que le funciona. Lo admiro mucho y todos vamos a agradecérselo en algún momento.

Tengo entendido que en lugar de tocar en solitario prefiere la música de cámara.

Sí, desde siempre ha sido la forma de expresión musical que más me ha gustado y con la que más disfruto. En gran parte, no solo por la experiencia musical en sí, sino por el hecho de no tener que viajar solo, que es una de las cosas que más odio.

O sea, que es más por la parte externa que por  el concierto en sí, ¿no?

Sí, es toda la parte de charlar antes del concierto y después ir a cenar con los músicos. Una de las cosas que más he odiado cuando he hecho giras solo ha sido acabar el concierto, que alguna persona me venga a saludar, si es que viene, e irme a cenar solo. Para mí es una de las cosas más tristes que hay, porque además después de la actuación uno está con la adrenalina al máximo y lo que le apetece es compartir, intercambiar y hablar y no irse solo a cenar.

En el campo de la música de cámara es muy llamativo que, lejos de la distribución convencional, le gusta situar el piano detrás del grupo, ¿mejora el sonido o es por no acaparar el protagonismo?

He oído muchas cosas de lo del piano detrás del cuarteto acerca de los Conciertos de Chopin y hay varios motivos. El primero es que estaba tocando con gente joven, que la gran mayoría de ellos eran mis alumnos. No me parecía bonito como experiencia para ellos encontrarse detrás de un piano. Por otra parte, acústicamente y como conjunto de cámara, sería muy difícil tocar con el cuarteto detrás. Pensamos muchas posibilidades sobre cómo poner el piano para que compensara y estar bien todos, pero no había tantas opciones. Con la formación tradicional o bien el primer violín no me veía a mí, o bien no podía escucharles yo bien.

Y la idea de tocar los Conciertos para piano de Chopin con un cuarteto de cuerda, ¿de dónde sale?

Es algo que se ha hecho muchas veces, no es una cosa nueva y había oído estas versiones en Valladolid y  en Newport y me gustó mucho. Nosotros le dimos un toque distinto. Utilizamos una versión que ya estaba hecha pero la cambiamos. Lo que hice un poco a modo del Barroco o el Clasicismo fue tocar las partes orquestales con ellos, como una especie de continuo. Eso creo que gana mucho porque el problema es que en los tutti se acusa mucho la falta de una orquesta grande. Al acompañarlo con el piano se enriquece. También intentamos dar importancia a la cuerda puesto que la gente cree que en los Conciertos para piano de Chopin no tiene importancia y de esa manera se logra un sonido más íntimo, que en el fondo es la esencia de su música.

Chopin era un personaje un poco raro, ¿verdad?

Sí. Creo que no le gustaban mucho ni los grandes divismos ni nada de todo eso.

Un poco lo que a todos los románticos.

No, porque, por ejemplo, a Lizst le encantaban las salas llenas y el público. Creo que es el precursor de la estrella rock o pop. Chopin era más bien el cantautor. 

Tal y como ha hecho usted, ¿cómo se pasa de interpretar a Chopin a apuestas más arriesgadas como su disco de Nikolai Kapustin?

Soy bastante abierto a todo tipo de música y la contemporánea me encanta. El caso de Kapustin no es exactamente contemporánea, sí por la época en la que ha vivido, pero es un estilo jazzístico muy elaborado, más en la línea de un Bach. Tiene una complejidad bastante considerable. Lo descubrí gracias a Ludmil Angelov, el pianista con el que grabé el disco, y se lo agradezco enormemente. Por otro lado disfruté mucho con el proceso de aprender esa música. Sobre todo la de dos pianos y percusión, que la estrenamos nosotros y esta es su primera grabación.

¿Contaron con el apoyo y supervisión de Kapustin?

Sí. Ludmil lo conoce bastante bien y estuvimos muy en contacto con él. Pero Kapustin es un antidivo y le encanta que la gente toque su música sin preocuparle los derechos de autor ni nada de todo eso. Cosa rara hoy en día.

En ese sentido se está promocionando mucho la música contemporánea desde festivales como el de Málaga, Alicante, el Ciclo BBVA del Auditorio Nacional o con el estreno de obras nuevas en todas las temporadas de las grandes orquestas de nuestro país. ¿Ve en este tipo de música una salida profesional?

