El valor de las lenguas
En el mundo existen 6.912 lenguas vivas conocidas que son habladas en cerca de doscientos países. De esta relación se deduce una conclusión bastante obvia: en la inmensa mayoría de los países reconocidos políticamente se produce una situación de multilingüismo. En realidad, uno de los mayores errores que pueden cometerse en la actualidad consiste en creer que el monolingüismo es un estado natural. De hecho, nunca ha sido así a lo largo de la historia ni tampoco lo es en estos momentos.
Sebastián de Covarrubias, autor del primer diccionario de lengua española, pronosticaba ya a principios del siglo XVI en su Tesoro de la lengua castellana o española , con una sorprendente visión de futuro, las bases que rigen hoy en día, en pleno siglo XXI , la comunicación intercultural y el diálogo entre diferentes sociedades: «En tanto que unas naciones con otras no vinieron a comunicar su lenguage, no pudieron estar en paz ni en amistad». A su vez, los antiguos humanistas, desde Erasmo de Rotterdam hasta Comenius, ya insistían en que aprender latín era la mejor forma de ordenar las ideas, aguzar la inteligencia, abrir los sentidos al mundo y saber que la realidad es siempre múltiple y diversa. Hoy pueden añadirse a todas éstas otras ventajas, muchas de ellas de orden práctico. Uno de los rasgos que definen el actual mundo «globalizado» es la movilidad incesante entre personas que atraviesan fronteras políticas, económicas, culturales y lingüísticas. Todos los días millones de personas se desplazan de un país a otro, hablan por teléfono o envían mensajes por correo electrónico y acceden a medios de comunicación y páginas de Internet originarios de los lugares más remotos. La única condición para disfrutar del acceso a todo este tipo de información y comunicación global es ser capaz de entenderse en una o varias lenguas.
En el mundo globalizado actual parece que ya no es suficiente con ser capaz de leer y comprender textos en otro idioma; el carácter esencialmente inmediato del contacto interpersonal actual exige un uso constante y parejo de las cuatro destrezas comunicativas. Necesitamos entender lo que nos dicen y lo que leemos; necesitamos también saber expresarnos oralmente y por escrito. Por ello, la enseñanza de idiomas se ha convertido en piedra angular de gran parte de los sistemas educativos de un gran número de países, porque su éxito o fracaso anticipa en gran medida el futuro de una sociedad y el de sus ciudadanos.
Al aprender una lengua extranjera, ésta se trasforma en transmisora excepcional de conocimientos, habilidades y competencias interculturales que serán necesarios para entenderse y comunicarse con los hablantes de esa lengua, con los habitantes del país o países que la tienen como lengua materna.
El Marco común europeo de referencia para las lenguas –el principal documento teórico que marca las orientaciones metodológicas para el aprendizaje, la enseñanza y la evaluación de las lenguas extranjeras, elaborado por el Consejo de Europa en 2001 y adaptado al español por el Instituto Cervantes en 2002– define la «consciencia intercultural» que adquiere cualquier persona al estudiar una lengua extranjera como el conocimiento, la percepción y la comprensión de la relación entre dos mundos: el «mundo de origen» y el «mundo de la comunidad objeto de estudio». Este conocimiento incluye también la diversidad regional y social en ambos mundos. En otras palabras, el estudiante de una lengua extranjera ve ante sí cómo la concepción del mundo que tenía hasta ese momento se amplía, se enriquece, se engrandece, al aprender una nueva lengua, al aprender un nuevo modo de enfrentarse al mundo a través de esa nueva lengua. Este enriquecimiento personal no tiene parangón. El conocimiento de otras lenguas es un acercamiento a otras culturas desde dentro, desde su esencia. La lengua extranjera aprendida se convierte, de esta manera, en una ventana abierta a una cultura nueva, en una llave que nos abre las puertas del diálogo con otras culturas, con otras gentes, en definitiva.
Las instituciones que se dedican a la enseñanza de lenguas extranjeras en el exterior –entre ellas, por parte española, el Instituto Cervantes– actúan como promotores del diálogo intercultural entre las sociedades modernas en el contexto internacional: los alumnos adquieren, a través del aprendizaje del español, del inglés, del francés, del alemán o de cuantas otras lenguas extranjeras pongamos a su disposición, no sólo el conocimiento lingüístico propiamente dicho, sino también el sociolingüístico, el paralingüístico, el sociocultural y también el conocimiento de otro mundo, de otra cultura, de otro acervo cultural, de otros bienes históricos, artísticos, literarios, científicos...
