Letra Internacional

Goethe paisajista

por Javier Arnaldo

Letra Internacional nº 98, Primavera 2008

Descubrir a Goethe debe ser un fenómeno que se da todos los días en muy diversos lugares del mundo, pero como se produce en una escala tan doméstica y queda tan repartido por el globo terrestre, su medición escapa a cualquier análisis estadístico. Lo que resulta más excepcional de descubrir es el Goethe dibujante, pues son tan contadas las veces en las que se exhiben sus obras, que bien podemos caracterizar esas ocasiones como acontecimientos. Pues bien, la primera visita física de Goethe a Madrid, que se ha producido 176 años después de su muerte con la llegada de 75 dibujos para la exposición que se inauguró allí a finales de enero, es uno de esos sucesos excepcionales a los que el espectador acude no ya sólo para descubrir, sino incluso para reinventar a un autor no poco conocido. La exposición Johann Wolfgang von Goethe: Paisajes , abierta en el Círculo de Bellas Artes de Madrid, es la primera que ha dado a conocer sus dibujos en España, pero también la primera que a nivel internacional presenta una retrospectiva de lo que fue su dedicación al dibujo de paisaje, el género que más cultivó, el que dominó su horizonte en la práctica del arte y el que entendemos que mejor encarna la imagen de un concepto, el de mundo, que nombra una frase célebre de su autobiografía Poesía y Verdad : «La vista es el órgano con el que comprendí el mundo» [ 1 ] .

Este conjunto de 75 paisajes de Goethe, todos ellos procedentes de las colecciones de la Klassik Stiftung de Weimar, conforman un panorama verdaderamente revelador, que echa por tierra la opinión de quienes, dando voz sin fundamento a una superchería, consideraban los dibujos de Goethe como un subproducto dentro de la obra de un genio literario. El trazado de la trayectoria de Goethe como paisajista, que es lo que esta exposición muestra con elocuencia, permite reconocer desde un punto de vista histórico-artístico su desarrollo. Dicho de otro modo: una historia interna de la imagen guiada por la interpretación del paisaje a lo largo de su vida abre las condiciones de posibilidad para la comprensión del Goethe artista. Por eso me adelantaba con la palabra descubrir , pues bien puede decirse que es éste el verbo que conjuga la acción realizada por ese grupo de dibujos.

El dibujo de paisaje no compite con la poesía de Goethe sino que, por así decir, contribuye a su instrucción. «La naturaleza es el único libro en el que todas las páginas tienen mucho contenido» [ 2 ] , escribió Goethe. El empeño de sujetar siempre el estudio de la naturaleza a lo visible hacía imprescindible el ejercicio de la visión, el cuidado del «sentido más noble» [ 3 ] , como diría, y para ello obtuvo en la práctica del paisajismo un precioso aliado.

Desde los años que pasó en Leipzig como estudiante de Derecho, entre 1765 y 1768, hasta aproximadamente 1820, la práctica del paisajismo fue una constante en la vida de Goethe. Dudo a la vista de las obras que la razón estuviera en esto de su parte, pero dijo en numerosas ocasiones que con el dibujo cultivaba un arte para el que no le auxiliaba el talento; y precisamente el énfasis que puso en esa condición nos evidencia que Goethe convirtió la práctica del dibujo en una empresa para su propia formación. La visión es un educador del espíritu, pero, a su vez, el dibujo es un educador de la visión. Ya en Leipzig tomó clases de Adam Friedrich Oeser, a la sazón director de la Academia de Bellas Artes de esa ciudad, y durante toda su prolífica trayectoria como dibujante no dejó de buscar la compañía y el asesoramiento técnico de otros artistas, justamente porque la formación en el dibujo se perfecciona con el dominio de los recursos prácticos.

Los paisajes de Turingia, el Harz, la Fichtelgebirge, Suiza, y cuantos lugares recorrió componen el muy sugestivo panorama visual que es idéntico con la trayectoria de su aprendizaje. Pero dibujos tan impresionantes como El Brocken a la luz de la luna , realizado en 1777, ponen de relieve que también la libertad, la independencia, y las fuertes dosis de autodidactismo que lucen los dibujos de Goethe obran claramente en su favor, y nos revelan a un paisajista extraordinario.

Ningún otro periodo de la vida de Goethe fue tan fecundo para su actividad como dibujante como el de los años del viaje a Italia, entre 1786 y 1788. «Aquí soy muy dichoso; se dibuja todo el día y hasta la noche, se pinta, se hacen aguadas, se encola; manualidades y arte se practican en verdad ex profeso» [ 4 ] , dice en el Viaje a Italia el pasaje correspondiente al 28 de septiembre de 17 87. Se conservan casi 700 composiciones de entonces, más de la cuarta parte del total de los dibujos de este autor que han llegado hasta nosotros.

