El entorno laboral cambia en función de nuevas tecnologías que permiten procesar información en cualquier momento y desde cualquier lugar.
La oficina es ya el entorno de trabajo de más de la mitad de la población en los países desarrollados. La economía de estos países, basada en servicios relacionados con diversas formas de conocimiento y con trabajadores que dependen de ordenadores conectados a Internet, emerge en una sociedad cada vez más consciente de la imposibilidad de mantener el actual ritmo de consumo de recursos energéticos. Sin embargo, a diario se repite la imagen de millones de desplazamientos del trabajo a casa, para concentrarse en costosos edificios que se utilizan ocho horas al día.
Las consecuencias del trabajo a distancia han afectado ya al espacio de oficinas, con formatos que van desde los despachos compartidos a las oficinas donde el empleado informa con antelación de su deseo de acudir y reserva el puesto desde el que trabajará. La separación entre la esfera privada y la del trabajo, entre la casa y la oficina, es cada vez más difusa. Culliford señala que el working from home puede combinarse con el homing from work .
A pesar de todo, si nos fijamos en la evolución de los componentes básicos del puesto de trabajo -mesa, silla, espacio de archivo- podemos concluir que, a lo largo del siglo Xx, los cambios no fueron tan fundamentales. El trabajo individual se ha realizado siempre desde un conjunto de elementos muy similar, aunque el trabajador haya estado equipado con una pluma, una máquina de escribir o un ordenador personal. Obviamente, la incorporación de la tecnología de la comunicación ha tenido una enorme influencia en el diseño del mobiliario, aunque, curiosamente, el impacto del ordenador personal fue mucho mayor en el diseño del edificio de oficinas que en el del puesto de trabajo.
Aportaciones como las de Knoll y Bunshaft o los hermanos Schnelle y el Bürolandschaft influyeron sin duda en la manera de concebir el lugar de trabajo. Pero la evolución desde las mesas ideadas por Wright para la Johnson Wax hasta la serie Nomos de Foster obedece más a maneras personales de diseñar que a cambios paradigmáticos. Sin embargo, ahora realmente sí estamos ante un cambio sustancial del puesto de trabajo. Las tareas individuales de recibir, procesar y distribuir información pueden hacerse desde cualquier lugar. El pertrecho del oficinista queda reducido a un artilugio de unos pocos gramos; en la naciente e-topía pronosticada por Mitchell, la oficina está en todas partes.
De ser un lugar donde se trabaja fundamentalmente de forma individual y se mantienen intercambios esporádicos con los demás, la oficina pasa a ser un lugar donde realizar sobre todo actividades comunes o llevar a cabo tareas de mayor concentración. La economía basada en el conocimiento requiere más espacios para el trabajo en común y la mesa de trabajo convencional ya no es adecuada.
Frank Duffy ha clasificado los modelos de áreas de trabajo en cuatro grandes grupos -colmena, célula, gabinete y club-, en función del nivel de interacción y autonomía. La `colmena' (baja interacción y baja autonomía) presenta disposiciones de oficina abierta para trabajos de horario regulado y tareas rutinarias. La `célula' (baja interacción y alta autonomía) responde a tareas que requieren concentración, normalmente despachos o cubículos que alojan ocupantes con cierta irregularidad. El `gabinete' (alta interacción y baja autonomía ) se asocia al trabajo en grupo con disposiciones de puestos que comparten medios y espacios de reunión. Y el `club' (alta interacción y alta autonomía) se identifica con lugares de trabajo relacionados con el conocimiento, donde el espacio se ocupa de manera intermitente y los medios disponibles son compartidos o utilizables de manera extraordinariamente flexible. En opinión de Duffy, la evolución de las tecnologías y las demandas de la nueva economía harán que las oficinas tiendan cada vez más a adoptar espacios del tipo gabinete y club.
Con independencia de las posibilidades que la tecnología y los avances científicos (ergonomía. aprovechamiento, estudio de las condiciones de confort ...) han introducido en el diseño de los lugares de trabajo, existen dos objetivos que han determinado la evolución de la oficina, tanto en América como en Europa: potenciar la productividad de los empleados y reducir el coste que supone proporcionarles un lugar donde trabajar. Y lo cierto es que la flexibilidad ha sido el instrumento permanente para lograr estos objetivos. La flexibilidad ha encontrado su máxima expresión en los nuevos modelos de oficina, pero también irónicamente es un reflejo de las incertidumbres de esta nueva manera de entender el trabajo en el capitalismo virtual. La falta de asignación de una silla y una mesa propias en la nueva oficina es una manifestación palpable de la incierta posesión del empleo mismo. Richard Sennett ha analizado las peligrosas consecuencias de la manera de entender el trabajo en el nuevo capitalismo. El capitalismo virtual ya no nos ofrecerá más una aburrida mesa en la oficina. Nos dará acceso a las sedes del `club'; debemos estar atento reglamento de los socios.
Fermín Vázquez es arquitecto y socio director del estudio b-720, colaborador de Jean Nouvel en obras como la torre Agbar, y de David Chipperfield en proyectos como la nueva ciudad de la justicia de Barcelona.