Ópera Actual

José Antonio Campos: "Bilbao se tendría que escribir con V de Verdi"

por Francisco García-Rosado

Ópera Actual nº 94, Octubre 2006

El director general del Instituto Nacional de las Artes Escénicas y de la Música (Inaem), José Antonio Campos, aporta su experiencia y su visión ante la iniciativa de una de las asociaciones líricas más dinámicas del panorama operístico español.

ÓPERA ACTUAL: Desde su posición como gestor público, ¿qué le parece el proyecto cultural Tutto Verdi ?

J OSÉ ANTONIO CAMPOS: En cualquier país del mundo éste sería el proyecto de un teatro; nadie se lo pide ni es obligación de una asociación. Se le ha ocurrido a Bilbao y a una Asociación de Amigos de la Ópera. Creo que Bilbao se tendría que escribir con V de Verdi o Verdi con B de Bilbao...Este proyecto lo tenemos que apoyar todos; va más allá del capricho de unos aficionados a la ópera; es un proyecto cultural y nos va a permitir reflexionar sobre el papel de la ópera más allá de lo que es una representación.

Ó. A.: J. A. C.: ¿Cree que habría que animar a los teatros públicos a ir por esta línea de hacer proyectos culturales?

J. A. C.: Creo que muchas veces las programaciones tienen que ver con el posibilismo . Los que nos sentamos en las butacas de los teatros de ópera sabemos que se trata de un género que tenemos que defender de cara al futuro, y lo que tiene que sacar el espectador de la ópera es algo que va más allá de la mera representación. La ópera es una de las grandes aportaciones de Occidente a la cultura, y se compone de muchos elementos. Y cuando hoy cantantes, directores o escenógrafos están en una escenario para contarnos algo, se lo están contando a una persona que tiene unos problemas diferentes a los que tenía hace 50 años, y no puede salir del teatro con la disposición en que entraba y salía en aquellos momentos. Pienso que cada espectáculo tiene que servir para algo; no para resolver un punto en la programación.

Ó. A.: Es este sentido, ¿no sería una política interesante del Ministerio de Cultura, que su ayuda pudiera condicionarse a un proyecto cultural sin limitarse a una lista de óperas? ¿Qué le parece?

J. A. C.: El Ministerio analiza cada programación y proyecto y distribuye sus medios con mayor o menos acierto; pero no cabe duda que son muchos los recursos que van dedicados a la ópera, cosa que muchas veces no es entendida suficientemente, quizá porque las necesidades son muchas y en otros sectores no se acaba de entender que la ópera es el espectáculo más caro y complicado y, por lo tanto, es el que mayor inversión requiere. Establecer ahora, en el punto en el que estamos, una condición a las ayudas que se dan en relación a que los teatros avancen en un discurso cultural podría sonar a dirigismo. Me parece que este momento de bonanza hay que verlo con la euforia suficiente, porque las buenas épocas lo mismo que viene se van. Por tanto hay que abrir la ópera a la sociedad y, sobre todo, hay que intentar hacer llegar a la gente joven un discurso a través del cual se acabe entendiendo que la ópera es un bien patrimonial que pertenece a todos, y que un joven puede disfrutar, entender y gozar de la ópera como de cualquier otro espectáculo. Desde el Ministerio tiene que haber una posición de apoyo y confianza en los directivos de las entidades, porque en la mayor parte de los casos todo esto que comento está en el ánimo de las personas que están trabajando. De hecho se producen situaciones de riesgo que por un público conservador no son recibidas con demasiado entusiasmo, pero, curiosamente, cuando esas apuestas de riesgo funcionan, al final ese público aparentemente más conservador acaba entrando y aceptándolo. Lo que es gratuito se demuestra por sí mismo, y cuando hay una cosa que tiene un valor específico que transciende lo que es la emoción del espectáculo donde se suma la música, el teatro y todas las artes juntas, eso el público lo capta, y cuando lo que hay detrás es un camelo también lo detecta. Como ejemplo pondría tres espectáculos que se han ofrecido el curso pasado que resumirían y muestran lo que es este arte total: La ciudad muerta en el Liceu, la Lulu del Maestranza y Diálogos de Carmelitas en el Real.

