«Existe un Bobbio español»: así lo aseveraba en septiembre de 2000 el prestigioso diario turinés La Stampa, periódico en el cual aquél colaboraba con tanta frecuencia, con ocasión de su emotiva y trasterrada investidura como Doctor Honorzs Causa por la Universidad Autónoma de Madrid. Y el propio Norberto Bobbio dentro de esa misma crónica del evento admitía, exagerando sin duda cortésmente, que «mi pensamiento ha tenido quizás más importancia en España que en Italia».
En estas páginas, incluso con ese mismo pretexto, yo querría evocar, de manera resumida y como memoria casi exclusivamente personal, algunas circunstancias, informaciones y reflexiones que estimo relevantes en torno al significado de la presencia
y muy positiva influencia de Norberto Bobbio, de su obra y de su pensamiento, en nuestro país en este largo tiempo de preparación y construcción de la actual democracia. Páginas que a su vez deben ser -éste es aquí mi propósito- de imborrable recuerdo y homenaje con profundo afecto y gratitud al maestro y amigo, muerto el pasado 9 de enero de este 2004, entre sus noventa y cuatro y noventa y cinco años de edad: había nacido en 1909, un 18 de octubre. Como base y prolongación de estas breves notas de ahora reenviaría, para el lector interesado en ello, a otros anteriores trabajos míos de carácter más sistemático sobre aquél y también, de modo especial, como muy documentado y completo resumen de su biografía intelectual, al escrito también tras su muerte por Alfonso Ruiz Miguel [ 1 ] . Asimismo, para una indagación, muy cuidada y bien orientada, no sólo bibliométrica, de las publicaciones españolas de y sobre nuestro maestro, tendríamos como necesaria y complementaria consulta el estudio de Javier de Lucas acerca de La influencia de Bobbio en España [ 2 ] .
Fue por de pronto la suya una influencia teórica decisiva, en un plano más académico, sobre nuestra filosofía jurídica y política y también, en relación con ello, para un ilustrativo acercamiento y mejor conocimiento de los grandes autores clásicos y contemporáneos. Bobbio, simétrico, señaló cuáles eran sus cinco «mayores filósofos políticos de la edad moderna»: Hobbes, Locke, Rousseau, Kant y Hegel; y los otros cinco contemporáneos: Croce, Cattaneo, Kelsen, Pareto y Weber [ 3 ] . Pero, desde esa huella de fondo, a partir de ahí -mediaciones con la praxis-, puede decirse que el pensamiento de Bobbio habría de incidir también sobre ciertas situaciones en la misma realidad política y cultural española desde finales del franquismo, más aun en los años de transición a la democracia (incluida la Constitución de 1978, con el profesor iusfilósofo Gregorio Peces-Barba como ponente socialista en ella) y ya de un modo u otro hasta este final de sus días.
Norberto Bobbio ayudó en todo ello. Fueron muy frecuentes e intensas las relaciones personales e intelectuales con él en esos tan decisivos tiempos. Y fue fundamentalmente a través de su viejo amigo, compañero de estudios y colega universitario, el profesor de la Universidad de Milán Renato Treves (1907-1992) como se estableció, desde mediados de los años sesenta, esa inicial relación con España. Hasta entonces es verdad que no hay ni en la biografía ni en la bibliografía del Bobbio demócrata y crítico una explícita ocupación/preocupación por las cosas de nuestro país: ni en relación con la guerra civil ni, después, respecto de los primeros tiempos de la dictadura franquista. Tampoco aparecen referencias en su obra a la cultura o filosofía española: en lo que yo conozco, tan sólo en su ensayo de 1954 sobre los intelectuales y la vida política en Italia se hace una breve alusión a Ortega y Gasset en contemporáneo parragón con Julien Benda, Karl Mannheim y Benedetto Croce. En esos años no existe, que yo sepa, nada más [ 4 ] .
