Fotografía: Wolfgang Tillmans. Anders Pulling Splinter from His Foot, 2004. Cortesía del artista y Maureen Paley, Londres.
"Que la belleza es algo espiritual", ya nos lo dijo hace siglos Marsilio Ficino. Por eso tal vez ya no se debe hablar de belleza. La realidad nos lo impide. Sería tan frívolo, tan banal, hablar de belleza mientras el mundo se derrumba por todos lados. El arte se aleja de la belleza, a veces los artistas se esconden para que nadie les vea dibujar cosas bellas. Hasta tal punto que se está construyendo una nueva definición, un nuevo concepto de una belleza admisible. En los últimos números de EXIT hemos visto cómo la belleza se construye o se mantiene artificialmente, y también hemos visto cómo, paradójicamente, los fotógrafos encuentran una belleza singular en la ruina, en la devastación. Todo ello lejos de esa tranquilidad de una mirada que busca la satisfacción en lo mirado. En el arte.
El origen de la fotografía está en la revisión de la historia del arte, la definición de fotografía pictorialista surge a partir de aquellos fotógrafos pioneros que basan la construcción y los temas de sus imágenes en la memoria de la historia del arte, en sus géneros y en sus iconos. Con el paso del tiempo la fotografía renunció a esa construcción y el fotógrafo se convirtió en un cazador de imágenes. La importancia del documentalismo, de la foto de prensa, de la captura de ese momento decisivo que luego resultó ser un momento preparado por el fotógrafo, fue cambiando la idea de fotografía y su propia relación con el arte. El hecho incuestionable de que la auténtica renovación del lenguaje fotográfico ha sido realizada no por fotógrafos sino por artistas plásticos ha significado una auténtica revolución en el desarrollo de la fotografía y en su percepción por la sociedad, la artística y la otra, la general. Una revolución que ha cambiado la idea de documentalismo, el auténtico género fotográfico. Sin embargo, la fotografía, en manos de artistas y de una nueva generación de creadores que ya no le ponen etiquetas ni nombres a cada cosa que hacen, que trabajan sin prejuicios con cualquier herramienta a su alcance, ha dado un nuevo giro a esta evolución de la fotografía.
Como en cualquier otro terreno artístico, en el panorama actual de la fotografía existe un mainstream y una amplia periferia. Las tendencias de moda, las que el mercado sanciona y aquellas otras apoyadas por la crítica o la teoría no son necesariamente coincidentes, y especialmente ahora que la fotografía ha dejado de estar en el centro de atención, facilita que se desarrolle en frentes muy diferentes entre sí, ni complementarios ni contradictorios. Hoy conviven todas las tendencias, documentalismo y collage, fotoperiodismo y autobiografía, paisajismo e investigación formal, subjetivismo y crítica social. Y entre todas las tendencias existentes, conocidas o por descubrir, entre la escuela inglesa, alemana, finlandesa, entre el existencialismo y la frialdad, entre el aburrimiento y el grito, pervive una suerte de pictorialismo cada vez más sofisticado y también cada vez más diversificado.
En este nuevo número de EXIT queremos volver al arte, a esa idea ya clásica y a veces un tanto anacrónica de un arte que busca la belleza, que estructura la obra de acuerdo a los cánones clasicistas de orden simétrico, en las que nada se deja al azar... En este número dejamos al fotógrafo cazador de imágenes y buscamos al fotógrafo constructor de imágenes. Imágenes creadas a la forma antigua, incluso hemos establecido los lazos con sus modelos, con esas imágenes hechas con óleo y pincel que parecen imitar a la fotografía en el mismo grado que la fotografía se esfuerza en imitar, en transmitir la realidad. En este caso la realidad no existe nada más que en el taller, en el estudio del fotógrafo. Es una realidad creada, son fotografías calculadas al detalle, no sólo en la luz sino en la composición, la elección de los motivos, la disposición de los modelos, de los objetos, las posturas, los gestos...
Hace muchos años, en 1993, cuando la fotografía empezaba a ocupar los lugares de interés que ocupa hoy, escribía en el catálogo de una exposición que llevaba el evidente título de Los géneros de la pintura. Una visión actual, el siguiente texto, que hoy sigue siendo útil en este mismo contexto: "Una de las diferencias esenciales entre la fotografía y la pintura es que la pintura imita a la Naturaleza y la fotografía, simplemente, la reproduce". El artista crea, altera la realidad con su imaginación, transforma su visión del mundo a través de los colores, la disposición, la alteración infinita que la imaginación puede construir. El fotógrafo parte de una realidad que poco puede transformar, aunque, cada vez más, gracias no sólo a su imaginación sino a la tecnología. La realidad, hoy en día, es que entre las herramientas del pintor y del fotógrafo hay una gran diferencia, pero entre los resultados finales de sus trabajos, puede no haber ninguna. Si la fotografía empezó siendo una herramienta de una rigidez ortopédica, hoy en día sería una prótesis interna, que deja absoluta libertad de movimientos, de creación, al fotógrafo.
Cuando se habla de historia del arte, tanto a través de la pintura, la escultura o la fotografía (por supuesto también la arquitectura y hasta la moda) hay que hablar de los géneros y de sus correspondientes subgéneros. Hoy en día la evolución de los conceptos y términos artísticos en unos parámetros que aceptan y categorizan la fotografía en los mismos límites que la pintura en cuanto a su aceptación teórica y representación ideológica facilitan estos planteamientos, y ese aspecto decadente, escéptico que define el momento creativo actual, alejado de los grandes proyectos sociales, de las utopías, unos momentos en los que la supervivencia es la meta y los códigos estéticos pertenecen al pasado, favorecen sin duda esta apropiación de fragmentos del pasado. La revisión de los géneros tradicionales de la pintura a través de otros lenguajes artísticos está basada esencialmente en una concepción historicista de la actualidad. La revisión de los tres géneros clásicos de la pintura (retrato, paisaje y naturaleza muerta) y de todos sus subgéneros imaginables, a través del lenguaje fotográfico, nos lleva a un lugar innovador y paradójicamente a un concepto evolucionista en el arte contemporáneo. Desde el desarrollo de las vías abstractas, informalistas y con el auge de las vanguardias históricas la pintura abandona el desarrollo de los géneros como una vía de comunicación con la sociedad y la de la evolución del propio lenguaje artístico. Parece que todo estuviera ya dicho y hecho. Es en ese momento cuando la fotografía toma el relevo de esta línea creativa a la vez historicista y analítica.
Finalmente hoy en día, cada creador, cada artista, puede elegir su línea, su objetivo, sus métodos. Y vemos aquí que ciertamente temas y motivos que en pintura son inaceptables por una sociedad que evoluciona sin control, son aceptados, aplaudidos, en imágenes fotográficas. ¿A qué obedece esta asincronía? Posiblemente a la necesidad de calma, de encontrar un momento de tranquilidad, a la idea clásica de belleza y a la idea nunca abandonada de que el hombre necesita del orden, de la belleza, para poder seguir adelante. Tal vez hoy en día necesitemos aunque sólo sea por un momento, aunque sólo sea por una páginas, pararnos y admirarnos de la belleza, de cómo hoy todavía aquello que consideramos bello, hermoso, atrayente, es prácticamente lo mismo que pensaron nuestros antepasados. Maravillarnos de la perfección de unos cuerpos, de la belleza de un lugar, de la precisión del ojo y de la mano del artista, como en una confirmación de la sorpresa ante la belleza, eterna y constante, del arte.