En el caso que nos ocupa, el alcance internacional de la impronta cultural española e hispanoamericana se halla estrechamente vinculado a la expansión de la lengua española en el mundo. Ambas evidencian también la riqueza de matices desde los que dilucidar las particulares relaciones que establecen la lengua y la cultura. Una riqueza que se traduce en prueba patente del decisivo papel protagonista de la comunidad hispanohablante en el escenario global de «la Cultura con mayúsculas», es decir, de la creación literaria, artística o científica.
El territorio del español
El español es hoy en día la cuarta lengua más hablada del mundo por detrás del chino, el inglés y el hindi, en ese orden, dado que un 5,7 por 100 de la población mundial es hispanoparlante; le siguen a cierta distancia el ruso y el árabe (según datos del Summer Institute of Linguistics SIL, LINGUASPHERE y QUID). Las proyecciones futuras efectuadas al respecto recientemente sitúan a los hablantes de español en un 7,5 por 100 de los hablantes de todo el mundo, de aquí a unos veinte años, esto es: unos 535 millones en el año 2030. Se calcula que para ese momento, únicamente el chino estará por encima del español en cuanto a número de hablantes. Según el sociolingüista cubano y secretario general de las Academias de la Lengua Humberto López Morales para llegar a pronosticar esta privilegiada situación hay que tener en cuenta, en primer lugar, las circunstancias de expansión demográfica de los hispanohablantes en Estados Unidos, que para el año 2050 se prevé que sea el primer país hispanohablante del mundo; y en segundo lugar, el crecimiento exponencial del número de hablantes de español como segunda lengua en Brasil, que se cifrará en unos treinta millones en un periodo de diez años.
El español, a su vez, es la lengua vehicular que posibilita el acceso al patrimonio cultural de 21 países, en los que es lengua oficial. En Ethnologue: Languages of the World (15. a edición), la obra de referencia internacional para la catalogación de las diferentes lenguas del mundo, el español registra una población de 322.299.171 hablantes (esta cifra incluye únicamente a los hablantes censados de español en los 21 países donde es lengua oficial, es decir, en Argentina, Bolivia, Chile, Colombia, Costa Rica, Cuba, Ecuador, El Salvador, Guatemala, Honduras, México, Nicaragua, Panamá, Paraguay, Perú, Puerto Rico, República Dominicana, Uruguay, Venezuela, Guinea Ecuatorial y España). El español se habla también, según datos de Ethnologue (15. a edición), en Gibraltar, Marruecos, Andorra, Francia, Bélgica, Alemania, Suiza, Noruega, Suecia, Finlandia, Israel, Canadá, Jamaica, Belice, Trinidad y Tobago, Curazao (Antillas holandesas), Aruba, las Islas Caimán, las Islas Vírgenes (EE. UU.), Filipinas (donde fue lengua oficial hasta 1987), Australia y Estados Unidos.
Como puede verse, demográficamente el español ocupa una de las áreas lingüísticas más extensas del mundo: además del territorio español, dentro del continente europeo, donde reside apenas el 10 por 100 de la población que habla español en el mundo, gran parte del continente americano es hispanohablante, y es en América donde viven casi nueve de cada diez hablantes de español. A su vez, el índice de comunicatividad entre los hablantes de todo este territorio es muy alto, pues el español lo habla casi el 95 por 100 de la población de los países donde es lengua oficial, frente a porcentajes del 35 por 100 en el caso del francés y del 27 por 100 en el del inglés. Las mayores diferencias entre las distintas variedades del español son de carácter suprasegmental, es decir, radican en cuestiones relacionadas con la entonación (como resultado, por ejemplo, de su contacto con los sustratos lingüísticos de las lenguas precolombinas en el caso de los países americanos de habla hispana) o con el léxico (regionalismos propios de cada país o, incluso, de áreas determinadas, como sería el caso del léxico común del área del Río de la Plata, de Centroamérica, del Caribe, etc.). No obstante esta enorme riqueza y diversidad, la lengua española se caracteriza por ser sumamente homogénea y unitaria y, en consecuencia, sin apenas riesgos de fragmentación. La norma lingüística, consensuada y dictada desde las diversas Academias de la Lengua Española, asegura un cierto nivel de uniformidad que permite garantizar ese alto grado de comunicatividad a lo largo y ancho del territorio hispanohablante. De esta manera, no es arriesgado afirmar que quien aprende español está seguro de poder entenderse con cualquier habitante de Buenos Aires, México, Lima o Madrid. Ésta es una de sus grandes ventajas en el competitivo mercado del aprendizaje de lenguas extranjeras, porque no todas las lenguas más difundidas ofrecen la posibilidad a quienes las estudian de llegar a abarcar un territorio geográficamente tan extenso como el que componen hoy los 21 países donde es lengua oficial.