Confieso que siempre me sorprendió y, ¿por qué no decirlo?, me disgustó ese anterior distanciamiento/despreocupación de aquel Bobbio (a quien desde finales de los cincuenta yo leía y admiraba como iusfilósofo e intelectual) ante situaciones españolas de repercusión entonces tan universal como la guerra civil o la dictadura franquista. La cosa era aún más chocante y hasta criticable si tenemos en cuenta que sus mejores Maestri e compagni (título, después, de uno de sus libros de evocación y búsqueda de raíces políticas e intelectuales) habían sido gentes muy comprometidas con todo aquello. Así, el propio Carlo Rosselli fundador en 1929 del movimiento Giustzzzá e Libertá, en el cual se integró enseguida Norberto Bobbio y con el cual incluso emotivamente, dice, se sintió siempre más identificado: Rosselli estuvo en y con la España republicana durante la guerra civil, que para él -como reza su libro Oggi in Spagna, doman¡ in Italia- constituía en el fondo un decisivo capítulo o episodio de una mucho más general lucha contra el fascismo implantado ya en otros países europeos y que preparaba la que pronto sería Segunda Guerra Mundial. Otro ejemplo es el de Aldo Garosci, autor de una extensa obra sobre Gli intellettuali e la guerra di Spagna (Einaudi, 1959) y al que Bobbio recuerda de sus comunes años de estudios doctorales bajo la dirección de Gioele Solari, así como de compañerismo político e intelectual también en Giustixia e Liberta. ¿Llegó a leer Norberto Bobbio este libro de Garosci -casi todos lo hicimos- sobre aquella España? No hay ningún rastro de ello en su Autobiografía [ 5 ] .
En cualquier caso fue, como digo, a través de Renato Treves, vuelto a Italia y a su cátedra universitaria tras la caída del fascismo, como se iba a producir años después esa buena relación con las gentes y las vicisitudes españolas de los años sesenta. Treves, desde y durante su exilio en 1938 principalmente en Argentina, en la Universidad de Tucumán, había ido trabando relación y conocimiento mutuo con los refugiados españoles, juristas, filósofos, sociólogos, hombres de letras, huidos de la guerra civil y de la represión franquista. Había estudiado la obra de Ortega y Gasset, después publicaría un valioso y liberal ensayo sobre su filosofía política (1954), y allí en el exilio mantuvo frecuente diálogo con otros intelectuales españoles como, por ejemplo, uno muy relevante con Francisco Ayala sobre el sentido y las posibilidades de la democracia en aquellos difíciles momentos. Todo ello le llevaría asimismo a un acercamiento y comprensión hacia el «exilio interior» español o, sin más, hacia quienes trabajaban dentro de España, sin abjurar de su libertad y dignidad, luchando por ellas, contra el régimen dictatorial [ 6 ] .
Eran años, aquellos sesenta, de fortalecimiento de la oposición política que, desde tiempo atrás, se manifestaba cada vez con más fuerte vigor en la universidad española de la época. También aquí se trataba de amplios movimientos de protesta entre estudiantes y, entonces, jóvenes profesores (desde el principio también en el mundo obrero) con caracteres en parte comunes a los que en esos años surgían en los países democráticos, Francia, Italia, Alemania, Estados Unidos, etc.; pero, a su vez, en España con las esenciales diferencias derivadas de tener que ejercerse, en más duras y difíciles condiciones, contra un Estado dictatorial o, si se prefiere, totalitario/autoritario, en cualquier caso rotundamente antiliberal y antidemocrático [ 7 ] . En ese ámbito universitario crítico y de oposición es en el que habrían de producirse esos primeros contactos con Norberto Bobbio. Fue asimismo entonces y en esas circunstancias cuando conocí yo personalmente a Renato Treves en Madrid, en 1966, a quien habíamos invitado en el marco de un independiente y encubierto «Centro de Estudios e Investigación» (CEISA), que -por su carácter crítico- acabaría siendo prohibido algo más tarde por el régimen del general «superlativo» [ 8 ] .