No me gustaría imaginarme que solo hiciese música contemporánea, sino que me gusta mezclar. En Musikene doy clase de piano contemporáneo y lo que siempre me he preguntado es por qué esta música pertenece a una categoría aparte. En el fondo me parece fenomenal que se apoye desde los organismos e instituciones, pero siempre me pregunto si no sería mejor que no fuera algo raro. Lo ideal sería incorporarla a un programa normal combinando, por ejemplo, Chopin, Stockhausen, García Abril, Luis de Pablo y Beethoven.

Pero en algunas temporadas sí se hace.

Sí, pero se sigue viendo como una cosa rara. De hecho con un compañero de Musikene muchas veces, cuando queremos hablar de la música no contemporánea, hablamos de "piano normal". O sea, nosotros damos piano contemporáneo y otro dan "el normal". Esto a veces crea problemas porque muchos de los profesores de piano también les gusta poner obras contemporáneas y nos encontramos con que estamos dando doble ración.

¿En qué patrón deberíamos fijarnos?

Preferiría imaginarme que las cosas fuesen como en países como Finlandia, donde la gente lleva incorporada la música contemporánea desde que son muy niños. Para un chico que empieza es algo natural estudiar piezas contemporáneas y no lo ven como algo raro que se estudia aparte.

También debemos tener en cuenta que hay varios tipos de contemporánea. No es lo mismo Glass o Górecki que Xenakis, por ejemplo. ¿Cómo la delimitamos?

Creo que se ha expandido en tantas direcciones que es muy difícil decir cuál es más o menos contemporánea. Por ejemplo, varios de los discos que he grabado, como el de Minds, No seasons o el de Kaputskin, están hechos por el sello Non profit music, que defiende y aboga por la música contemporánea que ellos llaman consonante.

Que es la que podríamos definir como la de los puros herederos de los clásicos, ¿no es así?

O no. Piense que muchos de los clásicos en algún momento de su vida fueron revolucionarios y odiados por lo disonante que parecía su música.

¿Sucesores de los impresionistas, pues?

Yo veo más sucesora de los impresionistas la música más arriesgada. Creo que la línea de Debussy y los impresionistas sigue en Takemitsu y este tipo de compositores. Siempre ha habido muchas vertientes. Estoy seguro de que en la época de Mozart también había varias, pero luego el tiempo va seleccionando y solo nos llegan las corrientes generales.  Recuperar músicas que en su momento fueron muy importantes y que han pasado al olvido es algo que me llama mucho, como la de los compositores Moscheles, Henselt o Sharvenka. Son autores que en su momento eran lo más, a la altura de un Lizst o de un Chopin, y luego han pasado al olvido. El Festival de Newport lo que hace es rescatar toda esa música.

En cuanto a los pianistas, ¿cree que es bueno especializarse en un periodo concreto o es mejor abarcar de todo?

Depende mucho del pianista. Por ejemplo, a Joao Pires no me la imagino tocando un Boulez, sino interpretando a Schubert o Mozart. En cambio, a alguien como Andras Schiff lo imagino tocándolo todo. Ahí cada artista es lo polifacético que quiera ser.

¿Cómo se ve respecto a esto?

Tengo mis compositores favoritos y mis preferencias. En general el Romanticismo, el Postromanticismo y la música actual es lo que más me gusta. Del Clasicismo Mozart es uno de mis ídolos, pero me gusta tantísimo que a veces me da miedo tocarlo.

¿Qué tiene que abarca tanta complejidad a la par que parece tan simple?

Está claro que Mozart es un compositor muy especial, pero creo que con casi todos los clásicos lo que nos limita es nuestro instrumento moderno. Es decir, las pocas veces que he tenido ocasión de tocar en un fortepiano o en un clavecín de repente muchas de las cosas que se nos hacen difíciles al interpretar a Haydn o a Beethoven o incluso a Schubert de repente cobran sentido y entiendes que en ese instrumento sonaba muy distinto.  Pero en el caso de Mozart creo que lo que lo hace tan inaccesible a veces es ese grado de perfección, al igual que en Bach. Otros compositores son más humanos, pero Mozart y Bach los veo como en un mundo fuera de lo terrenal. En su música hay algo más allá de tocar notas, es algo más espiritual, difícil de agarrar.

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