Por su parte, según de nuevo Ethnologue (15. a edición), los porcentajes de similitud léxica del español con otros idiomas lo sitúan en niveles de un 89 por 100 con el portugués, un 85 por 100 con el catalán, un 82 por 100 con el italiano, un 75 por 100 con el francés y un 71 por 100 con el rumano.
El español como lengua extranjera: análisis de su expansión
La lengua española ocupa en la actualidad el segundo lugar como lengua extranjera más estudiada del mundo, por detrás, únicamente, del inglés. Los estudios más recientes al respecto también lo atestiguan así. Ante esta pujanza de la demanda de español, cabría preguntarse por qué cada vez más alumnos se decantan por estudiarlo como lengua extranjera en detrimento de la demanda de otras lenguas estudiadas tradicionalmente.
Una de las particularidades más relevantes que caracteriza el interés general de los estudiantes de español por nuestra lengua es su indudable valor instrumental: el español ocupa ya un lugar determinante como lengua de comunicación internacional al tiempo que abre las puertas del futuro profesional a todos aquellos que la estudian. Hoy en día el acceso a nuevos horizontes laborales es el motivo esgrimido primordialmente por los alumnos de español de todo el mundo, y su éxito en la enseñanza se debe a que se ha convertido, junto con el inglés, en la apuesta que hacen los padres de los más diversos países para asegurar el futuro de sus hijos.
El número exacto de estudiantes de español como lengua extranjera en el mundo era una incógnita hasta hace muy poco. Se contaba con estudios parciales que iban informando de la situación del español como lengua extranjera en determinados países o en áreas geográficas concretas. El anuario del Instituto Cervantes, entre otras publicaciones, se ocupaba de ir cubriendo el mapa del aprendizaje del español como lengua extranjera en el mundo por zonas. Muchos de estos estudios parciales ofrecían evoluciones diacrónicas, pero no lograban proyectar la situación global del español como el segundo idioma más estudiado del mundo.
Hoy por hoy ya sabemos que la cifra de estudiantes de español se sitúa en los catorce millones como mínimo. En realidad, si se hace un análisis de los datos ofrecidos en la Enciclopedia del español en el mundo publicada en septiembre de 2006, puede deducirse que el número real de estudiantes es probablemente muchísimo mayor, ya que el estudio de campo llevado a cabo por los distintos especialistas revela dificultades en la recogida de datos, que van desde la imposibilidad de acceder a rincones remotos para recabar información hasta la desconfianza de ciertos establecimientos educativos privados a la hora de revelar sus datos de matriculación.
En Europa estudian español casi tres millones y medio de alumnos distribuidos en 38 países diferentes. Destaca especialmente la demanda que existe, en primer lugar, en Francia, donde hay más de dos millones de estudiantes de español y donde nuestro idioma se ha asentado como segunda lengua extranjera por detrás únicamente del inglés. Ahora mismo lo elige más del 65 por 100 de los alumnos de bachillerato. Por su parte, en Alemania hay más de 450.000 alumnos de español. Para muchos alemanes, el español se percibe como una lengua con una verdadera proyección internacional, más allá del carácter exótico que tenía antaño como lengua de destino turístico, y, a su vez, como un idioma con una clara dimensión europea. La demanda de cursos especializados de español en el sector de los negocios, la economía y el turismo denota su enfoque esencialmente profesional. Alemania es el país europeo donde aumentará más la enseñanza de español en los próximos años. Les gustaría estudiarlo a más del 14 por 100 de los alemanes, lo que significa unos nueve millones y medio de personas, y la demanda se concentra entre los jóvenes, los titulados superiores y los habitantes de los grandes núcleos urbanos. En Italia hay más de 300.000 estudiantes, con un aumento notable de la demanda de español en las universidades: en los últimos 10 años el crecimiento global del número de alumnos universitarios de español ha sido del 52 por 100. En el Reino Unido, con más de 100.000 alumnos, el inc reme nto del número de estudiantes de español durante los últimos años en el conjunto del sistema educativo ha ido en detrimento de las lenguas tradicionalmente estudiadas –el francés y el alemán–, sobre todo en la universidad. Por su parte, en Suecia, con más de 163.000 estudiantes, el español se ha convertido en el primer idioma de estudio después del inglés. A su vez Dinamarca, Polonia, Noruega, Austria y Grecia, donde la demanda de clases de español en centros privados es enorme, son claros ejemplos de países en los que ha crecido enormemente el número de alumnos. Se descubre también una vitalidad especial en Europa del Este, y así en Rumanía se ha producido en los últimos cinco años un aumento de más del 20 por 100 en el número de alumnos que optan por el español. En Rusia se enseña en 165 centros de estudios superiores, y sólo en San Petersburgo hay casi 7.000 alumnos de español en una docena de colegios.