Me consta que Treves contaba a sus amigos italianos, y muy en especial a Norberto Bobbio -siempre renuente a viajar aquí con Franco en el poder- de estas sus experiencias y conversaciones con los profesores españoles demócratas en oposición a
la dictadura. Les informaba y les recababa su contribución a la hispánica causa. Un año después (1967) -vuelvo a la memoria personal- fue el propio Renato Treves quien me presentaría a Norberto Bobbio en el congreso internacional de filosofía jurídica y social celebrado en Milán y Gardone Riviera. Allí también conocí, entre otros, a Alessandro Passerin D'Entreves, Uberto Scarpelli y a los más jóvenes Mario Losano y Vincenzo Ferrari, con quienes, estos dos últimos, mantengo desde entonces una muy cercana y fructífera amistad. Yo había estudiado las obras iusfilosóficas del Bobbio de esos años (desde la Teoria della scz'erzxa gzúrzdica a la Teorzá delfordinamento giurzdico) así como también su Polz'tz'ca e cultura, durante mis dos cursos de Doctorado, 1959 y 1960, en Italia, en la Universidad de Bolonia. Después, en 1963, publiqué mi primer comentario a una obra suya (Il posztz'vz'smo giuridz'co) y, en 1966, traduje y edité en español algunos trabajos de Kelsen, Bobbio y otros autores en un volumen que llevaba precisamente como título Critica del Derecho natural. Y también en ese año había aparecido, en la editorial de Cuadernos para el Diálogo, mi libro Estado de Derecho y sociedad democrática, el cual -secuestrado y prohibido inicialmente por decisión gubernativa- había suscitado la solidaridad de todos estos buenos amigos italianos. Esta habría de manifestarse aun con mayor preocupación e insistencia cuando, declarado el «estado de excepción» en enero de 1969, algunos profesores de filosofía moral, jurídica y política (Javier Muguerza, Gregorio Peces-Barba, Raúl Moro-do y el autor de estas páginas, entre otros) fuimos detenidos por la policía política, confinados en pequeños pueblos y, así, alejados de nuestra tarea en la universidad. Treves, Bobbio y otros profesores italianos se dirigieron por escrito, en forma respetuosa pero muy firme, al gobierno español para solicitar, sin resultado positivo, nuestra libertad y la posibilidad de salir del país.
Estos y otros hechos concretos -por ello doy yo aquí cuenta de ellos-, insertos por supuesto en su propia biografía intelectual y en su trayectoria política (Giustizia e Libertá, Partito d'A.zione, etc.), van a vincular ya definitivamente a Norberto Bobbio con esa oposición intelectual al régimen franquista para la construcción, después de 1975, de la actual España democrática. Debo recordar asimismo que, todavía en 1973, se negó resueltamente a asistir al congreso internacional de filosofía jurídica y social (en el cual iba a ser, como siempre, personalidad de las más destacadas), congreso que se celebraría en el mes de septiembre en Madrid. Bobbio, Treves y otros profesores habían solicitado de las autoridades académicas españolas una cierta declaración de reconocimiento en favor de los jóvenes docentes perseguidos por la dictadura. Rechazada la petición, igualmente después la formulada en similares términos por una comisión española encabezada por el profesor Joaquín Ruiz Giménez, la firme decisión de los solicitantes fue la no participación. De ningún modo se debía amparar y simular una inexistente situación de normalidad política y universitaria -preocupación de siempre de Norberto Bobbio-, necesaria para que pudiera tener lugar un libre debate intelectual en la España de ese involutivo final del franquismo [ 9 ] .
El tan esperado «hecho biológico» (20 de noviembre de 1975) vendría a abrir al fin algunos buenos cauces para que, con amplio consenso (ruptura pactada o reforma para la ruptura), pudiera empezar a hacerse institucionalmente legal todo o gran parte de lo que era socialmente real desde muchos años atrás. Ello significó la salida de la clandestinidad de los hasta entonces ilegales partidos políticos y sindicatos obreros, la abierta y plural expresión de la opinión pública, la progresiva recuperación de derechos y libertades, la preparación de la participación ciudadana y las (desde 1936) primeras elecciones democráticas, en junio de 1977, elecciones que resultarían constituyentes -y no de mera reforma de las leyes fundamentales del régimen anterior- dada la fuerte presencia obtenida en ellas por los partidos políticos de izquierdas. La culminación de tal proceso y el inicio de lo que vendría después fue, así, la elaboración de la nueva Constitución que se promulgaría, tras consulta popular, al día 29 de diciembre de 1978.
