Ópera Actual

Emilio Sagi, director de escena y gestor: “El alma de un teatro es el escenario“

por Pablo Meléndez-Haddad

Ópera Actual nº 130, Mayo 2010

EN TRES DÉCADAS DE TRAYECTORIA HA DIRIGIDO ESPECTÁCULOS EN VARIOS CONTINENTES, SIENDO EL PRECURSOR DE UN GRUPO DE REGISTAS MADE IN SPAIN CON CARRERA INTERNACIONAL, COMO LLUÍS PASQUAL, CALIXTO BIEITO O LA FURA DELS BAUS. ADEMÁS, HA COMPARTIDO SU ACTIVIDAD CREATIVA CON LA GESTIÓN ARTÍSTICA DE VARIOS TEATROS. POR SU COMPROMISO LÍRICO, EMILIO SAGI ES PREMIO ÓPERA ACTUAL 2010.

El director de escena asturiano Emilio Sagi parece no tenerle miedo a nada en lo que a teatro se refiere. Ha dirigido ópera italiana, francesa, alemana y española, moviéndose por todos los rincones del teatro musical, interesándose por el género serio, el bufo, la grand opéra, la comique, la tonadilla, la comedia musical y la opereta; sus montajes de zarzuela han sido todo un acierto ayudando, creando afición. Ha vivido en carne propia la revolución lírica de la España del cambio de siglo: "Los últimos veinte años han sido intensos; la ópera y la zarzuela se han convertido en nuestro país en hechos teatrales con todas sus consecuencias. Nuestras temporadas históricas (Barcelona, Bilbao y Oviedo) han hecho un gran esfuerzo para hacer llegar a su público este cambio, y a esto se une la reapertura del Real y la inauguración del Palau de Les Arts y del Maestranza". Véndase: usted ha sido, además de director de escena, director artístico del Teatro de La Zarzuela y del Teatro Real, cargo que ahora ostenta en el Arriaga bilbaíno. ¿Qué aporta un perfil como el suyo?

EMILIO SAGI: Creo que los directores de escena somos buenos directores de teatro. En Europa muchas salas están dirigidas por colegas con este perfil. Cuando se conoce desde dentro un espectáculo se evitan muchos errores. Hay quien no se da cuenta de que el alma de un teatro no son las oficinas de administración, sino el escenario.

Ó. A.: ¿Qué período debería permanecer en el cargo un director artístico?

E. S.: No hay un máximo, aunque para llevar a cabo un proyecto se necesitan unos seis u ocho años como mínimo. Hay casos de directores que permanecen décadas en el cargo y su obra arroja un desarrollo coherente. Como ejemplo ahí está el magnífico trabajo de Joan Matabosch en el Liceu o todos esos años de Nicolas Jöel en el Capitole de Toulouse.

Ó. A.: ¿Cuándo comenzó su carrera como director de escena?

E. S.: Fue en el Campoamor de Oviedo, mi ciudad, allá por 1980. Fui tan audaz que me atreví con La Traviata. Creo que si hoy viera ese montaje me saldría un sarpullido, pero en aquel momento me abrió las puertas para debutar en Madrid, en el Teatro de La Zarzuela, con Don Pasquale. En 1988 hice mi debut internacional en Bolonia.

Ó. A.: ¿Por qué no siguió los pasos de sus ilustres antepasados cantantes?

E. S.: Cantaba, y no lo hacía mal: soy barítono, como todos en mi familia, y hasta hice  solos en el coro del colegio. Estudié solfeo y no quise continuar, y ahora me arrepiento: en aquellos años estudiar música era un sacrificio y nunca pensé que iba a entrar en el mundo del teatro; por eso estudié Filosofía y Letras en mi ciudad y luego Musicología en Londres. En Oviedo participé en el coro universitario y en un grupo de danza, pero en Inglaterra pude ser ayudante de grandes directores, como John Cox o Götz Friedrich. En todo caso, sin darme cuenta, la historia de mi familia nunca me abandonaba: las fotos que veía de mi abuelo Emilio eran siempre de teatro y a mi tío Luis le vi por primera vez a los 6 años en el Campoamor cantando Molinos de viento. En su camerino asistí fascinado a su paso del personaje a mi tío, un hombre maravilloso, pero yo prefería al Capitán Alberto...