La expansión del español en África vive un momento crucial. Más de medio millón de alumnos africanos estudian español como lengua extranjera a lo largo y ancho del continente, en más de una quincena de países, desde el extremo norte hasta Sudáfrica, y en lugares tan remotos y en apariencia ajenos a nuestra cultura como Burkina Faso o Tanzania, donde, por ejemplo, cualquiera podría sorprenderse al oír saludos como «hola, hola, coca-cola» o a alguien tararear la letra de algún reggaeton en español. Adviértase además que en el África subsahariana el español no tiene las connotaciones de lengua colonial que afectan a otros idiomas. En Marruecos, por ejemplo, hay más de 58.000 estudiantes de español como lengua extranjera, y la oportunidad de mejorar el futuro profesional es la razón aducida principalmente por los alumnos. El conocimiento de la lengua española es también una herramienta para la exploración de un patrimonio histórico común a las dos orillas del Mediterráneo. En general, el 60 por 100 de los estudiantes de español en el área del Magreb lo estudia para dedicarse después a su enseñanza. Ya en el África subsahariana, el español ha superado al alemán como primera lengua extranjera en Camerún (con más de 63.000 estudiantes registrados), un país en el que España está presente muy a menudo en los medios de comunicación, algo a lo que no son ajenos los éxitos del futbolista Eto'o; de igual forma que en Kenia han aumentado los estudiantes desde que hace tres años la televisión comenzó a emitir telenovelas latinoamericanas. En Guinea Ecuatorial se impone un refuerzo oficial de los programas de español en los Centros Culturales de Malabo y Bata, ya que este país es el único del continente africano en el que el español es lengua oficial y podría aglutinar la demanda de español del área del Golfo de Guinea. Pero los datos más impresionantes en el continente africano corresponden a Senegal y Costa de Marfil, con más de 100.000 y de 235.000 estudiantes de español, respectivamente. Sólo estos dos países acaparan más del 66 por 100 de la demanda de español en todo el continente africano, lo cual no deja de resultar insólito si consideramos las precarias condiciones socioeconómicas de ambos, con poblaciones de once y dieciocho millones de habitantes, respectivamente, y tasas de analfabetismo en torno al 50 por 100. El español es el idioma elegido preferentemente en el programa oficial del sistema educativo senegalés, y en Costa de Marfil el 74 por 100 de los estudiantes de secundaria lo eligen como segundo idioma. En ambos países el estudio de la lengua española se perfila como un instrumento para abrirse camino en Europa.
El futuro del español en África dependerá claramente de la estabilidad política, social y económica de estos países y de la continuidad en el acceso a la educación de sus habitantes. Nuestro papel en la zona puede llegar a ser determinante, si estamos dispuestos a invertir los esfuerzos necesarios para afianzar la ingente demanda de español en diversas áreas del continente africano.
La situación del español en Oriente Próximo arroja resultados igualmente esperanzadores, si tenemos en cuenta la inestabilidad política y, por tanto, económica que atenaza la zona en los últimos años: más de 15.000 alumnos cursan estudios del español en toda el área, de los que cerca de 5.000 son libaneses, a los que se unen israelíes y palestinos, sirios, jordanos, iraníes e incluso afganos.