En todo ese tiempo constituyente y de transición, junto a otros, el pensamiento de Norberto Bobbio, su filosofía jurídica y política fue, sin duda, un muy lúcido referente teórico necesario de tomarse siempre en consideración. De modo especial su gran prestigio en esos ámbitos del mundo universitario habría de concretarse en la muy cercana comunicación con profesores y políticos que asesoraban y trabajaban en el entorno del partido socialista obrero español [ 10 ] . En esa doble función, el hoy rector, buen amigo y compañero Gregorio Peces-Barba, catedrático de Filosofía del Derecho, ponente socialista en aquellos años para la redacción de la Constitución, después (entre 1978 y 1982) presidente de este grupo parlamentario y (entre 1982 y 1986) presidente ya del Congreso de los Diputados, desempeñó desde entonces la parte más activa de esa colaboración teórica y práctica con nuestro común maestro y amigo Norberto Bobbio. Por las mismas fechas en que el Parlamento aprobaba el texto constitucional (31 de octubre de 1978), realizaba aquél su primer viaje a nuestro país y pronunciaba (día 25) una importante conferencia sobre Socialismo y democracia en el propio Palacio de las Cortes, seguida de otras dos, días 26 y 27, sobre temas más específicos de filosofía del Derecho en, respectivamente, las Universidades Autónoma y Complutense de Madrid. Ya con el Gobierno socialista de Felipe González, siendo -como digo- presidente del Congreso el profesor Gregorio Peces-Barba, a invitación de éste, tuvo lugar su segundo viaje (acompañado en esta ocasión de su entrañable Valeria Cova) en noviembre de 1983: la conferencia (día 28) en el mismo Palacio de las Cortes trató ahora sobre El futuro de la democracia, intervención que fue el origen, como el propio Norberto Bobbio señala, del trabajo que abre su importante libro de ese mismo título Il futuro della democrazzá. Una dtfesa della regole del gioco (1984). En medio de ambas visitas estaría la tesis doctoral de Alfonso Ruiz Miguel, yo como incitador y director de ella, sobre Filosofía y Derecho en Norberto Bobbio. [ 11 ]
Fueron frecuentes aún más desde entonces los contactos, las visitas mutuas y los encuentros con él, también siempre con el entrañable Renato Treves y con destacados discípulos italianos de ambos. Norberto Bobbio recibió en 1990 el Premio Pablo Iglesias, uniendo así su nombre al del fundador del PSOE, premio entregado personalmente en Madrid por el vicepresidente del Gobierno socialista, Alfonso Guerra, asimismo buen amigo suyo y con quien mantuvo en esos años muy relevantes debates, alguno de ellos publicado, como otros trabajos de aquél desde 1977, ya se ha dicho antes, en esta nuestra revista Sistema [ 12 ] . De carácter más estricto, nunca neutralistamente, académico fueron otras estancias e intervenciones suyas en el Instituto de Derechos Humanos de la Universidad Complutense (creo que en 1987),
Instituto fundado por Joaquín Ruiz Giménez y Gregorio Peces-Barba, así como en la Universidad Carlos III dirigida por este último desde su creación en 1989 y de la cual es desde entonces su muy activo rector. No pudo, en cambio, asistir personalmente -creo recordar que a causa de secuelas físicas derivadas todavía de la lesión que había sufrido en mayo, en los días romanos en que se debatía su posible nombramiento como presidente de la República Italiana [ 13 ] - al curso que, en julio de 1992 promovido por el profesor Peces-Barba, un buen grupo de profesores de varios países le habíamos dedicado: el resultado fue la publicación de la obra colectiva, ya recordada aquí, sobre La figura y el pensamiento de Norberto Bobbio [ 14 ] .
