Ábaco. Revista de Cultura y Ciencias Sociales

La interculturalidad como problema: esbozo de una propuesta filosófica

por David Porcel Dieste

Ábaco. Revista de Cultura y Ciencias Sociales nº 43

CRISIS DE LA LEGITIMIDAD DE LOS GRANDES METARRELATOS

Dos de los filósofos que a mi juicio más han influido en el pensamiento contemporáneo han sido Max Stirner y Friedrich Nietzsche con sus respectivas obras El único y su propiedad (1844) y Voluntad de poder (1901). En ellas se anuncia la crisis de la concepción occidental del mundo que domina hasta sus días y la consecuente necesidad de establecer los principios para una educación orientada a la formación de un nuevo hombre adecuado a las sociedades venideras. Lo decisivo de estas sociedades es la decadencia de la interpretación moral cristiana del mundo cuyos presupuestos se habían extendido a otras concepciones: el hegelianismo, el socialismo y el positivismo. Estos autores advierten que el rasgo común que comparten estos sistemas con el cristianismo es la pretensión de fundamentar una concepción de la historia considerada como un proceso que tiende a una meta determinada, ya fijada desde el comienzo, que el hombre debe asumir como la verdadera y llevar a cabo. Esta pretensión, animada por la necesidad vital de darse el hombre un sentido a su existencia, una finalidad, conduce a sociedades alentadas por el deseo de alcanzar un estado de paz y seguridad plenas. Sin embargo, advierten Stirner y Nietzsche, cegado por la propia certeza, el hombre occidental no ha percibido que la realidad total y suprema que han erigido como guías de sus vidas – Dios, Espíritu, Sociedad, Razón – no existe como ellos creen, como realidad trascendente, extramental o substante, sino como realidad imaginada, como tal, dependiente de su facultad imaginativa, y que, consecuentemente, no hay forma alguna de garantizar la existencia fáctica de estos Ideales ni de legitimar la instauración de los fines, instituciones y regímenes políticos sustentados en ellos. De esta crítica se van a alimentar algunos filósofos posmodernos que advierten que la pretensión de fundamentar la validez de los grandes metarrelatos – como el cristianismo, el hegelianismo o el marxismo - ha conducido a la imposición, a la destrucción, al incremento de las diferencias sociales y económicas entre pobres y ricos, en definitiva, a la barbarie. [ 1 ]

CRISIS DE LA IDEA DE PROGRESO COMO UN CAMINO HACIA LO MEJOR

Siguiendo esta línea, algunos de los principales filósofos y pensadores del siglo XX, como Ortega y Gasset, del que más adelante hablaremos, Martin Heidegger y Ernst Jünger, cuya obra se encamina a analizar las tensiones entre el hombre y la técnica [ 2 ] , o Sigmund Freud, que analiza el conflicto entre las pulsiones humanas y la cultura [ 3 ] , asumen la crisis anunciada por Nietzsche y van a responder con sus respectivas propuestas ante la necesidad que siente el hombre de una nueva orientación en la vida tras la crisis de los Ideales regulativos. Por ello, la pregunta que preocupa a los filósofos del siglo XX va a ser: ¿qué debe hacer el hombre en la vida ante la crisis de los grandes ideales regulativos Dios, la Razón, la Sociedad y de los grandes metarrelatos que legitimaban un modelo determinado de sociedad?

Estos autores pertenecen a una época en la que las ciencias naturales, aliadas con el positivismo, el empirismo y el sensualismo, se erigen como guías para descubrir las leyes de la naturaleza con el fin último de explicar y predecir la totalidad de los hechos. El entendimiento es considerado como una parte más de la naturaleza y se decide explorarlo por el mismo método que la naturaleza exterior. A finales de siglo surge la ‘ciencia natural’ de lo psíquico, a saber, la psicología experimental, en unión con la fisiología y la química del cerebro.

