Sistema

El Tío Sam al desnudo

por Andre Gunder Frank

Sistema nº 186, mayo 2005

Resumen

En este artículo se aborda el papel geopolítico de los Estados Unidos («el Tío Sam») en el entramado internacional. Cuestiones tales como el incremento de la brecha Norte-Sur, la rentabilidad económica obtenida de China, los beneficios logrados con el cobro de la deuda de los países del Tercer Mundo son tratadas críticamente. Especial atención se presta al control que «el Tío Sam» hace del petróleo mundial, la nueva situación del dólar frente a otras monedas pujantes, el papel del Pentágono como agente redistribuidor de los ingresos de los más desfavorecidos en favor de los más ricos, el unilateralismo en materia de política internacional, los nuevos focos de conflicto y las justificaciones que el Gobierno de Bush ha utilizado para la invasión de Irak.

Palabras clave: política internacional, deuda externa, brecha Norte-Sur, unilateralismo de EEUU, control del petróleo, Guerra de Irak.

PRESENTACIÓN DEL TÍO SAM AL DESNUDO

El Tío Sam acaba de faltar a su palabra dejando de pagar hasta el 40 por 100 de sus billones de dólares de deuda externa, y nadie ha dicho nada con la única excepción de una línea que le dedicó estos días The Economist . Hablando sin rodeos, eso significa que el Tío Sam lleva a cabo un fraude mundial con su dólar autosuficiente basándose en la confianza que ha obtenido y recibido del resto del mundo, y es un gorrón en la medida en que no hace honor a su deuda devolviendo el dinero que ha recibido. La cantidad que perdamos en nuestra apuesta por el dólar depende de cuánto hayamos pagado originalmente por él los acreedores. El Tío Sam dejó caer su dólar, o más bien lo hizo caer, mediante sus medidas económicas políticamente deliberadas, hasta en un 40 por 100, pasando de un euro a 80 céntimos de dólar a los actuales 135 céntimos respecto del euro, del yen, del yuan y de otras divisas. Y el dólar sigue bajando, decididamente dispuesto a caer en picado.

En la década de 1930 también se produjo una cascada de devaluaciones competitivas, y a eso se lo denominó «Política de empobrecer al vecino», que consiste en trasladar los costes a los vecinos. En realidad, con la bajada del dólar se ha reducido paralelamente el valor que los extranjeros pagan por el servicio de sus deudas al Tío Sam. Eso sólo funciona si ellos pueden por sí mismos sacar provecho de un aumento del valor de las demás monedas con respecto al dólar. De lo contrario, los extranjeros ganan y pagan en el mismo dólar devaluado, a lo que se suma la pérdida por la devaluación en el periodo transcurrido desde que reciben los dólares hasta que se los devuelven al Tío Sam. China y otros países del Este Asiático ganan y han estabilizado sus monedas con respecto al dólar, por eso han perdido ya una cantidad sustancial de su decidida apuesta mundial por el dólar. Y, al igual que los demás, también perderán el resto.

La deuda del Tío Sam con el resto del mundo se eleva, actualmente, a un tercio de su Producto Interior Neto, PIN, y sigue aumentando. Esto hace que su deuda no pueda ser jamás recuperable ni económica ni políticamente, incluso aunque quisiera pagarla, lo cual es obvio que no desea hacer. La deuda interna del Tío Sam, es decir, la de los titulares de tarjetas de crédito e hipotecas, representa casi el 100 por 100 del Producto Interior Bruto y del consumo, incluido el de China. La deuda federal del Tío Sam asciende actualmente a 7,5 billones de dólares, de los cuales 1 billón se contrajo en las tres últimas décadas, 2 billones en los últimos ocho años y 1 billón más en los últimos dos años. Eso cuesta alrededor de 330.000 millones en concepto de intereses, comparado con los 15.000 millones que gastan en la NASA. «¿Preocupado yo?». El Congreso acaba de elevar el techo de la deuda hasta 8,2 billones de dólares. Para que se vea mejor, sólo un billón de dólares en billetes de 1.000 dólares en fajos bien apretados equivaldría a la altura de un edificio de 40 plantas; por lo tanto, los 7,5 billones equivaldrían a 300 pisos o, lo que es lo mismo, a casi tres veces la altura del Empire State. Casi la mitad de esa cantidad se les debe a los extranjeros. Toda la deuda del Tío Sam, incluida la deuda de los hogares, que representa alrededor de 10 billones, la deuda corporativa y financiera, con sus opciones, productos derivados y otros, más la deuda de los Gobiernos estatales y locales alcanza la inimaginable cifra de 37 billones; para ayudar al lector 1.480 veces la altura del Empire State y casi cuatro veces el PIN del Tío Sam. La emisión del Tío Sam efectuada el año pasado, que alcanzó el récord de 140.000 millones en bonos basura de alto rendimiento, puede parecer una tontería, incluso si se los denomina así porque son (¡sólo!) los primeros que no se van a pagar, después de la deuda, o junto con ella, de consumo e hipotecas y de las empresas que se irán al garete. Sólo una parte de esa deuda y de su futura situación de impago se puede gestionar en el país, pero con peligrosas limitaciones para el Tío Sam, como se pone de manifiesto más adelante. Esa es sólo una de las razones por las que quiero que conozcan al Tío Sam, ese gorrón estafador, que tal vez le recuerde a la película ¿Conoces a Joe Black? Porque a medida que vayamos conociendo al Tío Sam nos daremos cuenta de que es también un usurero y un corrupto.