Este breve resumen personal evocador de su presencia en España debería a su vez resaltar que Norberto Bobbio es Doctor Honorz's Causa por las tres más importantes Universidades públicas de Madrid: la Complutense (1985); la Carlos III (1994), para la cual tuve el honor de presentar la correspondiente Laudatzó, y la Autónoma, que por razones de salud del nuevo viejo doctor ya no pudo celebrarse en su sede española. Este acto tuvo así lugar el 19 de septiembre de 2000 en la Universidad de Turín bajo la presidencia de los rectores de ambas universidades, los profesores Rinaldo Bertolino y Raúl Villar, con intervenciones asimismo de Michelangelo Bovero, Luigi Bonanate, Alfonso Ruiz Miguel y yo mismo; y se concluyó con entrega formal de los símbolos doctorales en Vía Sacchi, 66, donde nos recibieron, junto con otros cercanos familiares, un Norberto Bobbio, físicamente con grandes dificultades motoras pero pletórico de mente, conocimiento y humor, acompañado de su esposa Valeria Cova, tan afable y atenta como siempre, callando dolencias de las que moriría el año siguiente. Fue la última vez que les vi, les abracé y hablé con ellos. Era -así lo vivimos- el final de nuestro mundo con él, con ellos, nuestros buenos y queridos amigos.
Fue con ocasión de ello, cuando La Stampa del día posterior, 20 de septiembre, en su reseña de esa doctoral sesión universitaria, recordaba -creo que con razón que «existe un Bobbio español». Y ante afirmaciones mías allí, similares a las de estas páginas de ahora, el diario turinés reproducía las propias palabras del autocrítico filósofo: «Que mi obra haya podido incidir sobre la Constitución española me parece un poco exagerado. Pero es verdad -comentaba aquél- que han traducido allí todos mis escritos sobre la democracia y que mi pensamiento ha tenido quizás más importancia en España que en Italia». No sólo sus escritos sobre la democracia: todo el conjunto de su obra era y es bien conocido por los iusfilósofos españoles, también por buena parte de los politólogos, juristas y otros científicos sociales. Y, desde ahí, desde esas instancias más académicas -vengo diciendo-, ha influido también, junto a otros relevantes estudiosos e intelectuales, en diferentes medios y ambientes culturales y políticos en esos tiempos de oposición al franquismo, de transición después y, también hasta hoy mismo, de construcción y constante reconstrucción de la democracia.
En función de ello, yo precisamente querría destacar aquí, de modo muy esquemático, sólo como conclusión y argumentación final de estas páginas, algunas dimensiones de ese pensamiento de Norberto Bobbio que han tenido -creo- muy activa y especial presencia entre nosotros [ 15 ] .
a) En primer lugar, su fundamental crítica al iusnaturalismo: entendido éste bien como concepción del Derecho (iusnaturalismo ontológico) -sólo sería Derecho el que coincide en sus contenidos con el Derecho natural- bien como justificación de aquél (iusnaturalismo deontológico) -sólo sería justo el que responde a esos principios naturales- o bien como las dos cosas juntas a la vez. Bobbio se opone a ambas formas de iusnaturalismo y con especial vigor y rigor -analítico- a la primera de ellas. Obras suyas como Giusnaturalz'smo e posz'tivz'smo gzúrzdico (1965), junto a otras ya citadas aquí, o sus estudios históricos sobre Hobbes, Locke, Kant, etc., aportarían críticas básicas y decisivas sobre esta cuestión. La dogmática trascendencia de aquéllas en la España del nacional-catolicismo franquista se doblaba además por el hecho de la imposición de la doctrina iusnaturalista, en su vertiente más integrista de un Derecho natural ontológico y teológico, como ideología oficial del régimen político. Esta, con escasas variantes tecnocráticas y pseudopositivistas a lo largo de sus cuarenta años, y detrás siempre la filosofía escolástica, recibía todo el apoyo del poder para el control de la docencia universitaria en cuanto a política de provisión de cátedras, postergación de disidentes, etc. El pluralismo que poco a poco se pudo ir conquistando lo fue siempre a pesar y en contra de esa única y uniformista doctrina oficial [ 16 ] .