Los principios del positivismo sitúan al hombre como el único ser con la capacidad de conocer el conjunto de leyes que rige y determina el comportamiento de los seres tanto orgánicos como inorgánicos. Sólo la constitución de una teoría única que integre la totalidad de las leyes de la naturaleza permite al hombre un sometimiento técnico del mundo seguro y controlado. Así mismo, en la medida que se considera la psique humana como un objeto más de la naturaleza, como tal sujeto a leyes susceptibles de ser conocidas, se confía en la posibilidad de alcanzar mediante la educación una humanidad buena, razonable y segura. Todo ello coincide con una prosperidad social y económica de la burguesía que llegará hasta el comienzo de la primera guerra mundial. [ 4 ]

Sin embargo, algunos hechos cruciales, como el hundimiento del Titanic en 1912, metáfora del dominio de la razón sobre la naturaleza, la primera guerra mundial, el ascenso de Hitler por vía democrática, lo acaecido en Auschwitz, genera desconfianza en los ideales y presupuestos teóricos procedentes del racionalismo ilustrado y del positivismo y comienzan a aparecer diferentes pensadores cuyas propuestas cuestionan esos presupuestos; es el caso de Karl Popper, cuya obra se encamina entre otras cosas a demostrar la imposibilidad lógica de verificar una teoría científica [ 5 ] , tal como había pretendido el positivismo lógico del Círculo de Viena, o de Ortega y Gasset, que demuestra que la ciencia no tiene un acceso privilegiado al conocimiento del mundo y es necesario recurrir a la historia para conocer la esencia de lo humano [ 6 ] , o el caso de los pensadores herederos del Romanticismo alemán, Ernst Jünger y Sigmund Freud, quienes ven en lo irracional el verdadero fundamento que explica los cambios históricos y culturales y determina los sucesivos órdenes políticos y sociales. [ 7 ]

ORTEGA Y GASSET: SU NUEVA FILOSOFÍA MORAL COMO RESPUESTA A LA CRISIS DE LOS GRANDES METARRELATOS

Por tanto, tras la crisis de la legitimidad de los grandes metarrelatos ya anunciada por Stirner y Nietzsche y tras algunos sucesos cruciales acaecidos a comienzos del siglo pasado que llevan a cuestionar la idea misma de progreso, los nuevos filósofos del siglo XX van a tratar de asentar nuevos fundamentos desde los que levantar un nuevo modelo de sociedad y de hombre, una nueva concepción de la historia y una nueva filosofía moral que sepa orientar la acción humana.

Ortega y Gasset es uno de los filósofos que propone de una forma más clara una nueva filosofía moral con el fin de orientar la acción humana tras la crisis de las anteriores concepciones del mundo. Veremos a continuación cómo su filosofía moral constituye al mismo tiempo una propuesta, a mi juicio interesante, que Ortega realiza para solucionar los problemas interculturales que pueden llegar a desvertebrar una sociedad. Para entender su filosofía moral antes es preciso aclarar algunos conceptos fundamentales de su concepción del hombre y de la historia que a continuación exponemos.

El filósofo español advierte a comienzos del siglo pasado que uno de los problemas fundamentales con los que se enfrenta el positivismo y las nuevas ciencias de la naturaleza es el problema de la imposibilidad de conocer lo humano, lo constitutivo de la realidad humana. El hombre es el único ser que no tiene una naturaleza ya dada y definida, su ser no se reduce a un código genético o a un conjunto de átomos, su ser va a estar determinado por lo que en su vida desee hacer. Estas ciencias no pueden dar respuesta a la pregunta por la esencia de lo humano ni por la identidad biográfica y cultural del hombre: ¿Qué soy?, ¿quién soy? En efecto, asegura Ortega, un humanismo científico que pretenda concebir lo humano como algo substante, como tal, susceptible de ser observado y conocido, como hoy día defienden aquellos científicos y filósofos herederos del positivismo8, no puede aprehender lo constitutivo y esencial al hombre. El hombre, cada uno, no somos algo ya dado, de una vez para siempre, sino algo que está por hacer, que está por decidir. Por tanto, no es el código genético lo que determina nuestro porvenir, lo que constituye nuestra naturaleza, sino nuestro deseo de ser aquello que creemos nos hará más dichosos: “El hombre no tiene empeño por estar en el mundo. En lo que tiene empeño es en estar bien. Sólo esto le parece necesario y todo lo demás es necesidad sólo en la medida en que haga posible el bienestar.” [ 9 ] Este deseo de bienestar, unido a la imaginación, nos sitúa ante un repertorio de posibilidades imaginadas sobre las cuales debemos decidir una, renunciando a las demás. Por ello, el hombre en su vida puede ser muchos hombres, muchos yoes, dependiendo del proyecto imaginario que opte llevar a cabo. Entonces, si como afirma Ortega, las ciencias de la naturaleza no pueden conocer lo que somos, ¿a qué debemos recurrir para conocer la realidad humana, para comprender nuestra identidad? A la razón histórica, responde el filósofo español.