LA GUERRA FRÍA DEL TÍO SAM, UN CHEQUE EN BLANCO PARA LA GUERRA DEL NOROESTE CONTRA EL SUR

Antes de seguir adelante, traduzcamos este galimatías de números a un lenguaje más comprensible. Lo hizo ya en 1948 George Keenan, conocido también como Mr. X, el arquitecto de la Política de Contención del Tío Sam: «Tenemos alrededor de la mitad de la riqueza mundial... pero sólo el 5 por 100 de la población... En esta situación... nuestra auténtica tarea en los años venideros es establecer un modelo de relaciones que nos permita mantener esta posición de disparidad... Para hacerlo debemos dejarnos de sentimentalismos y de ensoñaciones...concentrarnos en todos los casos en nuestros objetivos nacionales inmediatos... [y] manejar directamente conceptos de poder.

Cuanta menos atención prestemos a las consignas idealistas, tanto mejor» (Estudio de Planificación Política, núm. 23, 1948, del Departamento de Estado). Como se puede suponer, dicha aseveración era sólo para el uso privado del Tío Sam. Para el resto del mundo, incluidos la mayoría de los hijos del Tío Sam, funcionarían mejor las «consignas idealistas», siempre y cuando no significasen un obstáculo para nosotros, desde luego. Esto es la concreción del mayor fraude realizado por el Tío Sam, mediante el sistema piramidal, en todo el mundo. ¿Qué más podía hacerse para «mantener esta disparidad»? El poder puro y duro ayuda, pero no es suficiente. Cuanto más si, desde que el Sr. X había escrito su informe, la ya terrible desigualdad en la distribución de los ingresos se había multiplicado casi por tres. En la actualidad sólo hay que echarle un vistazo a estos porcentajes: 265 MILLONES de Tíos Sam consumen más petróleo —el 22 por 100 del total mundial— que los más de TRES MIL MILLONES de asiáticos, que entre todos alcanzan el 20 por 100, pero que quieren más, especialmente China. Desde luego, el Tío Sam también es responsable de un porcentaje similar de la Buena Tierra. Para ayudarse en el cometido, también se apoya en el Pentágono, que, para colmo, es probablemente el mayor y menos visible contaminador individual del mundo.

Esta observación también establece una continuidad más allá del otro muro, el que cayó en Berlín en 1989. Porque muestra que la Contención de la Guerra Fría de Mr. X no se planteó sólo, ni siquiera en primer lugar, contra los rusos, sino también para la contención del otro 95 por 100 del mundo y especialmente de la vasta mayoría de los pobres que más sufre la disparidad que él observó. Efectivamente, él sugirió que la Guerra Fría Este-Oeste, de cuyos inicios fue uno de los responsables como embajador del Tío Sam en Moscú, era en gran medida un cheque en blanco para la guerra real del Norte —y especialmente del Tío Sam— contra el Sur por esa mitad, o por la totalidad, de la riqueza mundial. Por eso no debiéramos sorprendernos tanto por que no se haya materializado el erróneamente anticipado «Dividendo de la Paz» después de la caída del muro en 1989. La otra guerra, es decir, la real, continúa, sólo que mediante otras formas o con otras etiquetas, por los «derechos humanos», la «democracia», el «libre mercado» y el «libre comercio», la «libertad» en general y, por supuesto, la «civilización», que no son sino ecos de la «carga del hombre blanco» desde el siglo XIX . Sólo hay que añadir unos cuantos contras más; el primero «el narcoterrorismo» protagonizado por Papá Bush contra Noriega, y ahora mismo el indefinido «terrorismo» a cargo de Bush hijo contra todos los «que no estén con nosotros». Me olvidaba de las «armas de destrucción masiva», las que el Tío Sam ha usado, y usa más que nadie, y también las armas de engaño masivo que el Tío Sam usa sin tasa. Esta es, desde luego, una condición imprescindible de cualquier estafa, y él está detrás de la mayor que se haya producido nunca en el mundo, como comprobaremos hasta la náusea a partir de este punto.