Ó. A.: ¿Cuáles son sus montajes favoritos y cuáles preferiría olvidar?

E. S.: Es difícil decidirse, aunque destacaría El juramento, la zarzuela de Gaztambide con la que me despedí de mis diez años en el Teatro de La Zarzuela en enero de 2000. Recuerdo también mi debut en la opereta en el Châtelet de París con Le Chanteur de Mexico. A pesar del miedo que tenía de revisar un espectáculo que había estado tres años en cartelera en esa ciudad, fue un éxito: conquistamos París. También estoy muy satisfecho de las recientes Nozze di Figaro del Real. Preferiría olvidar unos Puritani que hice en Bolonia, en La Zarzuela, en el Liceu y en el Bunka Kaikan de Tokyo: estaba tan obsesionado porque fuera bello que parecía no tener alma, destilaba poca emoción y podría ser de cualquier director. Respecto del Tristan und Isolde que dirigí en Madrid y Barcelona, creo que no estaba preparado para entrar en esta gran obra. Confieso, casi con rubor, que no me muero por montar óperas de Wagner, aunque hace poco dirigí con éxito Die Feen en París. Quizás me siento incómodo ante tanta trascendencia. Con Idomeneo me pasó algo parecido, pero en este caso la producción tuvo éxito y se repitió muchas veces (Madrid, Barcelona, Venecia, Bilbao, Oviedo y Las Palmas). En el estreno no quedé contento, aunque luego, con las revisiones, la producción adquirió enjundia.

Ó. A.: ¿Cuáles son las características que debe tener un espectáculo lírico para que hoy llegue renovado?

E. S.: Lo más importante es que se cuente una historia, de la manera que sea y con el método que mejor le parezca al director, pero que interese y entretenga. A mí me ha atraído siempre mezclar el puro sentimentalismo, algunas veces cercano al kitsch, con una fría complejidad casi matemática.

Ó. A.: ¿Cuáles son sus compositores favoritos para dirigir?

E. S.: Todas las obras de Richard Strauss son perfectos dramas en música: Salome tiene una gran fuerza y el trabajo del compositor sobre la obra de Oscar Wilde es perfecto; y aunque la unión de Strauss y Hofmannsthal fue genial en Elektra, Rosenkavalier y Ariadne auf Naxos, mi favorita es esa conversación en música que es Capriccio. Adoro, además, Evgeni Onegin y Pique Dame de Chaikovsky, una perfecta combinación de música llena de emoción, sentimiento y pasión y un libreto inteligente basado en obras maestras de Pushkin. Espero que al leer esto algún teatro se anime a encargarme alguna de ellas... En zarzuela creo que el género chico se lleva la palma de la genialidad: obras como las de Chueca o La verbena de la paloma de Bretón y La revoltosa de Chapí son auténticas joyas.

Ó. A.: Usted ha tocado todos los palos teatrales. ¿Hay algún formato que ambiciona dirigir?

E. S.: Me gustaría hacer un espectáculo en la Arena de Verona o en un espacio similar. También me provoca enormemente dirigir una revista musical, ya sea en un importante cabaret como el Moulin Rouge o revisitar los grandes éxitos de la revista española. Aunque siendo muy joven dirigí un Otello de Shakespeare en Oviedo, me gustaría volver a hacer una obra de prosa, ¿por qué no?

Ó. A.: ¿Qué le falta a la lírica española para su proyección internacional?

E. S.: Poca cosa: he sido testigo de grandes éxitos españoles en el extranjero, como El gato montés en Tokyo, La del manojo de rosas en Roma y París, La chulapona en París y Edimburgo, Doña Francisquita en Washington y Toulouse, La generala en Viena, Trieste y París o Luisa Fernanda en Los Ángeles, Milán y Viena. Si está bien cantada y el espectáculo es bueno, el triunfo es seguro.

Ó. A.: ¿Cómo ve la relación entre el director de escena y el musical?

