Revista de Occidente

Presentación

por Jimena Canales

Revista de Occidente nº 353, Octubre 2010

Los artículos reunidos en este volumen tratan de tres hombres influyentes: Henri Poincaré, Henri Bergson y Albert Einstein, que revolucionaron el significado del tiempo. Poincaré, Bergson y Einstein consideraron la naturaleza del tiempo y su relación con la ciencia de manera distinta. Eran contemporáneos (Poincaré vivió entre 1854 y 1912; Bergson de 1859 a 1941 y Einstein de 1879 a 1955), y su influencia desbordó las áreas en las que eran expertos. Poincaré se involucró en el «affaire Dreyfus», Bergson habló personalmente con Wilson tratando de convencerle de que Estados Unidos entrara en la I GuerraMundial y fue después presidente de la Comisión de Cooperación Intelectual de la Sociedad de Naciones. Einstein escribió la famosa carta a Roosevelt sobre las posibilidades  e la bomba atómica, fue un sionista comprometido y defensor de los derechos civiles en Estados Unidos. Las vidas de los tres se cruzaron de manera clave. Einstein y Poincaré se conocieron en 1911, y a partir de entonces ocuparon posiciones antagónicas respecto a la teoría de la relatividad. Bergson y Poincaré, uno desde el Collège de France y otro desde la Sorbonne, parecían ocupar mundos distintos cuando el último lamentaba la influencia «antiintelectual » del filósofo, pero después coincidieron al criticar posiciones filosóficas y científicas que consideraban excesivamente mecanicistas. Einstein y Bergson se conocieron en París en 1922, debatieron en público y desencadenaron una apasionada polémica.

Frecuentemente, Poincaré, Bergson y Einstein fueron respectivamente encajonados dentro de las categorías del «convencionalismo », el «espiritualismo» y el «cientifismo», pero sus trabajos nunca justificaron una visión tan simplista. Aun así hubo una característica común a todos: diferenciaron su idea del tiempo de la de Isaac Newton, que creía en un tiempo absoluto y tan perfecto que sólo podía emanar del igualmente perfecto «sensorio de Dios».

Peter Galison sitúa a Poincaré en el contexto histórico de la coordinación del tiempo, donde ingenieros de ferrocarriles, joyeros y relojeros, astrónomos, y físicos competían para definir la simultaneidad. «El tiempo sincronizado intervino en la vida de las personas», nos recuerda, «de la misma manera que la luz eléctrica, las cañerías o el gas». Si Poincaré hizo bajar el tiempo absoluto de Newton a la Tierra al enseñarnos cómo era definido por diferentes «convenciones», Galison lo aproxima aún más invitándonos a contemplar el trabajo de Einstein entre lo local y lo universal. Pero incluso ahí, nos recuerda, la sincronizacón del tiempo continúa siendo una cuestión metafísica.

La visión del tiempo de Bergson es magistralmente descrita por Elie During, quien corrige el común error de identificar el tiempo de Bergson como «tiempo psicológico». Einstein, en su debate con el filósofo, aceptó que el «tiempo psicológico» era distinto al «tiempo físico», pero negó la importancia del «tiempo filosófico». During nos recuerda que en el meollo de este debate está la propia noción de la filosofía. Al considerar el tiempo únicamente de dos maneras, objetiva o subjetivamente, perdemos de vista lo esencial. During, por su parte, se apropia del término «capitoneado» del psicoanalista Jacques Lacan, que se aplica literalmente al botón que une la tela al sillón, para demostrar que Bergson también tenía una visión del tiempo que no era ni objetiva ni subjetiva, sino las dos cosas a la vez.

Jimena Canales se aparta de la división usual de la historia de la ciencia entre la vida privada de los científicos y su trabajo profesional al situar a Einstein dentro del contexto de las tecnologías de comunicación de su tiempo, desde la que utiliza como soporte el papel hasta la radio. La preocupación de Einstein en torno a la comunicación y a las tecnologías que hacían ésta posible impregnó toda su vida, desde los aspectos más privados hasta los más profesionales.

Canales arguye que la atención de Einstein a las «señales de luz» en su famoso trabajo sobre la relatividad era parte de una preocupación mucho más vasta con los procesos de «enviar» y «recibir». Cuando en 1901 escribía cartas a su amante, él pensaba que el «amor» se podía enviar por correo. En su famoso trabajo de 1905, su investigación sobre «envío» y «recepción», trataba de algo muy diferente, las señales de tiempo. Pero para cuando Einstein amplió su trabajo inicial sobre la distribución del tiempo y lo convirtió en una obra monumental sobre el tiempo en general, el significado de «señalización», «enviar» y «recibir» había cambiado enormente. Nada, ni el tiempo ni el amor, podía viajar más rápido que la velocidad de la luz.

 

Todos los artículos que aparecen en esta web cuentan con la autorización de las empresas editoras de las revistas en que han sido publicados, asumiendo dichas empresas, frente a ARCE, todas las responsabilidades derivadas de cualquier tipo de reclamación