En su ensayo Historia como sistema (1936) Ortega asienta los fundamentos de su teoría de la historia y del progreso humano. La historia, frente a la visión racionalista y positivista, que la considera como un proyecto seguro hacia un conocimiento total del mundo y hacia una educación que asegure una convivencia pacífica, Ortega la concibe como un camino constante de errores que debemos considerar para elegir mejor nuestro porvenir. Para ello es necesario narrar desde el presente nuestra historia, mediante la razón histórica, teniendo en cuenta el sistema de creencias y valores fundamentales desde los que el hombre del pasado ha pensado y actuado: el hombre cristiano, por ejemplo, desde la creencia en Dios como causa suprema, el hombre racionalista desde la creencia en la capacidad de la razón para conocer el mundo… Esta narración permite descubrir, por ejemplo, al hombre europeo como el hombre que sigue siendo liberal, absolutista, feudal, pero que ya no lo es. Si no hubiese hecho esas experiencias, nos recuerda Ortega, si no las tuviese a sus espaldas y no las siguiese siendo en su recuerdo de haberlas sido, es posible que ante las dificultades de la vida política actual se resolviese a ensayar con ilusión alguna de esas actitudes.

LA FILOSOFÍA MORAL ORTEGUIANA COMO BASE PARA LA PROPUESTA DE UN NUEVO MODELO DE SOCIEDAD Y DE CONVIVENCIA INTERCULTURAL

Como respuesta a la crisis de la concepción positivista del progreso y de la legitimidad de los grandes relatos, Ortega considera que es el deseo originario de bienestar la fuerza que debe impulsar a cada hombre y a cada pueblo para la realización de su respectivo yo o proyecto vital. El hombre no debe guiarse por ningún ideal de vida buena y menos debe hacer caso de todo relato que trate de demostrar que existe un único camino verdadero o correcto. Debe, simplemente, seguir su deseo de bienestar, su deseo de realizarse, el deseo de cumplir su yo.

Como veremos a continuación, este nuevo imperativo de bienestar, de autenticidad, constituye para Ortega el impulso que deben seguir el hombre y los pueblos para lograr una convivencia intercultural sana y adecuada. El filósofo español se va a centrar en los problemas de desvertebración que observa entre las comunidades y las clases sociales en la España de los años veinte. A mi juicio me parece interesante considerar estas ideas teniendo en cuenta el proyecto unificador que hoy día pretende llevarse a cabo en torno a la nueva idea de una Europa cosmopolita, proyecto que pretende aglutinar y vertebrar diferentes nacionalidades y culturas en torno a un mismo ideal de convivencia. A su vez, como al final veremos, creo que sería interesante proponer un nuevo modo de entender la educación teniendo en cuenta la nueva concepción de la historia que propone Ortega y ante la nueva proyección que hoy día es Europa, con el fin de contribuir a la propuesta orteguiana de convivencia intercultural.

En su ensayo España invertebrada (1921) Ortega desarrolla su propuesta de lo que debe ser una sociedad sana y vertebrada. Comienza analizando las causas de la aparición en España de movimientos nacionalistas y separatistas y propone soluciones a ellos. Fundamentalmente estas causas son dos: por un lado, la pérdida del sentimiento de pertenencia a una comunidad con un mismo proyecto común; por otro, la falta de la vertebración necesaria para llevar este proyecto a buen término. La conclusión de Ortega es que España es una sociedad enferma, una sociedad insana, debido a la falta de compromiso e implicación social ciudadanas para realizar un proyecto común: “La potencia verdaderamente substancial que impulsa y nutre el proceso es siempre un dogma nacional, un proyecto sugestivo de vida en común (…) Los grupos que integran un Estado viven juntos para algo: son una comunidad de propósitos, de anhelos, de grandes utilidades. No conviven por estar juntos, sino para hacer algo juntos.” [ 10 ]

