Siempre se ha definido al fotógrafo como a un cazador de imágenes. El reportero, el documentalista, el fotógrafo de guerra, tiran miles de fotografías, siempre esperando que en una de ellas aparezca fijada esa mirada fugaz, el terror suspendido en un estruendo, todo lo que el ojo humano ve en una milésima de segundo y que muy pocas veces se llega a tiempo de fijar en una fotografía. Todos ellos trabajan con imágenes en acción, con personas que se mueven, soldados que corren, con la vida en movimiento. Pero hay otros que trabajan con sujetos inmóviles, con temas estáticos. Son los fotógrafos especializados en arquitectura. Son los que han creado esas imágenes increíbles en las que muchas veces no reconocemos el edificio real que representan. Artistas por encargo, la mayor parte de las veces su trabajo depende del taller de un arquitecto o de la comisión de una publicación especializada. Tienen que ceñirse a un tema concreto, retratar un edificio, seguir el proceso de construcción, de tal forma que el trabajo del arquitecto, quede realzado. Tienen que conseguir que lo representado alcance el grado de obra maestra, quedando ellos en un segundo plano, como mercenarios técnicos cuyos nombres solamente conocen los especialistas, los arquitectos y los editores del gremio. Sin embargo su trabajo no solamente es esencial dentro de la arquitectura, como dice Hisao Suzuki "La fotografía de arquitectura es una necesidad: es casi imposible para un arquitecto presentar su obra sin buenos fotógrafos", sino que llega un punto que empieza a independizarse del motivo fotografiado. Es decir, la foto de arquitectura puede crecer al margen del arquitecto, al margen de la construcción.
Abordamos el tema de la arquitectura en la fotografía o de la fotografía de arquitectura, que no siendo lo mismo viene a ser una sola cosa (como la cara que se mira en un espejo, que sin ser lo mismo es una sola), en dos números de EXIT consecutivos. Cerramos un año y abrimos otro a caballo de uno de los temas más característicamente fotográficos. Una de las primeras fotografías de la historia es de una fachada, la hizo William Henry Fox Talbot en agosto de 1835, Latticed Window, y poco después, en 1839 las vistas de París tomadas por Louis-Jacques-Mandé Daguerre inician una larga tradición. En ese momento uno de los problemas de la fotografía era el tiempo de exposición, el modelo tenía que quedarse inmóvil durante demasiado tiempo para que la imagen quedase nítidamente fijada en el papel. Era más cómodo para el fotógrafo trabajar con objetos, con bodegones, y con edificios que no solamente permanecerían inmóviles una eternidad sino que además planteaban otros retos como el de trabajar con luz natural, el tamaño del objeto retratado, la perspectiva y otros aspectos que sirvieron para investigar y asentar las bases de la fotografía actual. Como en tantos otros terrenos antes que la fotografía era el dibujo el que servía para presentar un proyecto y el que dejaría documentación del nuevo edificio y sus detalles de construcción.
Desde aquellas primeras imágenes de fachadas de edificios, la arquitectura se ha convertido en uno de los puntos de referencia de la fotografía. No solamente, por supuesto por el interés de los arquitectos en apoyarse en la fotografía para su puesta en escena y su memoria futura, sino por cómo los artistas han sido atraídos y en ocasiones absolutamente abducidos por el edificio, por la ciudad, por la arquitectura y el urbanismo. Julius Shulman, uno de los maestros ya históricos, afirmaba, "No se puede definir la arquitectura sin la buena fotografía". En este primer volumen abordamos la primera parte de esta historia: la fotografía profesional sobre arquitectura. Es decir la obra de los fotógrafos que trabajan esencialmente para arquitectos, aquellos que en definitiva trabajan exclusivamente y de una forma profesional con el proceso constructivo y con el edificio. Todos ellos tienen una mirada que enlaza la del arquitecto con la del artista, reconstruyen un paisaje casi ideal, a veces mucho más allá de la propia realidad. Naturalmente algunos desarrollan en paralelo una carrera como artistas, otros, todos, incluyen sus valores estéticos, sus miradas de artistas, en su trabajo cotidiano, el de todos los días. Reunimos en estas páginas a algunos de ellos que nos hablan, con sus imágenes y con sus propias palabras, de su relación con la arquitectura, de cómo es su trabajo y donde radica su importancia, sus características. Muchos de ellos son arquitectos, han estudiado e incuso ejercido la arquitectura pero en un momento determinado se pasaron al otro lado, empezaron a construir a partir de las imágenes y no de los proyectos. Balthazar Korab afirma que "Siempre me he sentido un arquitecto que hace fotografía". Frases parecidas se repiten en los textos de muchos de estos fotógrafos, que saben esperar a que la luz rebote adecuadamente en una fachada, que pueden esperar horas al momento exacto para disparar, que entienden al edificio, a sus sombras y a sus silencios mejor que nadie. Que saben de la importancia del plano y del vértigo de una cubierta, de lo esquiva que puede ser una escalera, de la curva exacta que en la retina conforma el paisaje a través de una cristalera cuando la luz es la precisa. Ellos saben de materiales y de paisaje, del tiempo y del clima, son constructores de una realidad paralela.