E. S.: Hay que tener una buena conexión, y esto es algo que se da o no. Creo que la inseguridad suele acarrear malos entendidos y disputas que arruinan esta colaboración. En cualquier caso, aunque no exista esta perfecta relación, siempre tenemos en común la partitura de la obra.

Ó. A.: ¿Cree en los comités artísticos como asesores de teatros?

E. S.: No sirven absolutamente para nada. Si las autoridades culturales piden a un profesional que dirija un teatro es porque tiene la capacidad y los conocimientos necesarios para ello. Es absurdo limitarlo con asesores que tienen otras profesiones y que siempre tendrán una opinión diletante y partidista. Se corre el peligro de convertir un teatro público en una asociación de amigos de la lírica.

Ó. A.: ¿Cree en el futuro de la ópera?

E. S.: En estos momentos de absoluto dominio de la razón y de logros tecnológicos, la ópera tiene un futuro importante: nunca un robot podrá cantar una ópera por muy bien que consiga dar las notas. La emoción es lo que nos queda a los seres humanos, el acercamiento al alma de nuestros semejantes y ese creo que debe ser el futuro del arte de la ópera: llevar emoción y un poco de pasión a nuestra vida llena de estrés y miserias.

Ó. A.: ¿Cómo sería el servicio educativo ideal de un teatro? Imagíneselo teniendo presupuesto ilimitado...

E. S.: En estos momentos de crisis me es imposible imaginar un presupuesto ilimitado: hasta me parece inmoral con la que está cayendo. Me gustaría hacer óperas para niños en las que éstos tuvieran gran participación, una especie de participation performance de esas que se hacen del Rocky Horror Show o de The Sound of Music, en las que el público va vestido de los personajes y canta. Se podría hacer con ciertas óperas cómicas o encargar una composición que fuera sencilla siguiendo el modelo de Britten para que niños y jóvenes se divirtieran siendo protagonistas de una fiesta teatral. Algunas funciones infantiles, cursis y anticuadas, son un insulto para la inteligencia de los niños y le hacen un flaco favor al acercamiento de los jóvenes a la lírica.

Ó. A.: ¿Qué óperas y zarzuelas le faltan por dirigir antes de retirarse?

E. S.: Retirarme es una palabra que hoy no entra en mi vocabulario: tengo muchos proyectos, mucha energía y casi más ganas de trabajar que en mis comienzos. Me atrae enormemente mi proyecto en el Teatro Arriaga de Bilbao. Me interesa trabajar para agrandar la impronta de esta casa y lograr que exportemos buenas producciones. En cuanto a mi trabajo en el escenario, además de Pique Dame o Capriccio, me seduce Manon de Massenet, Il Trovatore, La viuda alegre -que dirigiré próximamente- y esa gran gamberrada que es la opereta bíblica La corte de Faraón.

Ó. A.: ¿Cuál es el papel que, según usted, debería tener en la industria de la lírica española una revista como ÓPERA ACTUAL?

E. S.: No soy periodista ni analista cultural, pero me parece que esta revista es hoy en día todo un referente en el mundo de la lírica: informa, divulga y tiene una claro compromiso de futuro con este arte.

SAGI Y SU TEATRO MUSICAL ( SELECCIÓN )

- Título: La del manojo de rosas. Estrenada en: Teatro de La Zarzuela. Año de estreno: 1990. Escenografía: G. Trotti. Vestuario: A. Barajas. Ciudades en las que se ha repuesto: Roma, París, Oviedo, Bilbao, Valencia, Valladolid, Santiago, Pamplona, San Sebastián, Barcelona.

- La Montería. Teatro de La Zarzuela, 1995. J. Galán. Oviedo.

- Carmen. Teatro Real, 1999. G. Trotti / J. Del Pozo. Tel Aviv, Los Angeles.

- Giulio Cesare. Teatro Campoamor, 1999. J. Ruiz. Bilbao, Murcia, Lausana.

- Margarita la Tornera. Teatro Real, 1999. L. Corbella.