b)Esas críticas de Bobbio al iusnaturalismo derivaban, con plena coherencia, de su propia concepción (analítica) del Derecho, en la estela de Hobbes a Kelsen, insistiendo en la no confusión entre Derecho y moral, en la necesidad de la investigación científica sobre el Derecho entendido siempre como Derecho positivo, sobre su significado, metodología, análisis del lenguaje, etc., suministrando así un mayor rigor y consistencia normativa a los estudios de carácter jurídico [ 17 ] . En el contexto español en el que se inscriben estas páginas me parece oportuno resaltar, en relación con la obra en parte parangonable con la de aquél (de, por ejemplo, Enrique Tierno Galván o Manuel Sacristán), cómo la analítica y el neopositivismo ejercían entonces su crítica indirecta con fuertes efectos disolventes sobre esas paupérrimas ideologías jurídicas, políticas y religiosas de carácter declaradamente irracionalista. Y hagamos constar que ésa es una función suya siempre posible y abierta incluso en mejores, más racionalizadas, condiciones. Pero al igual que estos homólogos españoles en sus respectivas áreas temáticas, tampoco Bobbio se quedaba en modo alguno encerrado en el formalismo jurídico, sino que cada vez insistía más en la relación entre Derecho y poder (social y político) y en sus conexiones sociológicas y realistas desde Weber al propio Treves: ahí, entre otras, sus obras Dalla struttura alla funzione. Nuovi studi di teoria del diritto, 1977, o Diritto e potere. Saggi su Kelsen, 1992; ni -decisiva cuestión- para nada entendió nunca el positivismo como ideología, es decir, como asepsia valorativa, como abstención neutra ante los juicios de valor éticos y políticos [ 18 ] .
c) La legitimidad, pues, de los juicios de valor -así lo leo yo- implicaba la construcción de una teoría de la justicia que junto a su teoría del Derecho y su teoría de la ciencia jurídica constituyen -creo- el corpus coherente de la filosofía del Derecho de Norberto Bobbio. No escribió éste un tratado sistemático de todo ello, o de sus partes (al modo, por ejemplo, de sus coetáneos Hart o Rawls), pero, a mi juicio, hay en su obra suficientes «fragmentos», suficientes elementos y aportaciones para la reconstrucción en su pensamiento de una verdadera teoría de la justicia. Y, desde luego, unida a ella, de una filosofía política (Quale socialismo. Discussione di un'alternativa, 1976) de carácter socialdemócrata o, si se prefiere, cercana al socialismo liberal. De ello, de su filosofía política, hemos hablado todos en la mayor parte de nuestros trabajos [ 19 ] . Pero, de manera muy especial, otra vez querría yo subrayar aquí en nuestro contexto que esa filosofía política de Norberto Bobbio, con unos u otros caracteres diferenciales, encontraba buena conexión y hasta sólida concordancia con una buena y más clara tradición socialista española (Fernando de los Ríos o Julián Besteiro entre otros), cuya relectura sirvió de fuerte apoyo -junto con el aportado, desde luego, por otros sectores políticos- para esa transición pactada hacia la democracia y su concreción en la España de las Autonomías -ahí tendríamos un Bobbio federalista con Carlo Cattaneo [ 20 ] - y en la Constitución de 1978.
Ese crítico y autocrítico socialismo de Norberto Bobbio era liberal -como muy bien ha subrayado el propio Perry Anderson- no por su amor al libre mercado, en cualquier caso no por su deificación «liberista» y economicista; sino -añado yo por su enraizamiento de fondo en el pasado y en el presente con lo mejor del liberalismo ético y político: es decir, por el respeto a los demás, a la tolerancia, a la libertad de pensamiento y de opinión, al Estado de Derecho, a los derechos humanos, a la dignidad humana... Escribe Anderson en este sentido: «Ese liberalismo derivaba de una profunda fe en el Estado constitucional, más que de cualquier particular apego al libre mercado. Era de naturaleza política y no económica, una diferencia que en italiano es expresable, más precisamente que en otras lenguas, según la distinción (hecha en la más célebre de sus formulaciones por Croce) entre laberasmo y liberalismo. Desde aquí -reconoce Anderson- era posible un tránsito igualitario al socialismo. Para explicar su idea de la relación entre estos dos conceptos, liberalismo y socialismo, Bobbio -recuerda aquél- dejará escrito años después (y siempre, creo yo): "Personalmente considero el ideal socialista superior al liberal" porque el primero incluye al segundo y no viceversa (...) El socialismo -concluye Anderson en aplicación a Bobbio- es, por tanto, el término más inclusivo» [ 21 ] .
