Ritmo

Entrevista: Rolando Villazón. Un cantante de ópera

por ROLANDO VILLAZÓN

Ritmo nº 786, Mayo 2006

Puede parecer un títular obvio, pero es necesario recalcarlo, pues hoy por hoy el tenor mexicano encarna al típico animal escénico, por temperamento y entrega. Precisamente recibe críticas por ello (se habló mucho de su "hiperactivo" Alfredo de este verano en Salzburgo), pero claro, en la misma proporción que alabanzas por ello mismo. La de Villazón es -creo yo- una voz de tenor lírico de color bastante oscuro, que utiliza con inteligencia y una considerable técnica. Pero más importante es el cantante que la voz, me vuelve a parecer, pues no se trata de un repetidor de notas, sino de un señor que quiere poner su instrumento al servicio de ideas predeterminadas y claras. Entiendo que esas ideas puedan no gustar, pero también que ello no es razón para descalificarlo. Lo que quiero decir es que Villazón canta lo que le gusta, pero sobre todo como le gusta, que es con un sentido de lo "límite" que le acerca enseguida a aquellos para los que la música es emoción y sentimiento antes que nada, y le separa de "los otros", los que piensan que el Canto es una disciplina, incluso un producto del pensamiento académico y formal sobre todo.

Esta entrevista se produjo a la llegada a España del tenor, que al poco de aterrizar junto a su esposa e hijos en la ciudad del Manzanares ya estaba ensayando las obras que en principio iba a cantar al día siguiente en el recital que cerró el Ciclo de Cantantes del Teatro Real. Nada más presentarme ante él percibí su falta de divismo, su simpatía y ganas de agradar; me preguntó si creía que a las diez habríamos acabado la entrevista, pues estaba interesado en ver la última película de su admirado Pedro Almodóvar. En fin, me comentó que estaba preocupado porque no se encontraba en buenas condiciones vocales, y también que estaba preparando "sorpresas" -como así sucedió- para su recital. Fue tan encantador y cercano que si no le aviso, con seguridad se habría perdido "Volver". No fue así, afortunadamente para él.

Pedro González Mira

La conversación comienza, casi obligadamente, comentando las razones por las que en los últimos años han surgido tantas voces importantes en América Latina. En Europa, y lo que es más grave, en España -le indico- no tenemos una idea muy clara de cómo funcionan las cosas en Hispanoamérica; se nos llena la boca al hablar desde la "madre patria", pero no somos conscientes del desarrollo cultural de esos países. "Bueno, unos vamos recogiendo el testigo de otros; primero fueron Francisco Araiza o Ramón Vargas, después los Giménez o Palacio, y ahora otros -ahí están Marcelo Álvarez, Aquiles Machado o Juan Diego Flórez- seguimos el camino. ¿Las razones de ese ´boom´? Mire, en México somos muy cantarines, nos gusta cantarlo todo. Y no creo que haya ese desconocimiento; lo que sucede es que el desarrollo de la ópera allá no es como en Europa; pero, es lógico que surjan voces importantes, por esa afición que tenemos a cantar. Yo empecé así, cantando las canciones ligeras que le escuchaba a Plácido Domingo".

Surge así un nombre clave en la trayectoria de Rolando Villazón, pues como es sabido, la carrera internacional del tenor mexicano comenzó en aquel concurso, el Operalia de Plácido, cuyo segundo premio -entre otros- obtuvo Villazón en 1999. "Recuerdo aquello con mucho cariño; fue estupendo el conocer a ese genio que es Plácido Domingo, y para mí el concurso, además de abrirme puertas, constituyó una gran experiencia". También obtuvo el del público y el primero de Zarzuela. Le pregunto por ello. "Sí, es verdad que no canto zarzuela. Conozco poco; me sé Luisa Fernanda y, eso sí, muchas romanzas sueltas, y, como dice usted, no me ofrecen cantar más; hay un importante déficit de intérpretes en el género".

Poco tiempo después, Rolando Villazón debutó en Europa en el Carlo Felice de Génova con la Manon de Massenet, pero antes de su triunfo en Operalia y del Des Grieux, había tenido más de una importante experiencia. Le pregunto por los incios. "Ya le he dicho que comencé cantando canciones ligeras, de jovencito había estudiado música, interpretación, incluso danza, pero no tuve claro que quería ser cantante por lo menos hasta los veinte años. De hecho fue el barítono Arturo Nieto quien al escucharme cantar algo ligero me dijo que yo tenía que dedicarme a la música clásica; fue mi primer profesor. Pero me costó conseguir hacer lo que a mi me gustaba cantando, dentro de la disciplina del canto serio; y tuve dudas hasta que lo conseguí, hasta que logré el mismo placer que cuando cantaba canciones ligeras".