Asia y el Pacífico Sur suponen el mayor reto que afronta nuestra lengua en los albores del siglo XXI . El área acapara una demanda de cerca de 160.000 estudiantes de español, que requiere, no obstante, un importante esfuerzo de difusión y refuerzo que asegure su crecimiento potencial. Frente a cifras como los 60.000 universitarios japoneses que demandan cursos de español (con un aumento de más del 150 por 100 en los últimos años), los más de 20.000 alumnos de español en Filipinas o los 15.000 que lo estudian en Corea del Sur, llama poderosamente la atención que en China, por cada estudiante universitario de español, hay otros 60 aspirantes que desean inscribirse y que se quedan sin poder hacerlo, en gran medida por falta de profesores. Es claro el desafío que nuestra lengua tiene que afrontar en el País del Centro, dada su evidente importancia estratégica.
Por otra parte, los datos del español en Australia y Nueva Zelanda sitúan la cifra de estudiantes en cerca de 60.000 alumnos. En Australia el mayor crecimiento en el número de alumnos que estudian español se da en la universidad, mientras que en Nueva Zelanda el aumento de la demanda se enfoca en la enseñanza primaria y secundaria. Los responsables de la política educativa de ambos países reconocen que las lenguas con mayor futuro son el chino mandarín y el español.
A las interesantes cifras ofrecidas hasta el momento por continentes deben añadirse otras aún más considerables: la mayor demanda de español se concentra en el continente americano con más de siete millones de estudiantes en nuestros días. Esta cifra, no obstante, se triplicará en los próximos años. Por un lado, del millón de estudiantes de español que registra Brasil en la actualidad se pasará a un mínimo de once millones en el momento en que se haga plenamente efectiva la reciente Ley del Español, por la que todas las escuelas brasileñas estarán obligadas a ofrecer la asignatura de español en la enseñanza media. El Ministerio de Educación brasileño estima, asimismo, que serán necesarios en torno a 210.000 nuevos profesores de español en el país en los próximos años. El caso de Brasil es, sin duda, de gran trascendencia: los niños podrán elegir o no la nueva asignatura, pero el propio ponente de la citada ley, el diputado Attila Lira, afirmaba que los niños brasileños estudiarán español ya que de una manera u otra saben que les abrirá muchas puertas en su futuro. Estamos hablando, como decíamos, de once millones de nuevos alumnos. En Brasil ya hace tiempo que todas las universidades incluyen el conocimiento de español como requisito para superar las pruebas de acceso, y en algunas de ellas es la lengua extranjera más demandada, por delante incluso del inglés. Por ejemplo, durante el año académico 2005-2006, en la Universidad de Río de Janeiro unos 28.000 candidatos eligieron examinarse de español, 18.000 de inglés y 800 de francés. En el país hay en total 26 universidades públicas y 24 privadas que ya ofrecen licenciaturas en español. Lo domina el 45 por 100 de los ejecutivos de las grandes empresas y las previsiones indican que dentro de diez años lo hablarán treinta millones de personas, porque, como dijo el ex presidente Henrique Cardoso, «Brasil se encuentra entre el español y el mar».
En Canadá (con cerca de 93.000 estudiantes de español) se han multiplicado las publicaciones en español (incluidas las gubernamentales), los programas de radio e incluso el número de iglesias en las que se usa el español. Todas las provincias cuentan con asociaciones hispanas, las bibliotecas públicas han adquirido más fondos bibliográficos y audiovisuales en español e incluso la presencia de páginas en español en Internet creadas desde Canadá se ha inc reme ntado notablemente.