Ó. A.: ¿Vió la Rusalka de Bilbao?

J. A. C.: No, pero sé que está en esta misma línea. Esto es responsabilidad de los directores artísticos que tienen que pelear por ello, porque no vamos a seguir viviendo como estábamos acostumbrados, con voces de oro como tuvimos en una época reciente; ya no se puede acudir al teatro en función de eso. Ese tiempo ya pasó, pero estoy convencido de que volverá porque volverán voces de aquel nivel. Hoy tenemos que entrar a la ópera de otra forma, desde el discurso musical o teatral; y también desde la voz, porque hoy los cantantes está mejor preparados que nunca aunque también existe el peligro de que las carreras sean más cortas, quizá porque no saben bien el camino que hay que seguir. En este sentido es de lamentar la desaparición del manager , porque los actuales agentes no hacen de manager . Un buen manager orientaba una carrera. Cuando aparece una voz interesante el teatro tiene que hacer todo lo posible para que esa voz no se le escape procurando durante unos años que ese cantante le sea fiel ofreciéndole el repertorio adecuado para no quemarlo en una o dos temporadas y así entrar en un camino comercial que durará poco tiempo; y ya hay ejemplos desgraciados en este sentido. Sin embargo soy optimista, ya que ese período que hemos vivido de grandes voces tiene que volver, y síntomas hay. Por eso los teatros deben estar muy atentos a cuando aparece alguien con talento y no limitarse al compromiso inmediato, porque si no el cantante acaba perdiéndose en un contexto totalmente comercial y al cabo de pocos años esa voz se diluye sin saber por qué. Ésta es labor de los teatros, porque estos son y deben ser fundamentalmente centros culturales.

Ó. A.: La ABAO no tiene teatro propio; programa en el Palacio Euskalduna pero la entidad tiene que alquilarlo; tampoco puede contratar ciertas producciones por la imposibilidad de ajustarse al monta y desmonta al que obliga el día a día del Euskalduna. ¿Cómo ve esta situación?

J. A. C.: Con perplejidad. Todos hemos visto el enorme esfuerzo de ABAO cuando empezó en el Coliseo Albia. Y todos salíamos felices porque ha habido algo que ABAO siempre ha hecho bien: ser pionera en las voces. Las grandes voces han pasado por Bilbao, y el público bilbaíno sabe de voces como nadie. Ahora, es cierto, que en el Albia vimos espectáculos que era mejor cerrar los ojos. Cuando se puso en marcha el Palacio Euskalduna, todos dijimos: “¡por fin esta ciudad va a tener un sitio donde la ópera se desarrolle con normalidad!”. Lo que hoy se ve en Bilbao era impensable hace unos años, y no olvidemos que el Euskalduna es lo que es en gran parte porque existía ABAO. Sin ABAO probablemente hoy no existiría el Palacio Euskalduna. Pero cuando te reúnes con la Asociación y ves la mínima estructura de personal que posee –que es ejemplar y quiero subrayarlo– y que después tengan que pagar para poder hacer ópera... He de decir, cuando menos, que siento perplejidad. Esta enorme dificultad añadida dice aún más de quien es ABAO; de cómo trabajan, de lo que es una verdadera afición por la ópera, y encima tienen tiempo para pensar y llevar a cabo el proyecto Tutto Verdi . Seguro que si lo que hacen estuviera en manos de las administraciones sería mucho más caro, con una infraestructura de personal cuatro veces la que hay, y encima no se les ocurriría embarcarse en un proyecto de esas dimensiones. No sólo desde mi posición oficial sino como espectador habitual, debo declarar mi absoluta admiración por lo que ABAO hace.

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