Ritmo

Entrevista a Ángela Gheorghiu: "Me siento muy feliz de ser una diva"

por Jaume Radigales

Ritmo nº 766, julio 2004

Con ocasión del recital que a finales de marzo Angela Gheorghiu ofreció en el Gran Teatre del Liceu, pudimos acercarnos a la soprano rumana, con quien mantuvimos una distendida charla. No es fácil encararse a alguien con el carácter y la personalidad de esta joven y bella artista, muy segura de sí misma y que pisa fuerte, sabiendo dónde y cómo lo hace. Alta, esbelta, con su melena de negro azabache y con el justo maquillaje para la ocasión, Angela Gheorghiu nos recibió con simpatía y con ganas de hablar. No se corta un pelo y sabe llevar las cosas hacia donde ella quiere. Porque la simpatía no deja de esconder rigor, exigencia e incluso severidad ante cuestiones que ella zanja con otra pregunta, como si quisiera cuestionar al entrevistador.

La Gheorghiu es muy lista y se las sabe todas: cuando sale al escenario es capaz de atraer todas las miradas del público. En los recitales, avanza hacia el proscenio y frena justo a tiempo para ser aplaudida, tal es el magnestismo que desprende esa joven latina que vino del este. El atractivo se mantiene ante la proximidad de quien se sienta a su lado, con la grabadora a punto.

Angela Gheorghiu canta desde los cinco años y eso quiere decir que lleva la música en la sangre que corre por sus venas. Ya adolescente, deslumbró a muchos en su Rumanía natal y de ahí su proyección internacional. Desde su debut en el londinense Covent Garden con La bohème (1992) y sobre todo desde aquella ya legendaria Traviata al lado de Solti (1994) ha llovido mucho, pero Angela Gheorghiu siempre ha sabido mantener su lugar, es decir una merecida primera fila. Crítica y público han saludado en la soprano rumana una de las voces más solventes para un siglo XXI que ayudará a mantener a la ópera en los parámetros del glamour, en parte gracias a artistas como la Gheorghiu.

En su vida, tampoco han faltado escándalos o desaires, como el sonado plantón que Angela Gheorghiu hizo al Teatro Real: no le gustaba el montaje que Pier Luigi Pizzi hizo de La traviata , aun conociendo de antemano cuáles eran las líneas maestras del dramaturgo italiano, que se molestó en escribir una carta detallando su proyecto. El acuse de recibo se tradujo en un desplante que dejó boquiabiertos a personal del teatro, público y colegas de reparto. Las divas y los divos son así y Angela Gheorghiu no solamente no se avergüenza de ello sino que le encanta ostentar su abanderado divismo. Ella –dice- sólo acepta contratos que se comprometan a realizar las óperas de acuerdo con los criterios del compositor. Claro que los criterios cambian, que las modas pasan y que la modernidad evoluciona. Porque, a estas alturas, ¿quién dice cómo tiene tiene que ser La traviata de Verdi, ciento cincuenta años después de su estreno? En todo hay que encontrar términos medios y Angela Gheorghiu se mantiene impertérrita en sus trece y además no acepta injerencias en su trabajo. Ella tiene claro cómo son los personajes que interpreta y ningún dramaturgo puede intervenir en algo tan esencial como es el conocimiento de dichos roles a través de la voz, sencillamente porque según la Gheorghiu a la ópera se va a oir voces y no a ver una dramaturgia. Discutible, aunque ella lo tiene muy claro.

Y del teatro pasó al cine: Tosca de Benoît Jacquot y recientemente Romeó et Juliette de Barbara Willis Sweete (una versión reducida de la ópera de Gounod) han hecho de Angela Gheorghiu una presencia radiante desde la gran pantalla. Porque además de voz, la soprano irradia luz gracias a una impresionante fotogenia. No solamente saber estar en un escenario sino que enamora a la cámara.