Por otro lado, las expectativas de crecimiento de la demanda de español en Estados Unidos se sitúan en torno al 60 por 100, en un mercado en plena expansión del que se estima que sobrepasa ya los 6 millones de estudiantes. Sin duda Estados Unidos constituye un caso aparte para el español y conviene fijarse en él con más detenimiento. Debe darse un gran salto cronológico para empezar a entender la situación del español hoy en este país, que de manera inevitable está profundamente ligada a la inmigración. A finales del siglo XIX comenzaron a llegar inmigrantes mexicanos; a partir de la Segunda Guerra Mundial lo hicieron los puertorriqueños; los cubanos, después de la subida al poder de Fidel Castro, a los que siguieron los centroamericanos y, ya a finales del siglo XX , argentinos y venezolanos. Para el año 2050, las previsiones indican que Estados Unidos tendrá casi 100 millones de hispanos. El viajero que llega a Estados Unidos comprueba que los rótulos de los aeropuertos están en inglés y en español; que puede dirigirse en su propia lengua a azafatas, empleados de hotel y vendedores de comercio; que el español se habla por doquier en las calles de grandes ciudades como Nueva York, Chicago, Miami o Los Ángeles; que en las librerías halla siempre una sección de libros en español, un mercado que crecerá un 6 por 100 anual frente al 3 por 100 de los libros en inglés; que tiene a su disposición varias cadenas de televisión hispanas, miles de emisoras de radio y cientos de periódicos. En suma, en este país los hispanohablantes encuentran las mismas facilidades, y acaso más, que las que tienen los hablantes de inglés cuando salen de su ámbito lingüístico, porque el español es hoy algo cotidiano en Estados Unidos. Tampoco debe resultar extraño que en Estados Unidos se vendan más discos en español que en México, pues el poder de compra de la comunidad hispana se estima en 600.000 millones de dólares, según publicó la revista Time. El español también está presente en los discursos, en los debates políticos y, sobre todo, en las campañas electorales.
La inmigración hispana a Estados Unidos ha pulverizado todas las previsiones. En 1982 había 15 millones de hispanos, lo que representaba el 7 por 100 del total de la población. El pasado mes de julio la Oficina Federal del Censo estimó que los hispanos sumaban ya más de 41 millones de personas, que están diseminados por todos los Estados y que representan el 50 por 100 del crecimiento de la población norteamericana. Porque, además de la constante corriente migratoria, las familias hispanas tienen una media de casi tres hijos y, aunque parezca sorprendente, su esperanza de vida es superior a la del resto de la población: en 1995 era ya de 78,6 años frente a los 76 de la media general. Dicho de otra manera, Estados Unidos es ya el tercer país con mayor número de hispanohablantes tras México y España, y las previsiones apuntan a que en el año 2050 habrá –como queda dicho– casi 100 millones de hispanos.
La pregunta clave es si los hispanos mantendrán su lengua materna o bien se convertirán en hablantes monolingües de inglés con el paso de las generaciones. Conviene tener en cuenta tres factores, a mi juicio, decisivos. El primero es que las altas tasas migratorias y de natalidad mantienen una corriente permanente de impulso y renovación de la lengua. El segundo es que los hispanos de Estados Unidos presentan una peculiaridad: el ritmo de desplazamiento lingüístico del español al inglés es más lento que el habitual entre los inmigrantes de otras procedencias. Y el tercero, a mi modo de ver decisivo, que se está produciendo en los últimos años un nuevo fenómeno: los hispanos han comenzado a darse cuenta de la importancia para la vida laboral de mantener el español y ser bilingües, algo que sólo ha estado siempre claro para los más instruidos. Baste como ejemplo que en Miami los bilingües ganan unos 7.000 dólares más de media al año que los que hablan sólo inglés. De esta forma, y como ha subrayado Humberto López Morales, el papel del español como elemento de cohesión comunicativa local e internacional y su utilidad económica constituyen los factores más significativos para la mayoría de la población hispana.
Pero tan importante como la masiva presencia de hablantes de lengua materna española en Estados Unidos es la actitud de los estadounidenses no hispanos hacia el español. Los mejores indicadores los ofrece una vez más el sistema educativo. En la actualidad, el 80 por 100 de las escuelas estadounidenses de enseñanza elemental ofrece español. En estos últimos años, los porcentajes de casi todas las demás lenguas han bajado: por ejemplo, la segunda más ofertada, el francés, ha pasado del 40 por 100 a menos del 30 por 100, y la tercera, el alemán, ya por debajo del 10 por 100, ha sido superada por el latín.
En la educación secundaria, el español se enseña en más del 90 por 100 de los institutos con lenguas extranjeras. Otro 20 por 100 de las escuelas ofrece clases de español para hispanohablantes.