EL TÍO SAM VIVE A CUERPO DE REY Y DEL TRABAJO DE LOS CHINOS

El Tío Sam es el más privilegiado del mundo porque tiene el derecho exclusivo de imprimir la divisa de reserva del mundo a voluntad sin que le cueste nada más que el papel y la tinta con que se imprime. Al hacerlo, también puede exportar a los extranjeros la inflación que genera su irresponsable emisión de dólares. Porque se da la circunstancia de que la cantidad de dólares que circulan por el mundo es casi el triple de los que circulan en la casa del Tío Sam. Además, es el único cuya deuda «exterior» está principalmente denominada en su propia divisa, el dólar. La mayoría de la deuda de los extranjeros está denominada también en dólares, pero ellos tienen que comprar los dólares al Tío Sam con sus monedas nacionales y sus bienes reales.

Así, el Tío Sam simplemente paga a los chinos y a los demás esencialmente con dólares que no tienen ningún valor real salvo el del papel y la tinta. Y así también, especialmente la pobre China, entrega al Tío Sam a cambio de nada el valor de cientos de miles de millones de dólares representados por los bienes reales que produce internamente y que consume el rico Tío Sam. Luego, China se da la vuelta y cambia estos mismos dólares de papel del Tío Sam por otros dólares de papel, también del Tío Sam, llamados Bonos del Tesoro, que incluso tienen menos valor, pero que perciben una tasa de interés. Por lo cual, como ya hemos dicho, nunca se podrán reembolsar ni rescatar ni en su totalidad ni siquiera en parte, y de cualquier modo ya han perdido mucho de su valor para el Tío Sam. En un ensayo escrito algún tiempo atrás, argumentaba yo que el poder del Tío Sam se asienta sólo en dos pilares, los dólares de papel y el Pentágono. Uno se apoya en el otro, pero la vulnerabilidad de cada uno de ellos por separado es también un talón de Aquiles que amenaza la viabilidad del otro. Desde entonces, Afganistán e Irak han demostrado que gran parte de la confianza en el Pentágono no estaba justificada. Eso ha contribuido a reducir la credibilidad y el valor del dólar, lo cual se ha transformado en una reducción de la capacidad del Tío Sam para usar esos dólares con el fin de financiar las aventuras extranjeras de su Pentágono. Véase mi ensayo de 2004, «Golpe de Estado y tigre de papel en Washington, fiero dragón en el Pacífico», que también se ocupa del crecimiento de la producción de China. http://rrojasdatabank.info/agfrank/new_world_order.html#coup .

Además debemos constatar que las cifras del Tío Sam arriba mencionadas y las que siguen son también literalmente relativas . Hasta tal punto que las relaciones —especialmente con China— siguen favoreciendo al Tío Sam, pero contribuyen a mantener una imagen engañosa. Véase si no lo siguiente: «... un juguete vale 2 dólares cuando sale de una fábrica del Tío Sam en China, es un artículo importado de 3 dólares cuando llega a San Diego. En ese momento le cuesta a un consumidor del Tío Sam 10 dólares en Wal-Mart y la economía del Tío Sam registra 10 dólares de venta final, menos los 3 del coste de importación, con lo cual el Tío Sam suma 7 dólares a su Producto Interior Bruto (PIB)» [ mhttp://archives.econ.utah.edu/archives/a-list/2004w07/ msg00083.htm (el texto original leía «Estados Unidos», y no «el Tío Sam». En su versión en inglés: «US», y no «Uncle Sam»)].

Y aún hay más. El siempre astuto Tío Sam lo ha arreglado todo para ganar el 9 por 100 sobre las ganancias de sus haberes económicos y financieros en el exterior, mientras que los extranjeros reciben sólo el 3 por 100 de retorno real de las suyas propias, y sólo el 1 por 100 sobre sus Certificados del Tesoro, invertidos en el País de la Providencia del Tío Sam. Repárese en que esta diferencia del 6 por 100 es ya el doble de lo que el Tío Sam paga, y su percepción del 9 por 100 es el triple del 3 por 100 que retribuye. Por lo tanto, aunque en la actualidad los haberes extranjeros recíprocos de los unos con los otros y de todos con el Tío Sam y en el extranjero están casi equilibrados, el Tío Sam sigue siendo el GRAN ganador de intereses netos, exactamente como cualquier usurero, pero ninguno alcanzó jamás semejante altura en ese negocio.