Un edificio se debe fotografiar nada más terminado, incluso antes de estar terminado. Porque así las superficies están lo más cerca al plano, al dibujo del arquitecto, de lo que nunca estarán. Hay que fijar la imagen antes de que empiece el uso. Antes de que envejezca el edificio. "Es muy interesante ver cómo la arquitectura buena envejece y nunca pierde su atracción" (Roland Halbe). ¿Hasta que punto, entonces, esa imagen es la realidad del edificio que luego conoceremos, atravesaremos con nuestra presencia, o es solamente una ficción, una obra fotográfica? ¿Por qué lo que vemos en una fotografía resulta tan atractivo, tan absolutamente irresistible? "Su poder [el de la fotografía de arquitectura] radica en la credibilidad que le otorgamos: la propensión instintiva a creer que lo que estamos viendo en el papel o en la pantalla existe tal y como lo estamos viendo" (Duccio Malagamba). Porque, realmente hay mil formas de fotografiar el mismo edificio, como escribe Roland Halbe, y por eso es evidente que no es solamente el edificio lo importante sino la mirada que lo reconstruye sobre el papel. Podríamos decir que hay unas corrientes actuales en la fotografía de arquitectura que tiende a subjetivizar la imagen, que da al fotógrafo una libertad mayor que antes, pero eso no sería cierto, porque siempre ha habido fotógrafos que hacen lo que Hélène Binet define como el eje de su trabajo: "Intentar entender, no simplemente representar". Tal vez los mejores han sido aquellos que no solamente se han atenido exclusivamente a retratar el ladrillo y al cemento, el cuerpo, sino que han ahondado en el alma de cada edificio.
Veremos que cada uno de los artistas que incluimos en este número elige un aspecto concreto en su trabajo. Hemos procurado no jugar a ver cómo un mismo edificio es retratado de forma diferente por una serie de fotógrafos. Nos ha parecido ajeno a nuestras intenciones. Lo que queremos es destacar la fuerte subjetividad de estos profesionales de la imagen, mostrar cómo para unos es esencial la relación de la arquitectura con el individuo, o con la historia, o la construcción de otro paisaje en otra época, de cómo el espíritu de una cultura atraviesa la mirada de los más jóvenes; la fuerza de la historia de las formas. Dar, en fin, visibilidad en una publicación de arte actual a aquellos artistas que por lo general no aparecen en estas páginas y cuyos nombres no son conocidos en este sector del que sin ninguna duda forman parte. Klaus Frahm afirma: "Donde no hay riesgo no hay diversión", y después de ver estas imágenes y leer sus aportaciones, no cabe duda de que no es un trabajo sino una pasión lo que desarrollan en cada fotografía. Cristobal Palma se pregunta "¿Es posible producir imágenes que hablen de arquitectura sin ser necesariamente 'fotos de arquitectura'?". La respuesta la dejamos para el siguiente volumen sobre fotografía y arquitectura, aunque posiblemente la respuesta ya la tenemos todos. De momento, nos quedamos con la idea de Lluís Casals, una definición muy especial del trabajo de fotógrafo, un trabajo al aire libre: "Un oficio en el que puedo ver los atardeceres y ser testigo de las cosechas".