Ese no particular aprecio ni apego por el libre mercado lo amplia y conceptualiza también Bobbio, cuando se refiere sin más a esa cuestión en términos directos, y hoy poco habituales, de «capitalismo»: el suyo -a mi juicio- no es para nada un socialismo débil, meramente idealista o de un cierto retórico humanismo. Por el contrario, se plantea expresamente el tema que yo mismo he designado críticamente en otros escritos míos como «falacia de la identidad entre democracia y capital»: es decir, de la supuesta esencial e inherente uniformidad e indisociabialidad entre ambos, democracia política y economía capitalista. Ahí están, sin mayores extralimitaciones, los siguientes textos de Norberto Bobbio: «El capitalismo ha sido hasta hoy el único sistema económico -reconoce aquél- que la democracia haya tolerado. No digo que el capitalismo sea algo incondicional para un ordenamiento democrático, pero lo soporta por ahora. Sin embargo, este abrazo de la democracia y del capitalismo me lo pregunto (señala Bobbio)- ¿no podría en un cierto momento transformarse, por el contrario, en un abrazo mortal? Y ello porque en un sistema económico de mercado, en el cual todo puede ser potencialmente reducido a mercancía, también sin duda alguna el número de votos se convierte en tal mercancía. Hasta ahora -insiste aquél- el capitalismo ha sostenido y soportado así a la democracia, pero hoy podría resultar que a lo que aquél lleve sea precisamente a la degeneración de tal democracia». Frente a todo ello, el significado de la izquierda a nivel internacional, mundial, es -dice- «intervenir a favor de los pobres, de los sometidos, de los humillados, de los marginados (...) que son probablemente las nueve décimas partes de la población mundial». A pesar de las dificultades, incumplimientos y frustraciones, «mi utopía -no abdica Bobbio-, que es en verdad una utopía de la Ilustración, va más allá» (...): consiste en «la democratización del sistema internacional». «A pesar de todo --concluye el pseudopesimista turinés- continúo en la lucha por las ideas de la Ilustración» [ 22 ] .
Socialismo liberal, socialismo no reducido ni disfrazado de mero capitalismo, izquierda como igualdad, liberalismo ético y cultural, no liberismo economicista, democracia política en constante proceso de autentificación, de realización, universalización de derechos humanos, libertades, Estado de Derecho, con especial preocupación hoy por esos grandes colectivos de (pueblos e individuos) pobres, sometidos y marginados: éstas son las ideas básicas de Bobbio, ideas que derivan (no mimética ni acríticamente) de la lejana Ilustración. Todo ello, que aquél sitúa y estudia en su tiempo y lugar -aquí, entre otros, sus libros Maestri e compagni (1984), Italia fedele (1986) o Profi'lo adeologa'co del'900 (1990)-, encontraba una vez más espléndida conexión y correspondencia, vuelvo a mi enfoque, con la mejor, no reductiva, no economicista, y más profunda tradición liberal española.
«De la Institución a la Constitución» suelo yo resumir respecto de este último siglo, desde 1876 -creación por Giner de los Ríos de la Institución Libre de Enseñanza- a 1978, promulgación de la nueva, actual, Constitución. Y entre ambas y después hasta hoy todo un mundo de luchas, teóricas y prácticas, de resistencia frente a la opresión, para la construcción y reconstrucción -filosofía, ciencias sociales y naturales, historia, literatura, poesía- de ese pensamiento, de esa realidad. Hablamos, en consecuencia, de una tradición de fuerte raigambre cultural, ética y política que con tanta frecuencia ha sido negada y perseguida en el pasado por el tradicionalismo católico integrista, encarnación -se pretendía- de la única España, todo lo demás no siendo sino la nefanda y aniquilable anti-España. Frente a ello, frente a la dictadura y el totalitarismo, la recuperación de la España heterodoxa, crítica, plural, laica, liberal, socialista, democrática ha constituido asimismo objetivo preferente -creo poder decir- de no pocos de quienes en todos estos años tuvimos la fortuna (¿y la «virtud»?) de ser discípulos y amigos del gran Norberto Bobbio.