Pero el Tío Sam también obtiene jugosos beneficios, gracias a todos, de otros haberes en el extranjero, por ejemplo de los pagos del servicio de la deuda de la mayoría de los deudores extranjeros pobres. Las sumas en juego no son una fruslería. Sólo de sus inversiones directas en propiedades extranjeras, los beneficios del Tío Sam ascienden actualmente al 50 por 100 del total de las ganancias del Tío Sam derivadas de todas las actividades nacionales juntas, y si se incluyen los beneficios de otros haberes en el exterior, se elevan ahora al ¡cien por cien de dichas ganancias nacionales! Estos ingresos extranjeros suman más de un 4 por 100 al Producto Interior Neto. Esto ayuda en gran medida a compensar la caída de los beneficios interiores e incluso a elevarlos hasta el nivel de 1972. Es por esto por lo que el Tío Sam no ha realizado inversiones suficientes en bienes reales dentro del país para aumentar la productividad y consecuentemente los beneficios. Ese beneficio extra procedente del exterior también compensa gran parte del déficit comercial del Tío Sam, que sigue en aumento y que se eleva a más de 600.000 millones de dólares anuales (el pasado mes de diciembre alcanzó una tasa anual de 666.000 millones de dólares, según se acaba de anunciar) debido al consumo interno que supera la propia producción nacional. Esto ha dado lugar a los billones de dólares (tres, según se dice) de su deuda externa. Sin embargo, el Tío Sam juega sin mostrar las cartas y es comprensiblemente reacio a realizar cualquier revelación oficial de a cuánto asciende (¿más altura que la del Empire State en billetes de 1.000 dólares?) realmente su deuda externa. Sea como fuere, podemos estar seguros de que esta abultada deuda externa es con mucho la más grande del mundo y sigue siéndolo aunque restemos las deudas que tienen con él los países extranjeros.

La cacareada productividad de la «nueva economía» de Clinton de la década de 1990 quedó reducida a los ordenadores y a las tecnologías de la información (TI), e incluso eso demostró ser un engaño cuando la burbuja de las punto com estalló. Además, no sólo el aparente aumento de los «beneficios», sino también el de la «productividad» se incrementaban, en el fondo, debido a la eficacia de los trabajadores de las fábricas, de las oficinas y de la venta o gracias a las jornadas de trabajo ampliadas. WALMART obliga a sus trabajadores¡ no sindicados (de los otros no tiene ninguno), bajo la amenaza del despido, a «marcar la salida» y regresar al trabajo sin compensación económica. En el nivel más alto, la productividad y los beneficios fueron impulsados por la «contabilidad creativa» aplicada por Enron, Worldcom, Arthur Andersen y otros por el estilo que incurrieron en falsificaciones documentales.

EL TÍO SAM NO TIENE SALVACIÓN. ESTÁ ENGANCHADO AL CONSUMO Y A OTRAS DROGAS

¿Y eso por qué?, podríamos preguntarnos. La respuesta es muy simple: porque el Tío Sam, que cada vez está más enganchado al consumo, por no hablar de otras drogas más duras, ahorra poco más del 0,2 por 100 de sus propios ingresos. El gurú de la Reserva Federal, que tan pronto aparece como desaparece, doctor de la magia financiera y de los medios, Alan Greenspan, observó recientemente que esto es así, porque el 20 por 100 de los Tíos Sam más ricos, que son los únicos que ahorran realmente, han reducido sus ahorros a un 2 por 100. Pero incluso estos enclenques ahorros (otros países incluso más pobres ahorran e invierten el 20, el 30 y el 40 por 100 de sus ingresos) resultan más que compensados por el déficit del 6 por 100 del gasto del Gobierno del Tío Sam, tan generosamente gastado en nombre de ellos. Esto es el resultado de la media entre los dos con respecto a ese 0,2 por 100. Es así como el Tío Sam tiene un déficit presupuestario reconocido de más de 400.000 millones de dólares, que en realidad son más de 600.000 millones si contamos, como debe ser, los más de 200.000 millones que «toma prestados» del superávit temporal de su propio fondo para la Seguridad Social Federal, que también está llevando a la bancarrota [ 1 ] . Pero eso carece de importancia, pues el Tío Sam presidente Bush acaba de prometernos la privatización de gran parte de ella dejando que los ciudadanos compren su propia «seguridad» para la vejez en el siempre inseguro mercado.