En aquella época ganó concursos de canto en México, antes de participar en EE.UU en programas de educación vocal de jóvenes artistas. En San Francisco asistió a unas Clases Magistrales impartidas por Joan Sutherland... "Es curioso que este dato aparezca en las biografías que se escriben sobre mí, y no, sin embargo, las que recibí de Renata Scotto... Sí, guardo un buenísimo recuerdo de todo aquello; eran dos artistas impresionantes, pero si usted me pregunta por lo que aprendí, no fue exactamente técnica; más bien su actitud ante la música, su manera de enfocar la interpretación, la forma en que dejaban volar la melodía. Yo he tenido tres profesores, el mencionado Arturo Nieto, Enrique Jaso y Gabriel Mijares, pero al final es uno mismo quien tiene que encontrar el camino; ésta es una profesión en la que la individualidad se hace vital. Es como un proceso de búsqueda continuo que no finaliza nunca".

Ni Massenet -la mencionada Manon- ni Puccini -su primera Bohème en la Ópera de Lyon- fueron aquí entre nosotros noticia; nuestro primer contacto con su voz y su manera de hacer -aunque las sesiones de Operalia lo anunciaban a gritos- fue el "pequeño" papel del Timonel de El holandés errante que grabó con Barenboim; nos quedamos asombrados... "Fue extraordinario; recuerdo el grado de confianza que me transmitió Barenboim en la primera audición que me hizo: me dejó cantar lo que yo quise, y cuando ya preparábamos el papel del Timonel fue increíble; lo canté un par de veces acompañado al piano, y me dijo, ya vale, ya está, el lunes a grabar... Yo le pregunté que cómo, con tan pocos ensayos, y él me contestó, que el lunes, que entonces es cuando haríamos música, que es lo importante. Su manera de afrontar la interpretación es muy libre, te da mucha libertad para hacer lo que quieras, aunque el todo lo tiene muy atado; es un equilibrio genial entre libertad y organización".

Villazón ha hecho en disco otro pequeño papel wagneriano, el Joven marinero de Tristán e Isolda. Le pregunto si le gusta y si conoce el repertorio wagneriano. Concretamente, si no le gustaría hacer el David de Los maestros cantores de Nuremberg... " No conozco la obra; ¿es un bufo?" No exactamente, le comento. "¿No es ése que se pasa todo el tiempo protestando? Bueno, sí, me lo ofreció Barneboim, pero no lo hice. ¿Que quiere saber si hay algún otro papel wagneriano que me interese? Pues sí, me interesa Lohengrin... Pero no escriba esto como titular; es un papel para más adelante, entiéndame; un día dije a un periodista que en el futuro podría llegar a cantar Otello, y escribió: ´Villazón va a cantar Otello´. Mire, yo en mi carrera no quiero negarme a nada. ¿Por qué lo iba a hacer?".

Con Barenboim ha hecho también Alfredo y Don José, le recuerdo. ¿Se pareció en algo ese Alfredo al de este verano en Salzburgo? "En nada. La producción berlinesa de La traviata fue mucho más radical y tremenda. Y en cuanto al Don José, le diré que ahí influyeron mucho las ideas de Barenboim, que siempre trabaja muy en contacto con el director de escena. Porque tiene una idea muy personal y original de la obra (tararea algún pasaje y explica como Barenboim acentúa en ciertos ataques). Su manera de hacer, de frasear, es muy intensa, muy fuerte. Y para mí Don José tiene un importante carácter lírico, que intento transmitir... bueno en el cuarto acto es muy dramático...".