En las universidades, hace ya tiempo que dos de cada tres alumnos que estudian lenguas extranjeras eligen el español, mientras que el resto se reparte entre docenas de otros idiomas. La razón que esgrimen los universitarios para estudiar masivamente español resulta clara y llena de futuro: es una lengua práctica. No se trata de una casualidad. Los estudiantes de la Universidad de California en Berkeley recién graduados que hablan inglés y español reciben una media de doce propuestas de trabajo. De acuerdo con estos datos, se pueden establecer al menos tres conclusiones: en primer lugar, que el español es la segunda lengua de Estados Unidos, y no ya una lengua extranjera; en segundo lugar, que dado el papel que desempeña Estados Unidos en el mundo parece claro que este país será uno de los centros que definirán el futuro de nuestro idioma, y en tercer lugar, que el arraigo del español en Estados Unidos lo confirmará como una de las dos grandes lenguas de comunicación internacional del siglo XXI .
De todas estas cifras sobre el número de estudiantes de español a lo largo y ancho del planeta, la conclusión principal que se deduce es que la lengua española ocupa hoy, realmente, el segundo lugar como lengua extranjera más estudiada del mundo, y que todas las proyecciones indican que crecerá mucho más en los próximos años, como indican los casos de Brasil y Estados Unidos.
Ésta es, a grandes rasgos, la situación del español como lengua extranjera estudiada en el exterior. La realidad del español en España, su promoción y difusión como lengua extranjera dentro de nuestras fronteras, es otro de los grandes retos pendientes de acometer. El español se ha convertido en una de nuestras principales fuentes de riqueza. Se conoce que aporta el 15 por 100 del Producto Interior Bruto de España, y está por estudiar lo que supone para el resto de los países hispanohablantes. Sin duda estas cifras crecerán de manera exponencial en los próximos años, esto es sólo el comienzo de una prometedora inversión de futuro. En estos momentos visitan España unas 180.000 personas al año para estudiar español. Se trata generalmente de jóvenes que permanecen entre tres y cuatro semanas y que se gastan durante este tiempo unos 2.000 euros de media. Sería deseable promover un impulso definitivo a la industria del turismo lingüístico, una de las industrias más limpias, no contaminantes y prósperas de los próximos años, y que generará varios miles de puestos de trabajo. Con ello se conseguiría desarrollar de manera definitiva el potencial económico de nuestra lengua, un fin estrechamente relacionado con la labor de promoción internacional del español y de difusión de la cultura de los países hispanohablantes.
Conclusión
Las lenguas son fundamentalmente instrumentos de comunicación, y por eso el conocimiento de idiomas proporciona al individuo un mayor grado de libertad de acción. El aprendizaje de lenguas posibilita el acceso a mundos nuevos que abren otras perspectivas, porque cada lengua organiza la realidad, arrastra las experiencias, los saberes, los sueños y la historia de todos sus hablantes y es, en definitiva, una de las mayores riquezas de las que disfruta el ser humano.
Por eso también toda lengua, sea hablada por millones de personas o sólo por unas docenas, es un patrimonio de la humanidad que no sólo no debemos dejar desaparecer, sino que tenemos que procurar que continúe siendo utilizada.
Una nueva lengua es, en esencia, un pasaporte para entrar en una nueva cultura, para conocer el mundo desde otra perspectiva. El aprendizaje de lenguas extranjeras propicia el entendimiento, la tolerancia y el respeto a las diferentes identidades nacionales y regionales. La superación de barreras interculturales a través de la habilidad para comunicarse con otros ciudadanos es un deseo común de todas las instituciones que, de una u otra manera, se ocupan de la difusión y promoción de la lengua y la cultura. Deberían todas ellas aunar esfuerzos para satisfacer las necesidades de una comunidad internacional plurilingüe y multicultural que demanda una preparación lingüística acorde a los desafíos implícitos en la movilidad profesional que caracteriza nuestra sociedad. Los testimonios de lingüistas, políticos, sociólogos, intelectuales y medios de comunicación sitúan el español entre las primeras lenguas extranjeras de comunicación internacional. El español está hoy presente en los principales foros económicos internacionales y en organizaciones mundiales como la Organización de Estados Americanos, la Organización para la Unidad Africana, la Unión Europea o la Organización de las Naciones Unidas. La actual situación de crecimiento de la presencia del español en el mundo nos proporciona una oportunidad inédita para erigirnos en protagonistas de la comunicación internacional entre naciones y sociedades del siglo XXI ; al mismo tiempo, esta privilegiada circunstancia nos emplaza a afianzar el desarrollo de las industrias lingüísticas del español y de la promoción de nuestro patrimonio cultural. El momento en que nos encontramos es determinante. No podemos renunciar a convertir en realidad la riqueza potencial de nuestra mayor y mejor inversión de futuro.