Su repertorio es variado pero responde a la riqueza de matices de toda una soprano lírica: Bellini, Donizeti, Verdi, Puccini, Massenet o Gounod son algunos de los patrones en los que Angela Gheorghiu se siente segura. El esmalte es perfecto, el color muy agradable, la emisión envidiable y la proyección impecable. La Gheorghiu sabe jugar con las medias voces, con el oscurecimiento de la voz y con los mil y un recursos expresivos. E incluso se arriesga (como hicieron Maria Callas o Victoria de los Ángeles) a abordar papeles de mezzosoprano tan complejos como el rol titular de Carmen . Por cierto que su próximo gran proyecto será la versión que de la ópera de Bizet se presentará el próximo otoño en Sevilla. El equipo incluye la dirección musical de Lorin Maazel y escénica de Carlos Saura. Y la versión resultante se filmará en DVD con fotografía de Vittorio Storaro. El proyecto incluye a otras intérpretes como Carmen (sin ir más lejos a Maria Guleghina), pero el DVD lo protagonizará Angela Gheorghiu. Faltaría más.

Además de mantenerlos con los compositores, en la vida artística de Angela Ghoergiu, habido otros idilios: uno con el tenor francés de origen italiano Roberto Alagna, con quien grabó, filmó y se casó; otro con las discográficas, porque primero fue DECCA y después EMI. Y para este último sello sacó la Gheorghiu el recopilatorio Diva . Un título que responde, a modo de tarjeta de presentación, a una declaración de principios: a esa ilustre rumana le encanta ser una diva. Y sabe justificarlo.

Aunque muchos lo hacen, yo no quiero compararla con Maria Callas, porque ella fue única y usted va camino de serlo pero aún tiene tiempo para demostrarlo...

Bueno, yo espero ser la primera Angela. En su campo, cada una es única. Esto es normal... las comparaciones se hacen para saber qué lugar ocupa cada cantante y poder establecer categorías, pero encuentro normal que se haga.

Bueno, ya le he dicho que yo no quiero compararla...

Eso está bien...

En todo caso, e insisto que no quiero compararla ¿hasta qué punto se considera, como rumana, heredera de una Hariclea Darclée teniendo en cuenta el repertorio de ambas?

Para serle sincera, no creo en herederas. Conozco a todo el mundo y lo he escuchado todo, pero cuando estudiaba o cuando estoy encima de un escenario no pienso en nadie. Tengo mis ideas y pienso en lo que he aprendido, en lo que siento, en lo que he de dar de mí misma. Evidentmente, no ignoro dónde empieza mi camino. Usted ha citado a una cantante rumana que fue la primera en su género en una época en la que nadie lo tenía nada fácil. Más allá de este dato, insisto, no creo en herencias.

¿Cree que su voz, ahora eminentemente lírica, puede evolucionar hacia caminos más dramáticos? Estoy pensando en el Verdi de la madurez o en la misma Norma, un personaje de un compositor como Bellini, que usted interpreta a menudo...

Bueno, yo siempre he tenido esta voz y puedo decir que no es más dramática hoy que ayer. Simplemente, usted me escucha ahora. Desde los dieciseis años he cantado con orquesta cosas tan importantes como Anna Bolena, La Rondine, Madama Butterfly o La traviata y el hecho que hoy pueda hacer cosas más dramáticas o incluso de mezzosoprano es porque sé utilizar el color de la voz, pero la voz no cambia, porque esto acaba por dañarla. Si hay algo que no funciona no lo hago. Canto solamente lo que estoy segura que puedo hacer e intento colocar el color justo para cada uno de los personajes que interpreto.

Se ha referido al repertorio de mezzosoprano. Precisamente, en septiembre estará en Sevilla para el inmenso proyecto de Carmen con Saura y Maazel. Hace poco que grabó la ópera asumiendo el papel titular y con aria inédita incluída. ¿Cómo ve el personaje, incluso desde la distancia de haber cantado el papel de Micaëla en escena y desde la perspectiva de una cantante latina como usted, viniendo de Rumanía?

No sé si lo sabe, pero el rumano es la lengua más latina de todas...

Sí, ya lo sé.

Perfecto. Bueno, he acepté el proyecto de Sevilla porque el personaje me interesa y espero que por una vez se vea reflejada la sensualidad de Carmen. A menudo, en los últimos años se ha ofrecido una lectura vulgar. Claro que los gitanos tienen en su piel, y creo que mucho más que el resto de grupos humanos, un punto innegable de picareca, pero al mismo tiempo en Carmen se retrata a una gitana mucho más sensible. Ella es una mujer muy bella y deseada por todos, sean hombres o mujeres. Y, evidentmente, todo esto me interesa muchísimo. También, en el caso de la propuesta sevillana, por la fotografía de Vittorio Storaro o el director del proyecto y que será filmado en DVD, Carlos Saura, a quien quiero mucho. Creo que no se puede dejar escapar una oportunidad como esta, y sobretodo en un lugar espléndido como Sevilla. Será una experiencia muy interessante para mí y también, claro, para mis colegas.