En este sentido, Ortega cree que es el deseo constitutivo humano de realizarse, es decir, el deseo de bienestar, unido al sentimiento de pertenencia a este proyecto común, lo que puede orientar al hombre hacia una vida mejor tras la crisis de los metarrelatos y devolverle así a una sociedad sana y comprometida. Los problemas de los nacionalismos es preciso solucionarlos desde su base, y su base es el sentimiento, el sentimiento de pertenecer a una comunidad absolutamente distinta con intereses y proyectos distintos, y el consecuente deseo de ser reconocido como tal por las demás comunidades, deseo que si no es satisfecho conduce al malestar y a la imposición. Por tanto, para atajar el problema es preciso lograr que el sentimiento de exclusión y la consecuente imposición se convierta en un sentimiento de inclusión que conduzca a la integración, para lo cual se requiere que los diferentes integrantes de la sociedad y de sus respectivas comunidades se sientan partícipes activos y responsables de un mismo proyecto deseado y compartido. Los problemas que Ortega observa en su tiempo, como él mismo advierte, no pueden solventarse con la acción del Estado de Derecho, ya que la causa de la desvertebración está en la falta de este sentimiento común de pertenencia, cuestión que es previa a todos los formalismos éticos y jurídicos. Por tanto, todo cambio en la estructura social o estatal no afectará a la raíz del problema que seguirá permaneciendo. En este sentido la construcción de un marco adecuado –determinado por una serie de principios cívicos -, si bien es necesaria para una sociedad que pretenda la convivencia social, no la asegura. El filósofo en este sentido afirma que es necesario que cada ciudadano se sienta integrado y partícipe de un mismo proyecto con el fin de asegurar su cumplimiento y la convivencia social. Para ello, precisa Ortega, es necesario avivar y fortalecer las relaciones entre las minorías, que deben guiar a las masas para el cumplimiento del proyecto común, y las mayorías, que deben dejarse guiar por aquellas.

PROPUESTA PARA UN NUEVO MODO DE CONCEBIR LA EDUCACIÓN DE ACUERDO A LOS PRINCIPIOS DE LA FILOSOFÍA MORAL ORTEGUIANA

A mi modo de ver, al hilo de las ideas que asienta Ortega en relación al problema de las relaciones interculturales, existe hoy día en España y en otros países europeos un problema fundamental que dificulta la posibilidad de un compromiso íntegro con un proyecto colectivo y compartido, compromiso que podría acercarnos más al proyecto político europeo y enfriar los movimientos separatistas y nacionalistas de algunas nacionalidades. Este problema consiste a mi juicio en el modo como hoy día se estructuran los actuales sistemas educativos, tanto en España como en otros países europeos. Una educación adecuadamente estructurada, según los principios que Ortega plantea en su teoría de la historia, debería conseguir que el ciudadano al final comprendiera la razón de que nuestros proyectos y ambiciones políticas, nuestras actuales formas de gobierno, nuestras tendencias científicas y tecnológicas, artísticas, sean las que son, en definitiva, de que nuestra forma de concebir como debe ser el mundo y nuestra sociedad sea la que es. Ello permitiría al alumno tomar consciencia de su lugar en la historia y de la importancia que han tenido las generaciones pasadas para la actual configuración del mundo.

A mi juicio la educación debe ser el elemento fundamental que asegure un espacio de convivencia e integración sociales y culturales, pero para ello es conveniente tomar consciencia de que nos corresponde a los ciudadanos de hoy, que compartimos más allá de las fronteras y banderas unas mismas creencias y valores, asumir el sentido de nuestra tradición y completar así el esfuerzo que generaciones pasadas realizaron con propósitos similares. En este sentido, una educación estructurada de acuerdo a la concepción la historia que defiende Ortega, avivaría los lazos de solidaridad, no sólo entre las diferentes culturas que mantienen una misma tradición, unos mismos proyectos e intereses, sino también entre los hombres de hoy y los de ayer de los que somos herederos.