La época de Italia, en efecto, se distingue en la vida de Goethe como la de más intensa ocupación en lo artístico, no ya sólo por el abultado número de dibujos, acuarelas y aguadas que realizó, sino igualmente por las horas que dedicó al aprendizaje técnico, al conocimiento de disciplinas como la perspectiva, por su constante dedicación al estudio de antigüedades, monumentos, colecciones de pintura y objetos de arte y porque cultivó especialmente el contacto con los pintores y expertos, sino también y decididamente, porque era la estancia en Italia la experiencia en la que se colmaban sus expectativas de formación como hombre de cultura que pugna por su filiación con el ideal clásico. Durante su primera estancia en Roma escribía a Herder: «Mientras esté aquí quiero abrir los ojos, ver con humildad y esperar con atención lo que se me forma en el alma» [ 5 ] . Un mes antes, en noviembre de 1786, ya le adelantaba un singular reportaje: «Vivo aquí con una claridad y un sosiego que desde hacía mucho no sentía. El ejercicio de ver y leer todas las cosas como son, la fidelidad de dejar ser al ojo la luz, mi completa renuncia a toda pretensión, por una vez vuelven ahora en mi beneficio» [ 6 ] .

La partida a Italia significó para Goethe la satisfacción de expectativas que tenían que ver con su adiestramiento en el campo del arte. Lo que transcribe en el Viaje a Italia en la parte correspondiente a su entrada en la península dice mucho acerca de la significación del nuevo impulso que encontró para la observación y el ejercicio del arte: «El hecho es que vuelvo a tomar interés por el mundo, que tanteo y pongo a prueba mi capacidad de observación: hasta dónde alcanzan mi ciencia y mis conocimientos, si mis ojos son luminosos, puros y claros, cuánto puedo retener en la presteza, y si aún pueden borrarse las arrugas que se han trazado en mi ánimo y lo han oprimido» [ 7 ] .

La exposición reserva, desde luego, un espacio especial para el grupo de dibujos correspondientes al viaje a Italia, que marca el punto medio del recorrido. Distingue otras dos grandes secciones, una que reúne paisajes anteriores a aquel viaje, otra que completa el itinerario con los dibujos realizados en las décadas posteriores a la estancia en Italia. Pero, a su vez, esos dos conjuntos que flanquean el capítulo de los paisajes italianos están articulados en tres capítulos cada uno, de modo que sobre el orden cronológico se dispone otro temático, que despliega los diversos registros del Goethe paisajista: desde la temprana adhesión a la naturaleza del entorno más cercano, a sus vistas de alta montaña; de sus paisajes nocturnos, que cultivó especialmente en la década de 1770, a las representaciones de nubes que dominan su obra en torno a 1820; de su interés geomántico por el paisaje en la primera década del siglo XIX al capítulo final, «El paisaje como poema», en el que aflora el Goethe que entendió la composición paisajista como correlato e incluso ilustración de la composición poética. Se reproduce así el itinerario que da cuenta del paisajismo goetheano como guía de una escuela de la visión verdaderamente proverbial, en la que encontramos hallazgos tan sobresalientes como el álbum Veintidós dibujos de 1810 , que reunió en 1821 y dejó como su testamento artístico. La vista del Jardín de Schiller en Jena , dibujada en abril de 1810, cinco años después de la muerte de su amigo, es uno de los testimonios más emotivos. El dibujo de aquel lugar, que fue espacio del trabajo en común, nos devuelve al escenario de las indagaciones para la Teoría de los colores y al paisaje como encarnación de la memoria autobiográfica. Después de 1820, en la última década de su vida, el ejercicio del dibujo y el arte del paisaje se convirtieron para él más en motivo de reflexión que en ocupación efectiva. Pero no dejó de reconocer por entonces la deuda que su obra tenía con el primado de lo visual, a cuyo cultivo sin duda habían contribuido decididamente la observación y el dibujo del paisaje. Así lo decía en las conversaciones con Eckermann en 1825: «La objetividad de mi poesía la debo en gran parte a la gran atención que obtuve ejercitando mis ojos y no puedo sino encomiar el conocimiento del mundo que pudo obtenerse de esta manera» [ 8 ] .

NOTAS

  • [ 1 ]

    «Das Auge war vor allen anderen das Organwomit ich die Welt fasste.»

  • [ 2 ]

    «Die Natur ist doch das einzige Buch, das auf allen Blättern grossen Gehalt bietet.»

  • [ 3 ]

    «der edelste Sinn»

  • [ 4 ]

    «Ich bin hier sehr glücklich, es wird den ganzen Tag bis in die Nacht gezeichnet, gemalt, getuscht, geklebt, Handwerk und Kunst recht ex professo getrieben.»

  • [ 5 ]

    «Ich will so lang ich hier bin die Augen auftun, bescheiden sehen und erwarten was sich mir in der Seele bildet.»

  • [ 6 ]

    «Ich lebe nun hier mit einer Klarheit und Ruhe, von der ich lange kein Gefühl hatte. Meine Übung, alle Dinge, wie sie sind, zu sehen und abzulesen, meine Treue, das Auge Licht sein zu lassen, meine völlige Entäusserung von aller Prätention, kommen mir einmal recht wieder zustatten.»

  • [ 7 ]

    «Die Sache ist, dass ich wieder Interesse an der Welt nehme, meinen Beobachtungsgeist versuche und prüfe, wie weit es mit meinen Wissenschaften und Kenntnissen geht, ob mein Auge licht, rein und hell ist, wie viel ich in der Geschwindigkeit fassen kann, und ob die Falten, die sich in mein Gemüt geschlagen und gedrückt haben, wieder auszutilgen sind.»

  • [ 8 ]

    «Die Gegenständlickeit meiner Poesie bin ich denn doch jener grossen Aufmerksamkeit und Übung des Auges schuldig geworden; so wie ich auch die daraus gewonnene Kenntnis hoch anzuschlagen habe.»

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