Otro papel fetiche para usted fue Violetta de La traviata con Georg Solti y de la que protagonizó los ya míticos disco y vídeo en el Covent Garden. ¿Qué recuerdos tiene de aquella experiencia y de Solti en particular?

¿Por qué “con” Solti y no “por” Solti?

Bueno, porque como le decía pienso que los dos conseguieron algo mítico...

Sí, la verdad es que fue una experiencia muy bonita coincidència. En honor a la verdad debo decir que Georg Solti no sabía cómo interpretaría el papel y además en un principio no estaba previsto hacer ninguna grabación. Solti llegó tarde, dos semanas después de haber empezado a ensayar con mis colegas. Y cuando estuvo allí y me escuchó empezó a llorar de emoción, como un niño. Gusté a todo el mundo: a Decca, a la BBC... no sabría cómo explicarlo, porque fue una experiencia increïble. Para los dos supuso una especie de primera vez: yo nunca había cantado La traviata y él nunca la había dirigido. Creo que toda esta espontaneidad y frescura ayudaron mucho. Porque a veces el director de orquesta llega e impone sus ideas, muy bien trazadas después de cuarenta años de experiencia. Y la música no tiene edad, siempre hay que estar abierto, escuchar a todo el mundo y dejar libre la expresión de tus colegas. Precisamente, en aquel montaje me sentí verdaderamente libre escuchando ideas y aportando yo las mías. Aquel montaje fue el resultado de un intercambio sin malas intenciones, todo el mundo dio lo mejor de sí mismo. Fue magnífico. Después, con Solti fuimos buenos amigos. Poco tiempo, porque murió al cabo de pocos años. Bueno, ya se sabe, vida es así.

Si me lo permite, escuchando su Violetta pero también su Manon (en la versión de Massenet) uno tiene la sensación de haber escuchado no a dos heroínas sino a dos víctimas.

Claro, porque lo son. Ante todo, cuando se canta ópera se debe construir un personaje i estos dos me gustan especialmente, porque mientras trabajas puedes ir viendo facetas diferentes de dos mujeres como ellas. Son dos mujeres que todos quieren poseer y en cambio ellas buscar querer a alguien de verdad por primera vez, encontrar el verdadero amor y sacrificarse por él. Eso es algo muy humano, que gusta mucho.

¿Y Mozart? Su voz sería muy adecuada para abordar, no sé si en un futuro próximo alejado o lejano papeles mozartianos...

¿Por qué lejano? Mozart se canta al principio de la carrera. Pero sí, cantaré Mozart. Me acaban de pedir Don Giovanni en el Metropolitan y es posible que diga que sí. Y tengo más propuestas que van por ahí. Para serle sincera, me gusta todo Mozart: me van muy bien sus papeles de mezzo, los de “soubrette”, los papers “con clase” como la Condesa o incluso los papeles de mala. Todos ellos son papeles muy bien escritos para la voz. Para mi gusto, Mozart es el genio de la ópera, sobre todo porque siendo de cultura germánica entendió que el canto se tenía que escribir en italiano. I eso es para mí el signo del genio. Porque Mozart escribió maravillosamente en alemán, pero sobre todo en italiano.

El próximo año cantará Adina en el Liceu, un papel del que existe ese otro maravilloso vídeo de L'elisir d'amore . Creo que es el único papel cómico que interpreta en estos momentos. ¿Qué representa para usted el papel?

Espero que el montaje en el Liceu sea una experiencia divertida. En cuanto al papel, debo decir que no tiene nada de fácil, como tampoco lo es el del tenor. Las arias del final son muy serias y comprometidas, muy belcantistas y con “cabalette” incluídas, después de dos horas ininterrumpidas de canto. Creo que todo irá bien. Además, tendré que ver qué hago en esta ciudad que tanto quiero, en parte por estar al lado del mar.

Por cierto que ya tuvo su primera experiencia liceista en el recital que ofreció a finales de marzo. ¿Cómo vivió el éxito y que le pareció el público y el teatro del Liceu?

Me parece que no voy a olvidarlo nunca. Fue una noche mágica. Y me gusta especialmente ese público. ¿Sabe una cosa? en Barcelona la gente lleva el sol en el alma y eso se ve y se siente. Bueno, como en toda España, de hecho.

