Ópera Actual

Carmen. La ópera de Bizet regresa al Liceu en la visión de Calixto Bieito

por Pablo Meléndez-Haddad

Ópera Actual nº 134, Octubre 2010

VUELVE A BARCELONA LA ÓPERA MÁS POPULAR DE TODOS LOS TIEMPOS. CARMEN, EL MITO ANDALUZ DE LA MUJER LIBERTARIA QUE MUERE ASESINADA A MANOS DE SU EX AMANTE LOCO DE CELOS PORQUE ELLA LO DEJA POR OTRO, REGRESA, Y CON ACENTO ESPAÑOL. AL MENOS EN LA DIRECCIÓN DE ESCENA QUE FIRMA CALIXTO BIEITO.

Pocas veces sucede en el Liceu barcelonés que una producción de un director de escena español llegue para reemplazar el montaje de otro artista español. Esto se da con la Carmen bizetiana que, de la mano de Calixto Bieito, se paseará todo el mes de octubre por el escenario barcelonés recogiendo el testigo del montaje que en 1993 firmara para el Gran Teatro Núria Espert.

Serán una quincena de funciones con dirección musical de Marc Piollet y que se repondrá, en otras siete representaciones, los últimos días de julio despidiendo el curso.

El Liceu tiene acostumbrado a su público a tirar la casa por la ventana en el apartado de voces, siguiendo su propia tradición; tres elencos se repartirán las funciones inaugurales: Béatrice Uria-Monzon, Jossie Pérez y la española María José Montiel (Carmen); Roberto Alagna, Brandon Jovanovich y el español Germán Villar (Don José) -a quienes se les une Neil Shicoff en una única función-; Marina Poplavskaya junto a las españolas María Bayo y Ainhoa Garmendia se reparten el pastel de Micaëla, mientras Erwin Schrott, Jean François Lapointe y el también español Àngel Òdena asumirán el rol de Escamillo. En julio la producción de Bieito será defendida por Anna Caterina Antonacci y Jossie Pérez en el papel titular, Fabio Armiliato y Neil Shicoff como Don José, María Bayo y Ainhoa Arteta serán Micaëla y Kyle Ketelsen y Àngel Òdena Escamillo.

Carmen vuelve de la mano de Calixto Bieito, uno de los directores de escena más controvertidos del panorama operístico español y cuyos montajes agotan localidades en teatros como los de Frankfurt o Stuttgart. Pero su Carmen no muerde, porque llega avalada por el aplauso prácticamente unánime de público y crítica cuando la presentó, en su versión primigenia, en el Festival Castell de Peralada de 1999, contando entonces también con Alagna en el reparto. "Básicamente el espectáculo es el mismo, pero ahora llega con mucho más poso y con la aportación que han ido haciendo los muchos cantantes que han repuesto la producción original por media Europa, quienes le han dado a la puesta en escena multitud de matices", apuntó Bieito a ÓPERA ACTUAL.

Una vez más, el director de escena le saca punta al reparto, obteniendo lo mejor de los intérpretes a su disposición. ¿Qué cómo lo consigue?  "Todo se basa en la disciplina", explica. "En los ensayos hay que crear un clima de libertad, de generosidad y de disciplina. Hay que ver si el cantante puede cantar haciendo tal cosa y si no se puede, cambiamos, pero si se puede, lo hacemos. Hay que atreverse y no tener miedos ni prejuicios. Les pido que jueguen con su cuerpo. Yo soy muy autocrítico y si veo que algo no funciona por un error mío lo intento subsanar. Y me expongo tanto como mis cantantes; son ellos los que están sobre el escenario, pero ven que no estoy haciendo esta ópera como si fuera una más en mi vida, sino como lo que es: la ópera. Lo primero que hago al trabajar con gente que no conozco es liberarlos de falsos conceptos sobre mí. En Alemania se creían que yo era un borracho y que en los ensayos bebía cerveza y escupía al suelo. Nada de eso: mi modo es bastante apasionado, desprendido, me implico emocionalmente, y mucho, tanto que me afecta si no puedo entrar en comunicación con un cantante. Hay que ir empujando y dando indicaciones activas y positivas. Esto es lo más importante en un director: debe activar, no desactivar negando opciones, y decir claramente lo que quiere. Esta manera de trabajar hace que en un momento dado los intérpretes se desinhiban, se abran".

El trabajo, dice, mejora mucho cuando se cruza con un cantante con mucho de exhibicionista, que los hay: "Eso ayuda, porque en definitiva el trabajo del cantante es sobre su cuerpo, sobre su voz. Muchas veces les comento que lo suyo es un don, porque tienen la oportunidad de vivir vidas diferentes, que son las de los personajes que interpretan. Eso incentiva y ayuda".

Mirando al Sur

La Carmen de Bieito no nació en Sevilla, sino bastante más al sur. El director recuerda que para buscar inspiración decidió viajar con todo su equipo artístico: "Nos fuimos a Málaga y a recorrer el sur de Andalucía. Pero no funcionaba, así que decidimos cruzar el estrecho y viajar por Marruecos; al final empecé a vislumbrar una idea que después me abrió muchas puertas: en la frontera de Ceuta, en la parte marroquí, había una enorme explanada en la cual los coches de los contrabandistas -mercedes de los setenta- se paraban esperando para realizar sus negocios. Me chocó ver la energía de la frontera: cruel, desesperada y tremendamente brutal. Como algunas relaciones amorosas. El sur de Carmen, entonces, no estaba tan lejos". Bieito prefiere referirse a esta ópera como "una historia de amor y muerte, una historia anónima de violencia de género entre un soldado y una mujer".