- El juramento. Teatro de La Zarzuela, 2000. G. Trotti / J. Del Pozo. Oviedo.

- La Bohème. Teatro Campoamor, 2000. J. Galán / P. Ojanguren. A Coruña, Festival de Peralada.

- Il viaggio a Reims. Festival Rossini de Pésaro, 2001. E. Sagi / P. Ojanguren. Madrid, Tokyo.

- L'equivoco stravagante. Festival Rossini de Pésaro, 2002. F. Calcagnini / P. Ojanguren. Tenerife.

- Zigor. ABAO, 2003. E. Sagi / A. Arregui.

- La Fille du régiment. Teatro Comunale de Bolonia, 2004. J. Galán. Génova, Washington, Houston, Oviedo, Bilbao, Santiago de Chile, Montecarlo, Ginebra, Düsseldorf, Madrid, Burdeos, Estrasburgo, Roma.

- Doña Francisquita. Teatro Colón de Buenos Aires, 2004. E. Frigerio / F. Squarciapino. Madrid, Toulouse.

- El barbero de Sevilla. Teatro Real, 2005. L. Corbella / R. Schussheim. Lisboa, Pamplona.

- La Parranda. Teatro de La Zarzuela, 2005. R. Sánchez-Cuerda / M. Crespi. Oviedo, Murcia.

- Lucia di Lammermoor. Teatro Municipal de Santiago de Chile, 2005. E. Bordolini / I. Möller. Oviedo, Las Palmas.

- El gato con botas. Teatro Real, 2005. Á. Ruiz de la Prada. Barcelona, Oviedo, Bilbao, Alicante, Valladolid.

- La forza del destino. Nuevo Teatro Nacional de Tokyo, 2006. L. Corbella.

- Luisa Fernanda. Teatro Real, 2006. E. Sagi / P. Ojanguren. Milán, Washington, Los Ángeles, Oviedo, Valladolid, Peralada, Viena.

- Le Chanteur de Mexico. Théâtre du Châtelet de París, 2006. D. Bianco / R. Schussheim.

- Rigoletto. ABAO, 2006. R. Sánchez-Cuerda / M. Crespi. Lisboa.

- La Bruja. Palau de les Arts de Valencia, 2007. L. Corbella.

- Ifigenia en Táuride. Teatro Campoamor, 2007. Los Angeles. Suárez / P. Ojanguren.

- La Generala. Teatro de La Zarzuela, 2008. D. Bianco / J. Ruiz. Oviedo, París.

- La battaglia de Legnano. ABAO, 2008. L. Corbella / P. Ojanguren.

- Katiuska. Teatro Arriaga, 2008. D. Bianco / P. Ojanguren. Oviedo, Valladolid, Madrid.

- Pan y toros. Teatro Municipal de Santiago de Chile, 2008. E. Bordolini / I. Möller. Oviedo, Lausana.

- El rey que rabió. Palau de les Arts de Valencia, 2009. F. Calcagnini / P. Ojanguren. Peralada.

- Las Hadas. Théâtre du Châtelet de París, 2009. D. Bianco / J. Ruiz.

- Sansón y Dalila. Teatro Amazonas de Manaos, 2009. L. Ceolin, C. Pedráñez / O. Malaquias. Atenas.

- Les Mamelles de Tirésias. Teatro Arriaga, 2009. R. Sánchez-Cuerda / G. Salaberri. Barcelona.

- La italiana en Argel. Teatro Municipal de Santiago de Chile, 2009. E. Bordolini / R. Schussheim. Bilbao, Oviedo.

- Sonrisas y lágrimas. Théâtre du Châtelet de París, 2009. D. Bianco / J. Ruiz.

- Le Nozze di Figaro. Teatro Real, 2009. D. Bianco / R. Schussheim. Las Palmas, Bilbao.

- L'isola disabitata. Arriaga, 2010. D. Bianco / P. Ojanguren.

 

Todos los artículos que aparecen en esta web cuentan con la autorización de las empresas editoras de las revistas en que han sido publicados, asumiendo dichas empresas, frente a ARCE, todas las responsabilidades derivadas de cualquier tipo de reclamación