Hablemos de cine, porque usted ha protagonizado para la gran pantalla Tosca con dirección de Benoît Jacquot y recientemente Roméo et Juliette con dirección de Barbara Willis Sweete y siempre al lado de su marido, Roberto Alagna. No he visto esta última, pero creo que se trata de una película muy reducida, de poco más de una hora y cuarto de duración...

Sí, pero no se ha hecho con mala intención. De hecho, ahí está el problema de hacer la ópera en cine. Porque lo que se hace es una película, y en el cine no se pueden hacer los entreactos que se hacen en una representación operística. Una ópera siempre será demasiado larga para la gran pantalla. Además, hay otro problema: el trabajo con los personajes. Hay óperas (como por ejemplo las belcantistas) en las que el argumento es muy mediocre y además los personajes no tienen un especial relieve dramatúrgico, porque todo el peso de la obra está en la música y eso es muy difícil de llevar al cine. Y eso es lo que le ocurre a óperas como Roméo et Juliette . En cambio, el caso de Tosca es muy distinto: la película incide en el trabajo de los personajes que, al pertenecer a una ópera verista, son mucho más fuertes.

En todo caso, en estas películas se ve que Angela Gheorghiu no solamente tiene voz sino que además irradia luz. Es usted, si me lo permite, muy fotogénica.

Bueno, pues sí. ¡Gracias, papá, gracias mamá!. La fotogenia, como la voz, es algo con lo que se nace. En todo caso, yo no tengo ninguna culpa, por decirlo de algún modo. Cómo se lo diría... supongo que el físico ayuda, pero la gente no habla de ello. La gente habla de la voz. Si además se tienen otras cosas mejor, pereo el físico no es tan importante, se lo aseguro.

A pesar de todo, parece como si ello condicionara cada vez más la ópera como espectáculo. Porque, y ya que hablamos de físico, en marzo Deborah Voigt fue despedida del Covent Garden porque se dijo que no tenía el físico para Ariadna...

¡Qué vergüenza para el teatro y sobre todo para el director de escena! Todo el mundo me pide la opinión al respecto y en todo caso estoy obviamente al lado de Deborah Voigt. Insisto, es una vergüenza, porque a quien se hubiera tenido que despedir era al director de escena, porque él ya sabía quién y cómo era Deborah Voigt. Es decir, por encima de todo, una gran cantante i él es... ¿quién era el director de escena? Bueno, es igual... ¿quién era...?

... ahora no me acuerdo...

Ah, ¿lo ve? Lo ve? Dígalo, dígalo en sus artículos que no se acuerda. Pero en cambio de Deborah Voigt todos nos acordamos. Y esto es un signo muy claro de que a la ópera se va no por los directores de escena sino por las voces, Por el canto y por los cantantes. “Voilà”.

Sin embargo, todos nos acordaremos de Pier Luigi Pizzi, de quien usted rechazó su Traviata madrileña después de haber firmado el contrato con el Teatro Real de Madrid...

Sí, pero yo firmé el contrato para cantar La traviata de Verdi y lo que Pizzi me proponía distaba mucho de ser lo que Verdi pensó para su ópera.

Su último disco, un recopilatorio de EMI, se titula Diva . ¿Hasta qué punto se siente identificada con la figura mítica de la diva y qué significa serlo para usted?

Bueno, dígame usted lo que significa el concepto de diva...

Ah, no, yo se lo pregunto porque no lo sé...

Mire, es un título que a mí me gusta. Pero yo sé que usted sí sabe lo que significa. Yo estoy en contra de los antidivos y las antidivas, que lo son para marcarse un punto de originalidad. La expresión “divo” o “diva” viene dada para distinguir a los artistas que son diferentes. Se tiene un don, algo distinto, lo cual te permite transmitir grandes emociones cuando se está en escena. Me siento muy feliz de ser una diva y de estar obligada a comportarme como tal. Porque tengo un instrumento y unas emociones mucho más grandes y especiales que los otros. Bien tiene que haber algo que nos diferencie, ¿no?

Bueno, si me lo permite le diré que hasta cierto punto considero que la figura dle divo o la diva es necesaria, entendiéndola desde la perspectiva de quien es capaz, con su técnica, de traspasar las fronteras de su arte. Su canto traspasa las fronteras de la música. Por ello la considero una diva.

Muchas gracias por entenderlo.

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