La educación actual, en España y en otros países europeos, tanto en los niveles de Secundaria, Bachiller como universitarios, es básicamente una educación de conocimientos e ideas - en la asignatura de Física, por ejemplo se estudia lo que dice Galileo, lo que dice Newton; por otro lado, de forma independiente, en Filosofía se estudia lo que dice Platón, Aristóteles, Descartes; en Historia del Arte las obras de Mirón, Bernini, Miguel Ángel – Esta educación, estructurada en compartimentos estancos, priva al futuro ciudadano de la posibilidad de que comprenda la razón de que esas ideas aparezcan entonces y no en otro momento, su orientación y finalidad, su importancia para entender las ideas de hoy, etc. En este sentido, una educación de acuerdo a la teoría de la historia de Ortega permitiría comprender por ejemplo, por qué lo que Kant defendió hace doscientos años lo hizo necesariamente poco después de la muerte de Newton y teniendo en cuenta su sistema científico, o de un modo simultáneo a la defensa de los principios ilustrados que emprendían los teóricos políticos, cuál era el proyecto último que se perseguía con tales esfuerzos, qué creencias lo animaban, y de qué forma hemos heredado ese resultado en el proyecto que hoy día es Europa tanto desde una perspectiva política, científica, económica, social. De ese modo, una educación así planteada permitiría al ciudadano de hoy llegar a una comprensión adecuada del origen de nuestro tiempo, con sus intereses y proyectos, lo cual presumiblemente avivaría su sentimiento de solidaridad con respecto a generaciones pasadas y futuras y realizaría así con mayor compromiso la tarea de su tiempo.

En definitiva, al hilo de las ideas que plantea Ortega, para lograr estos fines de convivencia intercultural, a mi juicio sería interesante articular una educación cuyo fin último fuera lograr que cada ciudadano tomara consciencia de la responsabilidad de asumir su proyecto propio junto a aquellos que comparten y han compartido los mismos valores y creencias que caracterizan las actuales sociedades europeas. Ello puede ser una de las claves para lograr una sociedad donde convivan diferentes culturas animadas por un mismo deseo y una misma proyección futura.

BIBLIOGRAFÍA

Freud, Sigmund, El malestar en la cultura, Biblioteca Nueva, Madrid, 1968

Friedrich, Nietzsche, Voluntad de poder, Biblioteca Edaf, Madrid, 1998

Jünger, Ernst, El trabajador, Tusquets, Barcelona, 1993

Jünger, Ernst, Abejas de cristal, Alianza Editorial, Madrid, 1995

Lyotard, Jean, La posmodernidad (explicada a los niños), Gedisa, Madrid, 1987

Mosterín, Jesús, Ciencia viva, Espasa, Madrid, 2001

Ortega y Gasset, José, España invertebrada, Alianza Editorial, Madrid, 1999

Ortega y Gasset, José, Ideas y creencias, Alianza Editorial, Madrid, 2001

Ortega y Gasset, José, Meditación de la técnica, Alianza Editorial, Madrid, 2000

Popper, Karl, La lógica de la investigación científica, Tecnos, Madrid, 1982

Safranski, Rüdiger, Un maestro de Alemania, Tusquets, Barcelona, 2003

Stirner, Max, El único y su propiedad, Valdemar, Madrid, 2004

Vattimo, Gianni, Más allá de la interpretación, Ediciones Paidós, Barcelona, 1994

NOTAS

  • [ 1 ] Para un mayor desarrollo de estas ideas véase Lyotard, Jean (1987) La posmodernidad (explicada a los niños), Gedisa y Vattimo, Gianni, (1994) Más allá de la interpretación, Barcelona, Ediciones Paidós.
  • [ 2 ] Véase Jünger, Ernst (1995) Abejas de cristal, Madrid, Alianza Editorial
  • [ 3 ] Véase Freud, Sigmund (1968) El malestar en la cultura, Madrid, Biblioteca Nueva, Tomo VIII
  • [ 4 ] Para un mayor desarrollo de estas ideas véase Safranski, Rüdiger (2003), Un maestro de Alemania, Barcelona, Fábula Tusquets.
  • [ 5 ] Véase Popper, Karl (1982) La lógica de la investigación científica, Madrid, Tecnos.
  • [ 6 ] Véase Ortega y Gasset, José (2001) Ideas y creencias, Madrid, Alianza Editorial.
  • [ 7 ] Véase Jünger Ernst, (1993) El trabajador, Barcelona, Tusquets.
  • [ 9 ] Ortega y Gasset, José (2000) Meditación de la técnica, Madrid, Alianza Editorial.
  • [ 10 ] Ortega y Gasset, José (1999) España invertebrada, Madrid, Alianza Editorial.

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