El rico Tío Sam, y en primerísimo lugar los más ricos entre sus asalariados y consumidores y, desde luego, el propio Gran Tío de Washington, viven a costa de los demás países. Además de imprimir la moneda del mundo, el Tío Sam hace lo mismo con sus «déficit gemelos», primero su presupuesto de más de 600.000 millones de dólares y luego el arriba mencionado y relacionado déficit comercial de más de 600.000 millones de dólares, ahora a una cifra anual de 666.000 millones, el mes de diciembre de 2004, como ya vimos. Con ellos, el Tío Sam absorbe los ahorros de los demás países que —muy a menudo— están muy lejos de la opulencia. En particular, sus bancos centrales colocan buena parte de sus reservas en la divisa mundial, que es el dólar, en manos del Tío Sam de Washington y algunos también en dólares en su propio país. Sus inversores privados envían a Wall Street, o compran allí, activos en dólares, con la total confianza de que están colocando sus recursos en el paraíso más seguro del mundo, el del Tío Sam (que, por supuesto, es parte del antes mencionado fraude de confianza). Sólo de los bancos centrales se reciben sumas anuales de alrededor de 100.000 millones de dólares de Europa, alrededor de 100.000 millones de la pobre China, 140.000 millones del superahorrador Japón y una cantidad de decenas de miles de millones de muchos otros países de todo el mundo. En esto se incluyen los inversores y los bancos del empobrecido Tercer Mundo.

CÓMO CREA Y COBRA EL TÍO SAM LA DEUDA DEL TERCER MUNDO

Además, el Tío Sam obliga a los Estados del Tercer Mundo a actuar como agencias recaudadoras o incluso como matones recaudadores, entendiendo por matones los enviados para recuperar la propiedad del padrino por cualquier medio. Sólo que en este caso ni siquiera es eso, porque se está llevando algo nuevo, dado que la deuda original hace mucho tiempo que fue pagada. Los Estados cobran tasas e impuestos a la población, pero reducen el gasto social en educación y salud dentro de los países para desviar esos fondos al pago de la deuda externa. También piden prestado al capital privado nacional a altos tipos de interés que el Estado paga a los ricos prestamistas, pero a costa de los impuestos que les cobra a los pobres. De ese modo, los ingresos se «reciclan» de los pobres hacia los ricos dentro de cada país y de éstos, a través de la deuda externa, hacia los todavía más ricos del exterior. Estos ahorros, literalmente forzosos, de los pobres se envían luego al Tío Sam bajo la forma de «servicio» de la deuda en dólares contraída con él.

La privatización es el nombre del juego, lo mismo en el Tercer Mundo que en todas partes ¡salvo en lo tocante a la deuda! Sólo la deuda se socializó después de haberla generado en su mayoría la empresa privada, pero sólo el Estado tiene poder suficiente para exprimir el mayor volumen de pagos atrasados de la piel de sus clases pobre y media y transferírselos como «pagos del servicio de la deuda invisibles» al Tío Sam. Cuando se les dijo a los mexicanos que se apretasen el cinturón todavía más, respondieron que no podían porque ya se lo habían comido el día anterior. Sólo la Argentina y temporalmente Rusia declararon una moratoria efectiva del «servicio» de la deuda y eso sólo cuando ya las medidas económicas políticas, impuestas por los a

NOTAS

  • [ 1 ] Las pocas cifras que no son de disposición general, o del Financial Times del 10 y 15 de diciembre de 2004, y otras fuentes como el International Herald Tribune también del 15 de diciembre y el Economic and Political Weekly (Mumbai, 4 de diciembre de 2004, pág. 5189) están tomadas de «The Economics of Uncle Sam Imperialism at the turn of the 21 st Century» de Gerard Dumenil & Dominique Levy en Review of International Political Economy, 11, 4 de octubre de 2004, págs. 657-676. El autor les está agradecido a ellos en París, a Jeffrey Sommers en Riga, a William Engdahl en Frankfurt y a Mark Weisbrot en Washington por sus útiles y tan citados comentarios. Barry Gills, en Newcastle, insistió en que me refiriese sólo al Tío Sam y propuso la división mundial del trabajo entre los consumidores del Tío Sam y los productores del resto del mundo, y me remitió a Clausewitz. Los lectores deberán estar agradecidos a Arlene Hohnstock por haber hecho legible esta narración. Por supuesto, ninguno de ellos es responsable en absoluto de que los haya usado como una rosquilla. Se pueden encontrar muchas más de mis observaciones, a través de los ojos de aquel niño, en mi página web en rojasdatabank/info/agfrank y por lo que respecta al Tío Sam y otros dentro de él, especialmente en las secciones http://rrojasdatabank.info/agfrank/new_world_order.html y http://rrojasdatabank.info/agfrank/online. html#current .

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