Y llegamos al fondo: le interrogo acerca de su actual vocalidad, pues en ella conviven Alfredo, Rodolfo, el Duque de Mantua, Edgardo, Nemorino, Don Carlo, Don José, Hoffmann, Lensky, Romeo, Werther... ¿Un lírico, un spinto? "Insisto; yo no me niego a nada con lo que yo pueda estar a gusto. Canto lo que me satisface pero que creo que puedo cantar; porque si yo no estoy a gusto, es imposible que pueda comunicar. Claro, habrá a quien no le guste cómo hago este Don Carlo o este Nemorino, algo comprensible y lícito. Yo soy bastante autocrítico con lo que hago. Y escucho las opiniones y los consejos. Recuerdo al principio de mi carrera una ocasión que canté ante Ramón Vargas, y me dijo, magnífico, estás estupendo; y yo le contesté, vale, ya me has dicho lo que quería escuchar; ahora me dices lo que no quiero escuchar. Y fue providencial; había algún que otro problema técnico que resolví bien gracias a sus consejos. En fin, de todos se puede aprender, pero también es cierto que la autoestima es importante; que te digan también lo bueno que tienes, sobre todo en etapas cruciales de tu carrera".

Pero usted es muy abierto, le indico: esta temporada cantará Il combattimento di Tancredi e Clorinda, dirigiéndole Emmanuelle Haïm, y también el Oneguin ... "Es fantastica; ya lo hemos grabado, y es una directora llena de fuerza, es como un volcán... Me dio mucha libertad, me dijo que no quería que cantara de manera especial, ´canta con tu voz´ me dijo, y el resultado fue toda una experiencia. Y en cuanto a Eugene Onegin, lo peor ha sido el idioma" (explica con ejemplos la vocalidad del ruso, la apertura de la cavidad bucal correcta para pronunciar las vocales, etc.). Usted ha llegado pronto a este repertorio; a Plácido le costó muchos años...

Ha vuelto a salir el nombre y es inevitable volver al manido y tópico tema de las comparaciones... "A mi nunca me va a molestar que se me hable de esto. He aprendido mucho con Domingo, que además me parece un cantante genial y un músico extraordinario; es un orgullo que se me diga que me parezco a él..." Le interrumpo: a mí me lo parece, pero también veo cosas que les separan, y muy considerablemente. "Hombre, a mi edad Plácido ya estaba cantando Otello..."

Cambiando de tercio, le comento que acabo de escuchar un precioso disco de su colega Juan Diego Flórez, llamado Sentimiento latino, con arreglos de canciones famosas. "Acabo de cancelar un proyecto similar. Mire, yo me llevo muy bien con Juan Diego, y no he querido que nadie pudiera pensar que existe algún tipo de rivalidad. Su disco es una maravilla, una preciosidad, de manera que no tenía ningún sentido que yo hiciera otro similar, pues además algunas de las canciones que tenía escogidas ya están en ese disco. Además, si hiciera el disco, también saldría perdiendo el propio repertorio. Por eso, mejor dejarlo, y que el disco de Juan Diego venda todos lo ejemplares que tiene que vender. Quizá más adelante... "

"He hablado con el maestro López Cobos para poder cantar una ópera completa en el Real", responde Villazón cuando le pregunto a tal efecto. Y prosigue: "Pero no tengo fechas hasta el 2010 o por ahí; seguiremos hablando de todas las maneras. Hoy estoy pendiente del recital de mañana, que no he querido cancelar porque me hace mucha ilusión, aunque no me encuentro del todo bien, y es posible que haya algún problema" .Pues los Sonetos del Petrarca no son precisamente un repertorio sencillo. "Sí, seguramente es la parte del recital que más me preocupa".

Hay preguntas que uno no sabe cómo hacer. Lo que quiero es que Villazón nos explique cómo -para él- se fundamenta el espectáculo operístico. En que orden de jerarquía han de actuar el director de escena, el director musical y los cantantes. "El director de escena manda en el escenario, el director musical en la obra y los cantantes en la interpretación de los personajes. Tiene que haber un equipo, y no jerarquías..." Sí, le interrumpo, pero en los últimos años estamos asistiendo a una verdadera dictadura de los directores de escena, que a veces violentan los libretos y la propia obra musical... "Sí, y estoy de acuerdo. Mire, la ópera es un espectáculo musical, pero gracias a las interpretaciones modernas ha atraído a otros públicos, y a públicos juveniles; está bien actualizar el espectáculo con nuevas puestas en escena; la música es la invariable, sólo hay un Trovatore o una Traviata... Estoy de acuerdo con renovar las ideas escenográficas. ¿El límite? Hay que ser tolerantes, nunca me he visto en la disyuntiva de tener que abandonar una producción, dejando "tirados" a todos".