Hoy, con su agenda repleta de compromisos, Bieito es consciente de lo que sus creaciones despiertan en el público. "Cuando empecé a hacer ópera yo no era muy consciente de esta situación. No tenía ninguna pretensión. Y soy una persona muy lenta para llegar a conclusiones; por eso he comentado muchas veces que soy alguien con pocas estrategias, porque me cuesta elaborar ideas y concretarlas. Pero he empezado a tomar conciencia de que en algo he influido en el mundo de la ópera cuando me pidieron que impartiera clases magistrales en la Universität der Künste de Berlín y en el Institut für Theater, Musiktheater und Film de Hamburgo; cuando estos centros me estaban solicitando clases sobre dramaturgia de los cuerpos y dirección de escena operística, me di cuenta de que algo aportaba. Me animé a hacerlo porque pensé que igual puedo ayudar a la gente a que tire adelante el género de otra manera, con una nueva mirada. Esto es muy importante para las generaciones que vienen detrás, que alguien les diga que no pasa nada si se hace un espectáculo en el que uno se arriesgue, que hay que jugar, que hay que atreverse. En una vida tan corta hay que aprovechar para que la imaginación vuele, que la fantasía y la libertad sean puntos fundamentales en una propuesta".

Y respecto del creador, tiene las ideas muy claras: "Eso del respeto al autor me parece un discurso de bajo nivel. Cuando me dicen 'es que yo sí respeto a Verdi o a Mozart' me hacen pensar en que yo no sé si los respeto. Yo trabajo con algunas de sus obras y ese material me provoca una serie de emociones que traslado a mis propuestas porque me gustan. Intento comunicar lo que me produce ese material. En Estocolmo tomé clases con Ingmar Bergman y de él aprendí que hay que apasionarse por la obra que se está haciendo. Cada obra es pasión. Y no con todas las obras se llega a una comunicación total, porque hay algunas con las que no acabas de conectar. Pero esto es un proceso natural y mi trabajo no es sólo técnica, sino también dejar fluir, como el cantante"..

Maltrato físico

A pesar de haber vuelto una y otra vez a Carmen, Bieito no se cansa de la historia, de su música y de sus personajes. El de Don José le atrae tanto como el de la gitana. "Nunca he pensado que Don José sea una víctima y por eso cambié el final en la última reposición de la ópera transformándola según una idea que tenía al principio y que evité en Peralada: él la iba matando por el suelo a puñaladas durante todo el dúo final mientras ella se iba escapando. Un final muy sucio que responde a una historia de maltrato. Porque creo que Carmen es básicamente eso, una historia de maltrato físico, no la novela de Merimée, sino la ópera de Bizet. Evidentemente hay seducción y pasión, además de una mujer que es la libertad, pero en la esencia es una historia de maltrato. Y nuestra sociedad actual sigue generando una pobreza que se traduce en violencia. Esto es parte del género humano: si tú no tienes nada, no pierdes nada con quemar coches y romper escaparates. Además de que la violencia es inherente a la naturaleza humana, es evidente que la violencia responde a una situación social".

En más de una ocasión, Bieito ha declarado a estas mismas páginas que prefiere decidir el tempo de la acción en los ensayos, junto con los cantantes. "Después lo discutiré con el director musical", apunta, pero que en este tema lo fundamental "es el trabajo que se realiza con cada cantante, porque el intérprete tiene mucho que decir del detalle, de la respiración. Y esa pauta la da la música. Y ya se sabe que muchos cantantes-estrella cantan a su tempo y tampoco respetan lo que ha escrito el compositor. Lo hacen a su manera y bajan las notas que creen convenientes".

La carrera de Calixto Bieito, profundamente teatral, hace años que se ha convertido en eminentemente lírica. "No ha sido una coincidencia, sino algo voluntario", afirma. "Me he decantado por la ópera porque me gusta mucho. Incluso a mis hijos los machaco con música. Es fundamental en mi vida y la música me cura, me hace sentir mejor. Y esta decisión no ha sido por dinero como alguien ha dicho, mentira. Cobro lo mismo por dirigir teatro que ópera. En teatro hay que inventarse la música, y me refiero a la sangre, al tempo, no a una banda sonora. Al motor que hace moverse al actor".

En su lucha por actualizar la ópera, Bieito ha pretendido "transmitirla a un público de ahora. Y no me refiero sólo a la estética, porque a veces engaña", considerando que el elemento del discurso operístico tradicional que más hay que evitar es "esa abstracción estética de la que se ha abusado desde que se consolidó en Bayreuth en los años cincuenta. Hay que buscar una estética propia de la gente de ahora. Se habla del poder de los directores de escena, pero yo no creo en eso, sino en el poder de las personas. Hay gente poderosa, ya sean cantantes, directores musicales o de escena. Hay mucho cliché que cambiar. La actualización que pretendo pasa porque mi versión le diga algo al público más allá de la música, porque la partitura ya habla por sí misma, de eso no cabe duda. La música la oyes en casa. Pero la ópera es teatro musical, en el que conviven música y teatro, ambos con la misma responsabilidad del show. Por eso frases como 'al menos nos queda cerrar los ojos y escuchar la música' me parecen muy tristes, porque para eso te quedas en casa. El problema no está en que esto sea tradicional y esto otro moderno, sino en que hay cosas bien hechas y otras mal".

 

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