¿Y qué es antes, el sonido o el mensaje?, le planteo. "No estoy en contra de las escuelas que priman en lo vocal la belleza del sonido. Pero la fidelidad al mensaje debe ser total. No sólo se trata de cantar, hay que contar una historia, y cada recurso técnico tiene que estar al servicio de la descripción de los estados de ánimo del personaje".

Usted defiende con ahínco su propia personalidad como cantante, como es lógico, pero seguro que tendrá modelos; que admirará a unos más que a otros, y tanto entre los maestros del pasado como entre los de hoy. "A mí hay un cantante cuya forma de hacer siempre me ha emocionado; es José Carreras, un hombre admirable que además ha tenido que luchar contra circunstancias muy adversas; su canto, su estilo, me parecen modélicos. Y claro, ya en el pasado más lejano, pues admiro a Björling, ¡cómo le corría la voz! ; a Pertile, a Caruso, a Alfredo Kraus, a Gedda, a Bergonzi; claro está, a Domingo, la naturalidad de Pavarotti, cómo no. Y de los de hoy, hay muchos. Me gusta la determinación de un Shicoff, me gustan Ramón Vargas, Marcelo Álvarez, Juan Diego Flórez; también Roberto Alagna... Afortunadamente hay muchos. Pero también me encantan las voces femeninas; he visto en su revista un titular "Huracán Bartoli", con el que estoy en total acuerdo..."

Trovador, Tosca, Ballo... " Sí,van a ir llegando. Tengo ya firmados Ballo para dentro de dos años; también Tosca, en tres años, que haré con Barenboim, y que será su debut con la obra, y también llegará -dentro de cuatro- Il trovatore, un papel con algún viso dramático, pero de un fuerte contenido lírico, en cierta medida belcantista, que haré más como Björlig que como otros tenores más temperamentales. Y más adelante, veremos. No me pongo límites, sólo el estar a gusto con lo que canto.

Y hablando de discos, usted sigue siendo artista Virgin, ¿no? ¿Cuáles van a ser sus próximas grabaciones, le pregunto? Sí, hay varios proyectos, y uno en particular de mucho interés". Obviamente, me lanzo en picado: ¿Cuál? "Imposible; no se lo puedo desvelar; o mejor..." Y en ese momento él mismo decide oprimir el interruptor de la grabadora para decirme de qué va el asunto, no antes, por supuesto, de exigirme discreción total. Que por supuesto respeto, aunque haya podido comprobar que otros colegas, no. Sólo diré, por consigiuiente, que constituirá una buena sorpresa y que, además, tiene algo que ver con alguno de los asuntos tratados durante la charla.

Nos despedimos, pero sólo hasta el día sigiente.

UN CUADRO

SE REPITE LA HISTORIA

No me extraña ese empeño en comparar a Rolando Villazón con Plácido Domingo. Déjenme que, tras asistir al recital que dio en el Teatro Real horas después de que se produjera nuestra charla y escuchar los comentarios generales de las más reputadas firmas críticas del momento, les comente algo. Yo escribí mis primeros artículos en RITMO a principios de los 70; y viví entonces más de una polémica abierta -y trasladada a las propias páginas de la revista a través de la consabida (y tantas veces, opaca) sección de Cartas- acerca de artistas, y muy particularmente de cantantes. Recuerden que por aquel entonces más de una voz española estaba situada en el candelero internacional; casos de la Caballé o Carreras y, muy concretamente Plácido Domingo, por ejemplo. Pues bien, en RITMO los tres nombrados, pero sobre el tercero, fueron objeto de los ataques más furibundos y de las alabanzas más ciegas por parte de grupos de opinión antagónicos. Con Villazón, tal cual: se empiezan a oír adjetivos gruesos de todas las especies, en un sentido u otro y bastante extremos; desde que no sabe cantar hasta que su voz es una maravilla, una bendición. En este mismo número aparece la crítica del mencionado recital, de manera que no es lugar aquí para que este comentarista tome partido; solo quiero hacer una apreciación, basada en el hecho de que estas historias se repitan asiduamente: algo tendrá este chico para suscitar tanta polémica entre los expertos. Y, si se me permite, hacer la última comparación con Plácido: cuando en el setenta y no muchos el tenor madrileño hizo su primer Otello, escuché exactamente el mismo comentario que ahora oigo, emitido a propósito de los Oneguin, Don José o Don Carlo de Villazón: ´este tío no dura ni dos telediarios´. ¡Qué cosas!

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